La Caida del Multimillonario

By yisette

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    Cascabel Alias Mussi


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    SIPNOSIS...

    Cruz es un vaquero multimillonario que ama a su rancho tanto como ama a su familia. Él ha visto a sus hermanos mayores encontrar el amor y piensa que no se ve tan mal después de todo. Contrata a una nueva cocinera, a la que encuentra irresistible.
    Julieta está huyendo con su hijo y acaba de encontrar trabajo como cocinera de Cruz. Ella está encantada, pero le hace saber que no quiere nada más que un trabajo.
    Esta historia está llena de risas, romance, familia y amor.

    Prólogo ....



    Sergio Bustamante se recostó en su cómoda silla, disfrutando del sabor de su whisky de cien años de edad y el calor de la chimenea en llama baja. Estaba lleno de buena comida y de pensar de nuevo sobre la maravillosa Acción de Gracias que acaba de tener con su familia.
    Le encantaba cuando se reunían todos juntos. Él estaba feliz de tener tantos nuevos nietos correteando por la casa. Su nieta más joven Izzy acababa de cumplir un año de edad hace una semana. Había mucho que celebrar.
    Él sólo deseaba que su joven hijo Cruz encontrara la mujer adecuada. El aliento de Sergio salió corriendo por la frustración. Había encontrado unos cuantos partidos apropiados para su niño pero Cruz fue muy astuto y había evitado ambos.
    Cruz había adivinado lo que Sergio había planeado. Él no era de los que presumían, pero él había tenido éxito en la búsqueda de parejas tanto para Franco y Pablo. Sus esposas eran mujeres increíbles y mejor aún, le habían dado nietos para llenar los pasillos viejos y vacíos de su casa que le habían parecido tan estériles por un tiempo tan largo.
    Bueno Cruz lo subestimó porque seguramente encontraría una novia que podría enlazar a su hijo. Él sabía que su hijo era terco, pero Sergio era aún más terco.
    No podría descansar hasta que Cruz estuviera felizmente casado. Sergio escuchó de repente una estampida proveniente del pasillo. Él
    sonrió, sabiendo de quién era el sonido de los zapatos.
    —Abuelo, date prisa, la abuela dice que llegó la hora del postre —
    dijo Jasmine, su nieta mayor, un poco sin aliento. Ella debió de correr todo el camino. No había nada como un postre para motivar a un niño.





    Sergio puso su copa y extendió los brazos para que su nieta lo
    abrazara.
    —Bueno, yo ciertamente no quiero hacerte esperar a tener un poco
    de pastel —dijo mientras se la llevaba de la habitación.
    —Lo sé —dijo Jasmine, como si el asunto fuera de máxima
    importancia.
    —Vamos a buscar a todos y comer un poco de pastel de calabaza —
    dijo a Jasmine antes de hacerle cosquillas a su barriga.
    —El tío Cruz dijo que probablemente tú no estarías haciendo nada bueno —dijo Jasmine en un susurro, actuando como si estuviera divulgando un gran secreto.
    —Tu tío Cruz tenía razón. Estoy pensando en darte un poco más de
    primos, pero vamos a mantenerlo entre tú y yo.
    —Te lo prometo —dijo Jasmine. Luego levantó la mano para jurar
    con su meñique sobre el asunto.
    Sergio la abrazó con fuerza antes de ir a reunirse con el resto de su
    familia. Era verdaderamente un hombre bendecido.

    Capítulo 1


    Julieta se sentó nerviosamente en la pequeña cafetería. Estaba tratando realmente con fuerza de no agitarse con nada, pero sus nervios estaban al borde. Estaba esperando para reunirse con Sergio Bustamante para una entrevista.
    Ella había visto el anuncio “Se ofrece trabajo” en el periódico hace una semana y llamó de inmediato. Debió haber habido una gran cantidad de aplicaciones, ya que ella se había paseado con el teléfono, rezando para que la llamaran y ya había renunciado cuando finalmente lo hicieron.
    Él le pidió que se reunieran en el pequeño café del pueblito no muy lejano a Seattle. Ella prefería la vida en el campo mucho más que en una gran ciudad, en la que podría perderse dentro. Ella estaba reducida a un par de dólares y debía irse del motel en el que estaba en dos días más. No podía arruinar la entrevista de trabajo.
    Era para un empleo de ama de llaves y cocinera. Alojamiento y comida estaban incluidos. Si ella conseguía el puesto, tal vez finalmente podría darle a su hijo un poco de estabilidad. Ella se encogió al pensar en el último año y todo lo que su hijo había sufrido.
    Su marido había muerto en un horrible accidente automovilístico. Ya había estado pensando en dejarlo, ya que él no podía permanecer fiel a ella, pero el accidente realmente la había sacudido. Los padres de él tenían demasiado dinero y habían decidido que serían más adecuados para criar a su hijo que ella.
    Se había imaginado que sólo estaban llorando la pérdida de su único hijo y luego se retirarían, hasta que le habían llegado los papeles de custodia. Cuando ella había leído el nombre del juez en los papeles, había decidido que era hora de irse por unas largas vacaciones.





    Sus ex-suegros eran compañeros de golf del juez y sabía que si entraba en la sala del tribunal iba a salir sin su hijo. Ella había tomado todos sus ahorros y estaba prófuga desde entonces. Simplemente no tenía la cantidad de dinero que se necesitaba para combatir a los abuelos de su hijo.
    Su difunto marido no le había dejado nada, lo cual estaba bien para ella, ya que no quería nada de él. Había dependido completamente de sus padres, y le quitaron todo cuando él murió, hasta su coche. Había tenido que comprar un coche barato y que estaba en las últimas.
    Ella sabía que su hijo hubiera sido proporcionado de cosas que ella jamás podría darle, pero que no significaba nada si no le daban amor. Ella había terminado en la pequeña ciudad de Fall City en Washington, cuando su coche se había negado finalmente a ir más lejos y había estado alojándose en el pequeño motel de la ciudad desde entonces.
    Ella había estado tratando desesperadamente de encontrar cualquier tipo de trabajo hasta que había visto el anuncio en el periódico para una cocinera y ama de llaves. Era perfecto. Podía trabajar a tiempo completo y aun así estar con su hijo. No le había dicho específicamente a su potencial jefe que tenía un hijo, pero si él la contrataba, después no podía despedirla a causa de su hijo.
    Eso sería discriminación. Julieta miró nerviosamente por encima de la cabina hacia donde su hijo estaba sentado. Lo había sobornado con un enorme helado y las promesas de una película próximamente si se sentaba en silencio mientras ella tenía la entrevista.
    Por suerte para ella, la camarera le había dado un libro para colorear y lápices de colores para que Julieta pudiera contar con que él estaría ocupado durante horas. Le encantaba cómo su hijo era tan artístico. Él tenía un verdadero don con el dibujo, la maravillaba con frecuencia.
    El timbre de la puerta atrajo su atención lejos de su hijo. Había un hombre muy alto y viejo caminando a través de la entrada, con brillantes ojos azules y lo que parecía una sonrisa permanente en su cara.
    —Buenas tardes, Sergio —dijo la camarera al caballero.





    El estómago de Julieta se apretó con nerviosismo. Éste era el hombre con el que se suponía debía reunirse. Miró a su hijo, asegurándose de que estaba ocupado, luego se levantó y se acercó a Sergio.
    Él la vio y sonrió. —Usted debe ser Julieta —dijo con la voz más resonante que jamás
    había escuchado.
    Ella asintió con la cabeza y luego tomó la mano que le ofrecía. — ¿Ya pidió algo para comer? —preguntó. —No. —Bueno, vamos a pedir el desayuno. Podemos charlar mientras esperamos por nuestra comida. Ramona hace las mejores tortillas de todo el Estado —dijo, mientras la camarera se acercaba. —¿Puedo pedir un poco de huevos, mamá? Julieta estuvo paralizada por un momento. No había querido que su futuro empleador supiera sobre su hijo hasta que tuviera el trabajo, pero ella pensó que era inevitable.
    —No sabía que tenía un hijo —dijo Sergio con el mismo brillo en los
    ojos.
    —Se lo iba a decir hoy —dijo ella con aire de culpabilidad. —Por supuesto, puedes pedir huevos. Veo tus cosas para colorear allá. ¿Por qué no tomas tus cosas y luego vienes a sentarte aquí con nosotros? —dijo Sergio. Julieta podría decir que él era un hombre acostumbrado a tener el control. Ella suspiró para sus adentros y se dejó llevar por la corriente.
    Sergio terminó pidiendo por todos ellos. julieta comenzó a pensar en el total de la factura en su cabeza, esperando conseguir el trabajo, ya que el desayuno iba a ocupar la mayor parte de su dinero en efectivo.
    —¿Cuál es tu nombre, chico? —preguntó Sergio amablemente. —Mi nombre es Daniel. Tengo cinco años de edad —afirmó con
    orgullo.





