Comprada como una Mercancia

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    Horneas galletas con la Abuel@

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    pobre... espero que comience a recordar pronto. Pablo es todo dulzura :) sigue por fis
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  2. yisette
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    Hola gracias por sus comentario...





    Fugados …
    — Señor, debo hablar con usted en privado —me dijo Guido, ahora tenía dos guardias para cuidar de
    Marizza, ya no la dejaría desprotegida de nuevo.
    Salí con él del cuarto, Marizza dormía y, además, estaban mamá y Michi con ella.
    — El joven Ivan ya salió del hospital directo a la penitenciaria.
    — Gracias. El juicio ¿cuándo será?
    — La próxima semana. Está en prisión preventiva, se le considera peligroso para la sociedad, a
    nuestra causa, se le unió otra, por una chica de la universidad a quien él abusó en reiteradas ocasiones
    y una más a quien ultrajo violentamente y que en este momento está hospitalizada.
    — ¿Esas chicas están con abogado? —Pregunté molesto.
    — Sólo los de oficio.
    — Bien, nos uniremos en una causa, yo pondré los abogados, pero necesito que ellas tengan la
    disponibilidad de declarar en contra de Ivan.
    — Lo arreglaré, señor.
    — ¿Algo más?
    — Fabrizio , señor.
    — ¿Qué pasa con él?

    — Volvió al país.
    — ¿¡Cómo!? ¿Dónde está ahora?
    — No lo sabemos, señor, él… llegó por mar desde Europa.
    — Búsquenlo, que no se acerque a Marizza por ningún motivo. Si lo hace, están despedidos y no creo
    que encuentren trabajo en otro lugar.
    — No se preocupe, señor. Lo atraparemos.
    — Gracias —me refregué la cara con las manos—. Lo siento, no quise ser tan brusco.
    — No se preocupe, señor, sé lo que siente.
    Yo lo miré, sin comprender.
    — Mi hija, señor, me acabo de enterar que… —bajó la cabeza derrotado— Ella es la chica de la que…
    ese hombre abusaba.
    — ¡¿Qué?!
    — Apenas hoy me acabo de enterar, ella no quiso hablar antes por miedo, hoy se enteró que salió del
    hospital y me lo dijo.
    — Debiste matarlo —le dije sin pensar.
    — Sí, pero no me voy a manchar las manos con él, no vale la pena, señor, sólo si no logramos ganar y
    él sale en libertad, entonces sí, entonces lo mato, señor, sin remordimiento alguno.
    Le puse la mano en el hombro. No debía ser fácil para él saber esto. Y no era la primera vez que lo
    tenía frente a él con todas las de ganar. Tal vez si se hubiera enterado antes… otra sería la historia.
    Hablé con mi abogado para asesorar a mi fiel empleado y pudrir a ese desgraciado en la cárcel. No
    podía permitir que siguiera lastimando a las chicas, como si fueran un objeto sexual.
    Tuve que hacer mucho esfuerzo por calmarme, antes de volver con Marizza, si hubiésemos tardado un
    poco más, lo más seguro es que hubiera abusado de ella, como siempre quiso hacer y después… No
    quería pensar en qué hacer si ese desgraciado la hubiese matado junto a nuestro hijo.
    Guido, me ayudó a tranquilizar mi ánimo, asegurándome que Fabrizio no se acercaría a Marizza y
    Ivan no volvería a salir de la cárcel, y si lo hacía, moriría, aunque él fuera a prisión por su culpa,
    por supuesto, yo no lo dejaría hacer una cosa así, pero sabía que podía confiar en ellos.
    Cuando volví al cuarto, Marizza estaba despierta, se cansaba en la cama, pero no podía levantarse, no
    todavía por lo menos, la ayudé a sentarse, acomodándole los cojines.
    — ¿Estás bien?
    — Mucho mejor que acostada.
    Me encantaba mirarla con sus ojos fijos en los míos.
    — Quiero llevarte a casa —le confesé.
    — El doctor dijo que mañana o pasado, podría volver a casa —se le iluminó la cara con una sonrisa.

    — Pero, cuando estés en casa serás obediente ¿de acuerdo?
    — Sí, señor —contestó. Estaba contenta y me gustaba verla así.
    Sonreí y la besé. Tenía miedo, saber que Fabrizio andaba por ahí, sin saber dónde estaba, me
    descomponía. Y enterarme de lo que hizo Ivan…
    ●●●
    Tres días después pude llevar a casa a Marizza, fue el día más feliz de mi vida después de que me
    confesara su amor. Llevarla a casa fue como volver a tenerla. Al principio pensé en llevarla
    directamente a la casa nueva, pero preferí llevarla al departamento, así, tal vez, recordaría los
    momentos hermosos que hemos vivido allí.
    Entramos al departamento, ella lo miraba todo intentando reconocer el lugar. Aquel día estuvo toda la
    familia con nosotros. Por la tarde, cuando quedamos solos, la llevé al cuarto en mis brazos, algo, un
    recuerdo, pasó por su mirada y se puso roja.
    — ¿Qué pasó? —Le pregunté.
    — Nada —contestó con la mirada baja.
    — ¿Segura?
    — No, son flechazos de recuerdos, pero no logro retenerlos… —me miró ansiosa y luego volvió a
    bajar la mirada— Recuerdo el amor…
    Sonreí, para mí eso bastaba, que recordara nuestro amor, era suficiente. Le tomé la cara entre mis
    manos, me encantaba mirarla y que se viera en mis ojos.
    — Espero que sea lo único que recuerdes —le dije besándola.
    Ella correspondía a mis besos con una ternura e inocencia que no cambiaba a pesar del tiempo que
    había pasado.
    — Recuerdo la torta de mango —sonrió tímida.
    — Ya tendremos tiempo para repetirlo —La puse sobre la cama y la besé. Una sombra de tristeza se
    instalo en su rostro—. ¿Qué pasó?
    — Que ahora como estoy… no puedo ni siquiera… no podemos…
    — Mi amor —la besé suavemente—, no pienses en eso.
    — Es que si no voy a servir…
    — No sigas —la interrumpí antes que dijera una barbaridad—, no eres un objeto de placer, que si me
    sirve bien y si no, puedo botarlo. Eres mucho más que eso. Eres mi mujer, me gusta hacerte el amor,
    me gusta cuando duermes sobre mí, me gusta besarte, mirarte. Cada minuto contigo es especial. No
    quiero tener sexo contigo, espero no tenerlo nunca. Yo quiero amarte, cada día y cada noche. Y eso va
    mucho más allá de las necesidades físicas. Es amor, preciosa.

