comprada para la pasion

cuando el amor no se olvida a pesar de todo

« Older   Newer »
 
  Share  
.
  1. marina973
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Yo también me quede con ganas de mas *-* estuvo increible el capitulo, siguela prnto!
     
    Top
    .
  2. lionsolar
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Capítulo 3
    CUANDO Benja irrumpió en la vida de Camila, ella era tan solo una estudiante de hosteleria de diecinueve años que sobrevivía gracias a una beca y a los trabajos ocasionales que aceptaba siempre que podia. Mientras que muchas de las chicas de su edad se divertían de fiesta en fiesta, ella se dedicaba a preparar y servir cócteles de marisco.
    Ocasionalmente, trabajaba como camarera en eventos que requerían que se recogiera el pelo y llevara un elegante uniforme para ofrecer canapés a gente de muy alto nivel.
    La noche en la que conoció a Benja, Camila no sabia en honor de quien o que se celebraba la fiesta. Tampoco sabia quienes serian los invitados. Se trataba de otro grandioso acontecimiento celebrado en los fastuosos salones de una mansión con vistas a St. James Park. El emplazamiento era muy elegante y, haciendole justicia, los invitados tambien lo eran. No podia ser de otra forma. La mayoria de las mujeres lucian increibles piezas de joyería.
    Camila estaba tan ocupada sirviendo copas de champán y absorta en el murmullo de los asistentes, que no se percato de la presencia de aquel hombre moreno de belleza exotica al otro lado de la habitación.
    Benja se aburría. Se encontraba en la recta final de un viaje alrededor del mundo que su padre le habia obsequiado como recompensa por haberse
    graduado en Harvard. Recientemente, habia estado en París, Milan, Madrid, Praga y Berlin. Volver a disfrutar de Europa le habia hecho recordar cuanto la habia echado de menos y lo ansioso que estaba por volver a casa. A Grecia.
    No estaba seguro de cuando la camarera hizo huella en su subconsciente haciendo que todos los factores determinantes de la quimica y el deseo sexual se pusieran en marcha. Ella no era particularmente su tipo. Era rubia, y a el le gustaban las mujeres morenas, pero se movia con una gracia exquisita. La habia visto habrirse paso entre la multitud con facilidad y mover la bandeja como si estuviera bailando una danza sin musica. Y el hecho de que todos los hombres de la sala quisieran poseerla aumento su determinacion. Queria tenerla. El, que siempre era capaz de conseguir cualquier mujer que escogiera...
    «Ven a mí», le ordeno en silencio. Y, como había pasado muchas otras voces a lo largo de su vida, ella eligió ese preciso instante para obedecer su orden.
    ¿Acaso aquella mirada tan intencionada había hecho que Camila se viera hechizada por aquellos ardientes ojos color ebano? ¿O había sido su altura o su aire exótico lo que había hecho que ella detuviera su mirada sobre él un segundo más de lo debido?
    Y así fue como Camila acabó sonrojándose, estupida y exageradamente. Como si nunca un hombre la hubiera mirado antes asi.
    Porque ninguno lo habia hecho. Bueno, en realidad, nunca un hombre como aquel y nunca de aquella forma, haciendo que le faltara el aire y el est6mago se le encogiera de los nervios.
    Pero al girarse deliberadamente, le ofrecio a Benja la reaccion que necesitaba.
    Verla de espaldas a el con la melena recogida dejando al aire su esbelto cuello era mucho mas que tentador. Aquel gesto de rechazo le habia resultado tan seductor como la mujer en si misma. Despues, mucho despues, meditaria sobre su significado, pero en aquel momento sus hormonas estaban revolucionadas.
    Espero a que ella se acercara a el no simplemente porque fuera su deber, ya que estaba allí para servir a los asistentes, sino porque el la habia incitado a hacerlo. Y estaba funcionando. Siempre lo hacia.
    Al acercarse, a pesar de sonrojarse, Camila adopto una actitud desafiante.
    -Al fin -murmuro él.
    -¿Un canape, señor?
    El aparto la bandeja impacientemente.
    -¿A que hora terminas?
    -Esa es un pregunta muy impertinente, señor.
    -Soy un hombre muy impertinente -respondió dedicandole una sonrisa propia de los dioses griegos protagonistas de miles de mitos y leyendas-. ¿Aceptaras si prometo comportarme como un caballero y dejarte en casa antes del amanecer?
    Camila dudó. Presentía que aquel hombre solo traería problemas, pero aun asi...
    -A las nueve -respondió resueltamente.
    Se dio media vuelta y se marchó diciendose a sí misma que, probablemente, no se molestaría en aparecer. Seguramente, se trataba de un juego que empleaba para pasar el tiempo y ver cuantas mujeres accedian a tener una cita con el.
    Sin embargo, allí estaba esperándola en la entrada de servicio. Parecía triste, pero al mismo tiempo formal y seductor con aquel abrigo negro con el cuello subido para aplacar el frio y el viento.
    -¿Te apetece comer algo?- pregunto el-. ¿O acaso trabajar con comida te quita el apetito?
    Era una observación muy perspicaz, lo que, naturalmeme, le hacia aún más atractivo.
    -A veces. Pero no tengo hambre -respondio ella.
    -Yo tampoco.
    Bueno, no de comida. Pero no puede decirsele a una mujer, cuyo nombre ni siquiera conoces, que lo unico que te apetecería sería comerla a ella.
    Desde el punto de vista de Benja, aquel romance no contaba con ninguno de los ingredientes necesarios para hacer que funcionara. Ella era inglesa, pobre y no tenía muchos estudios. Por el contrario, era muy guapa. Y aun virgen. Pero aquel sorprendente descubrimiento le resultaba una gran responsabilidad.
    Asombrosamente, había descubierto que aquello le remordía la conciencia. Se había dado cuenta de que, simplemente, no podría acostarse con ella y abandonarla despues. La verdad era que ella no tenía ninguna de las cualidades que buscaba en una pareja.
    ¡Ademas, él ni siquiera estaba buscando pareja!
    Pero Benja pasó por alto algo que nunca pensó que le sucederia. Los sentimientos no se encontraban en su lista de prioridades, así que cuando sucedió, no supo reconocerlo. Trato de negarlo. HAsta que sus negativas sonaron falsas incluso para sus oídos.
    Se había enamorado.
    El sentimiento mas sobrecogedor que habia experimentado a lo largo de su vida había sido la pasion. Y quizá porque siempre había sido bastante escéptico acerca de su existencia, le costó más admitirlo. Pero entonces ya era demasiado tarde para luchar contra ello.
    Una noche, hundio su rostro en la perfumada melena de Camila mientras ella se aferraba a el con fuerza. Frustrados, ambos dejaron de besarse en aquel momento.
    Benja sabia que ella le queria tanto como el a ella. Y sabia que tenía que decirselo antes de que ella se anticipase.
    -Te quiero, Camila, agapi mu.
    A Camila el corazon le dio un brinco de alegria, pero, aun asi, lo miro enfadada.
    -No tienes por que decirme eso solo porque quieras irte a la cama conmigo. Voy a acostarme contigo de todas formas.
    -¿De verdad? -murmuró el.
    -Sabes que si.
    Inclino la cabeza y con sus labios empezo, provocativamente, a hacerle a Camila cosquillas en los labios.
    -Entonces, quiza te haga esperar.
    -¿Esperar? -instantaneamente. Camila presionó su cuerpo contra el de él dejandose llevar por la urgencía que ambos sentían por comenzar a conocerse sexualmente. - ¿Esperar a qué?
    -A que te conviertas en mi esposa-dijo vacilando. Aquella no parecia su voz y Camila lo miró fijamente con asombro y al mismo tiempo con esperanza.

    Después, ella se daría cuenta de que él no le había propuesto matrimonio. En aquel momento estaba demasiado enamorada y emocionada como para darse cuenta, pero el solo habia utilizado la palabra esposa posesivamente.
    -¿Tu esposa?
    Benja se había dejado llevar por un extraño deseo primitivo al decirselo. Sintio esa necesidad en lo profundo de su ser. Había descubierto la poderosa fuerza del amor y esa novedad le hizo querer disfrutarla al maximo.
    -Si. Debemos hacerlo -dijo simplemente-, ya que estoy seguro de que es muy dificil que dos personas sientan lo que nosotros sentimos el uno por el otro.

