comprada para la pasion

cuando el amor no se olvida a pesar de todo

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  1. jesreyes
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    Este Benja es terrible!....Lo quiero y lo odio al mismo tiempo jajjaja....Muy buen capitulo!
     
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  2. yisette
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    me encanto la actitud de camila por el hecho que siga enamorada de el no puede permitir que la utilice y la haga sentir poca cosa,,,,
     
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  3. julietagr
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    guauuu, que encuentro tan explosivo entre ellos!!!, por Dios.
    Espero ansiosa el próximo capitulo
     
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  4. lionsolar
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    Capítulo 7


    Despues de eliminar cualquier rastro de Benja de su cuerpo, Camila pasó la noche acurrucada en medio de la inmensa cama tratando de eliminar de su mente cualquier recuerdo sobre lo que allí había acontecido. Sin embargo, la noche la había vuelto vulnerable. Le resultaba imposible no regodearse en aquellas imágenes tan eróticas.
    Contempló el amanecer de Atenas con gran tristeza, pero, después de tomar un buen desayuno en la habitación, se sintió mucho mejor. Lo impor¬tante era olvidarle y tratar de seguir adelante. Fijó la mirada en el profundo azul del mar Egeo Apo¬yada en la barandilla de la terraza, se despedía en silencio de la ciudad. De pronto, su teléfono móvil sonó.
    El corazón le dió un vuelco. Sabía exactamente quien sería.
    Benja.
    Apoyó su taza de café sobre la mesa.
    Le diría que no tenía ninguna intención de cambiar de idea. No importaba lo que le dijera y lo tentada que ella estuviera. Le diría que no.

    Pero no era el nombre de Benja el que parpadeaba en la pantalla del móvil, sino el de Caroline.
    Frunció el ceño desconcertada. Despues, aceptó la llamada.
    -Hola, Caro, ¿va todo bien?
    Hubo una pausa.
    -Bueno, depende...
    -¿Le ocurre algo a Thomas? -preguntó Camila rápidamente
    -No Thomas está bien pero...
    Caroline le contó toda la historia. Su casero se había cansado de esperar. Se le había agotado la paciencia. Quería que le pagara todo lo que le debia. Y lo antes posible.
    Camila alzó los ojos al cielo. Aunque no fuera una mujer de negocios realmente exitosa, sabía que no podía culpar a aquel hombre por reclamar lo que era suyo.
    -¿Que es lo que te ha dicho Benja? - le preguntó Caroline de repente-. ¿Va a darte el dinero? ¿Ha sido razonable?
    Razonable no era un adjetivo aplicable a su marido y así quiso decirselo Camila. Sin embargo, cuando estaba a punto de hacerlo, se mantuvo en silencio. ¿Que iba a decirle? ¿Que Benja no tenía intención de darle el dinero a menos que ella le pagara con favores sexuales? y despues, ¿que? ¿Sería capaz de decirle que había rechazado su propuesta?.
    Aunque trabajara como camarera, cocinera y en su tiempo libre atendiera cócteles, Camila jamas ganaría lo suficiente para saldar la deuda que Caroline tenía con su casero. Además, mientras tanto, sus deudas seguirían creciendo. Pero Caroline tenía un hijo al que alimentar.
    -¿Entonces? -preguntó Caroline interrumpiendo sus pensamientos-. ¿Habeis llegado a algún acuerdo?
    Camila cerró los ojos. Ya había tenido relaciones sexuales con él y, ciertamente, le había gustado. ¿Acaso era un sacrificio tan duro?
    -Si. -contestó apesadumbrada- Hemos llegado a un acuerdo. Pero probablemente tenga que permanecer unos cuantos dias mas en Atenas para solucionar todo el papeleo.
    Tras hablar con Caroline, y antes de que pudiera arrepentirse, marcó inmediatamente su número.

