Comprada como una Mercancia

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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Bebe en camino que emocion ...
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Me encanta !!!!
     
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  3. yisette
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    Hola abuelas gracias por sus comentarios...buen fin de semana...




    Felicidad completa.


    Después de comer, se me pasaron los malestares y, aunque protesté, ninguno de los tres me hizo caso
    y me llevaron de todas maneras al médico a mediodía. Al llegar a la clínica, mi papá estaba
    esperándome. Le avisaron que no me encontraba nada bien y quiso acompañarme. Vale decir, estaban
    los padres de Pablo, mi papá, Michi y Pablo, todos expectantes del resultado de la visita al
    médico.
    — ¿Cómo te sientes? —me preguntó Pablo en mi oído.
    — Imagínate, todos están al pendiente de mí y sé que todos ellos esperan que esté embarazada, ¿y si
    no lo estoy?
    — Si no lo estás, no pasa nada, ¿qué podría pasar?
    — Es que…
    — No será tu culpa, preciosa —me dijo tranquilizador—, yo quiero que estés bien y verte así esta
    mañana… No quiero volver a verte así. Si estás o no embarazada… no cambiará nada.
    Me besó, era tan tierno y amoroso, que no sé si exista en el mundo otro hombre así.
    Cuando me llamaron, Pablo entró conmigo, explicó la situación, sin mencionar que pensábamos
    que podría estar embarazada. El doctor inmediatamente mandó a una enfermera para hacerme algunos
    exámenes, que estarían en una hora. Si quería podía esperar en el box o podía salir. Decidimos salir

    porque yo tenía hambre y aprovecharía de comer algo.
    Nos fuimos al café de la clínica. Me sentía cohibida con tantas atenciones. Todos me trataban como si
    fuera una niña delicada y mimada.
    La mamá de Pablo estaba feliz de haber llegado “en el momento justo”, entre ella y Michi me
    ayudarían, ya que no tenía a mi mamá, ellas tomarían ese papel. Era una mujer muy agradable, a pesar
    de parecer entrometida, no lo era, se preocupaba de mí, quería que estuviera cómoda y bien. No
    parecía mi suegra, al contrario, parecía mi propia madre.
    Una hora más tarde estábamos sentados en el box con el doctor. Eran amigos con Pablo de hacía
    muchos años.
    — No me habías dicho que tenías novia, Pablo.
    — No nos hemos visto, he tenido muchos asuntos que resolver, he estado medio perdido, Guido.
    — Bueno, espero que estas sean buenas noticias —me miró—, estás embarazada. Tienes entre 4 a 6
    semanas de embarazo. Te enviaré con un ginecólogo que hará las ecografías correspondientes y por
    supuesto tus controles normales. Los felicito.
    Yo sonreí y miré a Pablo, estaba mirando la nada.
    — ¿Pablo? —le tomé la mano.
    — ¿Estás… embarazada? —Preguntó como si no creyera, yo asentí, él sonrió— Te amo, Marizza, te
    amo, te amo, te amo…
    Me besó dulcemente. Me avergoncé y miré al doctor que hizo un gesto, seguramente, no éramos la
    primera pareja que reaccionaba de ese modo.
    — Llévala con Tomas —le dijo a Pablo, cuando dejó de besarme—, es el mejor ginecólogo-
    obstetra, estoy seguro que sólo quieres lo mejor para tu novia y madre de tu hijo.
    — Por supuesto, gracias Guido.
    — Espero que me inviten a la boda.
    — Por supuesto que sí —sonrió Pablo.
    Cuando salimos, Pablo no podía ocultar la felicidad, así es que, sin necesidad de decir nada, todos
    me abrazaron, felices de ese primer nieto que vendría. Ahora sí me tratarían como si fuera inválida.
    Después de pasar a un restaurant a celebrar la llegada del “primer nieto”, nos fuimos al departamento.
    Estábamos todos felices. Era hermoso. Ya no me parecía tan terrible estar así si era por mi bebé.
    ¿Cómo se llamaría? ¿Sería niña o niño? Sólo esperaba que fuera sanito o sanita y que se pareciera a su
    papá, con sus mismos ojos, como espejo, en los que todavía me perdía y me encontraba, en los que
    estaba guardada, hoy más que nunca, en esa caja de cristal, donde me tenía protegida.
    — ¿Pasa algo malo? —la voz de Mora, la madre de Pablo, me sacó de mis pensamientos. Sin
    darme cuenta, me había quedado mirando fijamente los ojos de su hijo.
    — No, no, por supuesto. Sólo pensaba en que si fuera un niño…

    Ella sonrió.
    — ¿Estás cansada?
    — Un poco.
    — Ven, vamos, recuéstate un rato, duerme.
    Me llevó al cuarto y se acostó a mi lado.
    — ¿Puedo hacerte una pregunta? —habló en voz baja y suave.
    — Claro —contesté un poco atemorizada.
    — ¿Qué veías en los ojos de mi hijo?
    Yo la miré sorprendida. ¿Tanto se me notaba?
    — Te pregunto porque… cuando yo conocí a Sergio, mi esposo, lo primero que vi fue su mirada, sus
    ojos como espejo donde yo estaba protegida como en…
    — Una caja de cristal —terminé la oración.
    Ella me miró y sonrió, parecía feliz.
    — Sí, así es, todavía me pasa, me pierdo en esa mirada. Sergio, al igual que mi hijo, es muy detallista,
    comprensivo y amoroso. Puedo decir que he sido feliz todos estos años, con nuestros problemas y
    discusiones, pero nunca ha habido nada grave. Recién, cuando te vi mirarlo, pensé que te pasaba lo
    mismo que a mí.
    — Así es, señora, yo, cuando conocí a Pablo no sabía quién era, pero no podía quitarme esa
    mirada, esos ojos y esa voz calmada y suave. Cuando volví a verlo… ya estaba total e
    irremediablemente enamorada de él.
    — Me alegro, eres la mujer que él merece y estoy segura que él sabrá hacerte feliz.
    — Gracias —atiné a decir.
    — Y me alegro haber llegado en este momento —puso su mano en mi incipiente vientre—, espero que
    no te moleste, no acostumbro a ser entrometida, pero te siento tan desvalida, tan sola, no lo digo por
    mi hijo, pero él es hombre y no entienden estas cosas, ellos se asustan y creen lo peor.
    Yo sonreí, era cierto, estoy segura que si su mamá no hubiese estado allí… estaría vuelto loco sin
    saber qué hacer.
    — Yo también me alegro y no me molesta, al contrario, es bueno tener una mujer al lado, una mamá
    siempre hace falta.
    — Entonces aquí la tienes —se acercó y me besó en el cabello, era muy maternal— ahora duerme un
    rato, necesitas descansar. ¿Quieres comer algo especial más tarde?
    — No, cualquier cosa, todavía no empiezo con los antojos.
    — Será mejor que empieces pronto, porque te aseguro que aquí hay muchos dispuestos a recorrer el
    mundo para complacer todos tus caprichos —sonrió acariciándome el cabello para hacerme dormir.