    Sus ojos se aguaron, no quería que llorara y la tomé en mis brazos, apoyando su cabeza en mi hombro.
    — No llores, preciosa.
    — Te amo, puede que no recuerde muchas cosas, pero sí siento el amor que nos tenemos.
    — Yo lo sé —la besé, con pasión, con amor, con ternura, con todas las emociones y sentimientos que
    ella despertaba en mí.
    Durmió en mi pecho, sobre mí, todavía no le molestaba dormir así y extrañaba su cuerpo sobre el mío.
    Al despertar se quedó ahí, acomodada en mí.
    — ¿Te peso? —Me preguntó al rato.
    — Nada, me gusta sentirte así —contesté.
    — ¿Tienes que ir a trabajar?
    — No, dejé todo arreglado para estar contigo por lo menos hasta que te mejores.
    — Gracias —me dijo enderezándose y besándome.
    — Tal vez esto me guste y no vuelva nunca más a trabajar. Sólo me dedicaría a supervisar todo —
    sonreí, hablando en su boca.
    — Sería ideal, aunque te podrías aburrir de mí.
    — No, creo que jamás me aburriría de ti.
    Sonrió infantil.
    — Te invitaría a darnos una ducha, pero creo que sería demasiada tentación.
    — Ya lo creo, pero necesitarás ayuda.
    — Sí, es verdad —hizo un gesto—, no me gusta estar así.
    — Lo sé, preciosa.
    La bajé de mi pecho y la acosté a mi lado, quería amarla, pero por sus heridas y, especialmente por
    nuestro hijo, no podíamos hacer el amor. Cuidarla era mi prioridad. La contemplé. Recordé aquella
    noche cuando la vi salir del hotel con Ivan, con sus ojos llorosos, su labio sangrante y su cara de
    miedo. Él sólo pensaba en sí mismo. Mi mente se trasladó a la visión del cerro, donde él le quebró la
    pierna, después de golpearla, humillarla y tirarla al suelo, como si fuera nada. Ella protegía a su bebé,
    con sus manos en su vientre, estaba dispuesta a dar su vida por cuidar de nuestro hijo. ¿Cómo no
    amarla? Y amarla iba mucho más que tener sexo.
    — Van a llegar todos y nosotros vamos a estar acostados todavía —me dijo interrumpiendo mis
    pensamientos. Vi mi reloj, eran las once y media de la mañana.
    — Tienes razón —la tomé en mis brazos y la llevé al baño—. ¿Puedes sola o te acompaño? —Le
    pregunté dejándola con suavidad.
    — Mejor sola —sonrió—, ya recordé lo que pasó aquí.
    — Te amo, preciosa —la besé y salí, yo también tenía fresco en la memoria el recuerdo de la primera

    vez que hicimos el amor allí, cuando se preocupó por la posibilidad de embarazarse.
    Estábamos tomando desayuno cuando llegaron mis padres. Martin llegó a la hora de almuerzo con
    Michi, algo había entre ellos, pero se negaban a hablar, cuando hacíamos alguna broma o
    intentábamos sonsacar alguna información.
    Durante la semana tuve que dejarla para asistir a la audiencia del juicio de Ivan. Quise levantarme
    de mi asiento y matarlo con mis propias manos, pero no valía la pena. El testimonio de la chica
    abusada por él fue dramático. Para qué decir el de los padres de la joven que estaba en el hospital, a
    raíz del ultraje quedó estéril y estaba en muy delicado estado de salud. La decisión del juez sería en
    unos días, provocando la ira entre los familiares de las chicas.
    No dije nada de esto a Marizza, ella no recordaba nada y pensaba que había tenido un accidente
    automovilístico, yo esperaba que no recordara nunca lo que realmente sucedió.
    De Fabrizio no sabíamos nada, no aparecía. Dos guardias no se apartaban de nuestra puerta ni de día ni
    de noche. Temía que ese loco quisiera lastimar a Marizza y no se lo iba a permitir. La desesperación que
    provocó su desaparición y la visión de Ivan lastimándola… No, ella debía estar cuidada y
    protegida todo el tiempo.
    Tres semanas más tarde, salió la resolución del Tribunal: Ivan fue declarado culpable, por cuasi
    delito de homicidio calificado en dos casos, violación y secuestro. El juez dictaminó 20 años y un día.
    Debió ser cadena perpetua.
    No estaba seguro de querer cambiarnos a la casa nueva. Sentía que Marizza estaba más protegida en el
    departamento. Era más difícil entrar, más gente alrededor, más pequeño el lugar. Más seguro.
    — ¡Se movió! —Gritó una tarde Marizza emocionada.
    Me acerqué y toqué su pequeño vientre, apenas sí se notaba, pero era preciosa así con su barriguita de
    embarazada. Ahí estaba, moviéndose. No pude evitar que las lágrimas corrieran por mis mejillas. Ella
    lo había sentido antes, yo no, hasta este momento.
    — Estás llorando —me dijo Marizza secando mis lágrimas.
    — Es hermoso, saber que está ahí dentro… —la miré emocionado— Es maravilloso ser padre.
    — Sí, lo es —consintió ella.
    — Te amo, gracias por darme este regalo tan precioso —la besé, rozando sus labios.
    — Es nuestro, tuyo y mío —contestó ella.
    — Eso es lo más bello de todo.
    Era verdad, que Marizza fuera la madre de mi hijo, era lo más hermoso que podía ocurrir en mi vida.
    ●●●
    No puedo negar que me preocupaba Fabrizio, su desaparición, me molestaba no saber, pensar que en