    Sus padres intentaron evitar el matrimonio, pero el ignoró resueltamente sus palabras. Incluso la madre de Camila se opuso a la union. Su viaje a Cornwall para que la madre de Camila conociera a Benja termino en una tremenda discusion entre madre e hija en la que ambas terminaron llorando.
    Mientras tanto, a Benja le habían mandado a comprar una botella de champan.
    -¡Pero yo le quiero, mama!
    -Lo se, cariño -dijo su madre-. y creo que él tambien te quiere, pero aun es muy pronto. El matrimonio ya es en si demasiado dificil como para no tener en cuenta que ambos sois muy jovenes y muy diferentes.
    -¿Es porque papa te dejó? -preguntó Camila, sin darse cuenta de que quizá ése era un factor decisivo en su precipitada decisión
    Sin haber tenido una figura masculina a su alrededor durante la adolescencia, Camila siempre habia visto a los hombres como figuras distantes Los únicos con los que estaba familiarizada eran los personajes de ficcion que habia visto en los libros a los que Benja bien podia compararse.
    -Simplemente me gustaria que esperaras -le dijo su madre.
    Pero ellos no querian esperar, asi que se casaron en secreto sin tener en cuenta a quienes estaban haciendo daño, a pesar de que, al final, fueron ellos mismos los que salieron malheridos. Benja volvio a Atenas con su joven esposa. Camila intento ser generosa. Se dijo a si misma que la familia Christou no estaban haciendola sentir incomoda deliberadamente. Pero asi era como ella se sentia.
    Nadie sabia que Benja tenia intencion de casarse, asi que, naturalmente, nadie habia previsto un lugar para que ambos vivieran. El pequeño dormitorio de Camila le parecia todo un lujo si se le comparaba con la posibilidad de mudarse con sus suegros, las dos hermanas menores de Benja y un montón de empleados. Camila podia imaginarse la forma en la que todos mirarían a esa chica palida y rubia que no era capaz de pronunciar ni una sola palabra en griego.
    -¿No podemos vivir en nuestra propia casa?- Pregunto a Benja cuidadosamente.
    Pero su orgullo no le permitia decirle que su padre se había negado a entregarle parte de su herencia hasta que le demostrara que podia ganarse la vida por si mismo.
    -Apenas me han visto en cuatro años. –le dijo entre besos-. Será mejor que nos quedemos con ellos un tiempo. Te sentiras mas protegida mientras conoces tu nuevo pais.
    Su nuevo pais. Aquellas palabras no parecian muy alentadoras, ademas, algunas de las diferencias que existían entre ellos se hicieron aun mas evidentes cuando ambos se reunieron con la familia de Benja.
    -Esta es mi familia -dijo Benja mientras caminaba junto a Camila por el enorme salón de la casa familiar en el que fueron recibidos- Estos son mi madre, mi padre y mis dos hermanas.
    -Ka... Kalimera -tartamudeó Camila.
    -¡Kalispera! -corrigió una de las hermanas de Benja entre risas.
    -Es un placer conocerte, Camila. -le dijo la madre fríamente en ingles. Despues se dirigio a su hijo en griego.
    Benja frunció el ceño y respondio en el mismo idioma. Así, emprendieron una acalorada discusión. Solo despues, en la intimidad de su dormitorio, Camila tuvo la oportunidad de preguntarle si su madre se habia enfadado.
    ¿Debería Benja contarle la verdad? ¿Debería decirle que su madre le habia acusado de tirar por la borda su juventud y un monton de oportunidades por haberse casado precipitadamente con una mujer a la que apenas conocia y que ni siquiera hablaba su idioma?
    Benja miro a Camila. Sus bellos ojos azules sólo reflejaban preocupación, así que la rodeó con sus brazos. ¿De que serviría sembrar discordia?
    Las dos mujeres mas importantes de su vida pronto aprenderian a quererse la una a la otra.
    -Ven aquí -murmuro-. y dejame que te ame. Y cuando ella se encontraba entre sus brazos nada más parecía importar.
    Pero la luna de miel no podía durar eternamente. Benja tenía que ir a trabajar con su padre al imponente edificio Christou desde el que controlaban su imperio naval. Sus esfuerzos por demostrar su valia se traducía en horas de trabajo. En cierta forma, le daba cierta satisfaccion ser el primero en llegar y el último en marcharse.
    Mientras tanto, Camila intentaba acomodarse. Se busco un profesor de griego en el centro de la ciudad y se propuso resultar adecuada a los ojos de la madre de Benja. Pero no era facil.
    La unica cosa que hacía bien de verdad era cocinar y los Christou ya tenían un cocinero.
    Los dias se le hacían interminables. Con Benja trabajando tanto era dificil poder hacer nuevos amigos griegos en Atenas, y sabia que su familia política se tomaría mal que contactara con ingleses.
    Una noche en la que Benja llego de trabajar tarde a casa, le dijo a Camila que se marchaba a Nueva York. Ella empezo a aplaudir de alegria. Asi al menos podrían pasar algun tiempo juntos...
    -¡Que bien! Nunca he estado en America.
    El rostro de Benja se ensombreció. -Voy a acompañar a mi padre, Camila mu. Es un viaje de negocios.
    -¿No hay sitio para tu mujer?
    -Es un viaje para hombres le respondio de manera cortante. ¿Acaso no podia entender que aquello formaba parte de su aprendizaje? Pero al ver su cara se ablando-. Debo estar al lado de mi padre, ¿no crees, agapi mu? Ya es mayor y esta delicado.
    A ella le habria gustado decir: «No me extraña. Esta siempre trabajando». Pero tambien queria ser comprensiva. ser una buena esposa. Si de todas formas iba a irse con su padre a Estados Unidos, ¿no deberia al menos despedirle de buen grado?
    Tiempo despues se preguntaria si aquel viaje no fue planificado con el proposito de separarlos.
    Era dificil señalar exactamente cuando se dio cuenta de que su matrimonio no iba a ninguna parte. Quizá fue cuando Benja tuvo que prolongar su estancia en Nueva York. O quiza cuando su suegra y sus cuñadas dejaban de hablar en griego y cambiaban de mala gana al ingles siempre que ella aparecia.
    A pesar de todos los lujos que tenía a su disposicion en la residencia de los Christou, no habia nada que ella pudiera hacer excepto ser una buena esposa. Pero su marido estaba ausente. Y ella se sentia perdida, sola y a la deriva sin saber que ha¬cer.
    Cuando Benja regreso, fue dificil. Como si tuvieran que empezar a conocerse de nuevo y eso, teniendo en cuenta que, desde el principio, ellos no habían llegado a conocerse demasiado. El parecía haberse distanciado de ella, parecía alguien diferente al amante que había conocido en Londres. Y su distancia hizo que ella se alejara más de él.
    Camila no se sorprendió cuando Benja le dijo que su padre y él iban a irse a Extremo Oriente. Ni siquiera se disgustó. Era como aceptar un destino inevitable.
    Pero tambien sabía que se volvería loca si permanecía allí esperandole para siempre. Quizá hacer un viaje por su cuenta la ayudara a aclarar sus
    ideas y buscar una solución. O bien hacer que todo fuese como antes.
    -Me gustaría irme a casa una temporada -le dijo a la madre de Benja una mañana.
    -¡Pero esta es tu casa! -exclamo kyria Christou frunciendo el ceño-. ¿y Benja? ¿Esta de acuerdo?
    -Pues claro. Absolutamente -exagero. Cuando se lo dijo, a Benja no parecio hacerle mucha gracia pero, despues de todo, ¿que podia decirle cuan¬do el se encontraba a miles de kilometros de distancia?
    Camila fue a visitar a su madre, cuyo recibimiento fue poco convencional.
    -¿Que ha sucedido?
    -Nada. ¿Por que deberia haber sucedido algo?
    -Ninguna recien casada abandona a marido en el primer año de matrimonio a menos que algo vaya mal.
    -¡No lo he abandonado! -dijo Camila pacientemente-. De todas formas, el no esta en casa. Esta de viaje. «Ultimamente, siempre lo esta».
    Pero resultaba dificil defender una relacion que, como ella bien sabía, no estaba basada en unos solidos pilares. Asi que Camila se fue a casa de Ca¬roline, quien entonces vivía en un diminuto apartamento junto a su bebe, que empezaba a gatear.
    -¡No sabes la suerte que tienes! -exclamo Caroline despues de que Camila intentara convencerla de que ser la mujer de un multimillonario no era tan maravilloso como parecia-. ¡Cuidado! ¡Estas a punto de sentarte encima del pure de manzana!
    -No hay sitio para mi aqui -dijo Camila recogiendolo con un trozo de papel de cocina. Echando un vistazo a su alrededor, vio que la ropita del bebe estaba colgada en los radiadores. Por eso aquello parecia una sauna. Agarro a Thomas en
    brazos y suspiro-. Pero es que tampoco quiero volver a casa de mi madre. Me saca de quicio.
    -¿Por que no vuelves a casa?
    Pero, ¿donde se encontraba su hogar?
    -Porque Benja no esta y su madre me odia. No soy lo suficientemente buena para su querido hijo.
    -¿Y que mujer lo es? -pregunto Caroline ironicamente-. ¿Por que no te quedas en casa de mi primo? El tiene un monton de espacio.
    Jonathan Collet tenia un monton de habitaciones vacías en su lujoso apartamento de la zona portuaria londinense. Jonathan tenia un futuro prometedor en la City, el centro financiero de Londres, y estaba encantado de tener, temporalmente, un compañero de piso.
    -Naturalmente, si te encargas de cocinar.
    -¡Por supuesto!
    Jonathan era encantador y hacia buena compañia, pero, ademas, Camila sabia que la mayoria de las mujeres lo encontraban tremendamente atractivo. Pero ella no era la mayoria de las mujeres. Camila estaba enamorada de otro hombre y, ademas, estaba casada con el. Y quiza esa no era la forma en que una esposa debería comportarse por muy infeliz y sola que pudiera sentirse.
    Pronto Camila se dio cuenta de que hacia más de una semana que había hablado por ultima vez con su marido. Y en el Fondo, sabia que no podían continuar así.
    Intento ponerse en contacto con él, pero cuando llamaba a casa de los Christou no obtenía respuesta. ¿Debería dejar un mensaje? ¿Que le diría?
    Estaba preocupada. Sabía que tenia que retomar el control de su vida Si había problemas, ambos tendrían que afrontarlos, pero, ciertamente, no seguir ignorandolos.
    Empleo su energía en preparar una magnifica cena. Al llegar a casa y verla, Jonathan esbozo una enorme sonrisa mientras se desabotonaba el cuello de la camisa.
    -¡Vaya! ¿Que he hecho yo para merecer esto?
    -Ser un fantastico casero -le dijo Camila ofreciendole una copa de champan.
    -Esto me suena a despedida -comento el.
    -Asi es -dijo Camila sin que le pasara desapercibida la decepcion que reflejaban los ojos de Jonathan. Ese seria otro problema que se solucionaria con su partida.
    El ambiente se estaba volviendo demasiado hogareño. Y tal vez lo facilitaba el hecho de que ella estuviera locamente enamorada de otro hombre.
    Una sincera amistad hace que una mujer se relaje por completo ante un hombre, y eso la hace mas atractiva a ese hombre.
    ¿Por que era la vida tan complicada? El guiso estaba delicioso y ambos se bebieron la mayor parte del vino, pero cuando Jonathan puso un disco de Frank Sinatra, Camila bostezo y supo que se quedaría dormida si se descuidaba.
    Se dio una ducha y despues se dispuso a preparar café envuelta en un quimono de seda mientras el pelo se le secaba al aire. Fue entonces cuando alguien llamo a la puerta.
    Jonathan frunció el ceño.- ¿Quien demonios sera?
    -Ni idea -dijo Camila poniendose en pie-. No te molestes. Abrire yo.
    Pero cuando abrio la puerta le pareció estar viendo un fantasma. Se quedo helada. ¿Cuanto tiempo hacia que no veia a su marido así? Aquel musculoso cuerpo y esos ojos azabache que la miraban...
    Con frialdad y repulsión.
    -¡Benja!-suspiró ella.
    -¿Quien es, cielo? -grito Jonathan.
    Benja alzo su fría mirada por encima de su hombro hasta donde Jonathan yacía despatarrado en el suelo.
    Camila siguio la dirección de sus ojos y vio lo que aquello podia parecerle a Benja. El champan, la camisa desabrochada de Jonathan, la bata de seda...
    Cuando se giro para volver a mirarlo, el pelo humedo le cayo sobre el pecho.
    -Se lo que estas pensando -dijo ella desesperadamente.
    -¡Maldita zorra!
    Aquel no era el momento para hacer presentaciones.
    -No podemos hablar aquí. -susurro señalando hacia el pasillo-. Ven a mi dormitorio.
    Pero, obviamente, la eleccion de la palabra dormitorio no había sido muy afortunada puesto que su expresión se ensombreció mientras Benjamín cruzaba el salón tras ella.
    Benja dio un portazo cuando ambos se encontraron en el dormitorio. De repente, se dio cuenta de que le estaban temblando las manos.
    -¿Como has podido? -acuso a Camila severamente.
    -Benja, puedo explicartelo.
    -¿Como has podido acostarte con otro hombre? -pregunto con voz crispada mientras contemplaba la superficie de la cama en la que imaginaba el bello cuerpo desnudo de su mujer acoplado al de otro hombre.
    -¡No me he acostado con el! -protesto ella.
    Benja hizo una mueca al sentir como si le hubieran clavado un puñal en el corazon.
    -¿Has practicado todo tipo de sexo sin penetra¬cion? -le pregunto con crueldad-. ¿Consiguio hacerte llegar al orgasmo con su lengua como yo lo hago?
    -¡Baja la voz! -dijo ella furiosamente, pero fueron interrumpidos por un fuerte golpe en la puerta.
    -¡ Camila! -grito Jonathan-. ¿Estas bien?
    Escuchar la voz de aquel hombre fue como prender la mecha de la ira de Benja. Así que abrio la puerta y miro con desden al hombre que parecia su propia antítesis... aunque, despues de todo, quiza era eso lo que ella queria: un educado y paliducho in¬gles.
    -¿Y que es lo que vas a hacer tu si no lo esta?. -le pregunto a Jonathan osadamente.
    «Jonathan, por favor, no digas nada». Suplico Camila en silencio, pero veia como le estaba plantando cara a su marido con la misma eficacia de un raton enfrentandose a un leon.
    -¡Yo la protegere! -prometio el.
    -Eso es digno de elogio. -respondio Benja con desden-. Pero guardate tu orgullo, amigo mío, ya que puedo machacarte bajo la suela de mi zapato si así lo deseo -sus palabras estaban llenas de veneno y desden-. Quedatela. Toda ella es ahora tuya.
    Y entonces fue cuando el negro hielo de su mirada la atraveso. Y pronuncio aquellas palabras que había recordado hasta el dia de hoy.
    -No eres mas que una mujerzuela, una prostituta barata. Maldigo el día en que me case contigo.
    Y ahora, siete años despues, la expresion de su rostro era semejante.
    La boca de Benja esbozo un gesto de puro desprecio.
    -¡Pero si es Camila! ¡La pequeña e irresistible maquina sexual! -murmuro sarcasticamente-. ¿Pero que...? ¿Que es lo que te ha pasado, Camila? ¡Estas espantosa!.


    los duros recuerdos......
     
    Top
    .
  3. marina973
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    despues de este capitulo ya entiendo todo...que cruel Benja, no le dio una oportunidad para explicarse y pensó lo peor u.u muy interesante esta historia!
     