    —Cinco es una edad muy avanzada —dijo Sergio. Daniel le sonrió y
    Julieta podía ver un poco de adoración de héroe en ella.
    Sergio volvió su atención de nuevo a Julieta. —Sólo hablamos brevemente por teléfono, así que déjenme contarle
    un poco acerca del empleo.
    —Eso sería grandioso —dijo Julieta. Realmente no le importaba lo que el empleo implicara. Ella fregaría retretes o limpiaría los establos si le daba a su hijo cierta estabilidad.
    —El puesto es para un ama de llaves y cocinera, aunque más de cocinera. Hay un servicio de limpieza que viene en forma regular. El lugar es bastante grande y, francamente, demasiado grande para que una sola persona lo maneje. ¿Cocina bien? —preguntó.
    —Sí, señor Bustamante. No me gusta presumir, pero tengo una pasión por la cocina y me encanta probar nuevas recetas. Puedo hacer cualquier cosa y puedo cocinar para uno, o para cien —dijo con entusiasmo. A ella realmente le encantaba el arte de cocinar una comida complicada. Había pasado demasiado tiempo desde que había cocinado una comida en una cocina agradable. El estar en fuga no era agradable para Daniel o ella.
    —El empleo ofrece alojamiento y comida, así como un cheque de pago semanal. ¿Está dispuesta a cambiar de residencia? —preguntó y luego miró a su hijo.
    —Nos encanta esta área muchísimo y he tenido esperanza de encontrar un trabajo para poder quedarme aquí. Daniel es un niño muy grande y usted no sería capaz de darse cuenta de que está alrededor —le prometió.
    Sergio se echó a reír en voz alta. —Tengo tres hijos y un rancho sería un gran lugar para un niño. Si nadie sabe que está alrededor, entonces ese es el momento para preocuparse por lo que se trae entre manos —dijo.
    Julieta no sabía cómo responder a su declaración. No estaba segura si estaba diciendo que su hijo iba a ser bienvenido o no. Ella permaneció en silencio y esperó que al hombre le gustaran los niños.
    —Daniel, ¿te gustan los animales? —preguntó Sergio.





    Daniel ladeó la cabeza, como lo hacía cuando estaba pensando
    profundamente acerca de algo.
    —Realmente quiero un perrito —dijo finalmente. —Bueno, por supuesto que sí, todos los niños deberían tener un montón de cachorros —dijo Sergio. Hablaba como si se tratara de una cuestión de vida o muerte.
    Julieta estaba segura de que habría algunos perros corriendo por el rancho. Su hijo estaría en el cielo. Siguieron charlando mientras comían el desayuno. Julieta se sorprendió de lo bien que estaba la comida. Ella era un poco crítica respecto a la comida y la tortilla era suave y esponjosa y las verduras estaban cocinadas a la perfección. Tendría que dar las gracias a la cocinera antes de salir.
    El desayuno duró aproximadamente una hora. Emily estaba empezando a preocuparse un poco. Esto era diferente a cualquier entrevista de trabajo que nunca había tenido antes. Él no estaba haciendo ninguna de las preguntas habituales que los posibles empleadores preguntan. Él estaba mucho más preocupado acerca de su vida personal.
    Ella se sorprendió cuando se encontró hablándole a Sergio acerca de su difunto esposo y el accidente de automóvil. Tuvo que parar antes de que terminara hablando sobre el asunto de la custodia. El hombre parecía inspirar a una persona para contarle su historia de vida.
    —Julieta, creo que se ajusta perfectamente al puesto. ¿Cuándo puede
    empezar a trabajar? —le preguntó Sergio.
    —Podría comenzar de inmediato —respondió ella con verdadera
    alegría.
    —Bueno, no hay mejor tiempo como el presente. Deja que me encargue de esta cuenta y puedes seguirme hasta el rancho —dijo mientras se levantaba.
    —Puedo pagar por mi desayuno —dijo. No estaba acostumbrada a
    tomar limosnas, incluso cuando no tenía nada.
    —Tonterías querida, ésta fue mi entrevista. ¿Por qué no recoges a tu hijo y nos vemos en la esquina? —dijo. Ella se dio cuenta de que no habría discusión, así que hizo lo que le pidió.





    —¿Dónde has aparcado? —preguntó él al pisar el frente. —Me quedo en el motel de la calle, pero mi coche no está
    funcionando en este momento. Tengo que conseguirlo en el taller.
    Estaba muy avergonzada de admitir lo obvio. —Bueno, entonces, vamos en mi coche y pasamos por su motel para que pueda recoger sus pertenencias y dejes el lugar. Estoy encantado de llevarte al rancho. ¿Está su coche en la tienda aquí en la ciudad?
    —Todavía no. Está todavía en el motel —respondió ella en voz baja. —Eso no es problema. Lo remolcaremos hasta allí. Los chicos aquí en la ciudad hacen un trabajo excelente y puede entregártelo cuando esté todo listo.
    —Gracias —respondió ella. Estaba agradecida de haber encontrado el anuncio en el periódico. Realmente no le importaba lo que el trabajo implicara. Estaba emocionada de tener un lugar para alojarse y sus primeros cheques pagarían su coche. La vida comenzaría a volver a la normalidad para ella y Daniel, de nuevo.
    Julieta no demoró demasiado saliendo del motel. No tenía muchas cosas personales. Había empacado ropa y algunos de los juguetes favoritos de Daniel y libros, pero no mucho más. Había tenido prisa por salir y sabía que las posesiones podrían ser fácilmente reemplazadas, pero su hijo no.
    Pronto estuvieron fuera y subiendo por un camino sinuoso, lejos de
    la pequeña ciudad.
    —La casa de la hacienda no está demasiado lejos de la ciudad. Es
    sin duda un hermoso país aquí —dijo Sergio.
    —Estoy de acuerdo. No puedo creer que nunca haya estado fuera de
    esta zona —respondió ella.
    —¿De dónde eres originalmente? —preguntó. Julieta no sabía si decirle la verdad o no, pero sabía que si ella comenzaba a construir una gran historia en torno a sí misma, sería difícil mantenerle el ritmo. Decidió que lo mejor sería quedarse con la verdad tanto como sea posible.





    —Somos de la zona de Los Ángeles. Nos enfermamos de las muchedumbres y de la contaminación y decidimos ir en coche al norte hasta encontrar algún lugar donde quedarnos definitivamente. Resultó que Fall City se convirtió en ese lugar —dijo.
    —Tiene muy buen gusto, querida —respondió. Daniel comenzó a hacer su gran cantidad usual de preguntas y Sergio le respondió alegremente. Julieta se sentó y disfrutó del momento en el cómodo sedán.
    Salieron de la carretera y cruzaron bajo un enorme letrero que decía Rancho Tres Hijos. El camino de entrada estaba flanqueado a ambos lados por enormes robles parecían ser de cientos de años.
    No podía ver nada a través de los árboles y creció la expectación. —Mi bisabuelo construyó esta finca hace más de cien años atrás, sin un centavo en el bolsillo. Él amaba la tierra y sabía que podía hacer algo con ésta. Ha sido transmitido a través de los años. Mi bella esposa, Mora y yo hemos decidido vivir en la ciudad, pero Cruz ha sido siempre un hombre de campo, por lo que le pertenece a él ahora. Sus hermanos vienen y lo ayudan cuando desean alejarse, pero nadie quiere este lugar como Cruz —le dijo Sergio.
    Julieta se sorprendió al descubrir que Sergio no iba a ser su
    empleador.
    —¿No vive aquí? ¿Voy a estar trabajando para su hijo? —preguntó. —Sí, vas a trabajar para Cruz. Tuvo que ir a Montana por algún negocio del rancho y no volverá hasta la semana que viene. Él me pidió que cuidara de la situación del empleo por él. No te preocupes. Hay un montón de personal por lo que no vas a estar sola aquí. Todos nuestros empleados son personas de confianza y buenas. Tú y tu hijo estarán más seguros —le aseguró, sin comprender su miedo.
    Ella no estaba preocupada por su seguridad. Le preocupaba que a su jefe no le gustara tener un niño de cinco años corriendo alrededor de su rancho. Tendría que asegurarse que Daniel no se cruzara con Cruz y se





    comportara muy bien. Se imaginaba que estarían en un barracón
    1
    de
    todos modos y nunca se encontrarían casualmente con el jefe.
    Julieta se quedó sin aliento cuando doblaron una esquina y la casa
    del rancho apareció a la vista. Era magnífica.
    Pensó que había visto antes la riqueza, con todo lo que su ex familia política tenía, pero no era nada comparado con lo que estaba delante de ella.
    La casa tenía tres pisos de altura y parecía extenderse hasta el infinito. Era precioso y no era del todo lo que ella había esperado. Cuando Sergio había nombrado una casa del rancho, se había previsto una pequeña gran casa granjera del mil ochocientos con un porche alrededor. Sin duda tenía un porche, pero era enorme. Había un balcón en el segundo piso, con varias puertas francesas diferentes que permitían el acceso a la misma.
    —Wow, ¿esto es un hotel? ¿Hay una piscina? —preguntó Daniel con
    entusiasmo, ya que todos ellos bajaron del vehículo.
    Sergio se echó a reír. —No, es la casa principal, Daniel. Tú y tu mamá van a vivir aquí y sí, hay una piscina que puedes usar en cualquier momento que quieras, pero sólo si hay un adulto presente para ver.
    —Está bien —dijo Daniel y comenzó a correr hacia las puertas
    delanteras masivas.
    —Daniel espera por nosotros, por favor —gritó Julieta, detrás de él. Él se detuvo de inmediato y se volvió hacia su madre, a pesar de que estaba prácticamente bailando en el lugar, apenas capaz de controlar su emoción.
    La puerta se abrió cuando empezó a subir las escaleras. —Hola Sr. Bustamante —dijo el señor mayor. —Hola peter. ¿Cómo estás hoy? —preguntó Sergio.