    -¿Ne?
    -Soy yo, Benja.
    Por supuesto, la había reconocido.
    -Hola, Camila -contestó suavemente.
    -¡Vaya! Suponía que mi llamada te sorprendería.
    -En absoluto. De hecho, estaba aquí tumbado esperando a que llamaras.
    -¿Tan seguro estabas de que no sería capaz de resistirme a tus encantos?
    -Bueno, lo has hecho durante siete años, pero supongo que mi dinero te resulta mucho mas atractivo.
    Sintió ganas de defenderse, pero aquello no funcionaría a menos que ella dejara a un lado su orgullo y sus sentimientos . Tenía que ser práctica.
    El ya no era el Benja de antaño, así que no le resultaría tan dificil hacerlo.
    -¿No crees que deberiamos dejar claras cuales son las condiciones?- le preguntó con calma.
    A Benja le pilló desprevenido que se mantuviera tan firme y le hiciera preguntas tan pragmaticas, ya que esperaba que se hubiera comportado de una forma más resignada. Por un momento quiso mandarla al infierno. Tan sólo la veía como a una avariciosa arpía de sangre fría. De hecho, era mucho peor de lo que inicialmente había pensado.
    Pero, ¿acaso iba a frustrar eso el objetivo de su plan? ¿Acaso no había esperado ya lo suficiente para vengarse? Además, no importaba cuántos en-cuentros sexuales satisfactorios hubiera disfrutado, ninguno se comparaba a lo que sentía con Camila. Ella era para él todo un mito sexual.
    Un mito que ya era hora de enterrar. Además todo el mundo sabía que la fantasía era mucho más poderosa que la cruda realidad.
    -Por supuesto que podemos acordar las condi¬ciones. En primer lugar, nuestro acuerdo tendrá una duración de siete días.
    Camila cerró los ojos. ¿Podría soportarlo?
    -Muy bien.
    -Y durante todo ese tiempo te comportarás exactamente cómo una amante debe comportarse
    Camila experimentó un pequeño ataque de celos. ¿Cuantas amantes habría tenido?
    -¿Quieres decir que existe un codigo de conducta? -le preguntó furiosa.
    Benja se percató del tono ironicó de sus palabras.
    Adivinado la causa, sonrió lleno de satisfacción.
    -Naturalmente que existe. Una amante debe ser dócil y complaciente. Debe disfrutar del sexo y, si así se le requiere, acceder a él en cualquier lugar y en cualquier momento.
    «¡No puedo seguir con esto!»
    -¿Y que significa eso exactamente?
    Simplemente con imaginarselo, Benja empezó a excitarse.
    -Llevarás siempre lo que me plazca y me per¬mitirás vestirte. O desnudarte. Y no permitiré que protestes. No dejaré que me acompañes luciendo el tipo de vestido que llevabas la otra noche.
    -Siento no haber parecido lo suficientemente elegante para tu gusto.
    No le gustaba nada oír aquel tono de voz, le gustaba mucho más cuando Camila estaba alegre, pero no quería alejarse del objetivo. En absoluto quería que ella le gustara.
    -Mi reputación se veria afectara si aparentaras ser vulgar.
    -En ese caso no sacare de la maleta mis tacones de aguja de color blanco.
    -Oh, sí. Hazlo, por favor -susurró-. Pero resérvalos para cuando llegue el momento de irnos a la cama.
    Aquello le recordó cómo era el antiguo Benja. Y aquello le asustó. Le asustó porque le recordaba por qué se había enamorado de Benja. No había sido sólo por su irresistible atractivo físico, sino porque también era divertido. Y. en la batalla de sexos, toda mujer sabe que eso es una de las armas más poderosas.
    -Muy divertido.
    -Tampoco, y bajo ninguna circunstancia, hablaras a la prensa de este acuerdo.
    -¿Realmente crees que seria capaz de ir contando por ahí una cosa así?
    Hubo una pausa.
    -¿Por qué no? Ya me has demostrado lo lejos que eres capaz de llegar si hay dinero de por medio.
    Aquel era el comentario mas doloroso que podía haberle hecho. Sin embargo, la crueldad de sus palabras podría ayudarla. Así le resultaría mucho más fácil mantener sus sentimientos a raya.
    -Así que, ¿ésas son todas tus condiciones?
    -Ne -asintió mirando cómo su erección bajo las sábanas de algodón egipcio y deseando que ella estuviera allí para poder aliviarlo-. Así es.
    -Entonces quizá quieras oír las mías.
    Benja frunció el ceño.
    -¿Que son...? )
    -Yo tampoco quiero que nadie se entere de esto. -le dijo fervientemente-. Ni tu familia, ni tus amigos ni nadie. Por favor.
    -¿Crees que voy por ahí cotilleando? ¿O quizá piensas que me gustaría presumir de semejante conquista?
    -No lo sé.
    -¡Me estás ofendiendo!
    -Al igual que tú lo has hecho al hacerme esta proposición.
    Hubo una pausa tras la cual él empezó a reírse. -Oh, Camila. Eres muy lista -dijo suavemen¬te-. Muy lista. Me provocas a propósito para hacer que dé marcha atrás, ¿verdad? -soltó una carcaja¬da-. En sentido figurado, claro.
    -¡No seas grosero!
    -No te quejabas de ello anoche -contestó-. Pues no, créeme, no cambiaré de idea.
    A pesar de su determinación, estaba preocupa¬do. Aquello le hacía darse cuenta de que, a diferen¬cia de muchas otras mujeres, Camila siempre ha¬bía tenido la habilidad de estimular una parte de su cuerpo.
    Su mente.
    -Hay otra cosa -añadió Camila al recordar la angustia con la que Caroline la había llamado-. Me gustaría recibir algo de dinero por anticipado.
    -¿Un anticipo? -repitió asombrado. Supo que tenía que actuar con descaro. De nin¬guna otra forma funcionaría.
    -Digamos que es un anticipo por lo que sucedió aquí anoche.
    -¡Theos! -exclamo con desagrado-. Adoptas los hábitos de una prostituta con total naturalidad.
    Camila cerró los ojos suplicando armarse de valor para poder afrontar aquello.
    -Tenemos un trato, Benja. Cíñete a las condi¬ciones, ¿quieres? Quiero dos mil libras por adelan¬tado. En metálico.
    -¿Realmente crees que lo de anoche valió tan¬to?
    -Creo que valdría mucho más -le contestó sinceramente. Renunciar a sus valores y dejar a un lado su orgullo seguramente valía mucho más que dos mil libras.
    -Haré que te las envíen inmediatamente. Despues, mi chófer irá a recogerte para que te reúnas conmigo y puedas así empezar a ganarte la segun¬da parte del dinero.
    Por un momento, Camila se sintió mareada.
    Sus insultos eran una cosa, pero la rapidez con la que pretendía formalizar el acuerdo era sobrecogedora. Ni siquiera había tenido tiempo de asimilar la idea de convertirse en su amante...
    -¿Cuando? -Preguntó sintiéndose, de repente, nerviosa.
    -Ahora mismo.
    -¿Ahora? -repitio asombrada.
    -No veo razón por la que prolongar más esta espera, ¿acaso tú sí?
    ¿Qué otra opción tenía?
    -De acuerdo -asintió con resignación. Cuando el chófer llegó y le entregó el dinero, Camila se dirigió inmediatamente a la recepción del hotel para que le enviaran el giro a Caroline. Sin duda, ella estaría esperando el dinero. Después de haber hecho la transferencia, Camila se sintió mucho mejor y pudo empezar a relajarse, pero como el trayecto en coche hasta el otro lado de la ciudad duró tan poco, se puso nerviosa otra vez enseguida. El hotel que Benja había elegido era impresio¬nante. Se trataba de un edificio altísimo y resplan¬deciente rodeado por jardines floridos de exóticas flores. Dentro la iluminación era tan suave y tenue que entrar allí resultaba verdaderamente acogedor después de aquel sol de justicia. Camila sabía que, al elegir aquel lugar, Benja estaba queriendo ser discreto. De hecho, no parecía haber rastro de más huéspedes.
    El botones la acompañó hasta el ascensor y la condujo hasta la habitación. Fue el mismísimo Benja quien abrió la puerta. Al hacerlo, se quedó paralizado. Incluso tiempo después de que el boto¬nes se hubiera marchado. Simplemente permanecía allí como si tuviera todo el tiempo del mundo para contemplarla.
    Iba vestido de manera informal. Llevaba unos pantalones vaqueros y una camiseta blanca de seda que marcada toda su musculatura. Además, al lle¬var el primer botón de los pantalones desabrocha¬do, también quedaba expuesta la firmeza de su moreno y plano vientre.
    -Me has estado haciendo esperar. Camila sabía que probablemente tenía razón puesto que había tardado bastante en transferirle a Caroline el dinero.
    -Ya sabes que las mejores cosas de la vida se hacen esperar -le sonrió-. Ahora, ¿no vas a invitarme a entrar?
    -Quizá tenga otra cosa en mente -murmuró-. Quizá quiera tomarte aquí junto al quicio de la puerta.
    Se le aceleró el pulso, pero pudo ser capaz de mantener la sonrisa.
    -¿Crees que sería buena idea? Podría verte al¬gún otro huésped.
    -¿Otro huésped? No hay más huéspedes en esta planta, agapi. Este área del edificio me pertenece. Nadie nos molestará. Estás a salvo. Ahora, ven y bésame.
    Tener relaciones sexuales con él era una cosa, pero besarlo era algo muy íntimo, algo que le re¬cordaba el pasado cuando ambos habían comparti¬do verdaderos besos de amor. Si se negaba a besar¬lo, Benja vería aquello como un desafío, así que tendría que actuar de manera sutil. Tenía que evitar besarlo en vez de negarse a hacerlo. Tendría que traerle de alguna forma.
    Sacudiéndose la melena de encima de los hombros con un seductor movimiento, Camila dedicó una sonrisa a su marido
    -Primero vamos dentro, ¿quieres?
    Benja la vigilaba como lo haría un depredador con su presa. A pesar de que se había percatado de su tactica evasiva, no iba a hacer nada para disuadirla. La contempló mientras entraba a la habitación. Caminaba como si aquel lugar le perteneciera y le encantaba ver cómo contoneaba el trasero bajo el fino tejido de su vestido de algodon blanco. ¿Le estaba intentando demostrar que podría mantener su independencia durante esa semana? ¿O acaso le estaba haciendo ver que realmente tenía derechos sobre sus propiedades?
    Por primera vez, Benja pensó que a él tambien le interesaba acabar con aquel matrimonio lo antes posible. Si, de repente, Camila desarrollaba el gusto por el lujo, podría darse cuenta de todo lo que se había estado perdiendo y de lo insignifícante que había sido su propuesta inicial.
    ¿Y sí durante esa semana se daba cuenta de que, cualquier abogado medianamente bueno, po¬dría reclamarle la mitad de su fortuna? Bueno, para su satisfacción, Camila jamás podría costearse un abogado tan bueno como para conseguir eso.
    Sin embargo, Benja sabía lo suficiente acerca de la condición humana como para saber que no debía mostrar signos de duda o recelo. Si Camila adivinaba su punto débil, entonces podría sacarle hasta el último euro que tuviera. Y jamás permiti¬ría que una mujer, que además le había traiciona¬do, le despojara de su fortuna.
    Debía ser cuidadoso y evitar que los encantos de su cuerpo lo cegaran. En realidad aquel acuerdo sólo estaba basado en el...
    Mientras contemplaba cómo Camila miraba a su alrededor, Benja sitió cómo el calor se apodera¬ba de él. El deseo que sentía por ella le excitaba tanto... ¿Por qué? ¿Por qué siempre le sucedía lo mismo con ella?

