Rebelde Way: el reencuentro

Un pequeño fic… Espero que les guste

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  1. REBELDEWAYMARCOMIVIDA
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    Jajaja ellos dos van a arruinar la fiesta! Uo creo que Marizza se va a estallar. Y sobre su separacion debe ser un mal entendido o algo asi... Ojala!
    Seguila pronto!:-)
     
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  2. lore20
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    Recién comienzo con la historia y me encanta! que habrá pasado con Pablo y Marizza :( espero q publiques prontoo! besos!
     
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  3. lore20
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    espero que sigas con la historia!! :)
     
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  4. asignatura pendiente
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    MMe sumo al pedido, no lo dejes esta muy bueno.
     
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  5. anacaro
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    Si porfa siguela que muero por saber que pasara en esa fiesta de compromiso con lo chiquilines que son esos 2
     
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  6. Lola19
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    Yo también me uno !!! Síguela !!!;)
     
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  7. piru
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    me sumo a los pedidos de que continues esta novela. Quiero saber que pasa en la fiesta !!!!!!! seguila cuando puedas!!!!!!!!!!
     
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  8. nhoa33
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    Buenas noches,

    Aquí está un nuevo capítulo. Sé que dejé abandonada la historia pero ahora no voy a parar hasta terminarla. En este capítulo sabemos parte de lo que pasó entre Pablo y Marizza (con inspiración en One Tree Hill por cierto). ¡Saludos!

    Capítulo 4: el anillo




    “-Las partidas abandonadas nunca son partidas acabadas y lo inacabado siempre vuelve, una y otra vez.
    -¿Hasta cuando?
    -Hasta que acabas con ello o ello acaba con vos.” Anónimo.


    Con Marizza y Mía


    “No tenemos porque hacer esto Marizza”.

    Mía no entendía y Marizza no le podía explicar. Claro que tenían que hacerlo, no les quedaba más remedio que ir a la fiesta de ese tarado. No es que a Marizza le hiciera ilusión, todo lo contrario. Pasar de años sin verse a un encontronazo fortuito y una fiesta de compromiso era ir demasiado rápido. Y entonces, ¿por qué iban? Eso es lo que Mía no podía parar de preguntarse.

    “Tómatelo como una fiesta Mía, ¡a ti te gustaban las fiestas antes!”

    “¡No te hagas la tarada!”

    Mía tomó a Marizza de las manos y la forzó a mirarla.

    “Marizza, la vida nos golpea ya mucho como para encima hacernos daño gratuitamente. Llevas años sin ver a Pablo, no tienes porque bancarte esa fiesta”.

    “¡Claro que tengo que hacerlo! ¿No entiendes?”

    Marizza lamentaba haber alzado la voz pero no lo pudo evitar.

    “No, no entiendo pero explícame; yo te escucho”.

    Marizza resopló.

    “Han pasado años Mía. Si no puedo ir a esa fiesta, ¿en qué me convierto? He recorrido el mundo, me he caído y me he levantado, he luchado, he crecido; he sobrevivido, como todos hacemos. No puedo ser una niña frágil de quince, ¿entiendes?”

    Mía se mordió el labio. Así que eso era.

    “Entonces deja de pensar como si tuvieras quince. La madurez también es ser inteligente y hacer lo mejor para uno. Ser maduro es no hacer algo cuando sos consciente que te va a hacer mal. Esto no es un desafío Marizza, no tienes nada que demostrar a nadie; y menos a él”.

    “¡No es por él!”

    “¿Y entonces? ¿Por quién es?”

    “¡Por mí! Necesito ser capaz Mía. Necesito demostrarme a mí misma que Pablo Bustamante no influye más en mi vida”.

    Mía suspiró. No era buena idea acudir a esa fiesta, lo sabía. ¿Saben cuando están por hacer algo y todo su cuerpo dice “NO”? No hay explicación racional, simplemente sabes que no va a ir bien.

    “No es buena idea”.

    “No, no es pero no hay más ideas Mía”.

    Mía inspiró lentamente y cedió. Marizza había madurado mucho pero hay cosas que uno no puede cambiar. No iba a cambiar de idea, necesitaba equivocarse por ella misma; entonces, ahora y siempre. Mía aceptó que lo único que podría hacer esa noche es recoger los pedazos.

    “Está bien, como vos quieras. Cambiémonos porque ya vamos tarde”.