    1
    Barracón: Construcción de un solo piso, de planta rectangular, con un solo espacio
    interior y generalmente hecha con materiales ligeros, que se usa para albergar a una gran cantidad de personas.





    —No me puedo quejar —respondió el hombre. —Julieta, éste es Peter. Él hace un poco de todo aquí, y Peter, ésta es Julieta, la nueva cocinera. Éste jovencito robusto es su hijo Daniel. Ellos se alojarán en el ala este. ¿Puedes mostrarles sus habitaciones para que puedan acomodarse? —preguntó Sergio.
    Julieta no notó el guiño que Sergio le dio a Peter y la sonrisa de
    respuesta recibió de vuelta.
    —Es genial conocerlos, Julieta y Daniel. Síganme, estoy seguro de que
    están ansiosos por conseguir acomodarse —dijo Peter.
    —Es realmente un placer conocerte también, suena genial —
    respondió Julieta.
    —¿Dónde están los perros? —preguntó Daniel. —Después de que te instales, te voy a sacar de nuevo y puedes conocer a Sussy. Tuvo cachorros hace un par de semanas y estoy seguro de que te encantara conocerlos —dijo Sergio.
    —Vamos mamá, date prisa —dijo Daniel, agarrando su mano. Julieta se rió de la emoción que brillaba en los ojos de Daniel. Ella esperaba que su nuevo jefe fuera un hombre bueno, porque mostrarle cosas a su hijo y luego tener que arrebatárselas sería demasiado cruel.
    —Ya voy —respondió ella. —Te veré abajo en el foso —dijo Sergio antes de ir por un largo
    pasillo.
    —Este lugar es enorme —dijo Julieta mientras seguían a Peter por
    una escalera grande y por un pasillo incluso más largo.
    —Ya te acostumbrarás —respondió él con una sonrisa amable. Juliet no estaba tan segura, pero asintió con la cabeza hacia él de todos modos. Por todas partes que veía, había retratos de incalculable valor y antigüedades. Todo era muy abrumador.
    —Sé que no esperaban dos personas, por lo que Daniel y yo podemos
    compartir una habitación. En realidad no hay problema —dijo.





    —Oh, no hay necesidad de eso. Hay un montón de habitaciones vacías en este viejo lugar a la espera de ser llenadas. El abuelo de Cruz originalmente construyó este lugar y Cruz lo renovó mediante la adición de más metros cuadrados. Quería mucho espacio para que su familia lo visitara a menudo. El valor de la familia Bustamante y los amigos están por encima de todo lo demás —dijo Peter.
    —Aquí está tu habitación, jovencito —dijo, y abrió la puerta. Daniel gritó, mientras corría por dentro y saltaba sobre la cama enorme. La habitación era más grande que su viejo salón y comedor combinados—. No sabíamos que íbamos a tener un hijo aquí, así que vamos a aportar lo mejor para ti en el próximo par de semanas —dijo Peter.
    —No hay necesidad de hacer nada más. Esta habitación es excelente
    —dijo Julieta, encantada.
    —Su habitación está justo al otro lado del pasillo —dijo Peter y
    abrió la puerta para ella. Ella en realidad se quedó sin aliento.
    Y era incluso más grande que la habitación de Daniel. Había una magnífica cama con dosel en el centro de la habitación y una enorme ventana con un cómodo asiento para mirar por la venta. Ella no quería irse nunca.
    —Usted tiene un baño privado a través de esa puerta. Nos aseguraremos de que esté funcionando en una hora. Su armario está en la puerta de allá. Después de acomodarse, baje las escaleras y vaya al corredor donde está Sergio. —Se dio la vuelta y se fue antes de que Julieta se diera cuenta de que ni siquiera le había dado las gracias.
    —Wow mamá, tu habitación es incluso más grande que la mía. Ooh, tienes un asiento en la ventana —exclamó Daniel, cuando llegó corriendo a su habitación y se dirigió hacia la ventana—. ¡Oh! Mira todos los caballos —continuó diciendo.
    Julieta se acercó a la ventana y se quedó mirando la escena perfecta que tenía delante. La vista del dormitorio mostraba la parte de atrás de la propiedad y de una pradera con al menos un centenar de caballos pastando.
    —Mira mamá, puedes salir afuera directamente por aquí. —Daniel abrió las puertas francesas, ella no se había dado cuenta y él salió antes de que pudiera ordenar sus pensamientos.





    —Daniel, ten cuidado —dijo, y corrió tras él. Ella exhaló un suspiro de alivio cuando notó la barandilla alrededor del porche. Su hijo estaba a salvo. El porche envolvía toda la parte posterior de la casa. Ella vio otro conjunto de puertas y se preguntó hacia dónde llevaban, pero no quería ser entrometida. Probablemente era otra habitación o un pasillo.
    —Vamos a deshacer las maletas y luego ir a la planta baja. No queremos mantener al Sr. Bustamante esperando por nosotros —dijo finalmente.
    —Sí, luego puedo ver a los cachorros —dijo Daniel, antes de correr
    de nuevo en la habitación y en todo el pasillo hasta su habitación.
    Rápidamente sacó sus cosas y luego se dirigió a la habitación de Daniel, donde él estaba metiendo la ropa en el armario. A ella le gustaba que él hiciera las cosas por sí mismo, pero sabía que tendría que volver a ordenar la ropa más tarde.
    Julieta tomó a Daniel y comenzaron el viaje de vuelta por las escaleras y siguieron el pasillo hacia el sonido de las voces. Ella oyó una carcajada y entró en puerta que daba a una sala acogedora.
    El fuego ardía en la chimenea y Sergio estaba sentado en un
    cómodo sofá mirando.
    Julieta se sorprendió por la habitación. Había un ambiente impuesto mayormente para la comodidad que para una obra maestra. Se dio cuenta de que había un tema similar en todo el área de la casa que había visto hasta ahora. Artefactos caros que se mostraban detrás de un vidrio decorado de la casa y aun así había toques simples dándole un aspecto hogareño y acogedor. Las flores frescas colocadas a lo largo del mobiliario eran muy acogedoras.
    —Aquí están. ¿Ya se instalaron? —preguntó Sergio mientras los
    veía.
    —Sí lo hicimos, gracias. —¿Podemos ver a los cachorros ahora? —preguntó Daniel. —Daniel espera hasta que el señor Bustamante lo comente —lo
    amonestó Julieta.





    —Está bien, Julieta. Entiendo Daniel está entusiasmado. Vamos —le
    dijo Daniel y lo sacó de la habitación.
    Julieta les siguió por el pasillo hasta la cocina. Se detuvo y miró a su alrededor en éxtasis total. Era la cocina más celestial que alguna vez había pisado. Había todo tipo de artefactos que podía imaginar. Ella se olvidó completamente de los cachorros mientras paseaba por la cocina enorme, mirando en los armarios y la nevera bien abastecida.
    Se dio cuenta de lo que estaba haciendo y miró con aire de
    culpabilidad a Peter, quien sonreía desde la puerta.
    —Lo siento mucho, yo no debería haber empezado a husmear en las
    cosas —dijo ella.
    —Ésta es su área, estoy más que satisfecho de ver que estás contenta con el alojamiento. En promedio cocinarás para unos veinte hombres al día, cinco días a la semana. Puede ser un poco abrumador —dijo.
    —Esta cocina es un sueño hecho realidad y me encanta cocinar para grandes multitudes. Por favor, dime que les gusta probar cosas nuevas y no sólo frijoles y jamón —suplicó.
    peter se echó a reír a carcajadas. —Creo que si va a cocinar, los hombres comerán hasta gusanos. —Usted es muy halagador —dijo con una sonrisa. Julieta podría decir
    que ella y Peter iban a ser grandes amigos.
    —¿Por qué no pasas el tiempo que quieras aquí y te acostumbras a la cocina? Su hijo está en el cielo con los cachorros en este momento y estará perfectamente bien —dijo, y luego se deslizó por la puerta.
    Julieta se acercó a la puerta del patio grande y vio a su hijo y Sergio sentados en el porche cubierto, con seis cachorros negros merodeando a su alrededor. Daniel echó la cabeza hacia atrás y rió con alegría pura mientras uno de los cachorros se extendía por todo su cuerpo y le pasaba la lengua al otro lado de la cara.
    Ella sabía que su hijo estaba en buenas manos. Se dirigió a la cocina y se familiarizó con la ubicación de todo lo que iba utilizar. Al hacer un inventario de la comida que tenían allí, se encontró con papel y lápiz y