    cualquier momento podía aparecer y lastimar a Marizza. A la vez estaba seguro que los guardias la
    protegerían, pero no podía evitar sentirme ansioso y ella lo notaba, me preguntaba muchas veces qué
    me ocurría, pero no se lo diría. No iba a darle esta carga a ella. Menos ahora que las cosas no iban bien
    para ella, su pierna ya estaba mejor, pero debía hacer kinesiterapia, yo la llevaba y veía lo que dolía el
    tratamiento. Nuestro hijo estaba bien, pero todavía existía un riesgo de aborto, por lo que debía hacer
    reposo el máximo de tiempo. Aunque había recordado varias cosas, mucho tiempo estaba en blanco en
    su mente, no recordaba gran parte de los últimos cinco años, más que nada recordaba el último
    tiempo, nos recordaba a nosotros, la familia que tiene ahora, y a sus padres, antes que muriera su
    mamá.
    Cuando ella me contó de su sueño, de la forma que su mamá había muerto, pedí una investigación de
    su caso, pero no había registro, en ese tiempo, Marizza tuvo un accidente, puede haber confundido todo
    ¿o no? Yo tenía mis dudas y pedí más averiguaciones, quería sacarme esa espina. ¿Fabrizio hubiese
    sido capaz de matar a su esposa y a su hija? Aunque Marizza no fuera su hija natural, la crió, la vio
    crecer… Bueno, no tuvo tapujos en ofrecerla como una mercancía, en intentar abusar de ella y en
    golpearla. Seguramente, era capaz de todo.
    De todas maneras, intentaba tranquilizarme, no quería traspasarle mis preocupaciones a Marizza, a pesar
    que yo sabía que ella notaba que algo pasaba, a veces preguntaba, pero yo evadía la respuesta.
    Una noche, estuvo muy inquieta, se despertaba, se quejaba, durmió poco y mal. Al día siguiente
    amaneció enojada. Sus gestos y movimientos eran bruscos, molestos. Yo intenté no verlo, sabía que en
    su estado ya estaba cansada y si durmió mal, con mayor razón debía estar agotada.
    — ¿No quieres acostarte un rato? —Le pregunté tomándola de la cintura.
    — ¡No! ¿Por qué? ¿Te molesto aquí?
    Yo sonreí, sus ojos brillaban con furia y aún así se veía hermosa.
    — Sabes que no, preciosa, pero estás cansada…
    — No estoy cansada —se soltó de mí y me dio la espalda, yo la abracé por detrás.
    — Estás como esos niños pequeños que se enojan cuando tienen hambre o sueño —hablé en su oído.
    — Mentira —gimió.
    — Es verdad, preciosa, ve a dormir un rato, descansa.
    — Me siento inútil —confesó con la voz quebrada.
    La giré para mirarla. Tenía los ojos llorosos y estaba haciendo pucheros. Me dolió más que su enojo.
    La abracé y caminé hacia el cuarto, con ella pegada a mi cuerpo. La acosté en la cama y me acosté a su
    lado, comencé a jugar con su pelo.
    — Dime —le pedí, ella me miró sin comprender—, dime lo que sientes.
    — Es eso, me siento inútil, estoy todo el día sin hacer nada. Mi pierna todavía está delicada y no
    puedo estar mucho rato de pie, tampoco sentada —lloró, yo no hablé, hubiese querido decirle muchas
    cosas, pero ella necesitaba desahogarse y estaba seguro que todo lo que yo pudiera decir, sólo serviría
    para empeorar la situación—. Tengo miedo que te aburras de mí. Estoy en un mundo que no conozco,