    Con Pablo, Guido y Tomás


    “¡Che! ¡Qué bueno que hayan venido! Los echaba de menos ya eh!”

    “¡Rubio! Esto está lleno de minas, que bueno que ahora son todas para mí. Uno casado, el otro por casarse, ¡Guido es su hombre chicas!”

    Pablo y Tomás se miraron como desesperados.

    “Café, ¿no va siendo hora de que sientes la cabeza vos?”

    “¡Pero qué va a sentar! Si nadie se lo banca el suficiente tiempo!”

    “Deja de criticarme Tomás, me voy a ligar. Nos vemos luego”.

    Pablo lo siguió con la mirada riéndose.

    “¿Tienes un segundo Pablo? Me gustaría que hablásemos”.

    “SÍ, dale. Vamos a mi cuarto, lejos de tanta gente.”

    El cuarto de Pablo era mucho más de Malena que de él. En verdad apenas había huellas de su presencia en él.

    “Dime Tommy, ¿qué pasa?”

    Tomás se sentó sobre la cama cabizbajo.

    “Sé que no es el mejor momento pero últimamente con la campaña apenas te veo”.

    “Sí, yo sé. Te juro que cuando las elecciones pasen todo va a estar mejor”.

    Pablo tomó asiento al lado de su amigo, preocupado por su actitud.

    “¿Qué pasa? Me estás asustando Tomás”.

    “Pilar no está enferma”.

    Pablo no entendía, Tomás les había dicho que su mujer no acudiría por un ligero resfriado. ¿Para qué mentir?

    “¿No le apetecía? Está bien, no hay problema”.

    “No es eso”.

    “¿Y entonces qué es?”

    “Me entregó los papeles del divorcio esta mañana. Solo falto yo por firmar”.

    “¿Qué dices? ¡No puede ser! Yo sabía que ustedes no andaban muy bien pero ¿divorcio? ¡Tienes que pelearla Tommy!”

    Tomás se levantó, cansado.

    “¿Y para qué? No éramos felices. Se terminó hace años lo nuestro. Hace un tiempo discutíamos, nos odiábamos, ahora ni eso. Los últimos meses parecíamos compañeros de piso con mucha confianza. Ni siquiera hay mala onda”.

    “Pero ¿Y Simón?”

    “Simón está bien, le estamos explicando de a poco ¿viste? Y bueno, ninguno se va a mover de la ciudad así que vamos a optar por una custodia compartida”.

    Pablo no lo podía creer, eran muchos años.

    “Tiene gracia, ¿no? Cuando teníamos veinte y andaban todos divirtiéndose, yo casado; ahora que tenemos treinta y todos sientan la cabeza, ¡yo voy y me divorcio! Todo al revés lo hago”.

    Pablo sonrío a su amigo y le dio una palmadita en el hombro.

    “No seas boludo. Sabes que creo que a mi me hubiese gustado disfrutar de todo lo que vos has disfrutado”.

    “Pero lo vas a hacer ahora, ¿no?”

    Pablo trató de cubrir rápidamente su error.

    “¡Sí! Obvio, que me hubiese gustado hacerlo antes digo”.

    “Estabas hablando de Marizza, ¿no? De cuando ustedes estaban juntos”.

    “¡No! Pero qué decís Tommy? Te invito a mi fiesta de compromiso y me hablas de Marizza vos ¿qué te pasa?”

    “Vos sacaste el tema Pablo”.

    “¡Yo no saqué nada nene! Bueno, da igual. Total la voy a ver en cualquier momento a la colorada que, por cierto, ya no es tan colorada”.

    “¿Qué decís?”

    “Sí, está más caoba ahora, más oscura”.

    “Pero no del pelo, de Marizza. ¿Está acá?”

    Pablo suspiró.

    “Ah claro, te vi tan poco que ni te conté. Marizza y Mía vinieron a Buenos Aires a cuidar del hermano porque Franco y Sonia se fueron tras el divorcio. Me la encontré de casualidad el otro día en un mercado”.

    Tomás no podía creer lo que estaba oyendo.

    “Para y ¿la invitaste hoy?”

    “Sí, a ella y a Mía”.

    “¡Pablo!”

    “¿Qué? No empieces como Manu eh”.

    “¿Y qué dijo Manu?”

    “Que si era mala idea, que si porque lo hacía y blablabla”.

    “Tiene razón. ¿Por qué lo haces?”

    Pablo se paró delante de Tomás.