    empezó a hacer un menú para los próximos días. No podía esperar para empezar a preparar la comida.
    Julieta levantó la vista cuando su hijo y Sergio volvieron a entrar en la habitación y entonces notó el reloj. Ella no se había dado cuenta de que ya había pasado más de una hora. Se sentía terrible al no haber comprobado cómo estaba Daniel todo el tiempo.
    No podía creer lo segura que ya se sentía en el nuevo lugar. —¿Qué piensa acerca de la cocina? —le preguntó Sergio. —Oh, es absolutamente perfecto. No puedo esperar para empezar a
    trabajar en la cena.
    —No tiene que empezar esta noche, ya sabe. Puede esperar hasta
    mañana.
    —No me molesta en absoluto partir de esta noche. Sinceramente, me encanta cocinar y esta cocina está más equipada que un restaurante de cinco estrellas. Mis manos están ansiosas por empezar.
    —Sólo si usted insiste. Estoy seguro de que a los chicos les gustaría mucho más tener una comida casera que las cenas de microondas que iban a comer —dijo Sergio.
    — ¿A qué hora se come normalmente? —En el verano, alrededor de las siete y en el invierno, a las cinco.
    Realmente sólo tenemos dos temporadas en un rancho —dijo.
    —Será mejor empezar entonces. —Se acercó a la nevera para tomar
    algunas cosas—. ¿A qué hora debo tener listo el desayuno?
    —A los chicos les gusta venir por lo general en torno a las nueve para el desayuno. Ya se han levantado y han pasado alrededor de un par de horas desde entonces y son bastante hambrientos —afirmó.
    —Eso suena perfecto. —¿Te importa si me llevo a Daniel para que mire a los caballos en el
    establo? —le preguntó Sergio.





    —Usted realmente no tiene que hacer eso, señor Bustamante. Él puede pasar el rato aquí conmigo y colorear —dijo ella, porque no quería que su hijo fuera una carga.
    —No es un problema, Julieta. Me gusta pasar el rato con el chico y él no quiere pasar el rato en la cocina hasta que la comida esté lista. Vamos, Daniel, puedes escoger a tu caballo favorito para montar. Los chicos aman a los jóvenes. Tenemos que decirles a los hombres cuando esté lista la cena de todos modos —dijo Joseph. Dirigió a Daniel fuera de la habitación, antes de que Julieta tuviera la oportunidad de protestar más.
    Ella sabía que Sergio no era el tipo de hombre al que se le decía "no" con demasiada frecuencia. Se imaginó que si se aburría con su hijo, lo traería de vuelta. Ella comenzó a tararear para sí misma mientras comenzaba varias ollas grandes de pollo y albóndigas con pan fresco.

    ***
    Cruz estaba de un humor increíblemente malo mientras volvía a la habitación del hotel, lo cual era inusual para el normalmente afortunado hombre que va feliz por la vida. Cualquier persona que lo conocía sabía que era mucho más probable verlo gastando una broma que alzando la voz.
    Lanzó su sombrero de vaquero en la cama y se quedó mirando la luz intermitente en su teléfono indicando que tenía un mensaje. Su negocio fracasó ya que el hombre con el que había estado hablando a lo largo de los últimos meses se había olvidado de decirle que las diez cabezas de ganado que estaba tratando de vender estaban al borde de la muerte.
    Una de las pocas cosas que Cruz no podía tolerar era el abuso animal. Podía entender un tipo de perforación para marcarlos, pero abusar de un animal estaba fuera de lugar. Un hombre no abusaba de un animal y nunca dañaba a una mujer.
    Aquellos eran bastante básicos. Cuando se enfrentó a esa escoria de hombre que había tratado esa noche, le tomó todo su esfuerzo no volver a sus años de adolescencia y lanzarle un golpe al hombre.



    20

    Se sirvió una copa y dejó que el calor se extendiera por su garganta para ayudar a calmar sus nervios. Entonces finalmente escuchó su correo de voz.
    —Buenas noticias hijo, te he encontrado una nueva cocinera. Ella es absolutamente perfecta. Hizo la cena para los chicos esta noche y creo que los hombres han ganado unos kilos. En el momento en que ellos habían mordisqueado cada última migaja de su pastel de manzana, tuvimos que casi contratar una grúa para levantarlos de la mesa. Llámame cuando llegues. —Encontró demasiado fuerte la voz de su padre en el teléfono.
    —Me gusta mucho. Una cosa menos de la que tengo que preocuparme —dijo Cruz en voz alta para sí mismo. Se sentó para devolver la llamada de su padre.
    —Ya era hora de que llamaras —retumbó la voz de Sergio sobre la
    línea.
    —Yo estoy muy bien, ¿y cómo estás tú, papá? —Sí, sí, cómo estás y etc. —bromeó Sergio de vuelta. Cruz realmente amaba a su padre. Amaba a su familia entera, incluyendo a sus cuñadas y sobrinos hermosos. Su familia había crecido en los últimos años y estaba empezando a sentir un poco de soledad, viendo el amor claro entre sus hermanos y sus esposas. Jamás se lo admitiría a su padre casamentero, sin embargo.
    —¿Recibiste el ganado? —le preguntó Sergio. —No, el hombre resultó ser un verdadero delincuente —respondió Cruz, sintiendo que la ira comenzaba a hervir de nuevo al explicar la historia a su padre.
    Hablaron de negocios un rato más y entonces Cruz le dijo que
    necesitaba descansar un poco.
    —Te veré mañana. Vuelvo a casa temprano ya que no hay necesidad
    de permanecer aquí por más tiempo —dijo Cruz.
    —Genial, hijo, mañana conduciré de vuelta. Voy a llamar al resto del clan y podemos tener una reunión familiar. No tenemos una hace unas semanas, lo cual es demasiado tiempo —dijo Sergio con seriedad.
    —Estoy de acuerdo contigo, llama al clan y podemos tener una barbacoa. Hablaré contigo mañana —dijo cruz y colgó el teléfono. Él ya se sentía mejor. No había nada que le hacía sentirse tan bien como estar con su familia.

    Capítulo 2



    —¿Puedes hacer algunos platos de acompañamiento para la barbacoa familiar esta noche? Están trayendo todo lo demás —dijo Peter a Julieta cuando ella bajó las escaleras.
    —Por supuesto —respondió Julieta. Estaba increíblemente nerviosa. Su jefe iba a estar en casa esa noche y no solo él, sino toda su familia. Realmente esperaba que no perdiera su trabajo una vez que Cruz descubriera que su nueva cocinera tenía un hijo.
    Ella hizo que la tripulación de hombres desayunara y almorzara, y luego pasó la mayor parte del día en la cocina preparando una variedad de platos para la cena de esa noche.
    —Mamá, ¿puedo nadar ahora? —preguntó Daniel, mientras se acercaba corriendo a la cocina, usando su traje de baño y una expresión esperanzada en su rostro.
    —¿Cómo puedo decirle no a esa cara? —respondió ella—. Déjame
    correr escaleras arriba, cambiarme, y luego podemos nadar un rato.
    La piscina era justo lo que necesitaba para relajar sus músculos y su mente estresada. Había un trampolín y juguetes flotantes. Jugó con su hijo en la parte menos profunda, disfrutando de su risa. Estaban en el medio de una guerra de salpicadera cuando Cruz salió al patio.
    Él contuvo el aliento cuando vio a su nueva cocinera. Ella era impresionante y se encontró a sí mismo intentando controlar el endurecimiento de su cuerpo. Se puso de pie en las sombras y observó mientras ella jugaba con el joven muchacho. Su risa se arrastró hacia él, haciéndolo querer desnudarse y unírseles.





    Ella salió de la piscina y el agua goteó de su cuerpo apenas vestido. Tenía el cabello largo y oscuro en cascada por su cuerpo curvilíneo. Definitivamente tenía curvas en todos los lugares correctos. Sus manos morían de ganas por explorar esas curvas.
    Finalmente levantó la mirada y sus ojos negros impresionantes lo notaron a él allí de pie. Rodaron con sorpresa mientras ambos se quedaron allí, mirándose el uno al otro por lo que se sintió horas. Julieta finalmente salió de su trance, envolviendo la toalla alrededor de ella y comenzó a caminar de nuevo.
    Ella tomó una profunda respiración y se presentó. —Hola, soy Julieta y usted debe ser mi jefe —dijo con una brillante sonrisa. Estaba esperando que si fingía confianza suficiente él vería más allá del hecho de que tenía un hijo y le permitiría mantener el trabajo.
    Él era seriamente el hombre más sexy que había visto jamás. Tenía bastante más de seis pies de alto y estaba sólidamente construido. Tenía músculos en todos los lugares correctos y la apretada camiseta y pantalones empotrados no ocultaban nada de su vista. Tenía cabello oscuro, cubierto por un desgastado sombrero Stetson y sus ojos azul marino parecían no perderse nada. Ella estaba teniendo un momento difícil apartando la mirada de esos ojos hipnotizantes.
    La miró de arriba abajo, para finalmente responderle: —Soy Cruz Bustamante. ¿Eres la nueva cocinera que mi padre
    contrató? —le preguntó, a pesar de que sabía la respuesta.
    Danielnotó al nuevo hombre y salió corriendo de la piscina. —Hola, soy Daniel. Me gusta tu sombrero —dijo, sonriendo al
    hombre, mientras goteaba por todas partes sus botas de vaquero.
    —Daniel, cariño, retrocede un poco. Estás goteando agua sobre las botas del Sr. Bustamante —dijo ella, un poco horrorizada. Estaba tratando de mezclarse y allí estaba con Daniel goteando sobre el pobre hombre.
    Cruz se inclinó de manera que estuvo al nivel de los ojos de Daniel. —Está bien, Hombrecito. Puedes decirme Cruz. ¿Estás disfrutando
    la piscina? —preguntó.