    que siento que lo conozco, pero no sé qué ha pasado todo este tiempo, para mí es un año y para todos
    ustedes es otro, totalmente diferente; no sé qué pasó con mi mamá, con mi papá. ¿Entré a la
    universidad? ¿Estudié lo que me gustaba o ingeniería como quería mi papá? ¿Cómo nos conocimos tú
    y yo? ¿Tuve otro novio antes de ti? ¿Hace cuánto vivimos aquí? ¿Cuánto tiempo llevamos juntos?
    Tengo tantas preguntas y no sé cómo responderlas, porque me puedes dar datos, pero sólo serán eso:
    datos.
    Escondió su cara en mi pecho, llorando, yo sólo acariciaba su cabello. Tomé los pañuelos de papel del
    velador y moviendo un poco su cara, con suavidad, le sequé las lágrimas. Yo, de verla así, me dolía el
    corazón y hubiese llorado con ella, pero debía ser fuerte.
    — Yo sé que te vas a aburrir de mí, cuando te canses, me vas a gritar y ya no te importará nada, todo
    este amor y esta tranquilidad y suavidad se te van a ir… porque a mí me molesta estar así, para ti debe
    ser peor.
    — No me molestas, preciosa —le aseguré secándole las lágrimas—, ni me cansas y no te voy a gritar,
    jamás lo he hecho ni lo haré, porque te amo, porque eres mujer, porque no hay ni una sola razón válida
    para que un hombre grite a una mujer, para que la maltrate, y mucho menos lo voy a hacer contigo,
    que te amo, que te quiero, que eres todo para mí.
    — Es que… —volvió a esconder su cara en mi pecho— yo soy… tan tonta…
    Sollozaba mientras hablaba, yo la abrazaba, pegándola a mí, cada vez que decía que yo me iba a
    aburrir de ella, que sabía que yo me cansaría y la maltrataría. Eso era lo que sufría con Fabrizio y con
    Ivan, sin saberlo porque no lo recordaba, pero su alma lo sentía.
    Se durmió llorando y, cuando lo hizo, dejé caer las lágrimas que había retenido, no podía creer el daño
    que le hicieron esos dos. Yo esperaba que no los recordara, pero serían cinco años de su vida, perdidos
    en su memoria, lo que no entiendo, es por qué, es cierto que su vida no fue muy buena, pero desde qué
    momento ella borró, la siquiatra que la trata dice que puede que haya tenido algún momento
    traumático y, desde ese momento hasta ahora, ella lo bloqueó en su mente.
    Tocaron el timbre y salí a abrir. Eran mis padres, les hice un gesto para que entraran en silencio.
    — Lloró mucho rato y ahora se durmió —les comenté.
    — ¿Qué le pasó? —Preguntó mi madre.
    — Está demasiado confundida, se siente inútil, cree que me voy a aburrir de ella.
    — Es normal estar así, hijo, ella no recuerda, pero en su corazón debe sentir todo lo que sufrió con
    Fabrizio y con el ex novio.
    — Lo sé. No me gusta verla así.
    — Debes darle todo tu apoyo.
    — Quisiera poder hacer más.
    Dos golpes en la puerta me indicaron que los guardias llamaban.
    — Señor, tengo información importante —Guido, el jefe de mis guardias y quien estaba a cargo de
    buscar la mayor información posible de todo lo que estaba pasando, estaba frente a mi puerta—. A la

    madre de la señorita Marizza la mataron.
    — ¿¡Qué dices?!
    — Así es, señor, se pagaron grandes sumas de dinero para hacer que su muerte fuera a causa de un
    accidente, un suicidio por su enfermedad. Y la joven también debería haber muerto, pero un hombre la
    sacó del automóvil y la desató, dejándola en un centro asistencial y escapando.
    — ¿Quién es ese hombre?
    — Está abajo, señor. Se enteró de todo esto, porque una vez que sucedió aquello, estuvo al pendiente
    de la joven, según él, la señorita Marizza le recordaba a su hija muerta. Sabe muchas cosas, algunas de
    las cuales fuimos testigos y cosas que no sabíamos. Ahora quiere ayudarnos a cambio de limpiar su
    nombre y que el verdadero asesino pague por su crimen.
    — ¿Qué crimen?
    — La hija de este hombre fue abusada de manera muy cruel y lo culparon a él, desde entonces ha
    escapado. Hasta ahora, que dice que sabe todo y pudo enlazar todos los cabos sueltos, pero no tiene
    dinero para sacar todo esto a la luz.
    — ¿Tú diste con él o él contigo?
    — Él estuvo cuando Ivan secuestró a la señorita Marizza, según él, Ivan quiso abusarla, pero él se
    lo impidió. Cuando llegamos nosotros, él escapó, sin imaginar que él seguiría golpeando a la joven,
    estando nosotros allí.
    — Y ahora quiere declarar.
    — No, quiere evitar que Fabrizio le haga a Marizza lo mismo que le hizo a su hija.
    — ¿¡Qué dices?!
    — Fabrizio, en una de sus tantas borracheras, abusó de la hija de este hombre.
    — ¿Ella no se defendió? Marizza lo hacía.
    — La niña, señor, estaba en una silla de ruedas.
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Ese fabrizio es una mi@$!#$
     
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  4. Carcis~RW
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    Pablo no puede ser mas tierno.
    Que bueno que Ivan esta en la carcel ahpra solo falta Fabrizzio
     
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  5. Lauraml
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    Fabrizio es de lo peor !!!
    y pablo es un amor, me encanta
    siguelo pronto !!!
     
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    Horneas galletas con la Abuel@

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    No entiendo como alguien puede hacer algo así, pobre chica, no tuvo ni siquiera la oportunidad de escapar de Fabrizio. Ojalá que le cojan y pague por todo, no quiero ni pensar que pueda hacer si encuentra a Marizza. Síguela bss!! =)
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  7. yisette
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    Hola abuelas gracias por sus comentarios ya estamos en los capitulos finales...