    Top
    .
  4. jesreyes
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Ahora se entiende la cosa como era!.....Buen capitulo, pero quiero mas!!!...jajja
     
    Top
    .
  5. yisette
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    parace ser que a benjamin no a escuchado el refrán que dice que la apariencia engaña y que no todo lo que brilla es oro....
     
    Top
    .
  6.     +1   -1
     
    .
    Avatar

    Conoces a l@s Abuel@s

    Group
    Abuela Escritora
    Posts
    83
    Escobas
    0

    Status
    Anonymous
    Me encaantaa :)
     
    Top
    .
  7. julietagr
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    guauuuu, un super capitulo.
    Quiero saber más sobre esta historia.
     
    Top
    .
  8. asignatura pendiente
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    me encanta esta historia,se nota que el todavía esta muy dolido por lo que cree que fue una infidelidad de Cami. Pero cuando la vea,vamos a ver que pasa
     
    Top
    .
  9.     +1   -1
     
    .
    Avatar


    Group
    Staff Abuelas Bibliotecarias
    Posts
    1,999
    Escobas
    +51

    Status
    Anonymous
    Oh, genia me puse al dia con esta historia.. genial!
    Wow qe fuerte todo.. si, parece qe los padres ayudaron a que se separen..
    Asiqe ese fue el malentendido de Benja y Cami.. Cami nunca la engaño.. pero benja se dejo llevar por lo qe vio.. qe mal..
    Qe cruel, lo qe le dijo.. Espero qe se arrepienta.. -.
     
    Top
    .
  10. lionsolar
        +1   -1
     
    .

    User deleted




    Capítulo 4



    APENAS pudo registrar el crítico comentario de Benja ya que sólo el hecho de estar en la misma habitación que él hacía que Camila se sintiera como si alguien la hubiera golpeado en el estómago.
    Aquella noche en el apartamento de Jonathan, antes de desaparecer para siempre de su vida, él se había negado a escuchar sus explicaciones. Jamás había querido hacerlo. Las cartas desesperadas que le había enviado le habían sido devueltas sin abrir y, además, había utilizado tácticas evasivas para frustrar sus intentos de hablar con él. El orgullo la había llevado a no suplicar su perdón, ya que sabía que no había hecho nada malo y podía tener la conciencia tranquila. Aun así, cuando trataba de ponerse en el lugar de Benja e imaginar la escena que había presenciado aquella noche, reconocía que era lógico que su arrogante marido, siempre tan machista, hubiera sentido celos. Pero ella ama¬ba a Benja en cuerpo y alma. Sólo a Benja. Y ne¬cesitaba decírselo.
    Pero era más fácil decirlo que hacerlo. Sus llamadas eran registradas con frialdad por distintos empleados de Benja, pero él nunca las contestaba.
    Había sido excluida de su vida eficazmente. Ni siquiera sabía si le habían dado los mensajes, pero, incluso aunque no lo hubieran hecho, él no había hecho el menor intento de contactar con ella. Así que, realmente, parecía que no tenía ningún deseo de hacerlo.
    Finalmente, aunque consternada, Camila captó el mensaje. Su matrimonio se había acabado. De hecho, nunca debía haberse celebrado.
    De eso hacía ya siete años, por lo que ahora ya debía de haberlo superado. ¿Por qué entonces pa¬recía estar ahora en mitad de un torbellino de emo¬ciones? ¿Qué era lo que sentía? Ira, añoranza, tris¬teza... ¿Acaso no habían servido de nada todos sus esfuerzos para tratar de olvidarlo? ¿Por qué otra cosa si no estaba entonces luchando por evitar temblar ante aquella cruel mirada suya?

    -Sí, espantosa -repitió él mientras su mirada re¬corría su cuerpo haciendo una brutal valoración-. Quizá por eso te resulte ahora más difícil engatusar a hombres ricos, ¿no, Camila?
    -¿De qué demonios estás hablando? -susurró ella agitando la cabeza intentando aclarar sus ideas y poder así pensar en otra cosa que no fuera el temblor que sentía ante aquel musculoso cuerpo.
    Benja esbozó una cruel sonrisa. De repente, se sentía inmensamente satisfecho por haberle hecho ir hasta allí. Poderla ver frente a él de esa manera y examinar su porte le confirmaban lo que debería haber sabido entonces.
    Que ella no era la mujer adecuada para ser la esposa de un Christou.
    Aquellos brillantes ojos negros la miraban con reprobación.
    -¿Acaso ya no cuidas de tu aspecto?
    Aquel comentario fue un golpe bajo. De repente, los ojos de Camila se fijaron en un espejo que reflejaba el paisaje ateniense. La vista era entonces mucho más desoladora que la imagen que había visto en el pequeño espejo del ascensor. Su barato vestido de tirantes de algodón estaba impecable cuando se lo habia puesto en Inglaterra a las cinco de la mañana, pero el viaje hasta el aeropuerto, los retrasos y demás lo hacía ahora parecer un arrugado paño de cocina. Con el tremendo madrugón que se había dado para ir al aeropuerto, no habia tenido tiempo para maquillarse. De he¬cho, no habia tenido tiempo para nada excepto para lavarse la cara y recogerse el pelo en una co¬leta.
    Sin embargo, Camila echó los hombros hacia atrás y con actitud desafiante le devolvió la mira da. Benja era un hombre poderoso acostumbrado a tener siempre la última palabra. Sabía que, si no superaba el primer obstáculo, no conseguiría nada.
    -Impresionarte no es uno de los puntos priorita¬rios de mi agenda.
    Él se rió.
    -Y que lo digas -asintió, de modo insultante. Camila lo miró fijamente deseando poder decir lo mismo sobre él, pero, sinceramente, no podía.

    Después de siete años, Benja se había convertido en el hombre que, cuando tan sólo tenía veinte años, ya prometía ser. Ya entonces hacía que la gente girara la cabeza ante semejante belleza. Sin embargo actualmente no había rastro del chico que había dejado atras.
    Ahora, cualquier rastro de aquella dulzura no era nada más que un vago recuerdo. Hoy era, innegablemente. todo un hombre. Pero todo tenía un precio.
    Ciertamente, su musculoso cuerpo parecía más fuerte que nunca. Y sus labios no habían perdido ni un ápice de su sensualidad. Pero su expresión ahora era más dura y cínica, y eso le hacía parecer cruel. Lo mismo sucedía con aquellos ojos negros ahora fríos como el hielo... Ahora parecía una persona totalmente inaccesible.
    Camila llevaba en pie desde el amanecer Estaba cansada, pegajosa y hambrienta. Iba a costarle mucho trabajo, pero no iba a dejar que la intimida¬ra.
    -Podríamos haber resuelto todo esto a través de cartas -dijo furiosa-. Eres tú quien me ha obligado a venir aquí, así que no empieces ahora a quejarte por ello.
    -Y, aun así, accediste -susurró suavemente -. ¿Cómo es que has venido si la idea te parecía tan repugnante?
    -¿Qué otra opción tenía, Benja? -preguntó ella-. Parece ser que te resulta muy difícil conce¬derme un divorcio rápido sin tener que armar un escándalo. Pues bien, yo no quiero escándalos. Por eso estoy aquí.
    -¡Vaya! Así que es el tiempo lo que te preocupa. Un divorcio rápido. ¿Es eso lo que buscas, Camila? Me preguntó por qué - y mientras pensaba en ello recorrió con el pulgar su sensual y carnoso labio inferior.

    Camila se preguntó si estaba haciendo aquello a proposito. ¿Habría descubierto a lo largo de los años que una mujer podía quedarse sin habla con tan solo contemplar la perfección de sus labios?
    ¿Era consciente de que si, además, esa mujer había sido su amante le sería imposible poder concentrarse en otra cosa que no fueran esos labios y lo que podrían hacerla sentir si empezaban a recorrer los lugares mas íntimos de su cuerpo?
    «Basta», se dijo a sí misma. «Concéntrate en lo que te ha traído aquí. No en él».

    -¿Acaso hay otro hombre? -continuó Benjamín con los ojos llenos de desprecio-. ¿Hay por ahí algún pobre imbécil con quien planeas casarte? Qui¬zá podría advertirle sobre lo falsa que es su futura esposa. Aunque al menos yo te tome cuando aún merecías la pena. -su sonrisa se endureció al lan¬zarle otra mirada-. ¿O acaso llevas el hijo de otro hombre en tu seno?
    Aquella cruel reprimenda era todo lo que podía soportar además del cansancio y la mezcla de emo¬ciones que la azotaban. Camila sintió que algo se rompía en su interior. Todas las promesas que ha¬bía hecho acerca de mantenerse firme y no dejarse llevar por la ira frente a él fueron en vano. Corrió hacia él con los puños en alto.
    -¡No, no estoy embarazada! -explotó-. ¡Y no soy falsa!
    -¿Quieres pelear conmigo? -murmuró él soste¬niéndole los puños en un gesto burlón. Sin embar¬go, no podía negar sentirse aliviado al saber que no estaba esperando el hijo de otro hombre-. Enton¬ces ven y pelea conmigo, agapi.
    -Me gustaría poder borrar esa arrogante sonrisa de tu cara.
    Atacó a tientas, pero ya era demasiado tarde cuando se dio cuenta de lo peligrosamente cerca que se encontraba de él. De hecho, esa proximidad la estaba haciendo reaccionar instintivamente.

    Soltando una carcajada de triunfo, Benja le atrapó las muñecas con sus manos. Sin hacer apenas esfuerzo, consiguió atraerla hacia sí, haciendo que el calor la hiciera derretirse. Camila había palidecido y los labios habían empezado a temblarle.
    -¿Por qué, Camila? -murmuró frunciendo el ceño. Le sorprendía saber lo que era tenerla en sus brazos otra vez. Era como si estuviera hecha para ellos. Benja vio cómo los magníficos ojos azules de Camila lo miraban. Eran tan azules y profun¬dos como el mar Egeo. Entonces, Benja sintió que algo se tensaba en su entrepierna. Si aún se pre¬guntaba si todavía la quería, la respuesta era sí. Sí, sí y un millón de veces sí.
    -¡Déjame!
    Benja se preguntó si Camila era consciente de que su cuerpo estaba contradiciendo sus palabras. Sus pezones se habían excitado y se transparentaban a través del fino tejido de su vestido como si un pintor los hubiera delineado con un pincel, se preguntó si se habría excitado. Si él había hecho que estuviera húmeda. ¿Debería introducir la mano entre sus piernas y descubrirlo por sí mismo?
    -Pero si no quieres que te deje ir -le susurro suavemente.
    Camila abrió la boca para hablar, pero no le sa¬lieron las palabras. Intentó levantar las manos para librarse de él, pero le parecieron tan pesadas e inertes como si estuvieran hechas de plomo.
    ¿Cómo podía ser el contacto de dos cuerpos tan devastador? A Camila le pareció que le estaba ardiendo la sangre. Sintió cómo el calor empezaba a apoderarse de su cuerpo y sintió cómo empezaba a rendirse. Parecía no poder evitarlo. Era como si sus reacciones estuvieran más allá de su control.
    Su cuerpo estaba reaccionando ante él como siempre lo había hecho en el pasado. No sabía si era por habito o instinto. Simplemente no había tenido tiempo para analizarlo. Eso era todo. El incremento de la presión sanguinea, el cosquilleo que le recorría la piel y la excitacion de los pezones simplemente habían sucedido de forma automatica. Benja tambien sintió cómo su erección crecía.
    De hecho, estaba tan excitado, que sentía que podía estallar allí mismo. Tenía intención de demostrarle su determinacion, mostrarle que, aun teniendola junto a él, era capaz de resistirse a sus encantos. Y quería tambien mostrarselo a sí mismo, pero, sin embargo...
    -¡Oh, Dios! -gimió sin poder evitarlo. Benja sentía que se estaba debilitando y, con un gruñido, llevo sus labios hacia los de ella y la besó con pa¬sión.