    “¿Me estás jodiendo? Durante años me has dicho que la corte con Marizza, que me olvide, que lo supere, ¡que crezca! Bueno, crecí. Me voy a casar con una mujer maravillosa e invité a una vieja amiga”.

    Tomás no pudo evitar la carcajada.

    “¿Amiga? Me estás cargando Pablo, Marizza y vos jamás fueron amigos”.

    “Bueno, ya basta. Vos sos el que está por divorciarse, no me des consejos”.

    Tomás agachó la cabeza y miró hacía abajo tristemente. Pabló se dio cuenta enseguida de lo que había hecho, eso había sido un golpe bajo y su mejor amigo no lo merecía. Al fin y al cabo tan solo se preocupaba por él.

    “Perdóname Tomás, eso fue horrible. Me puse nervioso y bueno, perdóname de verdad”.

    “No te preocupes, ya fue. Yo sé que el tema Marizza te saca, todo bien”.

    “Vamos a disfrutar de la fiesta, yo tengo que atender a mis invitados y vos olvidarte de Pilar y del quilombo del divorcio”.

    “Sí, tienes razón pero Pablo, un favor te pido”.

    “Dime, lo que quieras. ¿Unas vacaciones? ¿Una mina?”

    Dijo Pablo con sonrisa burlona.

    A Tómas no le hizo mucha gracia, le molestaba que a veces Pablo no pareciera entender que los problemas no se arreglan con un cheque.

    “Nada que ver. Tan solo quiero que esto quede entre nosotros. Yo no estoy listo para hacer público lo del divorcio”.

    “Te juro. Vamos. Va a estar todo bien”.

    Ojalá fuese tan fácil, pensó Tomás.


    Con Mía, Manuel, Marizza, Pablo y Malena



    Nada más volver a la fiesta Pablo vio a su mujer a la vez que Mía y Manuel entraban junto a Marizza. No desaprovechó la oportunidad.

    “Dios mío, aquí hay gente que hacía negocios con mi papá hace veinte años. ¿Qué onda con Pablo?”

    “Buena ya sabes como son las cosas de la política, tiene que mantener sus contactos me imagino.”

    Marizza no pudo evitar volver los ojos; ¿en esto era en lo que se había convertido Pablo? ¿En un pibe que invita a su fiesta de compromiso a todo el que pueda ganarle un voto?

    “Mira quienes están acá. Ven Malena que te quiero a presentar a gente de mi pasado.”

    Malena sonrío a su prometido y le agarró del brazo. Aquella noche estaba despampanante, llevaba un vestido plateado de sirena que destacaba su perfecto tipo. Lo cierto es que no tenía mucho que envidiarle a Mía aunque carecía de esa pequeña luz extra que todo lo iluminaba.

    A Marizza no le sorprendió nada el aspecto de la prometida de Pablo, incluso le recordó a Consuelo por un breve instante. Tenía que reconocer que Malena era exactamente el tipo de mujer que durante mucho tiempo la había hecho sentir insegura. Lo cierto es que Marizza nunca había sido muy consciente del embrujo que parecía ejercer sobre algunos hombres; su belleza era de efecto lento pero eterno.

    “Malena, a Manu ya lo conoces de sobra pero están son Mía Colucci y Marizza Andrade; antiguas compañeras del Elite.”

    Malena sonrío excitada.

    “Ay bueno cariño, “antiguas compañeras del Elite” dice; una supermodelo y una fotógrafa increíble más bien. Me encanta vuestro trabajo chicas; en serio les digo, el de las dos. Son soberbias.”

    Mía y Marizza sonrieron amables, al parecer Malena era hija de su tiempo y se interesaba por lo que sucedía a su alrededor. No parecía la típica muñeca Barbie sin intelecto.

    “Muchas gracias, creo que nuestros padres eran buenos socios de negocios”, añadió Mía.

    “¡Por supuesto! Oí que Colucci está ahora en los States?”

    Mía y Marizza compartieron una mirada cómplice.

    “Sí, está por Nueva York ahora mismo expandiendo la empresa y no sé qué más. Lo cierto es que sus negocios jamás me interesaron.”

    “A mí siempre me apasionaron, de hecho me convertí en empresaria.”

    “Mira vos qué bien, es lindo tener a mujeres emprendedores en este país”, intervino Marizza.

    “Sí, no es siempre fácil pero vale la pena.”