    ¿Es mejor la verdad? …


    Yo sabía que algo me escondía Pablo, pero no podía saber el qué. Y, en realidad, tampoco estaba
    tan segura de querer saber. Todo era tan extraño.
    Aquel día me desperté, después de haber llorado mucho rato y estaban los padres de Pablo, pero él
    no estaba. Según me dijeron tuvo que salir por un problema en la empresa, pero yo estaba segura que
    quería despejarse, salir; estar todo el día con una enferma como yo, no debía ser agradable.
    Poco rato después, a la hora del té, aparecieron Michi y mi papá, traían una torta y cosas ricas.
    Querían alegrarme, yo hacía todo mi esfuerzo, pero no podía, me sobrepasaba el no saber y que nadie
    me quisiera decir nada, todo era un misterio. ¿Qué había pasado que todos se negaban a hablar?
    Apenas sí pude comer. Me fui a mi cuarto y me siguió Michi.
    — ¿Qué pasa, niña?
    — Estoy confundida, Michi, sé que algo me ocultan, pero no logro saber y no recuerdo nada. Siento
    que en cualquier momento Pablo se aburrirá de mí y no puedo evitar sentirme así, yo sé que
    empeoro la situación y quisiera no sentirme así y disfrutar todo esto que tengo, pero no puedo.
    — Mi niña, Pablo no se ha aburrido ni lo hará, él está muy enamorado y sé que él está tan
    preocupado con todo esto como usted, y más. Pero hay cosas que no le podemos decir, por su salud
    mental. Cuando recuerde, podemos conversar, pero hay cosas que no le vamos a decir.
    — ¿Tan malo es?
    Ella hizo un gesto sin contestar.
    — ¿Es de mi papá? ¿De Fabrizio?
    — Algo así, niña, pero no le dé vueltas al asuntos, por favor, le hará mal y…
    — Debo dejarlo así, entonces.
    — Es lo mejor.
    — ¿Qué hay entre tú y mi papá? —Cambié el tema.
    — Niña —ella tomó aire, no quería hablar.
    — ¿Están juntos? —Insistí.
    Ella bajó la cara.
    — Michi si están juntos yo no me voy a molestar, de verdad.
    — No queremos que usted piense mal de nosotros.
    — ¿Y por qué lo haría?

    — Por su mamá, por usted…
    — Mi mamá ya no está con nosotros —me dio escalofríos decir aquello, no recordaba su muerte—, y
    por mí, no deben preocuparse, al contrario, si ustedes son felices juntos, está bien, no deben ocultarse
    por temor a mí.
    — Martin tenía cierto temor, como usted no está bien, pensamos que no era un buen momento.
    — Siempre es un buen momento para ser felices. Yo lo soy con Pablo, si no fuera por esta falta de
    recuerdos…
    — Tal vez sería mejor que no recordara, niña, si lo olvidó en su mente, por algo es.
    Lo pensé y era lo que siempre me decían, que lo que olvidé no era bueno.
    — Yo sé que tienen razón, pero no es fácil vivir así. Quisiera recordarlo todo. Saber, por último, qué
    existen estos 5 años, porque en mi mente tengo 18, vivo como si los tuviera… Michi… —no pude
    evitar llorar— a veces creo que me voy a volver loca.
    — Mi niña —me abrazó como siempre lo hacía, tan maternal como si fuera mi propia madre y lloré
    más todavía—, como me gustaría poder quitarle ese peso de encima, ser yo quien sufriera todo eso,
    para no verla sufrir de este modo. Todo estará bien, todo. La amamos y eso compensará todo lo demás,
    sólo déjese querer. ¿Sabe quién viene a conocerla?
    — No —contesté sin separarme de ella.
    — Las hermanas de Pablo.
    — Me van a ver así… no puedo.
    — Vienen precisamente porque son jóvenes como usted, para hacerle compañía.
    — ¿Me querrán viéndome así tan mal?
    — La amarán, además, quieren disfrutar a su sobrino o sobrina.
    — Debo estar bien por mi bebé ¿verdad?
    — Así es, él siente todo lo que usted está sintiendo.
    Me aparté un poco y me sequé las lágrimas. Respiré profundo y me enderecé.
    — No lo voy a hacer sufrir más con mis cosas. Él se merece lo mejor. Tal vez si recuerde en este
    momento, será peor, porque si es tan malo, al final sufriré más con esa verdad. Cuando se tenga que
    dar, se dará.
    — Sí, mi niña, así será. Quizás no esté preparada todavía.
    — Bueno, este bebé está pidiendo comida —sonreí, ya no quería estar triste ni pensando en lo que no
    podía recordar, de ahora en adelante me dedicaría a disfrutar lo que tenía que no era poco: un hombre
    maravilloso que me amaba y sólo tenía ojos para mí; una familia que me amaba, un papá mucho mejor
    que el que yo conocía; Michi, ahora mi nueva “mamá”; y los padres de Pablo que eran de lo
    mejor. ¿Qué más podía pedir?
    Pablo llegó descompuesto, se dejó caer en el sofá, sin decir nada. Nadie preguntó nada, pero

    entendí que fuera lo que fuera, yo estaba involucrada.
    — ¿Pasó algo? —me senté a su lado.
    — Un problema en la empresa.
    — ¿Seguro?
    — No te preocupes —contestó con su voz dulce de siempre—, sólo estoy cansado, he caminado
    demasiado, demasiadas reuniones y demasiadas rabias, pero ya va a pasar, preciosa, no te preocupes.
    — ¿Quieres comer algo?
    — Sí, estoy hambriento —rozó sus labios con los míos, suavemente.
    Nos sentamos todos a la mesa, nadie hablaba, el ambiente se podía cortar con cuchillo, decidí poner el
    tema.
    — ¿Ustedes sabían que tengo “nueva mamá”?
    — ¿Qué? —Preguntó Pablo, parecía realmente sorprendido.
    — Sí, Michi es mi nueva mamá —sonreí. Mi papá bajó la cara, avergonzado o asustado, no lo sé—.
    Me agrada la idea, creo que hacen una muy bonita pareja.
    — ¿No te molesta? —Me preguntó mi papá.
    — ¡No! Por supuesto que no —contesté—, al contrario, me parece muy bien que sean felices.
    — ¿De verdad?
    — ¡Ay! —Me quejé— Parece que yo fuera una ogra o algo así, además, ustedes ya son grandes y
    merecen estar juntos y felices ¿no? Además… me encanta la torta de novios.
    Volvió el silencio. Algo malo pasaba y no me querían contar. Eso me abrumaba, porque sentía que
    estorbaba, que todo aquello era mi culpa. No quería sentirme así, pero se miraban con miedo y
    complicidad en un incómodo silencio.
    — ¡Me harté! Quiero saber qué es lo que está pasando —dije con decisión, ya no soportaba esa ley del
    hielo que parecía haber allí.
    — Marizza, preciosa, cálmate —me pidió Pablo, tomando mi mano.
    — No, Pablo, todo aquí es silencio, incómodo silencio, se miran como si algo grave pasara, con
    miradas cargadas de significado, pero como si guardaran un gran secreto. Y estoy segura que es por mí
    que no hablan, que no pueden decirse nada. Algo sabes que ellos no y quieren saber, pero no pueden
    preguntar porque estoy yo presente, ¿verdad?
    Pablo se levantó de su silla y caminó al otro extremo de la habitación, dándome la espalda; Mora y
    Sergio se tomaron de la mano, sin mirarme; Martin sostuvo mi mirada un minuto pero luego bajó la
    vista y Michi se tapó la cara con las manos.
    — ¿Tan malo es? —Pregunté en un hilo de voz.
    — Ivan escapó de la cárcel —contestó Pablo sin mirarme.