    Y me dormí, no sé en qué momento, porque “caprichos” fue la última palabra que recuerdo.
    ●●●
    Desde aquel día en adelante, todos estaban pendientes de mí, de lo que quería comer, si estaba
    cansada, si me dolía algo… Era bonito sentirse así, querida por tanta gente, por mi familia.
    Mora y Michi me visitaba a diario, me ayudaban, me enseñaban las cosas que no sabía, despejaban
    mis dudas y temores, con ellas podía conversar de todos los cambios que se me vendrían, física y
    emocionalmente. Pablo me llevó a conocer algunas casas, para escoger la que más me gustara, con
    un hijo en camino, ya no podríamos seguir viviendo en el departamento. “Nuestro hijo debe tener un
    patio y espacio para jugar”, me decía.
    No quería una casa fuera de la ciudad, porque lo primero que se le ocurrió fue uno de esas casas-
    hacienda que están a las afueras y son solas. No, yo quería algo más dentro de la ciudad, donde todo
    estuviera cerca, los vecinos, almacenes, supermercados y, especialmente, centros médicos.
    Finalmente, nos decidimos por un condominio precioso, la casa era grande, estaba cerca de todo, y
    había mucho verde, tenía piscina, juegos… en fin, era lo que yo siempre quise para cuando tuviera una
    familia.
    — ¿Cómo te sientes? —me preguntó Pablo después de ver nuestra nueva casa.
    — Un poquito cansada —contesté besándolo.
    — ¿Quieres acostarte?
    — ¿Irás conmigo?
    — ¿Quieres que vaya contigo? —me preguntó apretándome a él.
    — ¿Qué crees? —le sonreí coqueta.
    Me llevó al cuarto e hicimos el amor, me gustaba tenerlo conmigo, amarlo, sentir su piel, su cuerpo
    pegado al mío… y sus besos. No concebíamos hacer el amor sin besarnos, todo el tiempo, los besos
    eran el combustible para encender la llama del amor que nos teníamos.
    — Te amo, preciosa, no sabes cuánto te amo.
    — Jamás creí encontrar un amor así, desde que te vi, me enamoré de ti, de tus ojos, tu mirada, tu voz,
    la suavidad de tus palabras… —lo besé— No creo que haya nadie parecido a ti. Eres lo mejor que me
    ha ocurrido.
    — ¿Y tú? Has sido lo mejor de mi vida, conocerte trajo a mi vida la luz que tanto necesitaba. No hay
    otra como tú. Sólo espero hacerte feliz el resto de mi vida.
    Yo sonreí y lo besé, entregándome nuevamente a él, no había nada mejor.
    Por la tarde-noche llegaron los padres de Pablo, Micchi y mi papá, debo decir que entre Michi y mi
    papá hay “algo”, ojala que se decidan y pronto sean una linda pareja.
    Estuvimos hasta muy tarde conversando. Ahí fue mi primer antojo.

    — ¿Sienten? —Pregunté— Olor a torta de mango.
    El olor era penetrante, delicioso. Se miraron unos a otros, sin comprender.
    — ¿No lo sienten? Está muy fuerte —aspiré el aire— ¡Qué rico!
    No fue para más. Pablo, Martin y Sergio se levantaron con celeridad y salieron del departamento a
    buscar torta de mango, a pesar de mis protestas y de decirles que sólo sentía el olor, no era que
    “necesitara” comer.
    Me sentí culpable, pero Michi y Mora me decían que era normal que reaccionaran así, primer hijo,
    primer nieto, se me debían consentir todos los antojos.
    — Pero de todas maneras, es tarde y…
    — Por lo menos no está lloviendo —rieron Michi y Mora.
    Las miré, me gustaba estar con ellas, eran mis amigas, mis madres, mis confidentes. Sabía que con
    ellas todo estaría bien porque no querrían lastimarme a mí, ni a mi relación con Pablo. Siempre
    buscaban que estuviéramos lo mejor posible. Incluso cuando yo amanecía con mal genio o un poco
    enferma, siempre estaban apoyándome.
    Me comí un trozo de torta con tantas ganas, creo que nunca en mi vida comí algo con más ansias.
    Estaba exquisita.
    — No debieron ir —le susurré a Pablo, mientras comía.
    — ¿Y perderme este espectáculo? Tú sabes lo que te cuesta comer, antes apenas sí comías y ahora,
    mírate, lo haces con tantas ganas, me encanta verte así.
    Lo miré y me perdí. Siempre me pasaba. Él se acercó y me besó suavemente.
    — Gracias de todas maneras, está deliciosa.
    — Tú eres deliciosa —me ensucié los labios con crema y él, acercándose, me limpió con su lengua.
    Quise estar a solas con él. Sonreí ante las cosas que imaginé.
    — Ya vamos a quedar solos —susurró.
    Yo me reí y me puse roja.
    — ¿Vamos? —Dijo Mora levantándose— Estos niños necesitan estar solos.
    Yo me puse más roja todavía, sentía mi cara hervir.
    Los demás imitaron a Mora y se prepararon para irse. De todas maneras era tarde, cerca de las doce y
    media.
    Cuando se fueron, Pablo me tomó en sus brazos, con cuidado, como siempre y me llevó a nuestro
    cuarto, me puso sobre la cama y me dio un corto beso, dejándome allí sola.
    Yo no me moví. Cuando regresó, traía un trozo de torta y sonreía maquiavélico.
    — ¿Qué vas a hacer?
    — Quiero comer torta.