    Debería haberle, repugnado, y en cierta forma lo hizo, porque aquello no se parecía nada a los dul¬ces besos de su noviazgo. Aquel beso fue duro y deliberadamente provocativo. Una demostración de poder, no de afecto. Era un beso para despertar el deseo, no para expresar emoción. Era el beso de un experto maestro. Cuando los labios de Camila se abrieron bajo los suyos, Benja dejó escapar un Pequeño gemido de triunfo.
    Ella se permitió un breve instante de intimidad mientras sus lenguas se entrelazaban como si fueran unos viejos amigos que no se habían visto en mucho tiempo. Era todo un Placer para los sentidos y Camila le rodeó el cuello con sus brazos casi sin darse cuenta de que lo había hecho. Todo le resultaba tan familiar: su olor, el tacto de su cuerpo, el sabor de sus labios...
    «Y lo quieres. Aún lo quieres... Despues de todo este tiempo sólo basta un roce suyo para hacerte gemir de placer. Te mueres por sentir su fuerte y viril cuerpo dentro del tuyo, el fuerte y marcado ritmo con el que te lleva hasta ese lugar en lo que todo, excepto el placer, carece de importan¬cia».
    Durante un momento, Camila se permitió el capricho de imaginárselo quitándole las medias o, como era más probable, arrancándoselas impacien¬temente y dejándolas caer a un lado mientras la tumbaba en la mesa de su despacho antes de sen¬társela a horcajadas y penetrarla con fuerza.
    Pero aquella imagen, a pesar de que la excitaba enormemente, le horrorizaba. Así que abrió los ojos y vio su mirada fría y calculadora. Era la mi¬rada de un jugador de ajedrez planificando la estra¬tegia de su próximo movimiento. Y el hecho de que él ni siquiera hubiera cerrado los ojos en el momento de besarla fue más que suficiente para romper el hechizo.
    De alguna manera Camila encontró la fuerza necesaria para separarse de él y permanecer allí mirándolo con fuerza a pesar de que tenía la gar¬ganta seca y respiraba con dificultad.
    -¿Abandonas antes de que empiece lo realmen¬te divertido? -preguntó.
    -¿De qué diablos va todo esto? -le preguntó ella con la voz quebrada.
    -¿De verdad necesitas preguntármelo? -arqueó una ceja con arrogancia-. ¿No te resulta sorprendente que, a pesar de que el respeto y el afecto hayan desaparecido entre dos persona, el deseo siga existiendo?
    A pesar de que le temblaba todo el cuerpo y las piernas apenas la sostenían. Camila fue capaz de llegar al otro extremo del despacho. Sabía que tenía las mejillas encendidas y eso se debía a lo enfadada que estaba consigo misma. ¿Por qué no le había pa¬rado los pies? ¿Por qué no había cerrado la boca? ¿Por qué no le había empujado o abofeteado? De¬bería haber hecho cualquier otra cosa en lugar de derretirse ante él y prácticamente abrirse de piernas y rogarle que le hiciera el amor.
    -No puedo creer que lo hayas hecho -dijo Camila en voz baja.
    Su mirada se posó sobre ella ante aquel recono¬cimiento.
    -Parece ser entonces que tu conocimiento del sexo opuesto es bastante limitado -dijo él suave¬mente.
    -Y no puedo creer que te haya permitido... -Entonces el conocimiento que tienes de ti mis¬ma debe ser igual de deficiente, Camila, mu, ya que ambos sabemos lo maravillosamente sencillo que resulta hacer que te excites.
    -Ni siquiera me gustas -admitió rotundamente.
    Se giró hacia él para hacerle frente. A pesar de todo, ¿no había una parte de ella que esperaba que él lo negara todo y le dijera que nunca había dejado de amarla y que siempre lo haría? O aunque no fuera capaz de decir eso, quizá pudiera decir una de esas frases que siempre utilizaban en las telenovelas acerca de lo mucho que siempre la respetaría porque, simplemente, había sido su mujer.
    Pero, naturalmente, él no lo hizo.

    -Para nosotros los hombres no es necesario que una mujer nos guste para querer tener sexo con ella. Seguro que lo sabías, Camila. Simplemente tenemos que estar con una mujer que...
    Terminó la frase en griego, pero no hacía falta ser una experta en lingüística para saber que era un comentario machista y rudo.
    -¡Qué bien lo expresas! -observó sarcásticamente a pesar de que sus palabras la herían. Seguramente, ésa había sido la intención de Benja.
    -Sabes que no soy muy diplomático. Después de todo, aún eres mi mujer y mientras lo sigas siendo tengo ciertos derechos.
    -¿Derechos? - Camila lo miró fijamente-. ¿A qué derechos te refieres?
    Se apoyó contra su escritorio con las piernas es¬tiradas frente a él.
    -Oh, no te hagas la ingenua conmigo, Camila. No cuando ambos sabemos la fama que te persigue.
    -¡Eso no es cierto! -protestó, herida. -¿Y el hombre con el que te encontré a solas y semidesnuda? ¿Acaso fue producto de mi imagina¬ción?
    Incluso en ese momento, recordar aquella no¬che era como si le clavaran un puñal en las entra¬ñas.
    -¡No fue como supones! Yo no hice nada malo. Entonces estaba casada contigo. ¡Era tu mujer! Camila sabía que su voz tenía cierto tono de súplica, pero, aun así, la mirada de Benja era implacable.
    -¿Y pretendes que me lo crea? ¿Tu, que siempre has sido tan ardiente y dispuesta para el sexo?

    Recuerdo que siempre estabas deseando meterte en la cama conmigo. Así que, ¿por qué debería pensar que podría ser diferente con otros hombres? Benja se dio cuenta de que la huella que le había dejado su traición seguía siendo profunda y dolorosa. ¿Por que si no, después de tantos años y tantas mujeres, seguía sintiendo la misma rabia? ¿Explicaba aquello su deseo de someterla a su vo¬luntad? ¿Quería acaso castigarla de alguna forma? ¿Herirla con sus palabras de la misma forma que ella le había herido con su cuerpo?
    Benja mantuvo una expresión seria mientras, deliberadamente, contemplaba la boca de Camila. -Sin embargo, tienes razón en una cosa. Eras mi mujer y, de momento, todavía lo eres. Y ambos sabemos a qué tipo de derechos me estoy refirien¬do. ¿Qué te parece si lo hacemos aquí... y ahora aunque sea nuestra última vez? -le dijo insinuantemente mientras deslizaba la lengua alrededor de sus labios.
    -¡Eres un canalla! -le acusó a pesar de que se había quedado hipnotizada por el movimiento de sus labios-. ¡Un salvaje! Los hombres no van haciendo esos comentarios en el mundo civilizado.
    -Quizá sea demasiado sincero. Sé que quizá ésa no sea una de tus virtudes, pero yo soy una persona sincera. ¿A quién le importa ser civilizado, agapi mu? Que me comporte como un verdadero hombre siempre te ha excitado. Y aún lo hace. Me deseas tanto como yo a ti. Te has excitado, Camila. Y lo sabes.
    -¡Cállate!

    Benja contempló cómo Camila se pasaba la mano por el flequillo. Aquél era un gesto que reconocía a la perfección. Estaba enfadada, oh sí, pero él tenía razón. También estaba frustrada. Se encontraba al borde del precipicio del deseo. Un solo roce y...
    Siguió observándola. Su cabello ya no era tan rubio platino como cuando vivía bajo el sol de Grecia, pero la melena aún le llegaba casi a la cin¬tura. ¡Cómo le había gustado rodear con sus manos aquella estrecha cintura y después acariciar su vientre hasta detenerse entre sus piernas! Recordó cómo entonces ella se retorcía de placer y cómo había perfeccionado con ella el arte de llegar al or-gasmo discretamente. Cómo le había enseñado todo lo que él sabía sobre el sexo.
    Y recordó también lo emocionante que les re¬sultaba a veces cuando, sentados en algún lugar semipúblico, Benja deslizaba la mano por debajo de su falda hasta que Camila, mordiéndose los labios apoyada contra sus hombros, se retorcía de placer bajo sus expertos dedos. Camila se sonrojó. -¡Deja de mirarme de esa forma! -¿De qué forma, Camila? -¡Ya sabes de qué forma! -dijo tratando de evi¬tar que le temblara la voz. No estaba segura de si aquella agitación se debía al deseo o a la indigna¬ción-. Es ofensiva, voraz. ¡No me gusta! -Mentirosa -susurró él.
    Camila sabía que tenía que poner fin a aquello antes de que fuera demasiado tarde. -No voy a discutir contigo -le dijo con total tranquilidad-. He venido aquí para hablar del divorcio tal y como tú me pediste. Ha sido un viaje que podía felizmente haber evitado y me gustaría acabar con todo esto lo más rápidamente posible -lo miró fijamente-. Así que, ¿podemos entrar en materia?
    -Me temo que ahora no —dijo mirando su reloj-. Tengo una reunión.
    ¿Era aquélla otra muestra de su poder? Benja sabía que Camila llegaba ese día, pero, natural¬mente, ella no podía forzarlo a hablar con ella. Así que, obviamente, se trataba de una lucha de poder. Ella estaba en su territorio, un lugar en el que él podía usar todas sus armas. Así que, aunque se comportase como un bárbaro, más le valdría ha¬blarle respetuosamente.
    -Muy bien. ¿Cuándo podemos vernos enton¬ces?
    -¿Te recojo para cenar?
    -Una cena no era precisamente lo que tenía en mente.
    -¡Mala suerte! Tienes que cenar y yo también. -Ya que me lo pides tan amablemente... -dijo Camila entre dientes esbozando una sonrisa iróni¬ca-, cenar contigo será maravilloso.
    El sarcasmo era algo que no formaba parte de la vida de Benja, así que aquella respuesta le irritó sobremanera. ¿Tenía idea de lo que las mujeres eran capaces de hacer por conseguir que él las in¬vitara a cenar? El enfado se le pasó mientras con¬templaba la forma en que aquel vestido de algodón ceñia sus nalgas. Entonces se preguntó si aún se¬guiría llevando aquellas braguitas de encaje... -¿Donde te alojas?
    ¿Como se llamaba el sitio? Consciente del escrutinio al que la estaba sometiendo su mirada,
    Camila fue capaz de sacar de su bolso una hoja de papel en el que aparecía impreso el nombre del hotel.
    -Aquí... No estoy segura de cómo se pronuncia. Benja agarró el papel y frunció el ceño al leerlo.
    -¿Quién ha reservado esto? -le preguntó.
    -Yo, naturalmente. No tengo sirvientes que me hagan las cosas. Hice la reserva en Internet.
    -¿En Internet? -repitió asombrado.
    -Sí, Benja. En Internet.
    -Bueno, pues no vas a alojarte aquí.
    -¡Oh, sí!
    -No, Camila. No vas a hacerlo –respondió Benja mirándola con ojos despiadados-. ¿Sabes algo acerca de esa zona?
    -En mi otra vida fui guía en Atenas, ¿sabes? -le contestó satisfecha de ver cómo su enfado iba en aumento-. No, no sé nada de ella. ¿Cuál es el pro¬blema?
    -¿Que cuál es el problema? ¡Todo! Es una zona peligrosa. Además, está al otro lado de la ciudad. Es una zona por la que nunca paso y no tengo in¬tención de hacerlo. No permitiré que mi mujer se hospede allí.
    -¿No debería ser yo quien tomara esa decisión-Puedo hacer exactamente lo que me dé la gana y donde me dé la gana.
    -Normalmente sí -asintió de mala gana-, pero en cualquier otra ciudad o país del mundo. No en mi ciudad. ¿Puedes imaginarte lo que dirían los periódicos si descubren que una Christou se ha alojado en semejante tugurio?
    - Así que se trata de eso. Todo es cuestión de imagen.
    -No. Camila, no se trata de mi imagen. Se tra¬ta honrar al apellido. El que por cierto, y hasta que se firmen los papeles, también sigue siendo tu ape¬llido.