    — ¿Ivan? ¿Quién es Ivan?
    Entonces sí se volteó Pablo a mirarme. Tenía los ojos rojos por el llanto.
    — Tu ex novio, un demente, un loco que quiere lastimarte, dejó una nota, no descansaría hasta…
    — ¿Él… me hizo… esto?
    — Así es —contestó—, el problema es que Fabrizio también está perdido, teníamos su refugio, pero lo
    abandonó antes que llegáramos.
    — Y él…
    — Están juntos con Ivan. No sabemos cuáles son sus planes.
    Si quería saber la verdad, aquí la tenía, frente a mí y no me gustaba, me imaginé muchas cosas, pero
    no ésta. ¿Mi papá, el que yo conocía, me quería matar? ¿Tuve un novio demente? Ahora entendía por
    qué dos guardaespaldas no se apartaban de nuestra puerta. Los teléfonos estaban intervenidos, con
    rastreador de llamadas y grabadoras. También entendía por qué no me dejaban nunca sola, siempre
    había alguien conmigo. Estaba en peligro. Ellos me cuidaban, me protegían. Creo que no estaba
    preparada para escuchar esto.
    — ¿Estás bien? —Me preguntó Pablo, acercándose a mí y abrazándome.
    — Quieren verme muerta —susurré.
    — Quieren verte sufrir —me aclaró.
    Lo miré, el terror estaba impreso en su cara, sus ojos parecían una caja fuerte. Fue muy extraño verlo.
    O tal vez era yo. Porque no supe más nada. Todo se me fue a negro.
    ●●●
    Desperté y estaban todos alrededor de mí, yo escondí mi cara en Pablo, me avergonzaba ser tan
    débil, él me acarició el cabello y luego me tomó suavemente para levantar mi rostro.
    — ¿Cómo te sientes? —Me preguntó con suavidad.
    — Bien —contesté sin ganas.
    — ¿Quiere algo, un té, jugo? —Preguntó Michi.
    — Sí, un té, por favor —contesté.
    — Vamos —dijo Sergio—, deben conversar solos.
    Salieron uno a uno del cuarto y cuando me quedé sola con Pablo lo miré asustada, yo lo reté a que
    me dijera y, cuando lo hizo…
    — ¿Estás segura que estás bien? ¿No quieres que llame a un médico?
    — De verdad, no te preocupes —me sentía mal, pero no mal físicamente, sino por ser tan débil y

    cobarde.
    Él me empujó suavemente para que me acostara, él se puso de lado y comenzó a delinear mi rostro,
    acariciándome con la mirada. Sonrió débilmente.
    — Perdóname —susurró.
    — ¿Por qué? —No entendí.
    — No debí decírtelo así, preciosa —su voz era tan sedosa, que podría hablarme del tiempo y creería
    que estaba hablándome de amor—, lo siento tanto, esto está alterándome más de lo que imaginé,
    pensar que estás en peligro me descompone, no quiero perderte.
    Me abrazó a su pecho y yo me dejé abrazar por él.
    — ¿Cómo es que yo andaba con un tipo demente?
    — Al principio no era así, él era el chico popular de la universidad. No sé en qué momento cambió
    eso, pasó de ser el popular a ser el abusador de chicas. Fue en el último tiempo… esteroides
    anabólicos, no lo sé. Puede haber abusado de ellos y provocar en él estos trastornos sicológicos.
    — ¿Lo estás justificando?
    — ¡Por supuesto que no! —Respondió con celeridad— No es a él, es a ti, según tengo entendido,
    cuando tú empezaste tu relación con él, todavía era un chico sano y normal, pero de hace unos meses
    todo cambió, no sólo para ti, también para otras niñas de la universidad.
    — ¿O sea yo no escogí a un delincuente por novio?
    — Claro que no, preciosa, él era el mejor partido del momento.
    — Y ahora me quiere matar.
    — No pienses en eso.
    — ¿Y si viene?
    — Tienen orden de tirar a matar.
    Yo no contesté, no me atreví. Nunca creí estar involucrada en algo así. Con muerte, asesinatos,
    amenazas. Mucho menos de parte de gente que se supone que me ama, o me amaba.
    — Debes estar lo más tranquila posible, ¿me lo prometes? Te cuidaremos, nada te va a pasar, haré
    todo lo posible para evitar cualquier acercamiento de esos hombres.
    — Gracias —me acerqué para besarlo, el me tomó en sus brazos y puso su mano en mi nuca y una
    corriente eléctrica atravesó mi espalda. Me estremecí.
    — ¿Qué pasó? —Me preguntó en un susurro.
    — Te amo —contesté apenas, sus caricias provocaban sensaciones en mí, que son difíciles de
    explicar.
    — Yo también te amo, te adoro, eres mi vida, no quiero que me faltes nunca.
    Escuchar esas palabras mientras me miraba en sus ojos era superlativo. Nada se le podía comparar.