    Se sentó a mi lado, dejó la torta en la mesita de noche y me empezó a desnudar, dándome muchos
    besos cortos.
    — ¿No querías comer torta? —Pregunté entre suspiros.
    — Sí, voy a comer —me besaba.
    Me dejé, estar con él era lo más hermoso que podía pasar. Una vez desnuda, me miró, yo todavía me
    avergonzaba, pero él tomó mi cara y me besó.
    — No te avergüences, recuerda lo hermosa que eres.
    No dije nada, no podía hablar.
    — Voy a comer de ti —dijo untando mi cuerpo con la crema de la torta.
    — Pablo—eso me excitó mucho más de lo que quise admitir, nunca había hecho algo así.
    — Te amo, preciosa, eres un dulce para mí.
    Sentir su lengua saboreando la torta y mi cuerpo, fue demasiado éxtasis, era delicioso, algo que
    repetiría a diario. Ya lo haría yo con él. Y me dejé llevar, sin importarme nada más que sentirlo a él,
    sus besos recorriendo mi cuerpo y volviendo a mi boca, para besarme y decirme cuánto me amaba y lo
    hermoso que era hacer el amor conmigo.
    Era tan perfecto. Era mimada en todos los sentidos posibles. ¿Seguiría siendo así? ¿No era demasiado
    perfecto para ser real?
    Los días pasaban entre el amor que nos profesábamos Pablo y yo, y las atenciones que nos daban
    nuestros padres.
    Una de las tantas noches que nos juntamos con nuestros padres, Mora nos avisó que, al día siguiente,
    no podría ir temprano, ya que tenía una reunión con los auspiciadores de la nueva galería que ella
    estaba abriendo en la ciudad. Michi tampoco podría ir por la mañana, una antigua amiga la llamó por
    teléfono, para desayunar juntas.
    Por la mañana Pablo no quería irse, quería quedarse conmigo, pero lo tranquilicé diciéndole que
    estaría bien.
    — Marizza, preciosa, puedo quedarme contigo, no quiero que estés sola.
    — Mi amor —contesté—, no será la primera vez, tú tienes una reunión importante hoy.
    Se metió a la ducha. Yo me quedé un rato más en la cama. El celular de Pablo sonó y, de mala
    gana, contesté.
    — Pablo, mi amor —dijo una mujer antes que yo pudiera hablar—, me dijiste que ibas a venir
    temprano, ¿por qué no has llegado?
    — ¿Quién habla? —Pregunté confundida.
    — Lo siento… —y cortó.
    Pablo salió del baño y me preguntó quién llamaba. Yo lo miré y los celos me consumieron. Atrapé
    las lágrimas que amenazaban salir de mis ojos. No lloraría por él, por lo menos no en su presencia.

    — ¿Qué pasa, preciosa?
    — ¿¡Qué pasa?! ¡Te acaba de llamar tu amante, quería saber por qué todavía no llegas a juntarte con
    ella! —Le grité.
    — ¿Qué? —su voz seguía calmada.
    — Te acaba de llamar una mujer y preguntó por qué todavía no llegabas. Me engañas, ¿verdad?
    — No, por supuesto que no, preciosa, Marizza, mi amor… —intentó acercarse a mí.
    — ¡Mentiroso! ¡Claro, como ahora estoy engordando ya no soy lo bastante bonita! ¿Verdad?
    — Preciosa —él seguía intentando acercarse, pero yo no lo dejaría—, ¿cómo puedes decir eso? Yo te
    amo y tú lo sabes. Estás más hermosa que nunca.
    — ¡No sigas! ¡Si quieres irte con otra…! No… —bajé la cara—, esta es tu casa, esta misma tarde me
    voy.
    — ¡No! No puedes hacer eso, créeme, por favor, no tengo idea de quién llamaría para hacer esta
    broma cruel, pero te aseguro que no hay nadie más en mi vida. Tú eres la única a quien amo… Tú lo
    sabes.
    — No quiero escucharte —murmuré.
    Él me miró por un rato, luego se acercó y, aún en contra de mis deseos, me tomó la cara entre sus
    manos.
    — Voy a la oficina, buscaré a quien llamó, avisaré que me quedaré contigo un par de días y dejaré
    todo arreglado para hacerlo. No te vayas, conversaremos esta tarde —me habló suavemente, como
    aquel primer día fuera del ascensor.
    — Está bien —contesté.
    Me dio un beso en la frente, repitió que me amaba y salió apresuradamente, iba enojado, estoy segura,
    pero yo lo estaba más. No, no estaba enojada, estaba decepcionada, triste, celosa.
    Me miré en el espejo, tenía una pequeña barriga, más parecía de haber comido mucho que de estar
    embarazada, tal vez, ya no le gustaba. Lloré, no podía ser cierto, pero si no era así, ¿quién podría haber
    llamado diciendo eso?
    Cerca de las once de la mañana, me llegó un mensaje de texto de Pablo:
    “Te veo en el estacionamiento, no quiero subir”
    Si mi corazón no hubiese estado en mi pecho, hubiera explotado por todo el cuarto, de puro dolor. No
    eran sus palabras, no era la forma de hablarme. Debía estar muy enojado conmigo, para hacerme bajar
    así. Seguramente, en la oficina, lo pensó mejor y prefiere quedarse con su amante, antes que conmigo.
    Tomé mi cartera y bajé, atemorizada, al estacionamiento. Vi de lejos el auto blanco estacionado en el
    sitio de siempre. Al acercarme más, me di cuenta que era la misma marca, pero no parecía ser el
    mismo. No sacaba nada con ver la patente, porque no me la sabía de memoria, pero algo extraño tenía.
    Sólo al estar frente a la puerta vi, con horror, que no estaba Pablo allí…

    Quise voltear y salir corriendo, pero el hombre que estaba dentro me tomó por la fuerza y me metió al
    auto, antes que pudiera siquiera gritar.
    — Hola, mi amor —Ivan sonreía con esa sonrisa odiosa de siempre—, por fin juntos de nuevo.
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Hay dios ese mal nacido le va hacer algo
     
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  5. Carcis~RW
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    ¡ay no! ya me imagine que no era Pablo, era todo un plan de Ivan no me extrañaria que tambien estuviera metido Fabrizio
     
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    Horneas galletas con la Abuel@

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    :O Que asco me da Iván!! espero que no haga nada a Marizza cuando se entere que está embarazada =( Pablo se va a volver loco cuando vea que no está, lo único bueno es que espero que se haya dejado el móvil en casa... síguela por fis!! bss =)
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Quiero sabet q pssara xfi publica otra
     
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  8. yisette
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    Hola abuelas gracias por sus comentarios, este capitulos es fuerte...van a sentir rabia e inpotencia por el abuso....