    -Vienes vestida de blanco como la novia que un día fuiste. ¿Estás intentado aparentar ser ahora la misma virgencita?
    El corazón le latía con tanta fuerza que le dolía. Había empezado la batalla y eso sólo era el co¬mienzo.
    -No. En absoluto.
    -Claro que no. Ahora ya no lo eres. No cómo la primera vez. ¡Ah, qué placer me dio aquello!
    La súplica que había en sus grandes ojos azules era auténtica. -Benja, por favor.
    -¿Qué? Esta es una oportunidad única. ¿Seguro que no quieres aprovecharla?
    -No, es la última cosa que quiero.
    -Bueno, pues yo sí quiero. Dime, oreos, ano¬che, ¿fue diferente?
    -¿Diferente a qué? -dijo consciente de que aquella prueba a la que estaba siendo sometida te¬nía más que ver con el poder que con el sexo.
    -Distinto que con los otros, ¡naturalmente! –no importaba cuáles fueran sus sentimientos hacia Camila ahora, él aún no podía liberarse de la creencía de que era suya. Su esposa. Su posesión. Ya no lo sería por mucho tiempo, pero hasta enton¬ces... Sí, era suya. Y sólo suya.
    -¿De qué estás hablando?
    -De los otros hombres contestó, pero al ver como palidecía, Benja duplicó los amantes que había calculado que Camila habría tenido-. Los hombres con los que te has acostado desde que se rompió nuestro matrimonio. Comparados conmigo, ¿Cómo te hacían sentir? ¿Eran mejores? ¿Diferente? ¿estaban mejor dotados? ¿Se movían tan bien dentro de tí? ¿Te hacían llegar al clímax tantas veces como yo, Camila?
    -¡Basta! -se tapo los oídos con las manos y cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos, Benja se encontraba muy cérca de ella, examinandola.
    Camila había sido capaz de llegar hasta allí después de haberse tragado el orgullo y ceder a sus principios sometiéndose a aquel horrible acuerdo.
    Seguramente, nada peor podía pasarle ya. A juzgar por la otra noche, el sexo podría ser magnífico. Sí lograba superar la crudeza de sus palabras podría superar con éxito la prueba. Tenía que hacerlo. Por el bien de Caroline y Thomas, pero también por el suyo propio.
    «Lucha contra el», se dijo a sí misma. «Lucha contra el y hazlo en su mismo territorio. No tienes nada que perder».