    —Es la mejor y más grande piscina, y los cachorros son tan lindos, ¿sabías que hay caballos en todas partes y Nico dijo que va a enseñarme a montar todos ellos y todo? —dijo Daniel, todo en un respiro. No podía contener su emoción.
    Cruz rió ante el entusiasmo de Daniel y luego le alborotó el cabello. Julieta finalmente se permitió relajarse. Al hombre parecía genuinamente gustarle los niños. Era maravilloso que él tuviera un lado suave para los niños. Ella jamás supo que existieran hombres como él. Comenzó a sentir las primeras cuerdas de alivio al darse cuenta de que lo más probable era que él no iba a despedirla por traer una persona extra a su hermosa casa.
    —Quizás puedes ayudar a elegir cuál de los cachorros nos
    quedaremos y darle un nombre —dijo Cruz.
    El rostro de Daniel pareció caer al instante y había lágrimas en sus
    ojos.
    —¿Qué pasa, bebé? —preguntó Julieta, mientras se dejaba caer de
    rodillas junto a Cruz.
    —¿Por qué los cachorros tienen que irse? —preguntó a Cruz, mientras las lágrimas corrían por su rostro. Todo lo que Daniel había escuchado era que solo un cachorro conseguiría quedarse y estaba devastado por ello.
    Cruz fue tomado completamente por sorpresa. Si veía a un niño o mujer llorando, todo lo que quería hacer era arreglar el problema, sin importar lo que fuera.
    —Nos quedaremos todos los cachorros. Hay un montón de espacio para que corran por aquí. Puedes nombrarlos a todos —dijo Cruz con un poco de pánico. Le habría dado al niño un puñado de billetes de cien dólares si eso hubiera hecho que las lágrimas pararan.
    —¿Lo prometes? —preguntó Daniel, con cierto escepticismo. —Palabra de Scout. —Gracias —dijo Daniel mientras las lágrimas se evaporaban instantáneamente y se lanzó a sí mismo a los brazos de Cruz. Cruz lo abrazó y sintió que su corazón se hacía un poco más grande. Ni siquiera había notado el agua empapando su ropa.





    Julieta tuvo que alejarse de la escena que tenía delante. Podía verse a
    sí misma enamorándose de su jefe y no permitiría que eso pasara.
    Necesitaba el trabajo y los hombres como Cruz no sentaban cabeza con mujeres como ella, así que no había nada que pudiera suceder entre ellos más que sexo, y luego su empleo terminado. Ella casi deseó que fuera un matón distante, en lugar de un sexy vaquero con un corazón cálido con los niños.
    —Daniel, vamos adentro. Necesito terminar de preparar la cena, así que ya no puedo vigilarte fuera de aquí —dijo ella, volviéndose hacia la casa.
    —Ah, mamá, quiero nadar un poco más, por favor —rogó. Ella tenía una debilidad por su hijo y odiaba decirle que no, pero realmente necesitaba terminar de cocinar.
    —Te llevaré afuera a nadar mañana, pero realmente necesito
    terminar la cena.
    —Estaba planeando nadar un poco. Mantendré un ojo en él —dijo Cruz—. Quédate con tu mamá en la cocina por unos minutos mientras corro arriba para cambiarme la ropa —finalizó y luego corrió por las escaleras, sin esperar por una respuesta de Julieta.
    Ella pensó que Cruz era como su padre y no estaba acostumbrado a que le dijeran que no. No iba a discutir con él. Tenía que hablar con Daniel y le dijo que se comportara lo mejor posible.
    Julieta disfrutó sola en la cocina mientras escuchaba los sonidos de la risa de su hijo a través de la puerta abierta. Antes de que lo supiera, todo estaba terminado, así que se dirigió arriba para limpiar. Comprobó a Daniel, quien estaba más que contento de estar chapoteando por ahí con Cruz, así que se permitió un lujosamente largo baño de burbujas. Apoyó el cabeza contra la bañera, suspirando en voz alta. No podía creer cuán afortunada era de haber encontrado semejante trabajo con un jefe amable quién era también bueno con su hijo.
    ***
    Una hora después Julieta estaba sorprendida por el gran número de personas que seguían llegando a la casa y fuera del patio trasero. Tenía que haber más de un centenar de ellos dando vueltas. Todo el mundo





    estaba sonriendo y las risas podían ser escuchadas por encima del sonido de la música country tocando en el fondo.
    Las parrillas se encendieron y el dulce aroma de la carne siendo hecha barbacoa hacía su boca agua. Había estado tan ocupada preparando comida todo el día que había olvidado comer algo. NO había estado segura si debería unirse a la fiesta, pero Peter le había dicho que el personal siempre era invitado.
    —Tú debes ser Julieta, ¿la nueva cocinera? —preguntó un hombre sexy de cabello oscuro. Julieta había estado observando toda la gente a su alrededor y no había notado a la pareja que caminaba hacia ella. Podían haber aparecido en la portada de la revista GQ. Ella estaba un poco intimidada por ellos.
    —Sí, lo soy —finalmente se las arregló para responder. —Es genial conocerte Julieta. Soy Paloma y este odioso hombre de aquí
    es Franco, el hermano mayor de Cruz —dijo ella amablemente.
    —No dejes que esta gente te abrume demasiado, son todos gente increíble. MI primera vez en torno a ellos casi me mata de un susto y ahora no pudo imaginar cuán miserable sería mi vida sin cada miembro de esta familia —dijo ella. Mientras Paloma hablaba, levantó la mirada hacia su esposo y le dio una tierna mirada de amor. Julieta estaba insegura de si habían terminado de hablar y debería alejarse y dejarlos solos.
    —Oh, quisieran parar con la cosa de la mirada, obviamente están poniendo incómoda a la pobre Julieta aquí —otro hombre extremadamente sexy se metió en la conversación, salvando a Julieta.
    —Lo que sea Pablo, puede apenas estar a diez pies de distancia de la
    pobre Marizza —bromeó Franco a su hermano.
    —Bueno, cuando tienes razón, supongo que tienes razón —dijo Pablo—. Hola, soy el hermano de en medio, Pablo, y mi increíblemente sexy esposa está instalando a los niños, pero entrará en un par de minutos. Tengo que decirte Julieta, eres mucho más caliente que el cocinero anterior —añadió con un guiño.
    Julieta podía sentir su rostro volverse una profunda sombra roja. Odiaba cómo sus emociones eran tan fáciles de leer. No sabía cómo responder a los comentarios de Pablo, así que decidió no decir nada.





    —¿Ustedes chicos nunca van a crecer, no? —dijo otra voz, lo que tuvo a Julieta volviéndose a la otra muy atractiva mujer, que estaba envolviendo su brazo en el de Pablo—. No te preocupes por ellos; aman obtener una reacción de una mujer bonita. Cuando conocieron a la pobre Paloma por primera vez, ella recibió propuestas de los tres hermanos —dijo, con un brillo en los ojos.
    —Por cierto, soy Marizza y obviamente casada con este pícaro de aquí —dijo, indicando a Pablo—. Son pura palabrería y nada de acción, sin embargo —bromeó hacia su marido.
    —Oh de verdad, me lo tomo como un reto —dijo Pablo y luego procedió a bajar a Marizza al suelo. Ella soltó una risita, sonando como una adolescente, hasta que sus labios encontraron los suyos y entonces era obvio que ella había olvidado a cualquier alrededor.
    —Um… ¿ustedes quieres ir arriba o quieren seguir avergonzando a mi nueva cocinera? —preguntó Cruz, mientras se paseaba hacia el grupo cada vez mayor.
    Pablo levantó lentamente la cabeza, solo para mirar a Cruz. —Preferiría patear la mierda fuera de ti, pero eso puede esperar hasta después —dijo finalmente, y golpeó a su hermano en el brazo. Para Julieta el puñetazo pareció lo suficientemente fuerte para derribar a un hombre normal hacia el suelo, pero Cruz solo se rió y le preguntó a su hermano si era todo lo que tenía.
    —Ustedes vayan a ayudar con la parrilla. Vamos a colarnos en la sobremesa —dijo Paloma y luego puso un brazo a través de Julieta y el otro a través de Marizza, y las arrastró en dirección a la mesa de postres.
    Julieta tuvo que contener las lágrimas. Estaba abrumada por haber sido incluida con tanta facilidad en el evidente amor familiar. Realmente nunca había tenido amigas antes y esperaba estar ahí por el tiempo suficiente para volverse grandes amigas con las dos mujeres, ya que parecían personas que ella definitivamente querría conocer.
    ***
    Cruz se quedó con sus dos hermanos y no pudo apartar los ojos de Julieta mientras se alejaba. La manera en que sus acederas se balanceaban en el corto vestido de vera era suficiente para realmente hacerle babear.