    Desesperación …

    Llegué a la oficina molesto, enojado, no con Marizza, por supuesto que no, sino con quien gastó esa mala
    broma.
    — Consuelo —le dije a mi secretaria sin detenerme—, necesito que averigües de quién es este número
    —le di mi celular— lo antes posible. Y llama a Martin Andrade y a mi papá. Urgente.
    Entré y me senté en mi gran sofá, necesitaba pensar. Recordaba las palabras y los gestos de Marizza,
    estaba tan triste, decepcionada. Su autoestima era muy baja y esto, seguramente, le había recordado su
    vida anterior. Quién. ¡Quién! No se me ocurría. Pero estaba seguro que no sería nada bueno.
    Cuando llegó Martin, media hora más tarde, se lo comenté.
    — Consuelo —llamé por el citófono—, ¿averiguaste de quién es ese número?
    — No, señor, está con buzón de voz.
    — ¿Y si fuera Ivan? ¿O Fabrizio? —preguntó Martin.
    Creo que me puse blanco, se me ocurrió todo, menos que fueran ellos. Ahora todo cobraba sentido.
    Tomé el teléfono y marqué el número del departamento.
    — No contesta —dije asustado a Martin.
    Mi padre entró en ese momento a mi oficina, brevemente le contamos lo que ocurrió.
    — Llámala al celular.
    — Consuelo —llamé nuevamente a mi secretaria—, mi celular.
    Antes de un minuto, Consuelo entró llorando.
    — ¿Qué pasa?

    — Señor, yo debí decir esto antes, lo sé, pero… vino un joven ayer… me dio mucho dinero por llamar
    esta mañana a su esposa haciéndome pasar por su amante. Cuando vino a dejar mi dinero, se llevó su
    celular… Lo siento tanto.
    Yo me levanté y sin decir nada, salí. Estaba nervioso, no podía abrir el auto. Martin llegó a mi lado y
    abrió por mí. Llamé a mis guardias y ellos manejaron, ninguno de los tres estábamos en condiciones
    de hacerlo, además necesitaríamos su ayuda.
    Llegamos al departamento y no había nadie. La ropa de Marizza estaba ahí, por lo que no se había
    marchado del departamento, su cartera no estaba.
    Llamaba a su celular, pero no contestaba.
    — ¿GPS, señor? —me preguntó uno de mis guardias. Lamentaba haber retirado los guardaespaldas de
    Marizza.
    — Sí, por favor, necesitamos encontrarla.
    Los guardias se pusieron a hablar en su idioma por celulares, para buscar a Marizza.
    — Debemos avisar a tu mamá —me dijo mi papá.
    — No lo sé, papá, se va a preocupar.
    — Si no le avisamos se enojará y será peor, además, ella tiene derecho a saber.
    — Está bien.
    Él la llamó, mientras Martin llamaba a Michi. Yo , cada minuto que pasaba, estaba más desesperado.
    Si Ivan se la había llevado… No quería pensar en eso. Pero si se le ocurría hacerle algo,
    lastimarla…
    — ¿Qué vamos a hacer? —Preguntó mi padre.
    Yo no lo sabía, no sabía por dónde empezar a buscarla.
    — Señor —se acercó Guido, el jefe de mis guardias—, el GPS nos indica que está en el Cerro La
    Pirámide.
    Creí desfallecer. ¿Qué podría hacerle ese tipo en ese lugar? Pensaba en ella, en nuestro hijo. Tenía
    ganas de matarlo con mis propias manos. ¿Cómo ella se fue con él? No podía entenderlo. No podía ser
    tanto su enojo como para volver con él, ¿o sí?
    — Vamos en los tres automóviles, nos separaremos y buscaremos a la joven —me explicó Guido.
    — Sí, sí, por supuesto.
    Nos fuimos cada uno en un auto con los guardias. Estaba desesperado, sentía que no avanzábamos,
    parecía que no llegaríamos nunca.
    Al llegar al cerro, vimos un auto blanco, la misma marca que el mío, se me hacía todo más claro, tal
    vez él la engañó. No lo sé. No sabía qué pensar.
    Recorrimos el cerro, los bosques, las quebradas.