    Camila había olvidado lo autoritario que Benja podía ser. A los diecinueve años y completa¬mente enamorada de él aquello le parecía algo que podría sobrellevar, pero ahora, siete años despues, Camila encontraba aquella actitud intolerable. - ¡No puedes impedírmelo!
    -No, tienes razón -le dijo con voz suave-, pero puedo ser muy duro si decides desafiarme, Camila. Si no accedes a alojarte en un lugar que yo apruebe y, además, se corresponda con la categoría que mereces al ser mi mujer, puedes ir deshacién¬dote de la idea de llegar a un acuerdo -se encogió de hombros-. Tú eliges. Ella lo miró fijamente.
    -¿Qué clase de opción es ésa? ¡Eso es chantaje! -Yo prefiero verlo como una dura negociación o preocupación por tu bienestar.
    ¡Menuda preocupación! Probablemente la ha¬bría arrojado a los lobos si hubiera tenido la op¬ción. Camila lo miró, estaba entre la espada y la pared. Pero eso no era nada nuevo. Después de ha¬berse casado y dejarla sola en un país extraño rodeada por la hostilidad de su familia, ¿acaso no se habia sentido igual? Las circunstancias podían haber cambiado, pero la sensación era la misma. Aquel hombre había tomado las riendas de su vida. -¿No te has olvidado de algo? Yo no puedo permitirme hoteles de cinco estrellas.
    Ese era el tipo de negociaciones que a él le gustaban. Ella no estaba en posición de poder luchar contra él sobre eso. Benja lo sabía, y ella también.
    -Tú no, pero yo sí. Será un regalo. Y tú lo acep¬tarás.
    -Siempre he oído que hay que tener cuidado con los griegos que hacen regalos...

    Su sonrisa fue instintiva, pero después se enfa¬dó, puesto que aquello había mostrado un signo de su debilidad. No le permitiría utilizar el sentido del humor para debilitarlo.
    -Haré que mi asistente te reserve una habita¬ción en el Astronome. Iré a buscarte a las ocho. -lanzó una mirada desdeñosa hacia su deplorable bolso-. Ah, y será mejor que llames al servicio de habitaciones para que te planchen tus galas. -sugirió sarcásticamente.





    Capítulo 5


    MIENTRAS deshacía la maleta en aquella habitación de hotel tan grande como un hangar, Camila aún seguía furiosa. No podía soportar pensar cuánto dinero costaba hospe¬darse en un sitio como ése. No le importaba que Benja pudiera permitirse comprar el hotel entero si así lo quería. Lo que realmente le importaba era seguir dependiendo de él. Y no quería hacerlo.
    ¿Cómo se atrevía a echar por tierra todo lo que ella era y todo aquello con lo que se identificaba? ¿Por qué osaba a mirarla de esa manera sólo por¬que no quisiera gastarse el salario de un año entero en la habitación de un hotel? Al menos, ella traba¬jaba para ganarse la vida. Todo lo que tenía lo ha¬bía conseguido con su esfuerzo. Ella no había teni¬do la suerte de nacer en el seno de una familia rica. Pero no merecía la pena enfadarse. Benja ni si¬quiera se encontraba allí y, había que reconocerlo, ella le había permitido que le reservara la habitacion sin oponer demasiada resistencia. ¿Acaso sería por el Poder seductor que desprendía el lujo? Mirando a su alrededor, Camila se deleitó con¬templando el tipo de sitio que la familia Christou solía frecuentar. «Por supuesto que lo era».
    El hotel Astronóme tenía una vista perfecta de la famosa Acrópolis. A Camila le parecía que aquel paisaje era digno de una postal. En el interior de la habitación, había dispuestos un montón de centros de flores y cestas de frutas. También había bombones y botellas de champán en la nevera.
    Camila no creía que pudiera haber nada más lujoso, pero entonces fue cuando descubrió una televisión de pantalla plana tan grande como una pantalla de cine y un jacuzzi en la terraza con vistas a la ciudad.
    Y allí, en contraste con todo lo que la rodeaba, se encontraban extendidas contra la cama todas las prendas que formaban su pequeño equipaje.
    Camila llamó al servicio de lavandería para que le plancharan la ropa. Una vez hubo terminado de ducharse, le subieron la ropa a la habitación. Ahora ya tenía mucho mejor aspecto. Aunque tampoco mucho. De todas formas, ella no tenía intención de apa¬rentar algo que no era. Ella era una mujer trabaja¬dora y autosuficiente y debía estar orgullosa de ello. «Así que demuéstraselo, Camila ».
    Se dejó el pelo suelto, aunque decidió ponerse dos horquillas azules a juego con su atuendo para retirarse los mechones de pelo que le caían sobre la cara. Sus pendientes podían ser de plástico, pero eran exactamente del mismo color que su vestido, como también lo eran las pulseras que lucía en la muñeca.
    Camila se giró frente al espejo. No estaba mal. Nada mal. Quizá el vestido fuera demasiado corto y dejara gran parte de sus piernas al descubierto, pero, ¿a quién le importaba?

    Con actitud desafiante, se aplicó otra capa de máscara de pestañas medio sabiendo, aunque sin importarle, lo que Benja pensaría de su apariencia. No era asunto suyo lo que ella luciera. A pesar de lo corta que era su falda, estaba claro que se la había puesto por el tremendo calor que hacía en un lugar como aquél. No porque pretendiera agradar al que pronto sería su ex marido
    Pero su determinación empezó a disminuir mien¬tras se dirigía hacía el restaurante de la azotea hotel donde había quedado con Benja. Sabía que su atuendo contrastaba con las elegantes, prendas y joyas del resto de las mujeres. Y eso hizo que se sin¬tiera fuera de lugar.
    «Bueno, para empezar, manten la cabeza bien alta. Recuerda que, una vez en el pasado, tú tam¬bién formaste parte de este mundo. Sin embargo, elegiste rechazarlo. O más bien te rechazaron a tí», Camila giró la cabeza como si supiera exactamente dónde estaría sentado Benja. Era como, sí en lo referente a él, tuviera una especie de sexto sentido. Y, sí, allí estaba él, sentado en la mejor mesa con la magnífica luz del atardecer y el profundo mar azul como telón de fondo. Al verlo, Camila sintió cómo el pulso se le aceleraba y la respiración se le entrecortaba. Sabía que todo aquello eran meras manifestaciones de deseo físico sobre las que ella no tenia ningún poder. Lo único que podía hacer era ignorarlas. Pero, ¿Como podría hacerlo viendo lo sensacional que estaba Benja con aquel traje de noche? Pero, a juzgar por el grupo de admiradoras que lo observaban en las mesas que había alrededor, Camila parecía no ser la única en admirar sus encantos. El negro le sentaba bien. Aquel color acentuaba la anchura de sus hombros y la fortaleza de su cuerpo.
    Consciente de las miradas de envidia que le lanzaban a su paso, Camila siguió al camarero hasta la mesa de Benja. Cuando estuvo frente a él, Camila deseó poder quitarse de encima la horrible sensación que tenía. Se sentía como una especie de concubina requerida por su señor.
    -Hola, Benja. -le dijo con frialdad intentado en¬mascarar el efecto que su presencia estaba teniendo sobre ella-. ¿Llevas esperando mucho tiempo?
    Él se puso en pie mientras los camareros revo¬loteaban alrededor de ella hasta que por fin tomo asiento. Entonces, Benja volvió a su sitio, justo enfrente de ella.
    -Veinte minutos exactamente, porque ése es el tiempo que te has retrasado. ¿Acaso te produce placer dejarme aquí plantado esperándote?
    -Ni siquiera me había dado cuenta. -y no era men¬tira. Había estado tan ocupada en vestirse lo mejor posible, que el tiempo se le había pasado volando.
    Él era consciente de lo que aquello podía parecerle al resto de comensales. Benja Christou, sen¬tado en una mesa solo durante tanto tiempo... Le habían dado ganas de marcharse, pero habría sido ridículo. Sin embargo, había una parte de él que no se hubiera sorprendido si Camila al final no huhiera aparecido. No le hubiese extrañado que le hubiera dejado una nota llena de reproches antes de regresar a Londres.
    Y eso le excitaba. Porque la naturaleza imprevi¬sible de Camila le enfurecía tanto como le fasci¬naba.
    Benja pensó que Camila quería llegar a un acuerdo desesperadamente. ¿Por qué si no había accedido a alojarse en la suite de un hotel de su elección y, encima, cenar con él? Pero, si tan de¬sesperada estaba por conseguirlo, él podría sacar partido de la posición de poder en la que se encon¬traba.
    «¿Hasta dónde sería capaz de llegar para conse¬guirlo?», se preguntó mientras contemplaba su be¬lleza como un hombre que ha pasado demasiado tiempo en el desierto.
    Benja la había visto pavonearse mientras se acercaba a él y, a pesar de que ella parecía ignorar el interés que había creado a su alrededor, también había observado la reacción que Camila había producido en cada uno de hombres que se encon¬traban en el restaurante. Y aquello no le había gus¬tado.
    Su vestido era demasiado barato, demasiado corto y sus sandalias parecían las que los turistas suelen comprar a mitad de precio en los mercadillos. Jamás una mujer con semejante aspecto se ha¬bía sentado a su mesa. Y eso debería haberle facili¬tado el hecho de no desearla, pero aun así...
    ¡Maldita sea! ¡Podría haberla tomado encima la mesa en aquel mismo instante!
    ¿Sería química lo que existía entre ellos? ¿Qué era lo que hacía que aquella mujer le resultara totalmente irresistible? Comparada con el resto de mujeres que había en el restaurante, Camila era la peor vestida pero, a pesar de ello, había algo en ella que ni todo el dinero del mundo podía comprar.
    La imagen de sus cabellos sueltos le hacía soñar con estar junto a ella en la cama. Soñaba con enredar sus manos en él, entrelazar pequeños mechones entre sus dedos, atraparla para poder hacer con ella todo lo que él quisiera... Benja sintío cómo un arrebato de pasión se apoderaba de él al tiempo que sentía su sexo duro como el acero. Y, pronto, Camila también podría sentirlo. Pronto, la colmaría con su virilidad hasta que ella le rogara que no dejara nunca de hacerlo.
    -Quizá me hayas hecho esperar deliberadamen¬te. ¿Esperabas que me marchase?
    Camila correspondió a su fría sonrisa. -Habría sido muy tentador, pero, en este caso, no habría servido de nada. Me temo que ambos tendremos que soportar este encuentro -contestó con dulzura-. Míralo como si se tratara de una vi¬sita al dentista.
    -Perdono que hayas llegado tarde, pero no voy a tolerarte ni una grosería más esta noche -le ad¬virtió. Pero oyó de nuevo unas risas de fondo. Y entonces sus ojos brillaron peligrosamente al ver cómo un hombre le lanzaba una mirada a Camila como si quisiera…
    Frustrado por haber resistido la tentación de le¬vantarse y prender por las solapas a aquel insolente mirón, Benja descargó su ira contra Camila. Sin embargo, ella ni siquiera se había percatado. Por el contrarío, permanecía con la cabeza inclinada estu¬diando el menú. Algo intolerable cuando ambos se encontraban en medio de una conversación.
    -¿Hambrienta?. -le preguntó sarcásticamente. Camila levantó los ojos del menú. En él, había encontrado un lugar seguro en el que refugiarse de su inquietante mirada.
    -Mucho -contestó ella.
    El movimiento hizo que el cabello de Camila cayera sobre su espalda dejando al descubierto su pecho, de forma que la atención de Benja se vio canalizaba hacia los turgentes pezones que se apretaban a través del fino tejido de su vestido. Sin duda aquello era por lo que todos los hombres le estaban lanzando miradas lascivas.
    Benja se inclinó hacia delante. Ahora estaba demasiado cerca de ella como para no poder ver la ira que reflejaban sus ojos.
    -Dime, ¿por qué te has vestido así? -le pregun¬tó.
    -¿Así cómo?
    Oh, esos ojos azules y esa presunta mirada de inocencia... Podía decirse que ella era una ingenua cuando la conoció, pero una vez que había saborea¬do los placeres del sexo ya no podía decirse que lo fuera. Él había presenciado el despertar de su se¬xualidad y podía atestiguar cómo había aprendido a escuchar y satisfacer las señales de placer de su cuerpo. Desde que él la había iniciado en el arte del amor, ¿cuántos hombres habrían saboreado la per¬fección de su sensual belleza?
    -Llevas demasiado maquillaje y la falda que llevas es indecente.
    Camila se encogió de hombros. -Es la moda. Además, puedo ponerme lo que me dé la gana.
    -¡Pareces una mujerzuela! ¡Una puta! ¿Era ésa tu intención?
    -Creí que eso era lo que pensabas de mí de todas formas. O al menos eso fue lo que una vez me dijiste. Y, por favor, modera tu lenguaje. No estamos solos. La gente puede oír lo que estás diciendo. No querrás que nadie piense que estamos llevando a acabo una negociación sexual, ¿verdad?.
    En muy pocas ocasiones había sentido Benja tanta cólera como en aquel momento. Empezó a sentir que le temblaban las manos y, de repente, sintió deseos de bajarle los humos estrechándola entre sus brazos y besándola apasionadamente has¬ta que, por fin, se derritiera. Después, la sacaría de aquel restaurante mientras el resto de los comensa¬les lo miraban con envidia por saber, exactamente, lo que él tenía intención de hacerla.
    -¿Te encuentras bien, Benja? -le preguntó ella suavemente-. ¡A pesar de tu magnífico bronceado pareces ahora estar muy pálido!
    Él la miró con recelo. ¿Intentaba provocarlo descaradamente lanzándole mensajes sexuales o simplemente le estaba preguntando por su salud? ¿Acaso estaba jugando con él?
    ¡Naturalmente que lo estaba! En el pasado, Benja había sido su esclavo sexual y eso, obviamente, era el arma más poderosa que podía utilizar contra él. Entonces, él había bajado la guardia con ella como con ninguna otra persona en su vida. Y ahora lo lamentaba.
    Aun así no debía olvidar que ahora ella era su adversario. No se diferenciaba de ningún otro ene¬migo suyo. La única forma de mantenerse en una posición dominante era asegurarse de tomar el control y jamás mostrar signos de debilidad. Esta vez no lo haría. No esta vez.
    Sin apartar los ojos del rostro de ella, Benja deslizó los dedos por el cuello de su camisa.
    -Simplemente estoy incomodo con el traje.
    Acto seguido, se humedeció los labios deliberadamente y, al hacerlo, vio como las azules pupilas de Camila se dilataban sin poder evitarlo. Entonces, volvió a sentir de nuevo el poder. ¡Si! Quizá estaba intentando jugar con él, pero aún lo deseaba. La tendría en su cama antes de que la noche hubiera terminado y comprobaría por sí mismo si seguía siendo tan buena como recordaba. Se saciaría de ella y, despues, la mandaría a hacer la maleta.
    Consciente de que se había sonrojado, Benja se inclino hacia delante.
    -Me temo que ahora soy yo quien debe preguntarte si estas bien, ¿verdad, agapi mu? Pareces estar un poco acalorada. Quizá haga demasiado calor aquí para nosotros, ¿Ne? ¿Que te parece si vamos a la parte de atras de la terraza? Allí nadie podrá vernos. Allí la brisa del atardecer podrá refrescarte como si el aliento de un amante se tratara. ¿Acaso no te gustaría?