    Podía imaginar sus manos escabulléndose bajo el vestido para descubrir lo que estaba usando debajo de la impresión floral.
    Mientras estaba allí, una brizna de viento levantó el dobladillo del vestido, mostrándole más de sus increíbles muslos bien formados. Él contuvo el aliento, mientras deseaba una ráfaga más grande que levantara el vestido un poco más alto. Sentía sus pantalones volverse más apretados e hizo una mueca. No notó la mirada que intercambiaron sus dos hermanos. Si lo hubiera visto, quizás habría estado más preparado.
    —Tu nueva cocinera de seguro es caliente —dijo Franco casualmente. —Sí, si estuviera soltero, la habría contratado en un instante, tanto
    si pudiera cocinar o no —añadió Pablo.
    —Realmente no lo había notado —mintió Cruz a los dos. —Así que, ¿no estás interesado en ella? —le preguntó Franco. —Claro que no lo estoy. Ella es una empleada y lo mantendremos profesionalmente —dijo. Estaba inseguro de si estaba tratando de mentirles a ellos o a él mismo. Ya no era un adolescente cachondo y podía controlarse.
    —Bueno, en ese caso, yo vi a Diego por allí mirándola. Creo que
    intentaré algo de casamentero —dijo Franco con picardía.
    —Como el infierno que lo harás —exclamó Cruz. Luego pareció controlarse un poco y añadió—: No quiero empleados que tengan romances, porque cuando las cosas van mal, luego hace la vida que los rodea miserable y uno de ambos renunciará. Tendría que hacer todas las contrataciones de nuevo. —Sentía que había hecho una excusa bastante buena de su arrebato.
    —Veo tu punto Cruz, pero conozco a este chico soltero genial de la oficina. Justo el otro día me estaba preguntado si conocía a alguna mujer soltera. Creo que harían una buena pareja —dijo Pablo y guiño un ojo a Franco.
    Ambos hermanos casi podían ver el vapor saliendo de los oídos de Cruz. Realmente estaban disfrutando mucho a expensas de su hermano, lo que era una cosa normal.





    —¿Por favor pueden dejar a mi cocinera en paz? —casi gritó Cruz. Varias cabezas se volvieron hacia los hermanos. Ninguno de ellos vio la mirada maliciosa en el rostro de Sergio, a poca distancia de pie en la audiencia, junto a Peter.
    —Así que parece que tu casamentero están funcionando de nuevo,
    viejo astuto —dijo Peter.
    —Por qué Peter, no tengo idea de lo que estás hablando —dijo
    Sergio con una cara seria.
    —Te olvidas lo bien que te conozco, señor. He trabajado para ti durante muchos años antes de ir a trabajar para tu hijo, para no saber cuándo estás tramando algo. Además, ¿desde cuándo la cocinera tiene el dormitorio justo al lado de Cruz? —preguntó Cruz, llamando la fanfarronería de Sergio.
    —Bueno, hablaremos un poco más tranquilos. Si ese chico sabe que estoy haciendo de casamentero, correrá hacia el otro camino e incluso peor, si Mora escucha sobre eso, nunca escucharé el final de ello —dijo Sergio, mirando a su alrededor con culpabilidad.
    —Si no estuvieras tan ocupado metiéndote, no tendrías nada de lo qué preocuparte —dijo Peter—. Tengo que felicitarte por tu gusto, sin embargo. Julieta es un soplo de aire fresco y el pequeño Daniel está lleno de energía. Es agradable ver a una señorita bonita y un muchacho joven en la casa.
    Sergio hinchó su pecho un poco por la alabanza. Él tenía buen gusto, si se lo decía a él mismo. Miró a Paloma y a Marizza, como para probar su punto. Había hecho de casamentero con sus primeros dos muchachos y mira cuán bien había resultado.
    —Abuelo, abuelo, tengo un nuevo amigo —dijo la voz insistente de su nieta mayor Jasmine. Ella estaba tirando de la pernera de su pantalón, intentando llamar su atención.
    —Puedo ver eso. ¿Estás jugando bien? —preguntó a su nieta
    traviesa.
    —Lo adoro, abuelo. Nos vamos a casar —dijo ella con la mayor
    seriedad.





    Sergio se echó a reír al ver la expresión en el rostro de Daniel. Incluso a los cinco años de edad la palabra matrimonio asustaba a un varón.
    —¿Por qué no reúnes a tus primos y vamos a cenar para que
    después podamos hacer s’mores? —le preguntó a ella.
    Jasmine se desvió inmediatamente y tomó la mano de Daniel mientras corría a buscar a sus hermanos y primos. Sergio tenía tan orgullo cuando miró hacia el patio lleno de amigos y familiares.
    Julieta estaba mirando a la mesa casi vacía con temor. Nunca había creído que toda la comida que había llenado el espacio podría posiblemente haber sido comida, pero había estado equivocada. Había hecho lo suficiente para alimentar a un ejército y encima de eso, todos los que habían asistido trajeron al menos un plato y todo se había ido. Solo quedaban unos pocos restos y pequeñas piezas por ahí.
    Supuso que los ganaderos de trabajo duro necesitaban repostar sus energías. En realidad estaba muy contenta con la forma en que mucha gente la había elogiado por sus platos. Le hacía sentirse bien tener a la gente apreciando sus habilidades culinarias.
    Daniel estaba en la casa con el resto de los niños, escuchado a Sergio leerles historias. Después de la hora del cuento todos iban a acampar en la enorme guarida y ver películas. La niñera de Marizza, Gloria, se había ofrecido a quedarse con ellos, en caso de que alguno se despertara por alguna razón.
    Julieta estaba tan feliz de que los miembros de la familia Bustamante estuvieran tratando a su hijo como si fuera uno de ellos. Ya lo había escuchado referirse a Daniel como su primo favorito. La pequeña Jasmine se molestó por ese comunicado. Julieta podía decir que a ella le gustaba ser la favorita, pero en el buen sentido. Ninguno de los niños parecía ser mimado. Todos parecían ser muy queridos y confiados.
    —Oye, Julieta, necesitamos otra persona, ven a cambiarte con nosotros y jugar voleibol acuático —demandó Marizza, mientras le agarraba del brazo y empezaba a conducirla por las escaleras para cambiarse de ropa.
    Julieta estaba un poco incómoda por hacer cabriolas alrededor de su traje de baño en frente de un grupo de desconocidos, pero sonaba muy





    divertido y realmente no quería decepcionar a Marizza, así que decidió superar sus temores.
    Se cambió rápidamente y corrió escaleras abajo. Los chicos estaban ya en el agua, golpeando el balón de ida y vuelta, y mojándose entre sí en el proceso. Cruz saltó fuera del agua para clavar el balón sobre la red y Julieta olvidó respirar por unos momentos. El hombre estaba increíble en nada más que un par de traje de baño.
    El agua bajaba en cascada por su pecho musculoso y brazos. Estaba muy oscuro, de todo el tiempo que pasó fuera y Cruz estaba mucho más en forma que cualquier chico que pasaba horas en el gimnasio. Su cabello era un poco sobre el lado más largo y ella se encontró a sí misma queriendo pasar sus dedos a través de los mechones húmedos. La cintura de sus pantalones cortos viajaba abajo, mostrándole el camino de vello que iba más allá de su ombligo. Notó dónde sus ojos se habían perdido e instantáneamente apartó la mirada de él, rezando para que nadie más hubiera visto su reacción con su jefe.
    —Oigan, chicos, no está permitido comenzar sin nosotras —Paloma regañó a los chicos. Corrió y saltó al lado de la piscina, haciendo un chapoteo enorme con una bala de cañón perfectamente ejecutada.
    —Eso se llama hacer trampa cuando intentas cegar a tu oponente —
    dijo Franco, antes de levantarla en un ardiente beso. Julieta podía jurar que vio vapor elevarse hasta el agua cuando los dos se abrazaron.
    —Oigan, no me importa rallar con todo este juego y la partida, si ustedes están demasiado ocupados para jugar —dijo Pablo a Franco y Paloma, antes de que se volviera y mirara de reojo a su mujer curvilínea en sus bikini diminuto.
    —No hay posibilidad —respondió Marizza. A continuación, tomó la
    mano de Julieta y tiró de ella en la piscina junto con ella.
    Julieta salió del agua tosiendo. De repente había una mano golpeando
    su espalda.
    —¿Estás bien? —le preguntó Cruz, parado demasiado cerca de su cuerpo hormonal. La sensación de su mano en su piel desnuda era extremadamente agradable.