    En un recodo de un bosque vimos a Marizza, estaba tirada en el suelo, llorando y Ivan, justo cuando
    los vi, le pisó la pierna, quebrándosela, ella dio un grito que me estremeció. El guardia a mi lado, sacó
    su arma y disparó. Por un momento, temí que no acertara e hiriera a Marizza, pero no fue así, Ivan
    cayó al suelo, herido.
    Corrí a ver a Marizza que se abrazó a mí, llorando desesperada. La tomé en mis brazos y la saqué de ese
    lugar, sin percatarme de lo difícil que hubiese sido hacerlo en otra situación, por lo dificultoso del
    camino.
    — Todo va a estar bien, preciosa —le dije mientras salíamos de allí, en busca del automóvil para
    llevarla a la clínica.
    — Yo creí que eras tú…, me engañó… —lloraba.
    — Tranquila, mi amor, ya pasó —intentaba tranquilizarla.
    — Mi bebé… yo no quiero… —No alcanzó a decir más, se desmayó en mis brazos.
    La abracé a mi cuerpo, yo también tenía miedo por él, por ellos, si perdía a alguno, si la perdía a ella,
    no sabría cómo seguir viviendo.
    — Todo va a estar bien, preciosa —susurré en su oído.
    En ese momento, llegó mi auto, venía Martin y uno de los guardias, por radio deben haberles avisado
    dónde estábamos.
    — ¿Cómo está? —Preguntó Martin.
    — No lo sé, debemos llevarla a la clínica.
    — Señor, ¿pueden ir solos? Yo me quedaré aquí —me habló el jefe de mis guardias, quien disparo a
    Ivan— Nosotros nos haremos cargo de ese hombre.
    — Claro, por supuesto —miré a Martin.
    — Yo manejo —ofreció.
    — El otro auto… —comencé a decir.
    — No se preocupe —dijo el otro guardia—, yo tengo las llaves, yo lo llevaré.
    El tercer guardia llegó con mi papá y nos fuimos a la clínica. La hora que esperamos el informe
    médico, fue la más larga de toda mi vida. Parecía que no salía nunca, yo, en mi desesperación,
    preguntaba a todas las enfermeras que veía, incluso dos o tres veces a la misma enfermera.
    — Hijo, debes calmarte, ya saldrá el médico —intentaba tranquilizarme mi mamá, pero no podía estar
    tranquilo, si algo les pasaba…
    — Señor Bustamante, necesitamos hablar con usted —un par de carabineros llegó a mi lado.
    — Díganme.
    — Necesitamos su declaración por lo ocurrido con la joven Marrizza spirito.
    Bajé la cabeza, sabía que era un trámite que debía hacer, pero no en ese momento.

    — ¿Puede hacerlo más tarde? —Intervino mi papá— Estamos esperando el informe médico y mi hijo
    está muy angustiado, no está en condiciones de ayudarlo en este momento.
    El hombre me miró y asintió con la cabeza.
    — Sólo una consulta— insistió el oficial—, ¿ustedes conocían a Ivan ?
    — Sí, por supuesto, fue novio de Marizza —contesté—, él la golpeaba y maltrataba, hoy la engañó… no
    sé cómo… Ella no se hubiese ido con él.
    El oficial me extendió el celular de Marizza.
    — ¿Este mensaje se lo envió usted?
    Yo miré el celular, era mi número, con un mensaje frío y molesto, se lo devolví al hombre.
    — Jamás le hubiese escrito de esa forma —dos sendas lágrimas corrieron por mis mejillas —. Yo la
    amo, oficial, estamos esperando un hijo, Ivan preparó todo para secuestrarla y…
    — ¿La señora Consuelo estuvo involucrada en esto?
    — Así es —contesté secamente.
    — Gracias, señor Bustamante, era sólo eso, espero que todo salga bien con su mujer.
    — Gracias, oficial —atiné a contestar.

    Me senté, no quería pensar, quería que alguien saliera y me dijera que todo estaba bien, que podía
    entrar y verla, que podía llevarla a casa, que…
    — Ustedes esperan a Marizza spirito ¿verdad? —Una enfermera se acercó a nuestro grupo. Todos
    asentimos.
    — El doctor necesita hablar sólo con la familia.
    — Somos toda su familia —contesté.
    — Bien, pasen por acá, por favor.
    Nos llevaron a una sala pequeña, donde el doctor veía unas radiografías.
    — Doctor, aquí está la familia —informó la enfermera.
    — Gracias —contestó el doctor mirándonos—. Seré franco con ustedes, físicamente, la joven está
    bien, bueno, dentro de lo que cabe, tiene fractura en una rodilla, que ya operamos y esperamos que
    muy pronto esté caminando de nuevo. Pero…
    — ¿El bebé? —Pregunté asustado.
    — También está bien, no tiene síntomas de pérdida, la vio el obstetra y se presenta todo normal.
    — ¿Entonces?
    — El trauma emocional que sufrió fue demasiado.
    — ¿Abusó de ella, doctor?
    — No… No, pero está completamente choqueada, conmocionada… Tanto que… ¿Qué es ese hombre
    de ella?
    — Él fue su novio, la golpeaba, intentó abusarla… la amenazaba —contesté con rabia.
    El doctor asintió levemente.
    — ¿Qué pasa, doctor?
    — Ella… tiene una amnesia parcial…
    — ¡¿Qué?!
    — Ella no recuerda nada de lo que pasó, pero tampoco recuerda nada desde hace cinco años.
    Yo me levanté y me paseé desesperado por la pequeña oficina, mi madre me tomó de un brazo, la miré
    llorando.
    — ¿Qué le hizo Ivan que tiene que bloquearlo de esa manera en su mente? —Pregunté
    angustiado—Y si no recuerda nada desde hace tanto, no me recordará.
    — Puede que no te recuerde, pero te ama, hijo.
    — ¿Cuánto durará esto? —Pregunté.
    — No lo sabemos, puede que al verlos, recuerde inmediatamente, como puede tardar años. Tal vez,
    incluso, puede haber cosas que no recuerde nunca.