    Pablo tomó entonces a su prometida de la mano en un gesto nada fortuito. Fue entonces cuando Marizza lo vio; un anillo de plata con una diminuta agua marina en medio. Era un anillo sencillo y bello que nada tenía que ver con la exuberante personalidad que Malena acababa de mostrar. Marizza conocía muy bien ese anillo, demasiado bien. Malena vio la dirección de su mirada e intervino.

    “No es gran cosa ¿verdad? A mi no me gusta mucho pero bueno, Pablo insistió en que este fuera el anillo y ¿qué le voy a hacer? ¡Tampoco le iba a decir que no por eso!”, dijo Malena riéndose.

    Marizza seguía mirando fijamente el anillo mientras que Pablo miraba fijamente a Marizza. Manuel buscaba con la mirada a Mía que parecía buscar desesperadamente la manera de evitar el cataclismo que, aparentemente, estaba apunto de suceder.

    “¡Che! Qué linda que está decorada la zona del bar, ¿Me acompañas Malena? ¿No te importa si te robo un momento?”

    “No, obvio que no. Ven que te enseño, lo decoré todo yo sola eh porque Pablo ni ayuda.”

    Mía sonrío incómoda y le hizo un gesto a Manuel con la mirada que parecía pedirle que controlara la situación. Cuando Mía y Malena estaban lo suficientemente lejos y ya no tenía porque disimular, Marizza se fue casi corriendo sin mirar a Pablo ni una sola vez.

    “¿Qué está pasando acá?”


    Pablo y Marizza


    Pablo miró a Manu y, sin contestar, se apresuró a seguir a Marizza. La encontró en la discreta y desierta terraza trasera, desde donde se veía todo Buenos Aires. Marizza podía notar su presencia tras ella y, tras unos segundos retomando su respiración, se dio la vuelta.

    “¿Vos disfrutas haciéndome sufrir? ¿Tanto me odias Pablo? ¿Tanto te sigo doliendo?”

    Pablo le mantuvo la mirada una breve fracción de segundo.

    “No sé por qué te pones así.”

    Marizza río amargamente.

    “Sos tarado pero no tanto. Claro que lo sabes, por eso te has cuidado mucho de tomar su mano de forma que yo viera el anillo. ¿Para eso me invitaste Pablo?”

    “Es solo un anillo Marizza.”

    “¡No! ¡No es solo un anillo Pablo! ¡Es MI anillo y vos lo sabes muy bien!”

    Marizza había gritado desesperada, por suerte estaban lo bastante alejados para que nadie los oyera. Los ojos de Pablo se oscurecieron de forma peligrosa.

    “¡No! ¡No es tu anillo porque vos no lo quisiste!”

    Las lágrimas transformaron el rostro de Marizza en una trágica mueca.

    “¡Yo no te dije que no! ¡Te dije que no en aquel momento!”

    “¿Y qué diferencia hay Marizza? ¡Te pido que estés conmigo para siempre y vos me dices que no en ese momento! Eso es un no al para siempre, ¿no te parece?”

    Marizza comenzó a llorar abiertamente y Pablo, a pesar de todo, se quería morir por ser el causante de esas lágrimas. Trató de acercarse a consolarla pero ella lo rechazó como si su piel la quemase.

    “Han pasado cinco años. Mira a tu alrededor, tienes todo lo que querías. Tienes dinero, tienes la prometida de tus sueños, tienes una carrera. ¿Por qué me haces esto ahora? No te basta ¿verdad? Quieres verme rota a tus pies.”

    “Yo nunca quise verte rota Marizza. Vos fuiste quien me rompió a mí.”

    “¿Vamos a seguir mucho tiempo con el jueguecito de quien rompió más a quien? Aquí la única que está llorando soy yo Bustamente.”

    Marizza suspiró.

    “¿Por qué le diste mi anillo, si ni siquiera le gusta?”

    Pablo la miró tristemente durante unos segundos sin contestar. Marizza se acercó y paró a unos centímetros de su cara.

    “Así que era eso, venganza. Digno de un Bustamante. Menos de una semana en Buenos Aires y ya rompiste una paz de años. Enhorabuena Pablito, batiste tu récord.”

    Marizza se fue a paso acelerado sin que él hiciera nada para detenerla. Tan solo se quedó mirándola ir y pensando en todo lo que pudo ser y nunca fue.


    Con Manu y Mía


    “¿Donde está Marizza?”