    -¿Y qué me dices de ti?. Todas las mujeres que ha habido después de mi. ¿te satisficieron tanto? ¿Fue igual de bueno con ellas?
    -¿Realmente quieres que te lo diga?
    Rápidamente, se dirigió hacia la ventana para que, al mirar a través de ella, él no pudiera ver que las lagrimas estaban a punto de brotar de sus ojos.
    -No- le respondió después de haber tomado fuerzas-. No quiero.
    ¿Iba a estar martirizandola toda la semana con sus imaginaciones? Y ella, ¿Iba a permitirselo? Ya era suficientemente malo pensar que la habia comprado durante una semana, pero tener que soportar sus estupidos celos iba a ser mucho peor. Además, todas sus acusaciones eran infundadas.
    Y, de repente, Camila se sorprendió a sí misma. -No ha habido ningún otro hombre, Benja.
    Benja la miraba fijamente mientras trataba de asimilar sus palabras.
    -¡Embustera!
    -Te equivocas -respondió en tono desafiante-. Eres el único hombre con el que me he acostado. Fuiste el primero y mi único amante.
    -¿Y qué me dices del hombre con quien te sor¬prendí?
    -¡Sabes perfectamente que no sucedió nada con Jonathan!
    -¿Jonathan? -se burló-. ¿Crees que estoy cie¬go? ¡Sé perfectamente lo que vi!
    -Sé lo que pudo haberte parecido. Y lo siento -viendo que Benja iba a hablar, Camila alzó la mano para detenerlo-. Por favor, Benja, déjame decirte esto. Necesito que sepas como ocurrió todo. Tomó aire. Quería escoger las palabras cuidadosamente puesto que, al abrirle su corazón, quedaría en una posición de desventaja. Pero, aun así, tenía que intentarlo.
    -Siempre estaba sola en Grecia.
    -¿Y por eso saliste huyendo?
    ¿Lo había hecho? Era cierto que la relación no funcionaba, pero, como ahora reconocía, ella también había tenido su parte de culpa. Debería haberse quedado en Atenas. Deberían haber intentado solucionar las cosas entre ellos en vez de marcharse y ponerse en una situación comprometedora con otro hombre. -Quizá sí- admitió-. Pero es que entonces no veía otra salida. Mi viaje a Inglaterra fue sólo una escapada temporal para visitar a mi madre, pero se me fue de las manos. Te juro, Benja, que jamás llegué a tener con Jonathan el tipo de relación íntima que piensas.
    -¿Cómo puedes decirme eso? Sabes perfectamente cómo fue todo. Estabas compartiendo con él la intimidad que sólo debía estar reservada para mí-. dijo con voz obstinada-. Además, ¿por qué no me dijiste nada entonces?
    -Porque te marchaste y decidiste no contestar a mis llamadas. Todas mis cartas me eran devueltas sin abrir. Intenté una y otra vez ponerme en contacto contigo -lo miró con dulzura-. ¿O vas ahora a negármelo?
    Hubo un largo silencio. -No -confesó.
    Él siempre la había creído culpable. De hecho, aún le costaba creer que un hombre pudiera vivir con su preciosa mujer y no querer acostarse con ella. Pero entonces era joven y apasionado y, para cuando se hubo calmado lo suficiente como para poder escuchar una explicación, sus llamadas habían cesado. Parecía que se había cansado y, en cierta manera, Benja tomó aquello como una admisión de su culpa.
    O al menos eso era lo que él había querido creer, ya que su orgullo le impedía tomar un avión e ir a hablar con ella. El dolor y la confusión habían he¬cho mella en un hombre que siempre se había consi¬derado fuerte.
    Camila agitó la cabeza.
    -Pero bueno, ¿qué sentido tiene ahora analizar todo eso? -se preguntó con amargura-. Eso ya for¬ma parte del pasado. Se acabó. Es agua pasada -dijo sintiendo que una ola de tristeza se apodera¬ba de ella.
    Benja suspiró. ¿Acaso creía que aquello iba a resultarle fácil? ¿Tan fácil como anoche cuando la había estrechado entre sus brazos reivindicando lo que era realmente suyo? Y ahora se lo había puesto aún mas dificil. Camila tenía los ojos vidriosos y su rostro reflejaba dolor, pero él decidió ignorar a su mente y su corazón y centrarse en su apetito sexual. Quizá así todo fuera mejor. Sin explicaciones, sin recuerdos, sólo...
    -Ven aquí-le ordenó suavemente.
    Poder. Siempre igual. «No me obligues. Por favor, no lo hagas».
    -Benja...
    -He dicho que vengas aquí -le repitió dulcemente.
    -No puedo moverme. -y era cierto. Se había quedado petrificada.
    Benja también lo estaba, pero debido a su ex¬citación sexual. Y su intensidad le asustaba. Sabía que tenía que ser él quien hiciera algo para poder salir de aquel punto muerto al que habían llegado
    -¿Quieres que juguemos?
    Aunque viera el tormento reflejado en el rostro de Benja, Camila sabía que se trataba de frustración sexual. Cada vez que se viera expuesta a compartir algún momento intimo con Benja, correría el riesgo de resultar herida. ¿Había pensado que despues de admitir que no había tenido ningún otro amante excepto él, Benja mostraría algo de piedad hacia ella? ¿Creía que iba a dejarla marchar sin pagar por ello? Porque si lo había hecho, había cometido un grave error.
    -¿Estas loco? ¡Todo esto es un gran juego, Benja!. Pero claro, ¿es así como tú acostumbras a vivir Benja? ¿En un mundo irreal lleno de juegos y negociaciones?
    Sin apenas tener intención de hacerlo, Benja alzó de repente los dedos. para acariciar su suave rostro.
    -Esto es mucho más real que la tierra que ahora tengo bajo mis pies.
    Aquellas inesperadas palabras cautivaron a Camila. De hecho, apenas podía respirar cuando las manos de Benja le rodearon la cintura para alzarla hacia él como si ella estuviera hecha de algodón. Y eso también le pareció irresistible, ya que ella no era nada frágil y que un hombre le hiciera sentir así era extraordinario.
    Si existía algún rincón de su mente que le advertía que todo aquello tenía que ver con el control, Camila, desde luego, lo ignoró.
    Él ansiaba besarla, pero hacerlo no le parecía apropiado. De hecho, ella lo había evitado antes. Pero tenía que romper el hielo y cumplir con lo acordado sin mayor dilación.
    - Camila -le dijo suavemente entrelazando sus dedos con los de ella-. Ven.
    La condujo hasta el dormitorio como si se trata¬ra de un contento a punto de ser sacrificado. Sin embargo el latido de su corazón y la excitación que sentía reflejaban que ella no podía ser hipócrita. Todo aquello podía ser una locura, pero ella deseaba tanto a Benja como él mismo mostraba desearla a ella.
    -Mira qué hermosa ciudad- le susurró señalando hacía la ventana-. Mi ciudad.
    Camila contemplo el paisaje aliviada por haberse librado por un momento de su tacto. Aunque, en realidad, lo que la aliviaba era poder volver a recuperar el control de sus emociones.
    -¿Vamos a quedarnos aquí? -preguntó ella.
    -Sí, al menos durante un par de horas -fue su respuesta.
    Camila se humedeció los labios.
    -No era eso a lo que me refería.
    -Lo sé. Quieres algo así como un plan detalla¬do de lo que va a ser esta semana, ¿verdad?
    -Mas o menos. Para hacerme una idea.
    -He pensado que, quizá, podíamos variar un poco.
    Benja se puso detrás de ella y empezó a besar¬le la nuca mientras con sus manos le acariciaba los pechos.
    -Te gusta la variedad, ¿verdad, Camila?
    -¡Benja! -ella se encogió de hombros y cerró los ojos.
    -Entonces, ¿qué te parece si esta noche vamos a cenar a algún sitio diferente?
    -¿Adonde?
    -¿A París?
    -¿París?
    -Ne, ¿Por qué no? Prefiero un sitio lejos de mi ciudad, un sitio en el que pueda desinhibirme.
    Aquella insinuación estuvo acompañada de una sacudida de su pelvis contra su trasero y Camila no pudo más que gritar su nombre. -¡Benja!
    -No te gustaría que me sintiera cohibido, ¿verdad, Camila?
    Sinceramente Camila se sentía tan aturdida, que si Benja le hubiera propuesto Atenas también habría accedido. Lo que fuera con tal de que no dejara de tocarle donde lo estaba haciendo. Sin embargo, sus dedos se detuvieron a la espera de una respuesta. Y aunque Camila sabía que habia una parte de ella que desdeñaba la facilidad con la que él podía seducirla, también sabía que su cuerpo no le permitiría resistirse.
    -No -contestó con voz agitada-. Por supuesto que no me gustaría.
    Benja estuvo a punto de dejarse llevar por un arrebato de ansia y poder, pero esa vez estaba de¬cidido a mantener el control. La noche anterior ha¬bía satisfecho su ansia con apetito voraz y eso le había demostrado que Camila aún ejercía poder sobre él. Y aquello era peligroso. Muy peligroso.
    Así que hoy se lo tomaría con más calma. La volvería loca de deseo, pero la haría esperar hasta el final mientras él disfrutaba de aquel festín.
    -Cuando estemos allí tendré que hacer varias visitas. Tú mientras tanto puedes ir de compras -le sonrió con benevolencia-. París es el mejor sitio para comprar ropa. O al menos eso me han dicho. ¿Es eso cierto?
    Camila quiso preguntarle quién se lo había di¬cho, pero sospechó que la respuesta le haría daño. ¿Por qué demonios sentía celos de un hombre del que quería divorciarse?
    -No lo sé -respondió con frialdad. -Entonces tendrás que permitirme que te edu¬que en lo que a moda se refiere -fue su respuesta.
    Si su intención había sido restregarle el hecho de que él le estaba pagando y que ella se había de¬jado comprar, lo había conseguido. Si no hubiera sido por las deudas y la promesa que le había he¬cho a su mejor amiga, se habría apartado inmedia¬tamente de él a pesar de lo mucho que su cuerpo protestara en contra.
    Benja no solo vivía en un mundo diferente.
    Era tan rico, que más bien parecia vivir en un universo paralelo. Pero, en cierta forma, identificar las diferencias que había entre ellos le hacía a ella estar segura de que lo suyo jamás habría funcionado.
    -Eres muy amable -le dijo irónicamente.
    El sonrió. -¿Verdad que sí?
    Deslizando los dedos por la blancura de su piel, Benja bajó la cremallera del vestido de Camila y éste cayó a sus pies. Pronto estaría luciendo pren¬das más acordes con su belleza. Pronto podría ofrecerle todos los vestidos de firma de las mejores boutiques de París. Y la seduciría con ellos. No te¬nía ningún reparo en admitirlo.
    Después podría quedárselos y llevárselos a In¬glaterra, pero allí, con ellos, estaría totalmente fue¬ra de lugar. No le importaba. Lo que él quería era que los conservara como recuerdo de la riqueza de un mundo en el que ella había podido vivir y había elegido abandonar. Así podría ver por sí misma lo tonta que había sido.
    Pero sus pensamientos sólo aumentaban su de¬seo.
    -Ven a la cama -le dijo.
    Con una sonrisa de anticipación, agarró el cuerpo semidesnudo de su mujer y lo condujo hasta la cama de matrimonio.



     
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  5. julietagr
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    que par de tontos, es más fácil decir perdón ...
     
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  6. yisette
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    son dos orgullosos queriendose y prefieren herirse...
     
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  7. JazminV
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    Que terco es benja... siguela pronto :love:
     
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  8. asignatura pendiente
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    que terco y orgulloso que es benjamin,camila tampoco se queda atras,pero bueno también el la lastimo bastante pensando que le habia sido infiel y no dandole la posibilidad de explicar nada. Con este acuerdo van a terminar saliendo los 2 lastimados. Continuala pronto cada vez se pone mas interesante
     
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  9. lionsolar
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    Capítulo 8