    Camila tomó un sorbo de agua para humedecerse los labios deseando no tener que contestar ¡Que bien sabía utilizar las palabras! Sin duda, sabía exactamente lo que estaba haciendo. Estaba presionandola para ver hasta donde era capaz de llegar. Oh, si, Benja sabía perfectamente qué mecanismos poner en funcionamiento. Sabía perfectamente cómo crisparle los nervios.
    -No sera necesario -dijo ella-. Me sentire mejor una vez tenga algo de comida dentro de mí.
    -¿No preferirías tenerme a mí dentro de ti?
    -¡Eres asqueroso!
    -¿Por que te molesta una pregunta tan sencilla como ésa? Desde que llegaste, has estado mirándome como una mujer hambrienta que no ha probado
    bocado en mucho, mucho tiempo.
    Ella lo miró a los ojos en actitud desafiante, pero no podía negar la verdad que albergaban sus palabras.
    -Tu atractivo físico nunca ha estado en entredi¬cho. Benja.
    -Ni el tuyo -le dijo dulcemente-, Pero, ¿cuánto tiempo hace que no pruebas bocado, Camila?
    -Tome un sandwich en el avión -contesto a pro¬posito.
    -Sabes que no es eso a lo que me refiero -le su¬surro con voz ronca-. ¿Qué me dices de ese otro apetito, agapi mu? ¿Cuánto hace que no tienes a un hombre entre las piernas? ¿Cuanto hace que na¬die se zambulle en la humedad de tu cuerpo hasta hacerte enloquecer de placer? ¿Cuanto hace. Camila?
    A pesar de su determinación por no permitir que la intimidara, Camila empezó a temblar por una mezcla de humillación y deseo. Solo un em¬bustero podía negar que sus palabras la ofendían, pero también la excitaban. Camila bajo la voz.
    -¿Quieres que me marche de aquí ahora mis¬mo?
    -Si lo haces, te iras con las manos vacias. Su¬ponía que íbamos a discutir las condiciones de nuestro divorcio.
    -Si vas a continuar haciendo alusiones sexuales toda la noche, me pregunto si realmente vale la pena.
    -Entonces, vete. Deja que sean los abogados quienes se ocupen de todo.
    La estaba poniendo en evidencia.
    Camila agitó la cabeza. -No he venido hasta aquí para dar ahora media vuelta y marcharme a casa. De momento, podría¬mos ir pidiendo la cena...
    Benja llamó rápidamente al camarero. -¿Aún sigue gustándote el pescado?
    Camila asintió.
    -Aquí hacen el mejor pescado de toda la ciu¬dad.
    Naturalmente, si aquella cena hubiera tenido otro propósito y hubiera estado en compañía de otro hombre, ella habría mostrado algún signo de agradecimiento. Pero no era así. Era un mal trago por el que ambos tenían que pasar. Y ella quería hacerlo lo más rápidamente posible.
    Guardaron un momento de silencio mientras les servían el pan, el vino y unas aceitunas. Camila no tenía intención de tomar alcohol, pero, de re¬pente, sintió la necesidad de hacerlo para poder en¬frentarse a la batalla que se avecinaba. A la luz de las velas, los destellos de su oscuro cabello hacían sombras sobre sus angulosas facciones y resalta¬ban el brillo de sus profundos ojos negros.
    En cierta forma, en aquel lugar se respiraba una atmósfera muy íntima, pero aun así, Camila se sentía incomoda por la hostilidad y la tensión que flotaba en el aire. De repente se dio cuenta de que no sabía por donde empezar. Y por la expresión de su rostro, Benja no parecía tener la menor intención de ayudarla.
    -Estoy esperando, Camila -dijo suavemente.
    Ella apoyó su copa sobre la mesa. -No pretendo sacar partido de esto.
    Él la miraba fríamente. -Dejémonos de formalidades, ¿quieres? Ve al grano. Yo decidiré si lo que me reclamas es o no abusivo.
    -Mi abogado me dijo que te diera eso. -alcanzó su bolso y sacó de él una carta. Se la entregó a Benja.
    Después de echarle un vistazo, Benja alzó la mirada. Su rostro permanecía impasible. Los grie¬gos no solían mostrar jamás sus sentimientos. Es¬pecialmente, si estaban haciendo negocios. Benja había aprendido bien aquella lección. ¡Qué tonta había sido! ¡Y qué idiota había sido también su abogado! ¿Acaso no se habían dado cuenta de que la suma que le estaban exigiendo era ridicula? Po¬dían haberla multiplicado por diez y, aun así, toda¬vía seguiría siendo una cantidad irrisoria compara¬da con lo vasto de su fortuna.
    Benja dobló la carta cuidadosamente. Después, la guardó en el bolsillo de su chaqueta.
    -Semejante suma de dinero, ¿realmente te solu¬ciona algo?
    Camila asintió. Podría solucionar muchas co¬sas, pero él no tenía ninguna necesidad de saberlo. -Sí -respondió ella.
    Benja mordió una aceituna. Después dejó el hueso en el plato que había frente a ellos. Había algo erótico en aquel acto y Benja presenció, sin apartar la mirada de su rostro ni un solo momento, cómo Camila se sonrojaba.
    -¿Y cuánta necesidad tienes de ese dinero? -le preguntó él dulcemente.
    -No voy a suplicarte si es eso lo que esperas que haga. Es un acuerdo justo.
    Muy justo -dijo al borde de soltar una carcajada . Pero quizá pueda tentarte con una cantidad superior. Puedes duplicar la cantidad que me solicitas, Camila... Quizá incluso podría triplicarla añadió magnánimamente-. ¿Qué me dices a eso?
    Ella lo miró con recelo. -Van a darme más de lo que pido, ¿por nada?
    Entonces Benja rió, pero no se trataba de una risa de júbilo, sino de una risa malévola. ¡Cómo podía seguir siendo tan ingenua!
    -Oh, no. No por nada -le aclaró-. ¿Acaso no sabes que, en esta vida, todo tiene su precio, agapi mu? Lo único que tenemos que acordar es el pre¬cio.
    -Yo... No te entiendo.
    Benja hizo una pausa antes de asestarle el últi¬mo golpe.
    -Accede a ser mi amante durante una semana y podrás anotar la cantidad que desees en tu cheque.
    Si aceptas, podras dejar Grecia siendo una mujer rica, Camila.
     
    Top
    .
  11. asignatura pendiente
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Muy divertidos los pensamientos de cada uno sobre la misma situación. Este Benja es terrible, 56feliz_zps3b8c0211 Cami acepta el va a terminar siendo victima de su propio juego. Ojala que le crea Cami que nunca le fue infiel. Muy buenos capitulos :bien:
     
    Top
    .
  12. julietagr
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    que buenos capítulos.
    Es terrible este Benja!!!!
    por dios que no sea tan malvado con Camila!!!
     
    Top
    .
  13. jesreyes
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Un completo soberbio Benja, pero eso lo hace divertido.Tarde o temprano le va salir mas caro a el!.....Estuvo bueno los capitulo...abrazos!
     
    Top
    .
  14. lionsolar
        +1   -1
     
    .