    Mía parecida preocupada, por fin había conseguido deshacerse de Malena.

    “Se fue corriendo nada más irte vos y Pablo salió detrás.”

    Mía cerró los ojos e inspiró hondo.

    “¿Me estás cargando Manu? ¡Tenías que cuidarla!”

    “Bueno, ¿y qué querías que hiciera? ¡Si no entiendo nada! ¡Todos saben más que yo!”

    “Pablo le pidió a Marizza que se casara con él y ella le dijo que no.”

    Manuel miró a Mía estupefacto. ¿Así que eso era? Nada de terceras personas ni traiciones irreparables, tan solo eso era.

    “Entonces Pablo tenía razón, ¿dejó de amarlo?”

    Mía se sonrió, qué estúpidos podían ser los hombres a veces cuando se trataba de emociones.

    “¿A vos te parece que dejó de amarlo?”

    Manuel negó con la cabeza; si algo le había quedado claro esa noche, era que entre Pablo y Marizza seguían existiendo demasiadas cosas.

    “Él se lo pidió por razones equivocadas. Era un nene inseguro que tenía miedo de que Marizza lo olvidara, de que fuese demasiado libre. Ella le dijo que eran demasiado jóvenes, que podían esperar pero él no quiso saber nada.”

    Mía empezó a caminar con Manuel tras ella.

    “¿Y entonces Marizza se fue?”

    “Pablo la dejó y Marizza se fue porque no lo pudo soportar.”

    Manuel suspiró.

    “¿Tanta mierda por eso?”

    Mía sonrió y asintió con la cabeza.

    “¿Y por qué se puso así Marizza? ¡Han pasado años!”

    “Fue al ver el anillo.”

    Mía miró a Manuel fijamente esperando a que su cerebro hiciera el resto.

    “¡No! ¿Pablo le dio a Malena el mismo anillo?”

    “No lo sé con exactitud; yo nunca vi el anillo y Marizza jamás lo describió pero por su reacción tiene todo la pinta.”

    “Pero no es tan ruin Pablo.”

    “Es un animal herido, todos hacemos cosas ruines cuando estamos heridos.”

    Manuel negó con la cabeza.

    “Lo siento, tenías razón. Se quería vengar y yo le he dejado como el boludo que soy.”

    Mía se sonrío de nuevo.

    “Parece mentira que no los conozcas Manuel, no podías haber hecho nada. Yo intenté que Marizza no viniera y mira, acá estamos todos.”


    Mía, Manuel, Pablo y Tomás


    La vuelta de Pablo interrumpió la conversación y Mía se abalanzó sobre el rubio preguntando:

    “¿Dónde está Marizza?”

    “No sé. Se fue corriendo, me imagino que a casa.”

    Mía inspiró hondo y le soltó la bofetada de su vida a Pablo en ese mismo momento sin importarle que la vieran.

    “Le vuelves a hacer algo así y me encargo personalmente de vos. ¿Está claro? Bien, porque no te lo voy a repetir más veces.”

    Mía salió hecha una furia mientras Pablo se masajeaba la enrojecida mejilla.

    “Vos y yo tenemos mucho de que hablar eh”, dijo Manuel en su tono de director del Elite. Ahora sí que Pablo se sentía como a los quince de nuevo.

    Fue entonces cuando Tomás llego corriendo y riéndose.

    “¿Era Mía esa? ¿Qué le hiciste che? ¡Menuda cachetada te metió.”

    “¿Lo vio alguien?”, preguntó Pablo.

    “No, está todo el mundo en el bar. Te están esperando por cierto, quiere hacer un discurso el padre de la novia.”

    Sin una palabra más Pablo se dirigió hacía la muchedumbre de invitados y Tomás, viendo la seriedad del asunto, dejó de reír.

    “¿Se puede saber qué le pasa?”

    “Marizza le pasa.”

    Tomás suspiró.

    “Lo sabía.”

    “¿Vos sabes por qué rompieron?”

    Tomás miró a Manuel extrañado.

    “Y no, vos sabéis que Pablo nunca le contó a nadie.”

    Manuel asintió con la cabeza y se bebió de un trago la copa de champán que tenía en la mano.

    “Dile que te cuente, te vas a sorprender.”