    Camila nunca había llegado a disfrutar verdaderamente de la riqueza de Benja. En el pasado, no era él quien se encargaba de gestionar el imperio Christou, pero ahora sí. Pronto fue consciente de que él se había convertido en una persona muy importante con un papel fundamental en el mundo de los negocios.
    Manejaba su flota de aviones como cualquier crío pequeño que guarda sus coches de juguetes en un garaje. Tenía un avión grande destinado para los viajes transatlánticos, varios helicópteros y un avión más pequeño que podía aterrizar en las estre¬chas pistas de Aspen y en los aeropuertos privados de toda Europa.
    De repente, le pareció estar viendo una faceta diferente del hombre con quien se había casado. Cuando contrajeron matrimonio, él acababa de ter¬minar sus estudios y fueron a vivir a casa de sus padres. Su fortuna había estado en un segundo plano.
    Pero ahora, ¡vaya! Las cosas habían cambiado. Y mucho.
    Volaron hasta París donde había un coche esperándolos para llevarlos a uno de los hoteles más famosos de la capital francesa.
    -¿No tienes tu propio apartamento en París? –le preguntó Camila sorprendida mientras caminaban por la suntuosa recepción del hotel.
    Benja se preguntó si Camila estaría haciendo inventario para reclamarle una parte mayor de su fortuna.
    -Naturalmente -respondió, pero en esta ocasión prefiero el anonimato de un hotel.
    El hotel estaba situado en los Campos Elíseos. A pesar de lo discreto de su exterior, el interior era bastante lujoso. Su suite era enorme, pero sólo era un poco más grande que la que habían tenido en Atenas.
    Camila esperaba que Benja le hubiera quitado la ropa enseguida. De hecho, no tenía sentido ne¬gar que le deseaba más que ninguna otra cosa. Pero, sin embargo, al entrar en la habitación se quitó la chaqueta, se aflojó el nudo de la corbata y sacó el teléfono móvil.
    -Primero tengo que hacer un par de llamadas -le explicó y, al ver la expresión de su cara, se en¬cogió de hombros y contestó a la pregunta que ella ni siquiera había llegado a pronunciar-. No. no puedo dejarlo para más tarde -le sonrió con dulzura; su voz era aterciopelada-. Lo he dispuesto todo para que te trajeran un vestido para salir a cenar esta noche. Podrás ir de compras mañana -le dijo con cierto brillo en los ojos-. Ve y enséñamelo cuando te lo hayas puesto -añadió dirigiéndose hacia el dormitorio en el mismo instante en que alguien llamaba a la puerta. Se dio la vuelta-. Y no tardes.
    Camila se sintió como una niña pequeña a quien le dicen que se dé prisa y se vista. Nadie jamás le había encargado un vestido especialmente para ella y eso la hacía sentirse incómoda. Pero la estilista hablaba inglés con un adorable acento francés además de ser muy amable y diplomática. -Le he traído algo que creo que le gustará mucho al señor Christou -le dedicó una sonrisa de complicidad mientras le mostraba cuidadosamente el vestido y empezaba a desenvolver, de entre papeles de seda, lo que parecía ser lencería fina-. Creo que este modelo será parfait pour ce soir, mademoiselle. ¿Quiere probárselo para que pueda comprobar su talla?
    Camila sonrió a la estilista, diciéndose a sí misma que aquella mujer sólo estaba haciendo su trabajo. Contempló el vestido. Era de color rojo brillante y muy extravagante, de un color y un esti¬lo que ella jamás habría elegido. Sobre la cama había lencería a juego: un escandaloso sostén, un diminuto tanga y un liguero.
    Camila supuso que habría mujeres a quienes les encantaría todo eso, pero a ella le parecía ver¬gonzoso. Camila se preguntó si la estilista propor¬cionaría a Benja aquel tipo de servicio regular¬mente. Mientras tanto, empezó a desnudarse para probarse el vestido rojo de encaje.
    Vestida con aquel atuendo parecía que estaba buscando clientes en Pigalle.
    Entró en el dormitorio tambaleándose sobre aquellos tacones de aguja de color rojo y Benja, que estaba hablando animosamente por su teléfono móvil, se giró. Al ver la expresión de Camila son¬rió de satisfacción. Inmediatamente se despidió y cortó la comunicación.
    Había algo en sus oscuros ojos que Camila no reconocía, algo que no le gustaba. Un trato como el que habían hecho de tener sexo a cambio de dinero cuando el sexo era estupendo no estaba tan mal. Y necesitaba urgentemente el dinero para su amiga. Además, se trataba de tener sexo con tu ex, no con un extraño.
    ¿Pero por qué entonces se sentía ahora tan sucía? ¿Tan barata? ¿Por tenia la sensacion de que se había vendido?. Pues porque lo había hecho. Y porque la cruda realidad no tenía nada que ver con sus sueños. Ser su amante le estaba dejando un mal sabor de boca. De repente, tuvo ganas de ser su esposa otra vez.
    -¿ Camila? -le preguntó-. ¿Que te pasa?
    Frustrada y furiosa, se quitó uno de los zapatos de tacón y lo lanzó contra la pared.
    Desconcertado, Benja vio cómo le seguía el otro zapato. Despues, Camila agarró la cremallera y la desabrocho, dejando que el vestido se deslizara por su delicioso cuerpo. Una vez estuvo a sus pies, lo recogio del suelo y se lo lanzó a Benjamín.
    El lo atrapó en el aire y lo sostuvo frente a ella como el capote de un torero.
    -Como Striptease deja mucho que desear -comentó irónicamente.
    -Nada más lejos de mi intención.
    -¿Acaso no te gusta el color?
    -¡Lo odio! ¡Me hace parecer una fulana!
    Pero Benja agitó la cabeza, soltó el vestido sobre la cama y se acerco a ella sigilosamente.
    -Al contrario, te hace extremadamente bella. Con el pareces toda una mujer. Una mujer vestida tal y como debería vestir. Con la ropa más cara que el dinero puede comprar.