    User deleted





    Capítulo 6


    DESDE el otro lado de la mesa, Camila apenas se había percatado de que el camarero había servido los platos de pescado. Tragó saliva para intentar eliminar el amargo sabor de boca que tenía, pero no podía apartar la mirada de las bellas facciones del hombre que estaba sentado frente a ella.
    ¿Le habría entendido mal? El hombre que una vez la había amado tanto como para convertirse en su esposa, ¿acababa de ofrecerle dinero a cambio de sexo? ¿En verdad estaba tratándola como a una...?
    Examinó su cara esperando que, en cualquier momento, Benja soltara una carcajada. Eso habría sido lo normal hace años, cuando solía gastarle bromas. Pero eso ya formaba parte del pasado y, ahora, la expresión que reflejaba su rostro le decía que estaba hablando muy en serio.
    -¿Estas intentando ofenderme?
    -¿Ofenderte?. - Benja la miró impacientemente-. Ochi, Camila. Simplemente estoy tratando de llegar a un acuerdo.-¿Un acuerdo? ¿Tratando a tu mujer como si... como si fuera una prostituta? -susurro.
    El se encogió de hombros. -¿Que tienen de malo las prostitutas? Se dice que resulta muy fácil hacer negocios con ellas; especialmente con las de alto nivel. Proporcionan placer sin compromiso emocional a cambio. De hecho, pensé que eso era por lo que te habías vestido así esta noche...
    -¡Eres un cerdo!
    Benja se reclinó en su silla para disfrutar de su indignación.
    -Oh, vamos, oreos mu. No es necesario montar una escena. Ya estamos llamando bastante la aten¬ción. Bastará con que digas sí o no. Después de todo, sólo es sexo, Camila. Algo que solíamos ha¬cer una y otra vez con gran placer. ¿Y quién sabe? Quizá el hecho de incluir dinero en esto le añada más morbo al asunto.
    -¿Por qué me estás haciendo esto?
    -¿Por qué crees?
    El instinto le advertía que debía esconder su de¬seo de venganza hacia ella. Si le decía que quería hacerle pagar por haberle humillado y engañado con otro hombre, ¿acaso eso no le haría mostrar su vulnerabilidad emocional frente a ella?
    Mientras seguía buscando una razón igualmen¬te válida, sus negros ojos seguían brillando.
    -Porque, desgraciadamente, aún te encuentro muy apetecible. Me marché antes de haberme saciado de ti por completo. Quizá ahora que tengo una segunda oportunidad, pueda remediarlo. –sus ojos estaban vidriosos y su voz era una suave caricia-. Y tambien me gustaría comprobar si sigues siendo tan ardiente como lo eras hace años...
    ¡Como si no lo supiera!
    A pesar de la rabia que le estaban produciendo aquellos comentarios, Camila sintió cómo se le endurecían los pezones. Empezó a sonrojarse. Aquellos placeres corporales olvidados hacía tanto tiempo empezaban a reclamar ser atendidos. Placeres que, simplemente, habían permanecido latentes porque ningún otro hombre había sido capaz de reactivarlos. Camila agitó la cabeza.
    -¡Puedes irte al infierno!
    - ¿Es eso un no?
    -¡Jamás!
    -Lamentarás tus palabras, agapi mu.
    -Lo único que de verdad lamento es haberte co¬nocido.
    De repente, la expresión de su rostro se endure¬ció. Benja parecía un ángel caído cuyas bellas facciones sólo reflejaban desdén.
    -Al menos hay algo en lo que ambos estamos de acuerdo.
    -¡No puedo permanecer aquí ni un minuto más! -dijo ella desesperadamente. No podía soportar que él echara por tierra todos los bellos momentos que ambos habían compartido. Echando la silla ha¬cia atrás, se levantó sin importarle lo que el restó de comensales pudiera pensar-. ¡No quiero oír ni una palabra más sobre esto!
    -Siéntate -le pidió a pesar de que estaba seguro de que no lo haría.
    -¿Y tener que seguir soportando esto? No, Benja. Por mí puedes irte al infierno.
    Camila salió corriendo del restaurante y, si no hubiera estado tan disgustada, se habría dado cuen¬ta que las caras de los camareros eran casi cómicas. Parecían no poder creerse que alguien tuviera suficiente coraje como para dejar plantado a kyrios Christou, el guapo multímillonario.
    Tomó las escaleras en lugar del ascensor. Se sentía como Cenicienta saliendo del baile Pero, ¿acaso no era eso lo que siempre había sido para él? ¿Una Cenicienta? Sacó la llave de su habita¬ción, pero los dedos le temblaban tanto, que no le respondían. Ni siquiera era capaz de introducir la llave en la cerradura. Entonces fue cuando oyó el sonido de una voz terriblemente familiar detrás de ella. Una voz que le helaba la sangre.
    -Permíteme -le susurró mientras que Camila se giraba para contemplar, incrédula, el rostro de Benja.
    -¡Vete de aquí!
    Pero él la ignoró. Arrebatándole la llave de en¬tre los dedos, abrió la puerta y empujó suavemente a Camila hacia el interior de la habitación cerran¬do la puerta tras él. Había sido una acción total¬mente autoritaria. Una acción que le recordaba lo machista que era. «Así que haz algo». Échale a patadas. Llama a seguridad.
    Pero Camila no podía hacer nada excepto mi¬rarlo. Mientras tanto, el ritmo de su respiración se¬guía aumentando. Debía de estar equivocada, pero aquella mirada suya tan profunda y llena de intención... Ella ya le había dicho lo que pensaba acerca de su proposición.
    Se deshizo el nudo de la corbata y comenzó a rotar la cabeza y los hombros como parodiando a un marido que llega a casa después de un duro día de trabajo. Pero ellos nunca habían compartido cosas tan rutinarias como esá. Y ahora él estaba...
    -¿Que crees que estás haciendo? - Camila tragó saliva mientras Benja se quitaba la chaqueta dejando al descubierto la poderosa musculatura que se escondía bajo su camisa de seda blanca.
    -Vamos, Camila. Estamos en medio de una conversación. Y creo que debemos zanjar el tema, ¿no crees?
    -¿Y acaso eso implica que tengas que quitarte la ropa? -le pregunto.
    El arqueo las cejas como queriendo burlarse de su pregunta. -Bueno, solo me he quitado la chaqueta, pero puedo quitarme mas prendas si así lo deseas.
    -¡Eres repugnante! Ni siquiera se por que te has molestado en seguirme porque yo no tengo nada más que decirte.
    -¿Estas segura, Camila, mu?
    Y sin previo aviso, Benja la rodeó con sus brazos, tal y como había hecho anteriormente en su despacho. Esa vez, Camila debería haber estado preparada. Debería haberle parado, pero, al igual que aquella mañana, se derritió frente a él como si de mantequilla se tratara. Parecía que su suave cuerpo encajaba a la perfección contra la dureza del suyo, parecía como si ambos estuvieran hechos el uno para el otro a propósito.
    -No tengo nada mas que decirte -repitió a pesar de que resultaba poco convincente.
    Mientras Camila luchaba por liberarse, Benja sentia el frescor de su aliento contra sus mejillas. A pesar de todos sus esfuerzos, sabía que Camila no quería irse a ninguna otra parte. Y el tampoco.
    -Quizá entonces ya no sea el momento adecuado para las palabras -murmuro él.
    -Sí lo es... -pero su voz sonaba como la de una persona diciendo que no puede comerse un bom¬bón cuando el chocolate ya se está derritiendo en su boca.
    Él sonrió. -Pero me deseas.
    -No. No. Yo no...
    Benja le giró el rostro. Entonces pudo ver la mezcla de emociones que, como un torbellino, se estaba apoderando de ella. Poco después, una, sólo una de aquellas emociones, prevalecía sobre las demás. La más poderosa e intensa. Tan fuerte como la vida misma. Porque, de hecho, sin ella, no habría vida. El deseo.
    -Oh, sí. Sí me deseas. Puedo sentirlo. Yo tam¬bién te deseo -y entonces él no pudo contenerse por más tiempo-. Camila -gimió, y posó su boca sobre la de ella, saboreando la dulzura y la hume¬dad de sus labios.
    Camila se sentía como una botella de champán que alguien ha agitado justo antes de abrir. Sin em¬bargo, en lugar de una explosión de espuma, ella se vio superada por un torbellino de emociones que amenazaban con desbordarla. Y poco podía ella hacer frente a eso.
    Benja separó sus labios de los de ella. - Camila -volvió a gemir de nuevo aunque, esa vez, el familiar tono de su voz hizo que sus sentidos rememoraran sensaciones que él era capaz de producir en su cuerpo.
    -No deberíamos... -suspiró ella.
    Pero ya era demasiado tarde. ¿Acaso sus palabras no daban por sentado que iba a suceder algo entre ellos? «No deberíamos». Como si fuera algo que hubieran planeado juntos. Bueno, quizá lo habían hecho, pero inconscientemente. Porque si no las cosas habrían sido muy diferentes.
    Ella le habría pedido a su abogado que le llamará.
    Ella no hubiera tenido que viajar hasta Grecia para decírselo.
    Pero entonces, él no la hubiera invitado. Podría haber fijado su reunión en su enorme despacho, no bajo la luz de las velas de uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad.
    E incluso aunque todas esas cosas no hubieran dado resultado, ella siempre podría haberle pedido que se marchara. Pero, por el contrario, allí estaba, apoyada sobre él como si no pudiera resistirse a su enorme magnetismo. Y ahora Benja había empe¬zado a entrelazar sus manos en su pelo, no podía hacer nada más que inclinar la cabeza hacia atrás, cerrar los ojos, y rogar que no se detuviera.
    -¡Oh, Dios!
    Benjamín dejó escapar un grito de placer al sentir cómo ella se estremecía. Continuó dándole pequeños besos a lo largo del cuello mientras el cuerpo de Camila empezaba a temblar incontro¬lablemente. Benja quería prolongar lo máximo posible aquellos preliminares. Quería hacerlo hasta que ambos no pudieran soportar más la excitación y suplicaran rendirse al placer. Pero en aquel momento, el autocontrol parecía haberlo abandonado.
    Él deslizó las manos por su vestido y ella comenzó a gemir, retorciendose de placer mientras él deslizaba sus dedos bajo la humedad de sus braguitas. Y... ghlikos... Menos mal que él la tenía sujeta por la cintura porque, sino hubiera sido así, sus rodillas no podrían haberla sustentado.
    - Camila -le susurró, tumbandola sobre el frío suelo de mármol con cuidado, con tanto cuidado como si ella fuera de cristal. Pero el cristal era algo frío y ahora, Camila, se sentía incendiada por el efecto de su tacto.
    Ella lo miró acaloradamente, como si estuviera atravesando un episodio febril. Y así, a pesar de que no estaba segura de querer atraerlo o alejarlo de ella, lo agarró por los hombros. Algo dentro de ella sabía que aquello no estaba bien. Algo le decía que debería parar aquello ahora mismo. Hacer que Benja se detuviera. Bien sabía que, aunque Benja fuera un hombre poderoso con un apetito sexual insaciable, jamas la tomaría a la fuerza. Su orgullo nunca se lo permitiría.
    Pero, aun así, un sentimiento profundo que iba mas allá de la razón, hacía que permaneciera aferrada a él.
    -Benja -gimoteó cerrando los ojos para que él no pudiera ver el dolor en ellos.
    Pero Benja pudo ver la expresión desgarrada de su rostro cuando ella se dispuso a separar las piernas para recibirlo. En aquel momento él apenas era capaz de hablar, tenía la garganta seca y rígida. Bueno, no sólo la garganta...
    -¿Quieres que me vaya? -preguntó-. ¿Quieres que pare? ¿Quieres que te deje así?
    Camila abrió los ojos para ver la tensión refle¬jada en el rostro de Benja. Sólo una palabra suya bastaría para que se detuviera.
    -¿Quieres? –volvio preguntar-. Por amor de Dios, Camila, ¡dimelo! No podré soportar mucho más tiempo esta agonía.
    -¡No! -susurró ella mientras una lagrima se deslizaba por el rabillo de su ojo-. Quedate. No te vayas. Sigue, por favor, Benja.
    Al oír aquello. Benja dio rienda suelta a su voracidad. De hecho, emitió un sonido gutural que bien podía compararse con el rugido de un león
    dispuesto a atrapar su primera presa.
    Con una mano, le arrancó las braguitas y empezó a acariciarla. Mientras, con la otra, se desabrochaba el cinturón. Después, mientras Camila empezaba ya a estremecerse por el placer de la magia de sus dedos, él se apartó un momento para dejar caer el cinturón al suelo.
    En aquel momento. Camila abrió los ojos para protestar.
    -¿Adonde vas?
    -Voy a prepararme para ti.
    Ella lo contempló.
    Estaba tan excitado que se quitó la camisa impa¬cientemente. Después se bajó la cremallera y lanzo los pantalones al suelo. Por último, se quitó los cal¬cetines. Y allí, en calzoncillos, la grandeza de su erección ponía de manifiesto cuánto la deseaba en realidad.
    El impacto de volver a ver aquello, hizo que Camila dejara escapar un grito ahogado.
    -¡Benja! -jadeó.
    Benja le dedicó una mirada de perfecto seductor.-Te gusta ver cómo me desnudo para ti, ¿verdad?
    Camila tragó saliva. -Si.
    Tratando de ir mas despacio, se quitó los calzoncillos. Despues, saco un preservativo de uno de sus bolsillos. Al ponerselo y sentir la dureza de su ereccion casi...
    De repente sintió que necesitaba tomarla en aquel mismo momento. No podía esperar ni un se¬gundo más. Ni siquiera podría permitirse el tiempo suficiente para quitarle el vestido y el sujetador, porque si lo hacía...
    - Camila -gimió mientras hundía sus dedos dentro de ella y sentía el calor que emanaba de su cuerpo-. Camila...
    En aquel momento, Camila le agarró la mano para estrecharle contra sí. Era maravilloso poder sentir otra vez la fortaleza de su cuerpo entre sus brazos. Le rodeó el cuello con su otro brazo para besarlo instintivamente en los hombros mientras que sus caderas se alzaban para recibirle.
    -Ahora -le suplicó sintiendo cómo el calor se había apoderado de ella- Oh, Benja, ¡ahora!
    Dejando escapar un gemido, Benja se hundió dentro de ella. Y lo hizo mucho más profundamen¬te de lo que jamás lo había hecho con ella o cualquier otra mujer. Incluso más que cuando ella, tan voluntariosamente, le había entregado su virgini-dad. Pero, sin embargo, algo parecido a un sollozo salió de sus labios al pensar cuántos hombres habrían estado allí despues de él, en aquellos íntimos lugares que sólo a él pertenecían. Al pensarlo, aquel sollozo se tornó furioso y la furia hizo que empezara a embestir con más fuerza.
    -¡Benja! -jadeó consciente de la rendición latente en su voz.
    -¿Te estoy haciendo daño?- preguntó él.
    No de la manera que pensaba. Su corazón era el único que estaba en peligro. Camila quería susurrarle al oído que él era el único hombre al que ella
    jamás había querido, que incluso a veces seguía soñando con él, pero por el contrario...
    -No, no me estás haciendo daño.
    Benja vio que Camila estaba a punto de llegar al climax y sabía que él no podría aguantar más. No esa vez.. Le levantó los muslos y puso sus brazos debajo para que ella llegara con más fuerza, más rápido. Mientras tanto, observaba cómo ella inclinaba la cabeza hacia atrás, arqueaba la espalda y separaba las piernas para sentir cómo aquella ex¬plosión de placer invadía todo su ser.
    Los gritos de Camila hicieron que Benja se dejara llevar. Aquel orgasmo le había transportado a un lugar que nunca antes había visitado. El pla¬cer era tan intenso que sentía como si todos sus sentidos hubieran vuelto a la vida. Después de aca¬bar, pudo sentir cómo ella aún se convulsionaba bajo él. Después, él se echó sobre ella para mur¬murarle algo en griego al oído.