    — ¿Puedo verla?
    — Está durmiendo en este momento, pero pueden pasar, sin alterarla, si ella se perturba deberán
    dejarla.
    — Por supuesto —accedí, sólo quería verla.
    Entramos al cuarto, estaba con la pierna enyesada, puesta en alto, su rostro estaba con rasguños y
    moretones de los que no me di cuenta cuando la saqué de ese lugar, la suciedad cubría esas heridas.
    Le acaricié suavemente el cabello, rogando que si se despertaba, me recordara.
    — Bloqueó todo desde que murió su mamá —dijo Martin.
    — ¿Qué dices? —preguntó mi papá.
    — Si ella no recuerda los últimos cinco años…, entonces bloqueó desde ese mal recuerdo.
    — Cuando todo empezó a ir mal para Marizza —confirmé.
    — ¿Y si se despierta preguntando por ella? —preguntó mi mamá.
    Nos miramos, no podíamos decirle, así de sopetón, que había muerto hacía cinco años. No iba a ser
    fácil, para ella, despertar en esta situación.
    Mucho rato después, ella abrió los ojos y nos miró uno a uno, se detuvo en mí, me miraba fijo, como
    si su corazón me reconociera, pero después de unos minutos volvió a la inspección por el cuarto,
    mirando al resto, al ver a Martin su rostro se iluminó.
    — Tío —murmuró con voz débil.
    Él se acercó a ella y le tomó la mano.
    — ¿Y mi mamá?
    La pregunta temida por todos fue la primera que hizo. Martin bajó la cara, sin contestar.
    — ¿Qué pasó? No recuerdo nada, ¿tuvimos un accidente?
    — Algo así, hija, pero no pienses en eso ahora, ¿sí? Debes estar tranquila.
    Volvió a mirarme, parecía que su alma quería reconocerme, pero su mente se lo impedía. Me miró
    durante mucho rato. Uno a uno, fueron saliendo del cuarto los demás y quedamos los dos solos. Yo,
    con miedo, me acerqué a ella, tomándole la mano. Ella la acarició suavemente, sin dejar de mirarme.
    ¿Se vería como siempre encerrada en mis ojos? Esperaba que así fuera, porque así la quería tener, no
    como una prisionera, sino como una gema preciosa, guardada y protegida.
    — Preciosa… —atiné a decir, no sabía qué hacer, quería besarla, abrazarla, llorar con ella, decirle que
    todo saldría bien…
    — Estoy ahí dentro —dijo con dolorosa inocencia.
    — Por supuesto, preciosa, por supuesto —no pude evitar que sendas lágrimas corrieran por mis
    mejillas.
    — No, por favor —me suplicó haciendo pucheros—, no llores.

    — Todo está bien, preciosa.
    — No te recuerdo —parecía que le dolía no saber quién era yo.
    — Somos novios, vivimos juntos, nos amamos…
    — Siento que te amo, pero no te recuerdo —arrugó la frente y cerró los ojos.
    — Está bien, cariño, no te esfuerces, debes darte tiempo.
    — Estoy esperando un hijo.
    — Sí, mi amor —sonreí entre lágrimas—, es nuestro bebé…
    Me acerqué y la besé, suave, delicado, no quería que se asustara o lastimarla. Ella me correspondió
    con su ardor de siempre.
    — Sé que te amo, aunque no sé tu nombre —susurró. Yo sonreí.
    — La primera vez que te besé, tampoco sabías mi nombre, pero ya nos amábamos.
    — ¿Y cómo te llamas?
    — Pablo … Pablo Bustamante.
    Ella me miró con comprensión, ¿había recordado?
     
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  9. Carcis~RW
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    ¡que bueno que Pablo pudo encontrarla bastante rapido! ¡que porqueria Ivan y Consuelo otro tanto..espero que Marizza recupere la memoria pornto
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Esa consuelo.. y el ivan ojala se muera
    un dulce pablo, espero q marizza pronto recupere la memoria
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Que pasara lo recordara o pensara q no es buena petdona. Siguela pronto xfis
     
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    Horneas galletas con la Abuel@

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    Menos mal que la encontraron a tiempo, aunq eso de la pérdida de memoria no me gusta nada, espero que se acuerde pronto de él, no se merece sufrir tanto, pobre Pablo :( lo bueno es que uno de ellos ya está alejado de ella, ahora solo falta encontrar a Fabrizio antes de que la haga algo... síguela bss!! =)
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  13. yisette
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    Hola abuelas gracias por sus comentarios...





    Volver ….


    Pablo. Era un bonito nombre. Recordaba imágenes nuestras. Aisladas. Sin sentido, casi. La
    primera vez que nos besamos no sabía su nombre. Y sí, eso lo recordé: después de besarme, me dio un
    beso en la frente y, sin decirme su nombre se fue, asegurándome que llamaría al día siguiente. Sus
    ojos eran dos espejos. Lo recuerdo fuera del ascensor, en la oficina de mi papá, mirándome fijo, con
    cariño, yo estaba enojada. No recuerdo por qué, pero lloraba de rabia. Y no quería llorar. No delante de
    ese desconocido de ojos bellos.
    — No debes esforzarte —me dijo Pablo con suavidad, sacándome de mis pensamientos—, debes
    estar tranquila.
    — Recuerdo algo. Cuando te conocí ¿estaba enojada?
    — Sí —se puso serio.
    — ¿Contigo?
    — Sí, pero tú no sabías quién era yo. ¿Por qué? ¿Lo recuerdas?
    — No sé, recuerdo estar fuera de la oficina de mi papá… contigo.
    Me besó en la frente. Estaba triste.
    — De todo lo que hemos vivido, te acordaste justo de eso —susurró.
    — ¿Te molesta? —le pregunté.
    — No, preciosa, no, por supuesto que no, es sólo que… —me besó la mano, tenía miedo, culpa, dolor,
    amor. Era una mezcla de sentimientos instalados en su bello rostro— Te amo, te amo. Yo… quisiera
    que recordaras sólo eso, el amor que siento por ti.
    — Puedo no recordarlo —le aseguré sin mentir—, pero lo siento.
    — Eso es suficiente. Hay cosas que quisiera no volvieras a recordar.
    — Por eso uno olvida, porque hay cosas que uno quiere bloquear de la mente ¿no?
    — Así es.
    Cerré los ojos, estaba cansada. Sentí los labios de Pablo en mi frente.
    — No te vayas —le pedí.
    — No me moveré de aquí, preciosa, me quedaré contigo.