    A Camila le enfermaba todo aquello. La disparidad existente entre sus mundos era algo más que perturbadora. Ella se sentía mucho mejor con su ropa aunque fuera barata.
    -Con lo que cuesta este vestido puede comer una familia de cuatro miembros durante un mes.
    -Puede ser, pero el placer que me produce verte con él tiene un valor incalculable -le susurró to¬mándola entre sus brazos y besándole el cuello-. ¿Acaso eso no hace que merezca la pena?
    Camila cerró los ojos. -Benja, ¡basta!
    Él deslizó la manos entre sus muslos. -Sabes que te gusta -murmuró.
    -Hay una mujer esperando pacientemente al otro lado de la puerta.
    -Pues deja que espere -dijo con arrogancia.
    -¡No!
    -¡Sí!
    Posó su boca sobre la de ella y la besó apasio¬nadamente hasta hacer que se derritiera y desistie¬ra de oponer resistencia a su poder.
    Por un momento Camila vaciló. El movimien¬to de sus expertas manos le estaba haciendo estre¬mecerse. El deseo se había apoderado de ella, pero con un esfuerzo sobrehumano, se apartó de la sua¬vidad de sus caricias y, con la respiración entrecor¬tada y las pupilas dilatadas, lo miró fijamente ne¬gando con la cabeza.
    -¡No! -repitió.
    -No hablas en serio -protestó Benja, preguntán¬dose si sabía lo espléndida que estaba mostrando aquella actitud desafiante y luciendo, de la forma más sexy que jamás había visto hacerlo a otra mujer, aquella sorprendente lencería. ¿Era ella la misma chiquilla tímida con la que se había casado? ¿Era ella la mujer a quien había arrebatado su virginidad?
    -¡Oh, sí! ¡Claro que sí! No voy a dejar a esa pobre mujer esperando mientras nosotros...
    -Le diré que se vaya.
    -No lo harás.
    -Haré lo que me dé la gana.
    -No si quieres mi cooperación.
    -Tenemos un trato -le aclaró.
    -Que no incluye poner en una situación emba¬razosa a alguien que está trabajando.
    -Se supone que tú también deberías estar ha¬ciendo tu trabajo. ¡Eres mi amante!
    -Y mientras no haya una sentencia definitiva, también sigo siendo tu mujer. Y como tal merezco un respeto. Así que más te vale mostrármelo.
    Ambos guardaron silencio por un momento, pero, de repente, Benja comenzó a sonreír.
    -Ciertamente, aún sigues siendo mi mujer. -admitió resistiéndose al deseo-. Pero, dime, ¿qué es lo que realmente te molesta? ¿Que la ropa sea cara o que alguien haya elegido por ti? ¿O quizá sean ambas cosas?
    Benja vió cómo ella dudaba y supo que de nuevo se encontraba en la posición de tener que aplacar el genio de su mujer. Pero, ¿por qué iba a molestarse en hacerlo cuando, por derecho propio, podía chascar los dedos y exigir que le diera lo que realmente necesitaba?
    Porque, de repente, se dio cuenta de que no quería aplacar su genio. Quería que siguiera siendo Camila. La Camila testaruda, fuerte, exasperante y a la vez cautivadora.
    ¿No sería más sensato hacer que se relajara?
    Benja tomó aire mientras pensando que aquello haria que ella fuera más dócil. Y de repente sintió que el corazón le daba un brinco. Sentía la necesidad imperiosa de verla sonreír.
    -¿Qué te parece si, mañana por la mañana, te doy una de mis tarjetas de crédito para que vayas de compras?
    Camila sabía que le estaba haciendo aquel ofrecimiento en son de paz, pero lo que él no sabía era que aquello la ofendía. Para ella sólo era una tarjeta de plástico aunque él probablemente pensara que era el regalo más maravilloso que podía hacerle a una mujer.
    -¿Tanto confías en mí como para dejarme tu tarjeta de crédito?
    -No te aconsejaría que despilfarraras -le dijo con cierto tono de humor.
    Camila contemplaba la sensualidad de las líneas de su boca. Las mismas que pronto estarían besando las partes más íntimas de su cuerpo. Al pensar en ello, Camila sintió los primeros síntomas de excita¬ción en su cuerpo.
    -¿Cuántas prendas crees que podré lucir en una semana?
    -Ahí está la ironía del asunto -dijo encogiéndo¬se de hombros. Cuanta menos ropa utilices mejor, agapi mu. De eso se trata.
    Al menos la obviedad de las palabras de Benja la hizo volver a la realidad. Su corazón empezaba a asimilar que aquel acuerdo sólo era algo tempo¬ral, ¿Por qué entonces parecia estar contando las horas como si fuese una mujer encarcelada? Era una amarga verdad que fuera tan fácil acostumbrarse a la cara del hombre al que una vez habías amado?
    «¿Y al que aún amas?», le dijo la voz de su conciencia.
    No. El deseo no tenía nada que ver con el amor. Dejó a un lado aquellos pensamientos y le lanzó una sonrisa evasiva.
    -¿Entonces por qué perder el tiempo compran¬do ropa?
    -Para que yo pueda quitártela -murmuró cons¬ciente de que sus palabras la habían herido.
    Deseó entonces haber podido evitarlo. Y deseó mucho más. Por un momento quiso soltar las hor¬quillas que sujetaban su dorada cabellera para hun¬dir su cara en la espesura de su pelo y poder borrar así el pasado como si nada hubiera pasado.
    Pero entonces se obligó a recordar la razón por la que ambos se encontraban a solas en la habitación de un hotel de París. Ella quería dinero y él quería sexo. Oferta y demanda, Simplemente.
    Dejó que su mirada deambulara lentamente sobre su cuerpo como si se hubiera tratado de cualquier otra mujer. Lo estaba haciendo de una forma totalmente provocativa y sensual. Y él lo sabía. Pero cuando una mujer vendía su sexualidad perdía todo el respeto que pudiera merecer ya fuera su esposa o no.
    -¿Por qué no vas a despedirte de la estilista y vuelves luego para que podamos terminar con esto?
    Benja deslizó suavemente un dedo sobre uno de los pezones atrapados bajo el sostén de encaje y pudo sentir cómo se excitaba. Como respuesta, los labios de Camila se separaron instintivamente incitando ser besados. Cualquier hombre podría haberse perdido en una mirada como aquélla, pero, haciendo un esfuerzo sobrehumano, Benja se giró mientras sentía que el poder de haberse resistido a aquel beso era un acto casi sexual en sí mismo.
    -De hecho -volvió a girarse para mirar el vesti¬do rojo-, como parece ser que no vas a tener nada que ponerte esta noche, sugiero que llamemos al servicio de habitaciones y pasemos aquí la velada -añadió acariciándole el trasero.
    Camila sentía ganas de decirle que no jugara con ella como si se tratara de una marioneta, pero la vulnerabilidad que albergaba en su interior la asustaba más que el poder sexual que él ejercía so¬bre ella. Se sentía atraída hacia él física y emocionalmente, pero lo cierto era que se sentía más viva de lo que lo había estado en años.
    ¿Qué diría Benja si le dijera que deseaba poner fin a su acuerdo y marcharse de allí en ese mismo instante?
    Diría que estaba mintiendo. Y, por supuesto, tendría razón.


    Capítulo 9
    VAMOS a pasar nuestros últimos dos días aquí? -preguntó Camila con total tranqui¬lidad mientras acariciaba uno de los brazos de Benja.

    Estaban tumbados en la cama contemplando el paisaje florentino. Benja estaba relajado, se sentía en paz y se giró para mirar a Camila y admirar lo joven que parecía. Se la veía casi tan joven como cuando la conoció. Y así era como más le gustaba, al natural. Incluso la ropa tan elegante que tanto había insistido en comprarle no podía compararse con su encanto natural. Aquellos ojos azules y la perfección de su piel ni siquiera necesitaban ma¬quillaje para resaltarlos y su pelo era mucho más bonito cuando caía suelto y enmarañado.
    Le resultaba patético, pero a la vez conmovedor que, después del orgasmo cuando sus sentidos aún estaban adormecidos pero a flor de piel, su mente le Jugara malas pasadas. Los recuerdos del pasado le torturaban pero también le confirmaban que las cosas jamás podrían volver a ser iguales. Incluso aunque pudieran serlo, él no quería. Benja cerró los ojos. Por supuesto que no quería.
    Pero las cosas podían llegar a verse de forma diferente. Era como si hubiera abierto los ojos y hubiera visto que la vida que lo rodeaba estaba en
    constante movimiento haciendo que incluso el pasado más reciente tuviera el poder de transformar los acontecimientos.
    Recordó la tensión que hubo entre ellos en París después de que la estilista se hubiera marchado y recordó el resentimiento de Camila ante la acti¬tud que había mostrado hacia ella. Después, mientras ambos se dejaban llevar por el deseo, se fue¬ron a la cama e hicieron el amor de forma salvaje. Parecía ser otro encuentro apasionado pero carente de toda emoción. Sin embargo cuando ambos se miraron fijamente a los ojos... Había sucedido algo, ¿pero qué? Parecía que había tenido lugar una de esas ex¬trañas distorsiones temporales en las que el pasado y el futuro se disuelven en el presente. Aquella no¬che, habían unido sus cuerpos dejando a un lado la amargura y las discusiones, estrechándose con dul¬zura y cariño. Benja casi se había quedado sin res¬piración. Era como si jamás hubieran estado sepa¬rados. Como si el tiempo no hubiera pasado. Ella lo había besado y él había correspondido a sus be¬sos. Y aquello le había desconcertado porque le ha¬cía sentir cosas que no quería ni esperaba sentir.
    El era un hombre muy poco sentimental y nada propenso a la introspección por lo que aquello le inquietaba sobre manera. Pero eso fue hasta que recordó que su forma de hacer el amor siempre habia sido sensacional. Lo que había entre ellos era una poderosa química sexual. Nada más. Y eso habia ayudado a superar su extraña sensación de desasosiego. Pero en aquel momento ella lo había echado todo a perder.
    -¿Nuestros últimos dos días? -repitió despacio como si estuviera pronunciando su sentencia de muerte.
    -Bueno sí. Acordamos que esto duraría una se¬mana, ¿recuerdas? Y la semana está a punto de acabar.
    Su acuerdo. Benja hizo un gesto de desprecio, pero quería que ella le recordara el dinero para no olvidar lo que ella estaba dispuesta a hacer para conseguirlo. Así le resultaría más fácil admitir que, en realidad, se había olvidado del maldito trato.
    -Así es -murmuró, echándose a un lado dejando al descubierto la poderosa musculatura de su bron¬ceado cuerpo y el innegable indicio de su excita¬ción-. ¿Quieres que nos quedemos aquí en Floren¬cia o prefieres que vayamos a Barcelona? Como prefieras. También podemos volver a Atenas...
    Tener que elegir entre tantas ciudades descon¬certó a Camila, quién, de repente, se sorprendió al darse cuenta de que lo que quería era regresar a Atenas a pesar de que todo lo relacionado con Gre¬cia le hiciera sentir nostalgia.
    «Tienes que hacerle frente», pensó. «<pronto volveras a Inglaterra siendo una mujer mucho más rica y sabia. Una mujer decidida a dejar atrás todo lo que una vez la unió a Benja».
    -Volvamos a Atenas -dijo suavemente deslizando sus manos entre los muslos de el, contenta de que Benja cerrara los ojos y evitara así contemplar el dolor que reflejaba su rostro.