    Tomás observó como Manuel se dirigía hacía la salida cabizbajo. ¿Qué demonios estaba pasando? Ni una semana en Buenos Aires y ya estaba todo patas arriba. Tomás se preguntaba si Pablo se habría dado ya cuenta que su fiesta de compromiso con Malena había terminado por girar entorno a él y Marizza. Tomás negó con la cabeza; campos electromagnéticos decía Manu, debía ser eso; eso o un terrible sadomasoquismo compartido.


    Con Mía y Marizza


    Cuando Mía llegó a casa se esperaba lo que se iba a encontrar. Ahí estaba Marizza sentada en la terraza, la mirada perdida en el frente. Mía se acercó sin mediar palabra y se sentó junto a Marizza. Sabía que si ella quería hablar, hablaría; sino podía guardarle compañía con silenciosa presencia.

    “¿Tan horrible fui? ¿Tan malo fue lo que le hice?”

    Mía miró a su amiga fijamente durante unos segundos.

    “Vos sabes que no, el problema lo tiene él.”

    “De vez en cuando sueño con ello, ¿sabes? No muy a menudo pero sí de vez en cuando.”

    “¿Y qué pasa en tu sueño?”

    “Que siempre digo que sí. Digo que sí cada vez, sin excepción.”

    “¿Por qué?”

    “Porque si hubiese sabido que el no me iba a costar perderlo, hubiese dicho que sí.”

    Mía asintió con la cabeza antes de contestar suavemente.

    “Te entiendo pero las cosas no funcionan así. Él te hizo una buena pregunta por razones equivocadas, no arreglabas nada dándole una respuesta correcta por motivos errados.”

    “Pero el precio fue demasiado alto.”

    “Lo sé pero él fue quien fijó el precio.”

    Marizza guardó silencio.

    “Aunque hubieses hecho algo horrible aquella noche, que no lo hiciste, no te hubieses merecido lo que ha hecho hoy. Ni en un millón de años Marizza.”

    “Tan solo es un anillo.”

    Mía sonrío.

    “Tan solo un anillo. ¡Qué tarado que es Pablito che!”

    Marizza soltó la primera carcajada en días.

    “¿Y ahora te das cuenta? ¡Toda la vida te lo llevo diciendo!”

    Mía rió y se abrazó a Marizza.

    “Es el pasado.”

    “Es el pasado. Tienes que dejarlo ir, es lo mejor para vos.”

    “¿Y si él no me deja que lo deje ir?”

    “Todo va a ir bien Marizza. Ahora mismo no sé muy bien cómo pero todo va a ir bien.”


    “No te digo que todo va a ir bien porque todo vaya a ir bien. Te lo digo porque si no te lo crees, no es humanamente posible que vaya a ir bien.” Anónimo.


    ¿Qué les pareció lo que hizo Pablo? ¿Y la famosa ruptura? ¿Quién tiene razón? Pd: ¡Qué divina y madura que es Mía!

    En el siguiente capítulo escucharemos la versión de Pablo, a ver qué dice. E iremos viendo que ha sido de otros antiguos alumnos.
     
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  9. asignatura pendiente
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    Por fin volviste! Ya pensaba que no la ibas a continuar.

    Lo de Pabli una canalla, horrible. Regalarle el mismo anillo? HORRIBLE. YPara colmo de nales Malena diciendo es poca cosa. ..lo que si se nota que sigue dolido y aun la ama.
    No veo la hora qdeje a malena.
    Continuala pronto!
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Abuela Escritora
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    Hay seguila pronto, mira que pablo es un tarado
     
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  11. piru
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    gracias por haberla seguido. que tarado que es pablo por diosss!!!!!!!! seguila pronto besos...
     
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  12. lore20
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    que lindo que la seguiste! :3 no puedo creer lo que hizo pablo u.u
     
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  13. REBELDEWAYMARCOMIVIDA
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    Ayyyy que decir ahora por el tarado de Bustamante(hijo)! Lo voy a matar, otra vez Pablo y sus inseguridades...Mi pobre Marizzita, cuando sufrio cuando vio su anillo en el dedo de otra! Pero que tarado que es Pablo se la merecia la bofetada de Mia siii esa fue la mejor parte!
    Muchas gracias por seguir la historia me encanta mucho...
     
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  14. Lola19
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    Gracias por seguirla a sido un capitulo precioso ayyyy pero este pablo no hace las cosas bien síguela pronto
     
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  15. kamila_
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    siguela prontooo
     
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112 replies since 7/2/2014, 19:49   7259 views
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