    — Gracias —susurré antes de dormirme.
    ●●●
    Un dolor agudo me despertó. Mi vientre. Parecía que me quemara por dentro.
    — Tranquila, mi amor, ya viene el médico —me dijo Pablo apretando mi mano.
    — Me duele —me quejé.
    — Lo sé, preciosa, tranquila… respira.
    — Señor tiene que salir, por favor —le dijo una enfermera a Pablo.
    — No quiero dejarla sola.
    — No puede quedarse, señor.
    Yo no quería que se fuera, sentía que si se iba, quedaría desprotegida, sola.
    — Después va a volver —me dijo una enfermera, soltando mi mano de la de él—, ahora necesitamos
    trabajar con usted, es mejor que salga, si no —sonrió la mujer—, tendremos que atenderla a usted y a
    él.
    Yo miré a Pablo, él me besó en los labios dulcemente, me dijo un suave “ya vuelvo” y salió a
    desgano de la habitación. No sé si lloré por el dolor físico o por quedar sola. Tenía miedo. Si a mi
    bebé le pasaba algo, me moriría y creo que Pablo moriría conmigo.
    Ellos conversaban, pero yo no entendía nada, era como si hablaran en otro idioma. Me inyectaron
    algo, no pasó mucho rato y me dormí, totalmente mareada.
    Soñé cosas horribles. Mi papá mataba a mi mamá. Me golpeaba. Nos llevó a un cerro y allí, subió a mi
    mamá, muerta, al volante y a mí atrás. Echó a andar el auto, yo gritaba, pero no podía hacer nada, él
    me había atado de manos y me botó en el asiento trasero del auto. No pude ayudar a mi mamá. La
    desesperación era tal en mi sueño, que desperté gritando.
    — Tranquila, preciosa, fue sólo un sueño, no pasa nada —Pablo a mi lado intentaba
    tranquilizarme, pero algo dentro de mí me decía que no era una simple pesadilla. Era algo más.
    — Fue horrible.
    — Ya pasó, ya pasó —Me dio muchos besos cortos en mi rostro, me llenó de besos.
    — Por eso no está mi mamá ¿verdad?
    — ¿Qué dices?
    — Mi papá la mató.
    — No, preciosa, no es así… ¿Por qué lo dices?
    — Lo acabo de soñar, yo… —lloré, estaba desconcertada, no sabía qué era real y qué no. Si no estaba

    aquí por ese intento de asesinato de mi papá… Entonces no sé.
    — Fue sólo un sueño, pequeña, no te angusties.
    — Entonces, ¿dónde está mi mamá?
    Él suspiró y bajó la cara.
    — Él la mató, yo lo vi hacerlo.
    — Tu mamá estaba enferma.
    — Pero no para morir, todavía tenía tiempo.
    Pablo se quedó pensativo. Me desesperaba que no me hablara.
    — Dime, ¡dime qué pasó!
    — Preciosa, tienes que estar tranquila, no te pongas así, te hace peor.
    — ¿Dónde está mi mamá? ¿Y mi papá? ¿¡Acaso pretendes que crea que todo está bien si ninguno de
    los dos está aquí conmigo?! ¡El único conocido era mi tío, por favor, y ni siquiera es tío de verdad, es
    un antiguo amigo de mamá! ¡Quiero saber qué me están ocultando!
    — Por favor, no hagas todo esto más difícil, tienes que estar tranquila, cuando salgas de este lugar y
    estés segura en casa, podrás entenderlo todo, pero ahora es muy pronto, no ha pasado ni un día desde
    que… ocurrió lo que ocurrió… y yo…
    Lágrimas amargas corrieron por sus mejillas, yo levanté mi mano libre y las sequé.
    — No llores —supliqué.
    — No sabes lo difícil que es para mí verte aquí, llena de agujas y vendas… y que no recuerdes nada de
    lo nuestro, nada de tu vida —hablaba con tanta suavidad que me estremecía—. Y quisiera que ciertas
    cosas no hubieran pasado o no las recordaras nunca más, que las enterraras para siempre en tu
    memoria, pero sé que eso no es posible… es mucho tiempo el que…
    Se detuvo en seco.
    — Cinco años dijo el doctor —dije por él.
    — Así es, preciosa, cinco años que borraste de tu memoria, porque
    fueron cinco años nada buenos
    para ti, pero mi amor, no me pidas que sea yo quien los reviva, prefiero hablarte de lo bueno que fue
    conocerte, de saber que seríamos padres, del amor que nos une, de lo felices que somos, de nuestra
    nueva casa que estamos arreglando para recibir a nuestro bebé, de tus antojos que son concedidos al
    momento. Pídeme que te hable de eso. Eso es lo que has vivido este último tiempo. Has sido más
    amada y mimada en estos últimos meses que en toda tu vida anterior.
    Su voz suave se condecía con sus caricias en mi cabello y rostro, su suave apretón en mi mano. Él era
    todo delicadeza al tratarme. Y dentro de mis flashes de recuerdos, era lo que más recordaba. Sus
    manos tomando mi cara, sonriendo, besándome, amándome, siempre con ternura apasionada. Nunca
    con brusquedad. Nunca violento. Al contrario, parecía que siempre tenía miedo a lastimarme. Pero no
    lo hacía. Me amaba, estaba segura de eso.

    — Te amo —no pude evitar decirlo.
    — Eres la mujer de mi vida, preciosa, te amo.
    Me besó, con miedo, deseo y ternura.
    — Esto sí lo recuerdo —le dije sonriendo.
    ●●●
    Dormía y despertaba a cualquier hora. Una tarde, después de almuerzo, entraron varias personas a mi
    cuarto: Mora, la madre de Pablo; su padre, Sergio; Michi, la que crió a Pablo, pero no era
    considerada una niñera, era mucho más y Martin, el amigo de mamá de su juventud que ahora volvió
    del extranjero.
    Yo no los conocía, pero ellos me trataban como si me conocieran de toda la vida. Mora y Michi
    estaban muy al pendiente de mí. Yo no las recordaba, no lograba retener recuerdos de ellas, pero sí
    sentía que podía confiar en ellas.
    La pesadilla que tuve de mi papá matando a mi mamá, todavía me daba vueltas en la mente, pero
    prefería callar, no quería que Pablo se preocupara. No entendía por qué mi papá podría haber
    hecho aquello, pero si lo hizo…
    Estaba cansada, quería irme a… ¿Dónde estaría viviendo ahora? Supongo que no en mi casa, porque
    Pablo me dijo que estábamos juntos.
    — ¿Qué pasa, hija? —Martin interrumpió el hilo de mis pensamientos.
    — Nada, es que estoy aburrida aquí… además tengo hambre —no era mentira.
    — ¿Qué quieres comer? —me preguntó Pablo.
    — Un sándwich gigante —sonreí, la comida de la clínica era mínima.
    — Preguntaré al médico qué puedes comer ¿sí?
    Yo asentí y él salió del cuarto, seguido de Martin y Sergio.
    — Algo más te sucede ¿verdad? —me preguntó Mora.
    — Soñé algo… —comencé a decir—, mi papá mataba a mi mamá e intentaba hacerlo conmigo… Por
    eso estoy aquí, ¿verdad?
    — No —contestó Mora rápidamente—. No sé qué habrá pasado con tu mamá, pero el que tú estés aquí
    ahora, no tiene nada que ver con ella.
    — ¿Entonces? ¿Con quién tuvo que ver?
    — No pienses en eso, querida, no ahora, el doctor dijo que poco a poco podemos decirte las cosas,
    pero no esas malas —me acarició el cabello, acomodándolo maternalmente—, no valen la pena.
    Sentir su mano en mi pelo y en mi frente calmó en gran parte mis angustias. Como si fuera mi propia