    Camila debía de haberse quedado dormida. Al despertarse, sintió el frío mármol contra sus pier¬nas a pesar de que el musculoso cuerpo de Benja, quien yacía a su lado, la mantenía caliente.
    Sin embargo, a pesar del contacto de su cuerpo y el calor que despedía, Camila temblaba ligeramente. Abrió los ojos y permaneció mirando al techo tratando de retener las imágenes de todo lo que allí había sucedido. Al hacerlo, una rafaga de pensamientos contradictorios sacudió su mente. No quería que Benja se despertara. Todavía no. No hasta que hubiera decidido que hacer a partir de entonces. Para eso lo primero que tenía que hacer era aceptar la situación.
    Había ocurrido.
    Había dejado que su ex marido le hiciera el amor. No, en realidad sólo habían compartido sexo salvaje.
    Consciente de la enorme atracción física que siempre había existido entre ellos, quizá lo sucedi¬do había sido inevitable. No lo había planeado, pero tampoco se había resistido. Sin embargo, aho¬ra no iba a lamentarlo.
    Tras aquel estallido de placer, su cuerpo se sen¬tía maravillosamente. Sin embargo, ella se sentía vacía. Nunca había hecho el amor con Benja de una manera tan mecánica y primaria como aquélla. Ni siquiera antes de que se rompiera su matrimo¬nio. Jamás habían entendido el sexo como una cruel imitación de hacer el amor y eso le parecía una completa burla de lo que en su día, ellos com¬partieron juntos.
    Si únicamente no hubiera sido tan bueno... Pero justo cuando empezaba a esbozar una tí¬mida sonrisilla, se obligó a pensar en la horrible proposición que Benja le había hecho: convertirse en su amante a cambio de ofrecerle un cheque en blanco como acuerdo de separación.
    Consentir que la tratara como a una prostituta.
    Permitir que entrara en su habitación siempre que quisiera y hacer el amor con él sin oponer resistencia. Para haber rechazado su propuesta tan tajantemente parecía que había cambiado de opinión con bastante facilidad...
    ¿Cómo había podido?
    Pero eso no significaba que hubiera accedido a convertirse en su amante, ¿verdad? Tenía que admitirlo, solo había sido sexo y eso había ocurrido porque... Bueno, se había dejado llevar sin pensarlo.
    A pesar de que Benja no hubiera mostrado signos de cariño hacia ella. Camila, ciertamente, sentía algo por él. No podía evitarlo. Aunque sabía que entre ellos no podían existir tales sentimientos. Eran rivales. No habían llegado a ningún acuerdo Podía mantener la cabeza bien alta a pesar de que no estaba especialmente orgullosa de lo ocurrido. Simplemente había sucedido. Por una infinidad de razones. Claramente, deseo, lujuria. Sobre todo por parte de Benja. Y, si era totalmente sincera, tam¬bién por parte suya.
    Sin embargo, había habido algo más que luju¬ria. Ambos parecían haber estado añorando recor¬dar lo bueno que siempre había sido el sexo entre ellos.
    Pero se había acabado. Y Camila lo sabía. Ahora sólo tenía que pensar cómo salir airosa de una situación tan embarazosa como aquélla. Empezó a darle vueltas a la cabeza. Pronto, Benja se despertaría. Entonces, le diría que quería pasar la noche sola y prefería que se marchara. Había conseguido lo que quería. Si le dejaba bien claro que no tenía ninguna intención de volver a caer en su trampa, ¿qué objetivo tenía quedarse?
    Y aquello implicaba que, a la mañana siguiente, tendría que salir corriendo de allí hacia el aero¬puerto.
    Tomaría un vuelo de regreso a Londres. Sería capaz de salir adelante. Lo haría de alguna forma. Se las apañaría para pagarle a Caroline todo lo que le debía sin tener que pedirle favores a Benja. Incluso aunque eso supusiera tener que tra-bajar incluso por las noches. Trabajar duro la man¬tendría distraída y la ayudaría a olvidar todo lo que allí había acontecido.
    Camila permaneció quieta mientras sentía que Benja comenzaba a desperezarse. Cerró los ojos para ganar algo de tiempo.
    Por una décima de segundo Benja creyó que se encontraba con cualquier mujer. Aún medio ador¬milado, sintió el calor pegajoso del cuerpo que te¬nía al lado. Inconscientemente, se abalanzó sobre ella provocativamente. Y entonces recordó. «¡ Camila!»
    Fue como si alguien acabara de introducir sus sentimientos en una coctelera para después agitar¬los frenéticamente. Acababa de hacer algo que ja¬más pensó que volvería a hacer. ¿Qué le había pa¬sado? ¿Acaso no era capaz de mantener el control? Aquello había sucedido sin que tuviera la oportu¬nidad de dictaminar sus condiciones y, por lo tan¬to, se sentía en desventaja.
    ¿Qué sucedería a partir de ahora? Sabía que es¬taba despierta. Podía sentir cómo controlaba la respiración para fingir estar dormida.
    ¿Que Camila estuviera haciéndole creer que estaba dormida le irritó tanto como su momentánea confusión, así que se apartó de ella evitando así que pudiera comprobar lo fácilmente que podía excitarlo. SE apoyo sobre los codos para vigilarla de cerca. Tenia el vestido subido hasta las caderas y sus braguitas estaban a un lado, en el suelo. El pelo le caia sobre el pecho y SUS apetecibles labios estaban sonrosados.
    De repente, dejó de fingir. Abrió los ojos y lo miró con cautela. Se sentía como un animalillo que, ante una fiera, no sabe cómo poder escapar.
    La irritación de Benja aumentó. ¿Dónde estaban sus besos? ¿Dónde las muestras de gratitud y los susurros al oído? ¿Y dónde estaban aquellas manos que, tan bien, sabían acariciarle la entrepierna para excitarlo de nuevo?
    -¿No dices nada, Camila? Dadas las circuns¬tancias, parece un poco raro...
    Poco a poco, Camila fue separándose de él, alejándose del peligro de su proximidad.
    -En una situación como ésta, cualquier reac¬ción parecería inapropiada.
    -Así que no vas a decirme: «Cariño, ¿no ha sido maravilloso?» -se burló.
    -Sabes que lo ha sido, en cierta forma.
    -Bueno, ¿y qué es lo que normalmente les di¬ces a los hombres en una situación como ésta? ¿Cuál suele ser tu reacción?
    Ella se sonrojó. Benja había escogido delibera¬damente aquellas palabras para hacerla sentir como una golfa. Y le había dado resultado. Pero estaría perdida si él lo supiera. Eso no haría más que incrementar su ego.
    -Realmente no creo que eso sea asunto tuyo, ¿no te parece? -le respondió tranquila.
    Y, aunque intentó convencerse de que era algo irracional, Benja sintió que los celos lo consumían.
    No importaba que llevaran separados mucho tiempo o que los abogados fueran a encargarse de su proceso de separación. Hasta que un juez no dictaminara lo contrario, ella seguía siendo su mujer.
    ¡maldita sea! ¡Su mujer y sólo suya!
    Benja le lanzó una mirada abrasadora. De repente, sintió una necesidad imperiosa de demostrarle el poder que tenia sobre ella. Deslizo una mano entre sus muslos hasta llegar el punto exacto que sabia la haría enloquecer.
    -¡Benja! -gimió.
    -Te gusta, ¿verdad?
    -Sa... Sabes que sí. Al retirar los dedos, Benja vio la frustración en sus ojos.
    -Déjame decirte algo, Camila.
    Ella sólo quería que continuara haciendo lo que había estado haciendo, pero, por supuesto, no iba a suplicárselo.
    -En el futuro, asegúrate de negociar el precio antes de ofrecer tus servicios -sonrió cruelmente-. Es la regla de oro del mundo de los negocios.
    Le llevó un par de segundos entender el signifi¬cado de sus palabras, pero, al hacerlo, supo exacta¬mente en qué posición se encontraba. Se había convertido en su amante. En su prostituta. Ella, que había sido el amor de su vida...
    Tomó aire. Sabía que, a pesar de que le parecía irresistible, había sido una locura rendirse a él. De¬bería haberle echado y hacer que se mantuviera lo más alejado posible.
    La ira hizo que se incendiaran sus mejillas -Vete.
    Benja frunció el ceño. -Creí que teníamos un trato...
    -Bueno, pues creíste mal.
    -Entonces, ¿cómo explicas todo esto?
    -Ha sido un error, no un trato. Preferiría hacer un pacto con el demonio, aunque, entre el demonio y tú, no creo que haya mucha diferen¬cia.
    Benja decidió apostarlo todo a su última carta.
    -¿De repente ya no necesitas el dinero?
    Que supusiera que aquel comentario la haría venirse abajo hizo que Camila continuara desafiándole sin pensar en las consecuencias.
    -No tan desesperadamente -le contestó-. Pre¬fiero fregar suelos a tener obligación alguna para contigo. Ahora, ¡vete!


     
    Top
    .
  15. asignatura pendiente
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    muy buen capitulo,sobre todo los pensamientos ellos ,son muy graciosos.Ansiosa de un proximo capítulo me encantan tus historias.
     
    Top
    .
44 replies since 18/8/2013, 07:41   1746 views
  Share  
.