    —Estoy bien, solo no me lo esperaba y olvidé taparme la nariz —
    tosió ella.
    —Lo siento mucho —dijo Marizza con verdadera preocupación. —Estoy bien, lo prometo. Vamos a jugar —dijo Julieta. Realmente no le gustaba ser el centro de la atención en cualquier modo, por no hablar cuando estaba en bikini frente a un hombre muy viril, es decir, varios hombres viriles.
    Allí estaban, varios trabajadores de rancho y sus novias jugando contra los hermanos y sus esposas. Era un pareja palooza y Julieta estuvo un poco incómoda cuando se dio cuenta que era la pareja de Cruz. Esperaba que no pensara que estaba intentando conquistarlo.
    Julieta pronto se olvidó de sus preocupaciones y se perdió en el juego. Los hermanos eran competitivos. Se aseguraron de colarse en varios besos con sus esposas y estaban constantemente haciendo bromas o riéndose de algo.
    El balón venía directamente hacia Julieta y ella hizo una inmersión para salvarlo antes de que aterrizara en el agua. No estaba mirando a dónde iba, y de repente se estrelló contra el pecho duro como la roca de Cruz. Sus brazos automáticamente la rodearon para evitar que se cayera. Ella levantó la vista para agradecerle y sus ojos se cerraron el uno con el otro.
    Ella no podía apartarse de él, no importaba lo mucho que su cerebro le decía que se riera y le agradeciera, y luego alejarse. Él tenía los ojos azules más fascinantes que había visto jamás. Ella automáticamente empezó a balancearse hacia él, olvidándose de nadie más que estuviera cerca de ellos.
    Cruz inclinó la cabeza y hambrientamente tomó sus labios y tiró de ellos con fuerza contra él. Sus brazos se envolvieron alrededor de su cintura desnuda y la empujó con su ahora creciente erección. De repente, un chorrito vino de la parte superior de sus cabezas, haciendo a Julieta ahogarse un poco. Cruz se echó hacia atrás, a punto de matar a alguien, cuando notó los ojos alrededor de la piscina donde estaban él y Julieta.
    Él miró de regreso hacia el rostro de ella y vio el horror amanecer en sus ojos. Prácticamente podía leer sus pensamientos. Apenas había conocido a la mujer, pero su rostro era un libro abierto para cualquier que





    quisiera leerlo. Sus mejillas ya enrojecidas se convirtieron en una sombra de oscuro rojo y se escabulló detrás de él, como si él tuviera la peste o algo así.
    Cruz estaba intentado averiguar qué decir para posiblemente
    mejorar la situación, cuando su hermano decidió ayudarlo.
    —Supongo Cruz, puedes dejar de maltratar a la pobre chicas. Sé que el agua es un poco fría, pero hay otras maneras de calentarse, como en realidad jugar el juego.
    —Mira quién habla. —Cruz chapoteó de nuevo de regreso, y luego todos los hombres comenzaron una guerra de agua enorme. Las mujeres corrieron hacia la cubierta y salieron de la piscina. Emily estaba mortificada y tratando de pensar en la mejor manera de escapar, sin que se viera como un verdadero escape.
    —En serio, sé que estás un poco avergonzada por el beso, pero esos chicos no son fáciles de resistir. Solo tienes que saber que cada una de nosotras ha estado allí y nadie está pensando nada, excepto que eres una chica afortunada —le dijo Paloma.
    Julieta le dio una sonrisa torcida de agradecimiento y decidió que quizás Paloma tenía razón y nadie realmente le prestó mucha atención. Además, habían estado en el agua y más o menos cubiertos. Se envolvió en una toalla fuertemente y decidió olvidarse de todo el asunto.
    —Pensé que habías dicho que no estabas interesado —bromeó Pablo a
    Cruz.
    —No quería que eso sucediera. Infierno, no sé lo que pasó —dijo
    Cruz, un poco aturdido.
    —¿Supongo que harías una excepción para que yo la pusiera arriba
    entonces? —Añadió Pablo.
    Cruz solo le gruñó antes de marcharse. Franco y Pablo se sonrieron el uno al otro. Ambos entendían el dolor que su hermano iba a pasar. Ellos habían luchado contra su atracción con sus esposas, aunque al mirar atrás; se dieron cuenta lo idiotas que habían sido. Esas mujeres eran las mejores cosas que les habían sucedido.
    Todos se habían cambiado de sus ropas mojadas y la mayoría de los invitados empezaron a irse. Cruz atizó el fuego y la familia se sentó junta,





    contando historias hasta las primeras horas de la mañana.Julieta intentó excusarse, para dejar a la familia tener tiempo juntos, pero Marizza y Paloma habían decidido que era su nueva mejor amiga e insistieron en que se quedara.
    Ella no luchó mucho contra ellas. Estaba pasando un momento
    increíble y no quería subir sola a su habitación.
    —Tengo que dormir un poco —finalmente dijo Franco y luego movió sus ojos a Paloma. Julieta podía sentir el leve rubor volviendo a su rostro. Sabía que él realmente quería tener a su esposa sola. Marizza y Pablo pronto los siguieron, y de repente Julieta se encontró a sí misma sola con Cruz.
    El fuego se había apagado a principalmente brasas y apenas había
    luz suficiente para ver su rostros en las sombras.
    —Mejor me voy a dormir un poco —dijo ella y se obligó a dar un bostezo. Sabía que no iba a ser capaz de dormir por un tiempo, estado tan liquidada.
    Cruz puso su mano sobre el brazo de ella cuando intentó levantarse.
    Ella se sentó allí, no sabiendo qué decir.
    —Julieta, siento tanto lo que pasó en la piscina. En serio, usualmente
    no agarro a las mujeres y lo hago con ellas delante de toda mi familia —dijo él mientras pasaba las manos por su pelo revuelto.
    La mano de ella estaba ansiosa por suavizar su cabello de regreso a
    su lugar, pero se las arregló para meter las manos bajo sus muslos.
    —No hay problema. No es como que no fuera una participante dispuesta, pero lo siento también. Honestamente, usualmente no hago eso —dijo, todavía un poco horrorizada de sí misma.
    —Bien, ambos lo sentimos —dijo él y luego sonrió. El hombre debería ser registrado como un arma letal para que las mujeres pudieran ser prevenidas.
    —Así que, ¿somos amigos, no? —le preguntó a ella. —Sí, claro —respondió, finalmente sintiendo la presión en su pecho
    comenzar a disminuir.
    —Bien —dijo él—. ¿Quieres ver algo realmente genial? —preguntó.





    —Claro. Él la agarró de la mano y empezó a conducirla hacia el granero. Ella pensó que iba a soltarla, pero mantuvo el agarre y no tuvo la fuerza de voluntad para apartarlo. Había notado que toda su familia eran personas amables y delicadas, así que se dijo que leyera demasiado sobre ese gesto.
    —Mi yegua favorita está a punto de dar a luz. No hay nada más
    maravilloso y hermoso como eso —le dijo a ella con entusiasmo.
    Julieta se encontró ansiosa por ver al nuevo potro. Llegaron al establo y escuchó algunos ruidos de dolor. Julieta levantó la mirada con preocupación.
    —¿Está ella bien? —Ella está bien. He estado revisándola por los últimos días y el veterinario ha estado examinándola. Todo está según lo previsto y el potro está en la posición correcta. Dar a luz todavía duele, sin embargo.
    —Sí, lo hace —concordó ella enfáticamente. —Supongo que tú sabes más que yo —dijo él con un avergonzado
    encogimiento de hombros.
    Julieta rió y luego se calmó cuando se acercaron al establo con el trabajador caballo. Ella era hermosa, con un color marrón oscuro, brillante pelaje y un vientre abultado.
    —¿Cómo estás chica? —habló Cruz en voz baja a la yegua. Ella pareció rodar sus ojos ante el hombre despiadado, o es lo que a Julieta le gustaba creer. Recordaba cuando estaba dando a luz y los doctores le habían preguntado cómo estaba. Había querido golpearlos tan duro como podía y luego les preguntó la misma cosa. Los hombres no tenían idea.
    —Eres una chica bonita —dijo Julieta en voz baja, mientras frotaba gentilmente su nariz. La yegua relinchó un poco hacia ella, como si dijera “al menos tú entiendes” y luego volvió a ignorarlos a ambos.
    Julieta no tenía idea de cuánto tiempo pasaron allí, pero cuando el cielo comenzó a aclararse, la yegua finalmente empujó el nuevo potro de su cuerpo, junto con la ayuda de Cruz. Ella lo miró, sentando en el suelo, con el bebé en su regazo desgarbado y sintió que su corazón latía con fuerza. Él estaba cubierto de polvo y sangre, y todavía irresistible.
    Una vez que todo el calvario terminó, se dio cuenta de cuán cansada estaba. El solo salí sobre la colina y se imaginó que sería mejor intentar conseguir un par de horas de sueño.
    —Gracias por compartir esto conmigo. Fue realmente increíble —le susurró. Ella no quería asustar al nuevo caballo, así que estaba hablando y moviéndose en silencio.
    —Gracias por hacerme compañía. No tenía la intención de mantenerte despierta toda la noche.
    —Valió mucho la pena —respondió ella con honestidad. Cruz estaba ocupado asegurándose de que el nuevo caballo estuviera sano, así que Julieta se deslizó fuera del establo y se dirigió de regreso a la casa. Se acostó y sus últimos pensamientos antes de sucumbir finalmente al agotamiento fueron sobre su nuevo empleador. Sabía que iba a tener que alejarse de él.