    mamá acariciándome. Cerré los ojos, aunque para mí habían pasado días, en realidad, creo que este era
    mi segundo día en la clínica.
    — ¿Quieres dormir? —me preguntó Mora.
    — No. Sí. Pero parece que llevo durmiendo una semana.
    — Debes descansar, hace dos días que llegaste aquí y tu bebé tiene que afirmarse bien, él está
    luchando y tú debes hacerlo junto con él, manteniéndote tranquila, durmiendo y descansando, ya verás
    que pronto podrás volver a casa con Pablo, pero mientras tanto, debes obedecer las órdenes del
    doctor.
    — ¿Y si se cansan de mí? —pregunté con tristeza, me sentía una carga, ninguno de ellos era nada mío,
    incluso Pablo se podría aburrir de mí, de estar en una cama, tirada, de no ser capaz ni siquiera de
    mantener a su hijo a salvo en mi vientre, porque aunque aún estaba allí, mientras no se afirmara
    completamente, no podría estar seguro.
    — ¿Qué dices? — Pablo entró en ese momento al cuarto, me miraba confundido.
    Yo corrí la cara, avergonzada.
    — Preciosa, mírame —me pidió tomándome la cara con una mano y volteándola hacia él—. No
    vuelvas a decir una cosa así, nunca.
    — Lo siento.
    — Mi amor, entiende, te amo, no me gusta verte así, no porque me moleste, si no porque preferiría
    que esto no hubiera pasado, que no estuvieras aquí —cerró los ojos—. Lo que quieras, lo que
    necesites, lo que se te antoje, por favor, pídelo, no vuelvas a pensar que molestas, porque no es así, te
    queremos —volvió a mirarme con los ojos llenos de lágrimas—, yo te amo y eso no cambiará. Me
    demoré mucho tiempo en encontrar la mujer de mi vida y en ti la encontré, ¿crees que me voy a cansar
    porque tuviste un… accidente?
    — Lo siento, es que… ni siquiera estoy siendo capaz de mantener a nuestro bebé a salvo.
    — Con lo que te ocurrió, deberías haberlo perdido, pero has sido lo suficientemente fuerte para
    mantenerlo bien. Él está bien, sólo debes tener algunos cuidados, pero está bien, está a salvo —me
    tocó mi pequeña barriga—, está en el mejor lugar que podría estar.
    — Lo siento —dije apenas en un murmullo.
    Pablo me besó suavemente.
    — No me molestas, nunca lo harás, por favor, si he hecho o dicho algo para que lo pienses, por favor,
    perdóname, no es así, nunca me has cansado, te esperé demasiado tiempo a que llegaras a mi vida y
    luego para que te enamoraras de mí.
    — ¿Y los demás? Ellos no son nada mío y…
    — Te voy a decir una sola verdad, para que te quedes tranquila respecto a eso, pero no me pidas
    muchos detalles, ¿de acuerdo?
    — Sí —no me imaginaba qué podría ser.

    — Martin… Martin y tu mamá se conocieron hace mucho tiempo, ¿verdad?
    Yo asentí, a Pablo le costaba hablar. Miré alrededor, no sé en qué momento nos quedamos solos.
    — Ellos tuvieron una relación, eras novios, pero el papá de tu mamá se opuso, porque Martin no tenía
    la situación económica que su hija merecía.
    Martin. El Martin que yo conocía era un gran empresario, ¿no siempre fue así?
    — Él se tuvo que ir del país y tu mamá se casó con Fabrizio…
    “Se casó con Fabrizio”, repetí en mi mente. Lo miré comprendiendo.
    — ¿Mi papá es Martin?
    Él asintió con la cabeza, casi imperceptiblemente.
    — ¿Y cómo lo tomó mi pa…Fabrizio?
    — Siempre lo supo —contestó con firmeza.
    Eso sí no lo esperaba.
    — Martin no lo supo hasta hace diez años, cuando volvió del extranjero.
    ¿Hace diez años? No llevaba aquí más de… Me sorprendí, pero reaccioné inmediatamente, estoy
    viviendo hace cinco años.
    — Sé que esto tampoco debe ser fácil para ti, pero si Martin está aquí es porque te ama y desea darte
    todo lo que no pudo cuando eras pequeña. Mis padres están fascinados contigo, por fin una mujer que
    conquistó mi corazón y me hace sentar cabeza. Y Michi es como mi mamá y, desde que llegaste a
    vivir conmigo… prácticamente te “adoptó” como su propia hija.
    — Gracias —le dije.
    — ¿Por amarte?
    — Porque no sólo me amas tú, si no que me diste una familia nueva, gente que me ama y se preocupa
    por mí, no sé cómo, pero siento que estuve mucho tiempo sola.
    — Lo estuviste, pero eso quedó atrás —me besó—, no vuelvas a decir que molestas, ¿está bien?
    — Sí, nunca más —acepté mirándolo a los ojos, esos espejos de agua que me reflejaban tan bien, que
    ahora, incluso con mis heridas parecía que estaba perfectamente guardada y protegida.
     
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  14. Carcis~RW
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    Pablo no puede ser mas dulce...
    Que porqueria Fabrizio parece que mato a Sonia, por eso ella bloqueo todos esos recuerdos
     
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  15.     +1   -1
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Que dulce ... me encanto
     
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