    El avión despegó poco despues de amanecer y ambos regresaron a la gran torre acristalada situada entre jardines repletos de plantas exoticas. Mientras subían en el ascenso que conducía hasta su ático, Benja aprovechó para besarla en el cuello e introducir la mano por debajo de su falda hasta hacerla gritar de placer ante sus expertas caricias.
    Cuando Benja abrió la puerta, ambos se apresuraron a abalanzarse el uno sobre el otro como si fueran dos personas que no tenían un segundo que perder. Primero, la tomó en el suelo y después la llevó hasta el jacuzzi para hacerle el amor entre las suaves y cálidas burbujas hasta que Camila gritó de placer y de la maravillosa sensación que la em¬bargaba al ver que todo era perfecto.
    Después, nadaron en la piscina privada, pidie¬ron el almuerzo al servicio de habitaciones y más tarde disfrutaron de lo que Camila podía denomi¬nar un menú degustación de las artes amatorias de Benja.
    Sin embargo, cuando estaban cenando y be¬biendo champán, Camila sintió el corazón apesa¬dumbrado. Contemplaba en silencio los limoneros que adornaban la terraza del restaurante mientras se preguntaba cómo quedarían las cosas entre ellos. ¿Discutirían por la cantidad de dinero que el le debía? ¿O acaso se comportaría como un caba¬llero y le extendería un generoso cheque? ¿Y cómo se sentiría ella en aquel momento?
    Camila suspiró. Al principio no le había resultado difícil aceptar aquella negociación, pero ahora el dinero parecía estar fuera de lugar. Había ido demasiado lejos, más de lo que un principio había previsto, y había traspasado una línea de la que no sabía si había marcha atrás.
    Benja vio la confusión que reflejaba su rostro y se preguntó si su mente le estaba jugando las mismas malas pasadas que a él. Le acarició suave¬mente el rostro y, de repente, quiso más.
    Le agarró el rostro con las manos y la miró fija¬mente durante un buen rato. Sus ojos parecieron hacerle todo tipo de preguntas antes de que se in¬clinara y la besara. Empezó a acariciarle suave¬mente los labios hasta que Camila le correspondió abriendo los suyos. Entonces, ella le rodeó el cue¬llo con sus brazos y lo besó apasionadamente. Benja percibió en su boca el sabor del vino y del chocolate, pudo oír sus pequeños gemidos de placer y sentir la suavidad de sus pechos contra él.
    Como si todo aquello formara parte de un sue¬ño, Benja se colocó encima de ella pidiéndole y recibiendo en silencio, su consentimiento mientras que ella separaba las piernas ofreciéndole poseerla de una sola y deliciosa embestida.
    Benja se estremeció al penetrarla y ver cómo sus pupilas se dilataban de placer. Gimió queriendo prolongar su gozo, pero no se atrevió a hacerlo. Porque algo intangible se había colado entre ellos.
    No habían hecho el amor de aquella forma en años.
    -¿Benja? -pronunció su nombre con voz temblorosa porque sus besos y sus caricias le recordaban las que le dedicaba antaño.
    -Kesero -murmuró con voz vacilante.
    Camila sabía que aquello significaba «lo sé»
    Era como si Benja entendiera pero, ¿estaría experimentando lo mismo que ella? Se suponía que aquello no debía suceder, de hecho, tal y como intentaba convencerse a sí misma, aquello no estaba sucediendo. Todo estaba en su poderosa imaginación, pero aquellas oleadas de placer eran sin embargo, reales.
    Camila podía sentir el calor húmedo de su cuerpo mientras se movía dentro de ella y la pre¬sión de sus fuertes caderas contra las suyas. Su cuerpo se arqueó y le acarició el trasero. El placer había crecido hasta llegar a un punto casi insopor-table. Por fin, se dejó llevar y alcanzó el climax en perfecta sintonía con Benja.
    Benja contempló las sombras que jugaban en el rostro de Camila y el brillo de sus ojos mientras ella sonreía. Entonces supo que no había tenido bastante.
    -No quiero que esto termine, Camila.
    -Pero se acaba, ¿no es así, Benja?
    -Pero, ¿por qué? No hay nada que nos impida continuar de esta forma... Porque así es perfecto. Sin falsas esperanzas y, por lo tanto, sin decepcio¬nes. De esta forma todo resulta simple. De esta forma nadie resulta herido ni se incumplen las pro¬mesas.
    Camila frunció el ceño. -¿Continuar de esta manera? -repitió despa¬cio-. ¿Cómo exactamente?
    Sus ojos negros brillaban como si fuesen dos trozos de azabache. -Quédate... Ella esperó. -Y sé mi amante.
    A pesar de que pudo mantener firme la expre¬sión de su rostro, el corazón le dio un vuelco. Así que ésa era su oferta. Más de lo mismo. Una sim¬ple extensión de aquel contrato insultante. ¿Tenía idea de lo mucho que le dolía? Sin embargo, a pe¬sar de que le hiciera daño, la idea de separarse de él le causaba tanto dolor, que incluso estaba dis¬puesta a considerarlo.
    Pero su oferta la hacía sentir como si fuera mer¬cancía. Quizá ésa era la intención de Benja. Lo había hecho anteriormente y lo estaba volviendo a hacer. Pretendía recordarle cuál era su papel en su vida.
    Pero lo quería, siempre lo había hecho y siem¬pre lo haría a menos que el tiempo viniera en su auxilio, cosa que probablemente sucedería. Ser su amante durante una semana no era suficiente para saciar la atracción sexual que existía entre ellos.
    Quizá si se quedara, ambos podrían llegar a colmar sus ansias. Pero, en realidad, sólo estaba buscando excusas para enmascarar la verdadera razón por la que quería quedarse. Lo amaba. Pero admitirlo le dolía. Mucho más cuando él le había hecho tanto daño. Así que decidió que ella también quería hacerle sufrir y comprobar si había algo de vulnerabilidad corriendo por sus venas. Lo miró fijamente.
    -¿Cuánto tiempo tienes en mente? -le preguntó y vio cómo la inconfundible sensación de triunfo se reflejaba en los labios de Benja.
    -Podemos fijarlo en...-se encogió de hombros-. ¿Un mes?.
    Camila asintió. -Muy bien. Continuare siendo tu amante, Benja -le dijo suavemente, pero cuando vio que su expresión empezaba a relajarse, le propinó un golpe de de efecto-. Pero jamás volveré a ser tu esposa.
    Se hizo el silencio entre ellos. Camila había herido su orgullo y la posibilidad de que ella lo re¬chazara lo estaba atormentando.
    -No recuerdo haberte pedido que fueras mi es¬posa otra vez. Pero, ya que lo dices, ¿por qué de¬monios no te gustaría volver a serlo?
    Camila vio cómo la ira inflamaba sus ojos, pero sabía que no podía salir huyendo.
    Tarde o temprano, tenía que decírselo. Ambos necesitaban enfrentarse al pasado por muy doloro¬so que les resultara y fueran cuales fueren las con-secuencias.
    -Nuestro matrimonio fue un desastre, Benja. Y lo sabes.
    -Y me echas a mí la culpa, ¿no es así?
    Ella lo miró fijamente.
    -Simplemente intento decirte cómo fue. Quizá hubiera sido diferente si no hubiera tenido que pa¬sar tanto tiempo sola. Me sentía muy sola y todo parecía ir a peor.