    No me levanté, no me dejaron, así que se reunieron todos en el cuarto antes de marcharse, estaban
    preocupados y se les notaba, pero no había nada que hacer, todos los hombres de Pablo estaban
    ocupados en buscar a Fabrizio y a Ivan, para impedir que se acercara a nosotros.
    Cerca de la medianoche un ruido extraño me sobresaltó. Era un ruido sordo. No supe de qué era, pero
    me perturbó, Pablo también lo oyó y se sentó en la cama.
    — Algo pasa —le dije en voz baja.
    — No te muevas —ordenó con suavidad.
    — Es mejor que me prepare —contesté.
    Me miró, el miedo se reflejaba en sus ojos. Me dio mis zapatos y me ayudó a ponérmelos, a pesar de
    mis protestas que lo podía hacer yo sola. Era como si no quisiera soltarme.
    Se vistió rápidamente, se paró al lado de la cama y me miró.
    — Voy a ver qué pasa —me dijo.
    — Con cuidado.
    — Te amo —susurró.
    Modulé un te amo, el sonido no salió de mi garganta. Estaba asustada.
    Dos golpes en la puerta me hicieron brincar, Pablo tomó mi mano y la besó. Sonrió forzadamente
    y salió del cuarto.
    — ¿Qué pasó? —Fue todo lo que alcancé a oír desde afuera, a Pablo.
    Todo quedó en silencio. No me atrevía a moverme. Seguramente salió para hablar con los guardias,
    para evitar que yo escuchara. Y después de lo de la tarde no insistiría en saber cosas que no debía.
    En mi mente intentaba recordar algo. El nombre de Ivan no me era para nada familiar. Que mi
    papá era extraño, sí lo era, siempre lo fue. Siempre molesto, enojado, aunque no sé si tanto como para
    llegar a querer asesinarme o matar a mi mamá como lo soñé estando en la clínica.
    El vidrio del ventanal del cuarto sonó estruendosamente haciéndose añicos. Yo grité confundida. No
    supe qué hacer. Pablo llegó inmediatamente al cuarto y se quedó de piedra. Yo no entendí. Miré en
    dirección a su mirada aterrada y ahí, detrás de mí estaba un chico, guapo, alto, que me miraba con una
    sonrisa torcida y me apuntaba con un arma.
    — Ivan—susurré.
    — Hola, mi amor —dijo con burla.
    Detrás de él apareció mi papá, sonriendo satisfecho. Venía ebrio.
    Mi mente trabajó a mil por hora. Miraba a uno y a otro, recordando cada escena, cada golpe, cada
    palabra de estos cinco años que tenía en mi mente escondida. Los intentos de abuso de mi papá, los
    golpes de Ivan. Los minutos se hicieron eternos con cada recuerdo y cada vez me aterraba más,
    sabiendo, a ciencia cierta, de lo que eran capaces de hacer.
    — Preciosa —Pablo susurró mi nombre para sacarme de ese estado de éxtasis en el que estaba.

    Lo miré aturdida. No sabía qué hacer. Sus hombres estaban junto a él, pero yo estaba en la línea de
    fuego entre ellos y los que me apuntaban.
    — Déjala, Ivan.
    — ¿Por qué tendría que hacerlo?
    — No la lastimes.
    El arma de Ivan sonó como en las películas, al parecer le quitó el seguro. Miré aterrada a Pablo
    y densas lágrimas corrieron por mis mejillas.
    — No —Pablo no podía ocultar el miedo que le producía aquella situación.
    Y yo menos.
    Me volví y miré a Ivan. Él sonrió con su sonrisa tórrida y terminé de recordar: la noche en el
    motel, cuando quiso abusar de mí, si no hubiese sido por Pablo…
    Miré a Pablo, ese era el peor momento para recordar. Él corrió a mi lado y caí en sus brazos,
    mientras oía unos disparos que no supe de dónde venían, todo me daba vueltas. Él tomó mi cara y me
    hizo mirarlo.
    — No te duermas ¿sí? —Me ordenó con su acostumbrada suavidad.
    — No puedo —los ojos se me cerraron sin poder evitarlo.
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Ay por dios que no este muerta ..
     
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  9. Carcis~RW
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    AY no que triste y que asco estos dos...
     
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  10. Lauraml
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    no se puede ser peor persona...
    siguela pronto
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Xfi siguels quiero ver q pasa xfaborrrrrr
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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  13. yisette
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    Hola abuelas gracias por sus comentarios ya estamos en los ultimos capitulos...buen fin de semana...