    -¿Cómo demonios podías sentirte sola? ¡Tenías a mis padres! ¡A mis hermanas! ¡Estabas rodeada de gente!
    -Gente que no veía con buenos ojos nuestro matrimonio. Sobre todo tu madre.
    -Eras muy joven, extranjera y encima pobre, ¿que esperabas que pensara? Mi familia sólo quería lo mejor para mí. Estoy seguro de que puedes entender que, en un primer momento, mi madre no estuviera emocionada con la idea de haberme casado.
    Su sinceridad la dejó pasmada. ¡Estaba reconociendo la desaprobación de su madre hacia su esposa! Nada había cambiado. Ella aún seguía siendo aquella muchacha. Aún era inadecuada. Aún incapaz de pronunciar una sola palabra en griego. Así que, aunque accediera a seguir siendo su amante, no había para ella esperanzas de compartir un feliz futuro junto a él.
    -Sin embargo, en vez de apoyarme e intentar convencer a tus padres de que podía ser una buena esposa, elegiste no hacer nada. Te marchaste y me dejaste en Atenas mientras tu recorrías el mundo.
    -¡Lo hice por nosotros! -declaró furioso-. ¡Theos, Camila, estaba haciendome un lugar en el mundo de los negocios! ¡No eran unas vacaciones pagadas!
    -Me sentí abandonada en un mundo en el que no encajaba mientras todos mis amigos se lo esta¬ban pasando en grande en la universidad. Ahora, mirando hacía atrás, todo parece más razonable e incluso llevadero, pero entonces me resultó insoportable - Camila se encogió de hombros- Era, como tú bien dices, muy joven.
    Benja, frustrado, agito la cabeza. -No puedo creer que hayas sacado este tema cuando ya no tiene la menor importancia.
    -¿Eso crees?
    -Así es. He sido mas que generoso en mi oferta de convertirte en mi amante. Una oferta que haría que cualquier mujer de Atenas te envídiara. Estaba dispuesto a perdonarte por el comportamiento indiscreto que tuviste cuando aun eras mi mujer. Incluso estaba dispuesto a perdonarte por haberte atrevido a criticar a mi familia, pero, aun así, lo unico que tu me das a cambio es tu ingratitud.
    -¿Ingratitud?
    -¡Ne! ¿Por que no te paras a pensarlo un momento? Como te he dicho, la razón por la que viajaba tanto no era sólo para abrirme camino en el mundo de los negocios, sino para poder comprar nuestra propia casa. Jamás se te había ocurrído, ¿verdad?
    -Y tu jamás te pusiste en mi lugar, ¿verdad, Benja? Tú solo esperabas que me hiciera un hueco en un mundo en el que tú me habías colocado como si fuera un mueble.
    -¡Eres imposible!
    -¡Sólo estoy tratando de explicarte cómo me sentía!
    -¿Acaso crees que los matrimonios no tienen momentos de crisis?
    -Desde luego, el nuestro nunca salió de ella. ¡Te mostrabas tan distante, Benja! Me sentía en el último lugar de tu lista de prioridades.
    -¡Eras demasiado exigente! Estaba empezando a saber cómo hacer negocios y tenía que ganarme el respeto de todas aquellas personas que estaban deseando ver fracasar al hijo del jefe. Cuando vol¬vía a casa lo único que quería era desconectar.
    Camila negó con la cabeza. Se sentía herida y frustrada. ¿Acaso no veía cómo se había sentido? Obviamente no. Benja no era un hombre a quien le interesaran las opiniones o los sentimientos de una mujer. Para él, el papel de una mujer era mera¬mente decorativo y sexual y eso no iba con ella.
    No tenía sentido seguir hablando del pasado. Ya no. Nada podía hacer ya que su relación fuera lo que debería haber sido. Camila suspiró.
    -Podríamos permanecer aquí todo el día insul¬tándonos, ¿verdad? Creo que, para hacernos un fa¬vor a ambos, es mejor que regrese a Inglaterra. Así que rechazo tu oferta de seguir siendo tu amante.
    De Todas formas, muchas gracias, Benja
    -¿Me estas rechazando? -preguntó sorprendido.
    El instinto de supervivencia no le dejaba otra opción. Camila podía ver que, al rechazarlo, había herido su orgullo y su ego, pero era lo mejor que podía hacer por su bien. Sin embargo, aquel momentó no le causó ninguna felicidad. Sabia que era el momento del adiós. La puerta entre el pasado y el presente que siempre había permanecido semiabierta entre ellos estaba a punto de cerrarse de un portazo.
    En cierta manera, ¿no lo había empeorado todo al haber viajado hasta Atenas? Al menos en todos aquellos años había aprendido a vivir sin él. Se había acostumbrado a una vida sin pasión sin sexo, y ahora tendría que hacerlo de nuevo. La diferencía estaba en que ella era mayor ahora. Ya no tenía aquellos sueños de juventud en los que imaginaba que lo que sentía por Benja podría sentirlo igual-mente por otro hombre algún día. No lo haría, ahora lo sabía, y no estaba siendo pesimista, sino realista.
    -Sí, te estoy rechazando -contestó con calma.
    Alzó la barbilla como si estuviera en un cuarto rodeada de enemigos, pero el único enemigo que tenía contra ella era su instinto. El mismo que la incitaba a abalanzarse contra él y perderse entre sus brazos para rogarle que la besara, que la amara, Pero se contuvo.
    -Vuelvo al Astronome. Mañana por la tarde volaré de vuelta a casa tal y como estaba previsto.
    Hubo un momento de confusión en el que Benja bien podría haberla detenido, pero algo le dijo que era una estupidez hacerlo. El mundo había de¬jado ser bello y se enfrentaba de nuevo a la cruda realidad.
    -Muy bien -dijo Benja con una voz tan fría como el hielo-. Haré que alguien se ocupe de re¬servarte un vuelo a Londres.



     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Que triste esta ultima parte los dos son tercos ninguno quiere dar el brazo a torcer
     
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  11. asignatura pendiente
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    Que bueno que volviste a publicar extrañaba tus novelas! Que lastima ,espero que Camila no se vaya,mejor dicho que Benja la retenga.Yo pense que ya le habia quedado claro que ella nunca le habia sido infiel
     
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  12. julietagr
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    como siempre muy buenos tus capítulos. Ya estaba extrañándola.
    Espero que no tardes tanto en publicar los próximos. Suerte
     
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  13. asignatura pendiente
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    No la dejes asi, continuala esta muy buena! esta y tus otras adaptaciones tambien
     
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  14. Valeria Duque Gutierrez
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    Donde está la otra parte está muy buena
     
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    Conoces a l@s Abuel@s

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    Podrían poner el libro original para leerlo ?? por favor la historia es muy buena
     
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