    Peligro …ultimos capitulos

    Se desmayó en mis brazos, no sabía dónde la habían herido.
    Después del sonido extraño, me levanté y fui a buscar a los guardias, pero ambos estaban tirados en el
    suelo, el ascensor se abrió y aparecieron los otros guardias, Fabrizio y Ivan estaban en el edificio
    pero nadie sabía dónde. El estallido del ventanal y el grito de Marizza, nos hizo saber dónde estaban,
    entré inmediatamente y lo que vi me desarmó completamente. Marizza estaba parada al lado de la cama
    y detrás de ella, a un paso de distancia, Ivan, apuntándola con un arma. No podía matarla, no.
    Aunque era perfectamente capaz.
    Marizza se giró, no lo había visto. Pronunció su nombre. ¿Había recordado? No. No era el momento de
    recordar. Fabrizio venía completamente borracho. ¿Qué era lo que realmente querían estos hombres?
    ¿Por qué sentían tanto odio contra Marizza? Ella estaba entre nosotros, mis hombres no podrían disparar
    mientras ella no saliera de en medio. La miré con miedo. Ella parecía estar en trance. La llamé
    suavemente. ¡Cómo quisiera saber lo que pasaba por su mente! Ella se volvió a mirarme. En su mirada
    había confusión.
    — Déjala, Ivan —ordené sin levantar la voz, no quería asustar más a Marizza, nosotros teníamos las
    de ganar, pero si la lastimaban a ella…
    — ¿Por qué tendría que hacerlo? —Contestó Ivan con sorna.
    — No la lastimes —le rogué.
    Ivan quitó el seguro de su arma. Marizza me miró aterrada, copiosas lágrimas corrieron por sus
    mejillas.
    — No —no quería verla llorar, no quería que la lastimaran.
    Se volvió y miró a Ivan. Él sonrió con ironía, ella mantuvo su mirada un momento y luego me
    miró, había recordado, estaba seguro de eso y Ivan también lo notó. Un movimiento rápido a mi
    espalda me hizo actuar con rapidez, corrí a Marizza, uno de mis hombres disparó en dirección a Ivan,
    él también lo hizo, cuando la abracé pude sentir la sangre entre nosotros, sin saber exactamente de
    dónde procedía. Tomé su cara y la hice mirarme, quería que se quedara conmigo.
    — No te duermas ¿sí? —Le rogué desesperado.
    — No puedo —los ojos se le cerraron sin poder evitarlo y ahora estaba aquí, en mis brazos,
    inconsciente. La abracé fuerte a mi pecho, necesitaba protegerla del peligro de ese lugar.
    Los disparos retumbaban en el cuarto y, seguramente, en el edificio.
    La sangre mojaba nuestros cuerpos. Yo la mantenía apretada a mí, tenía miedo. Marizza y nuestro hijo
    estaban en peligro. No podía permitir que les pasara nada.
    Después de unos minutos que parecieron eternos, los disparos cesaron. Fabrizio y Ivan yacían

    muertos en el piso del cuarto.
    Aparté a Marizza un poco para mirarla. Ella abrió los ojos y me miró.
    — Señor, la policía viene en camino —me dijo Guido— y la ambulancia está abajo, vienen subiendo
    los paramédicos.
    — Está bien —contesté de mala gana, esto no debiera estar pasando.
    — Señor… —él me quiso tomar del brazo, pero lo aparté de mal modo.
    — Pablo… —Marizza se incorporó y miró horrorizada hacia abajo, donde estaba la sangre entre
    ambos.
    — Cálmate, preciosa —me costó decir aquello, sentí frío en mi pecho, donde antes había estado ella
    apretada a mí. Un dolor agudo me hizo gemir.
    — ¡Estás herido! ¡Por favor, hagan algo! —Gritó Marizza.
    Yo me miré, mi pecho estaba abierto con una herida. Fui yo el herido, no ella.
    Ruidos se sintieron en el departamento, los paramédicos venían entrando, miré a Marizza que tenía su
    mano en mi pecho, haciendo presión para evitar el desangramiento.
    — No me dejes —me suplicó mirándome a los ojos.
    — No lo haré, preciosa — quise besarla, pero los paramédicos me sacaron de allí y me subieron a una
    camilla. No quería dejar a Marizza sola— Guido, hazte cargo, cuídala.
    — No se preocupe, señor.
    — ¡Yo quiero ir con él! —escuché gritar a Marizza.
    — ¿Es su pariente?
    — Es mi novio —contestó.
    En la ambulancia se sentó a mi lado, me tomó la mano libre, mientras los paramédicos trabajaban,
    inyectándome, poniéndome compresas, suero y un sinfín de cosas, yo lo único que quería era estar en
    casa, tranquilos con Marizza. Esto no debió pasar.
    — Te amo —susurró ella mirándome con sus ojos llenos de amor.
    — Recordaste ¿verdad?
    — Sí, recordé todo. Creo que todo.
    — Lo siento.
    Ella se mordió el labio, quise besarla. Algo hizo el enfermero que me dolió.
    — Vas a estar bien, te necesitamos —me dijo dolida.
    — No las voy a dejar —acerqué mi mano a su barriguita y ella la acomodó en su vientre.
    — Se está moviendo —me dijo, yo lo pude sentir—, ama a su papá.

    — Será mi princesa —le dije con dificultad—, se parecerá a ti.
    — ¿Cómo lo sabes?
    — Sólo lo sé.
    Se me cerraban los ojos. Ella puso su mano en mi frente y sentí como si todo el dolor y la angustia se
    fueran por arte de magia.
    — Entonces será niña. Tú nunca te equivocas —me dijo con ternura
    — Me equivoqué y las puse en peligro. Un error que no me perdonaré jamás.
    — No digas eso. Esos dos estaban locos. No había forma de evitar que hicieran lo que hicieron.
    — Debí matarlos cuando tuve la oportunidad.
    — Tú no eres un asesino —me consolaba acariciando mi frente, mi rostro. Sus caricias eran tan suaves
    que se me cerraban los ojos —. Duerme.
    — No quiero.
    — Nosotras estamos bien. Nuestros padres van camino a la clínica. Duerme y descansa —me ordenó
    con dulzura—, te necesitamos bien ¿sí?
    Con sus caricias y sus dulces palabras no hice más esfuerzo, cerré los
    ojos.
     
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    Las Abuel@s te invitan a casa

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    Genial! Amo esta historia..
     
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  15. Carcis~RW
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    :buaa: Por lo menos se murieron esos dos, pero por favor no mates a Pablo. Marizza se merece un poco de felicidad en sy vida.
     
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80 replies since 21/9/2014, 05:21   2304 views
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