    CAPITULO 3...(+18)...

    Julieta se dio la vuelta lentamente y se dio cuenta que era la una de la tarde. Se enderezó en la cama, tratando de borrar el sueño de sus ojos. No podía creer cuánto tiempo había dormido. Siempre se levantaba temprano para asegurarse de que su hijo estuviera bien.
    Tomó una ducha de dos minutos, se vistió y bajó corriendo las escaleras. Estaba increíblemente preocupada por su hijo. Él pudo haber tenido miedo cuando se despertó y su madre no estaba allí.
    Vino corriendo alrededor de la esquina, en el comedor, donde encontró a su hijo sentado con todos los otros niños, Cruz y sus hermanos. Parecía que todos los adultos no habían estado despiertos por mucho tiempo.
    —Mamá, ¿sabías que un caballo bebé nació esta mañana y tan pronto como hayamos terminado de comer nuestro almuerzo Cruz va a llevarnos a verla? —prácticamente le gritó.
    —Lo sabía. La vi nacer. Lamento no haber estado despierta contigo
    esta mañana —se disculpó con su hijo.
    —Está bien mamá, no sabía que no estaban despiertos. Hemos
    estado jugando todo el día —le dijo Daniel.
    Julieta se sintió aliviada de que había estado bien esa mañana, pero un poco triste que no pareciera que la necesitara tanto, cuanto más mayor se volvía. Se cubrió la mirada decepcionada yendo a la mesa y tomando algunos ingredientes para un sándwich.
    —Lo siento, no les preparé el desayuno —dijo ella, sintiéndose
    culpable de que no había preparado una comida.
    —No se puede trabajar siete días a la semana, Julieta, creo que Peter ya te dijo que los fines de semana todo el mundo se defiende por sí





    mismo —dijo Cruz, antes de rellenar su boca totalmente, como si estuviera en su última comida.
    —Sé que normalmente, pero con tu familia aquí, probablemente
    habrían disfrutado de un buen desayuno —se defendió ella.
    —Si el resto de la comida es algo parecido a algunas de esas ensaladas y postres que realizaste ayer por la noche, sin duda habríamos disfrutado de tu desayuno. Es bueno tener un almuerzo de haz tu propio sándwich, además me encontré con un par de tazones de ensalada que de alguna manera no llegaron al comedor anoche —dijo Paloma, mirando fijamente a Cruz.
    —Oye me encanta la ensalada de papas y quería guardar algo para
    hoy —se defendió Cruz.
    Julieta sabía que ella había sacado ese plato, así que Cruz debía haberlo escondido dentro. En realidad, la hizo sentir muy bien que a él le gustara su comida. Obviamente, le gustaba, de la manera en que él acumulaba el material en su boca.
    —En serio, metí un poco anoche temprano y luego tuve que escabullirme. No he tenido esta buena ensalada hecha en casa desde, infierno... bien, nunca. Sin ánimo de ofender a mamá —añadió en el último momento.
    —Bueno, ya sabes el camino al corazón de un hombre es a través de
    su estómago... entre otras cosas —dijo Pablo con un guiño.
    —Amén —agregó Cruz, sin detenerse siquiera en masticar. Julieta debía acostumbrarse a su familia, ya que ella se sonrojaba mucho menos ya. Sabía que los hermanos estaban nervaduras entre sí y que no significaba ningún daño. Simplemente tenía que acostumbrarse a la forma en que hablaban entre sí, si quería estar a gusto con ellos.
    Después de que todos comieron, los adultos reunieron a los niños más jóvenes, mientras que los mayores se aferraban a Cruz que los guiaba a todos al establo. Julieta se sorprendió al ver que el potro recién nacido se tambaleaba alrededor en el espacio abierto del granero.
    —Ella acaba de nacer, no puedo creer que ya camine —jadeó. Los tres hermanos se rieron.





    —Los animales son mucho más independientes que los bebés
    humanos —dijo Franco.
    —Hey habla por ti mismo, siempre he sido uno de una clase y capaz
    de hacer las cosas más rápido que el promedio —añadió Cruz.
    —No lo creo, todos sabemos que siempre he sido el más inteligente
    —dijo Pablo mientras se golpeaba el pecho.
    —Todos ustedes son anormalmente fuertes, sexys y muy, muy
    inteligentes —dijo Marizza para apaciguar a los hombres.
    —Eres todo eso y mucho más —dijo Pablo antes de besarla. —Está bien, simplemente no he dormido lo suficiente para hacer
    frente a los dos haciendo cara besucona —se quejó Cruz.
    —Teniendo en cuenta que te encontré aquí, durmiendo sobre la paja,
    le da un poco de margen de maniobra para el mal humor —admitió Pablo.
    —Por supuesto que un revolcón en el heno me hubiera puesto en un
    estado de ánimo mucho mejor que haberme quedado dormido en ella —añadió con un guiño a Julieta.
    Ella fingió no oír esa última declaración o notar el guiño. —¿No es el caballo bebé dulce? —preguntó a Daniel. —Mamá, los caballos no son dulces, son geniales —gruñó él,
    tratando de sonar como un niño grande.
    —Bueno, lo siento por eso —dijo con un brillo en sus ojos. Le encantaba lo mucho que su hijo estaba creciendo. Había días que le rompía el corazón el pensar que sería un hombre antes de que se diera cuenta, pero al mismo tiempo tenía tanta personalidad y un gran corazón. Quería mantenerlo cerca de para siempre.
    —Ella es una chica muy linda —dijo Franco. —Estoy de acuerdo hermano, otra buena adición al rancho —
    intervino Pablo.
    —Gracias chicos —dijo Cruz. —Hay que ponerse en marcha, pero podemos volver la próxima
    semana —dijo Franco.





    —Ah papá, yo quiero jugar con Daniel un poco más —lloriqueo
    Jasmine.
    —Prometo que volveremos para que juegues con Daniel pero mamá tiene una cita que no se puede perder, dulzura —dijo Franco con tristeza. Odiaba ver a su niña molesta por nada. Era pan comido muy fácil para su hija. Los hombres de negocios que había tratado a lo largo de los años, habrían estado completamente sorprendidos si pudieran ver la facilidad con que su hija era capaz de conseguir lo que quería de él.
    —Está bien papá —dijo ella en una voz temblorosa. A continuación,
    le echó los brazos alrededor a Daniel—: Voy a echarte mucho de menos —sollozó. Estaba a punto de decirle que podían quedarse un rato más, cuando Paloma le dio su mirada maternal. Su esposa era la única persona capaz de salirse con la suya y él no iba a discutir con ella.
    Daniel le devolvió el abrazo, antes de darse cuenta de lo que estaba
    haciendo.
    —Nos vemos pronto —murmuró. Julieta podría decir que él estaba
    tratando de ser duro delante de Cruz, pero él estaba a punto de llorar.
    —Hey hombrecito, después de los otros niños salgan de aquí, tú y yo podemos tomar un paseo a caballo por los senderos —dijo Cruz, mientras revolvía el pelo de Daniel.
    —¿En serio? —La tristeza de Daniel se evaporó al instante, mientras
    miraba con optimismo hacia Cruz.
    —En serio —dijo Cruz—. Incluso puedes invitar a tu mamá si quiere
    venir —agregó.
    Daniel miró por encima de su madre, como si estuviera realmente
    pensando en eso, antes de decir:
    —Creo que ella podría venir con nosotros. Puede hacer cosas para
    un picnic.
    —Gracias —dijo Julieta—. Sé que fue una decisión difícil para ti —
    añadió con una sonrisa.
    —Tenemos que irnos también, nos vemos muy pronto. Vamos a
    tomar un día de spa —dijo Marizza, antes de agarrar a Julieta en un abrazo.



    41

    —Eso suena muy bien —dijo Julieta, a pesar de que no sabía cuánto tiempo tomaría para que ella fuera capaz de pagar eso. Si Marizza la invitaba demasiado pronto, tendría que inventar alguna excusa para aplazarlo.
    Después que se fue todo el mundo, los tres se dirigieron a su paseo. Julieta montó una yegua más vieja que era mansa y fácil de manejar. Daniel estaba con Cruz y lucía muy adorable en sus brazos. Ella realmente iba a tener que luchar contra su atracción hacia él con cada onza de fuerza de voluntad que tenía. No iba a ser fácil.
    El día terminó casi tan perfecto como había empezado. Cruz era ingenioso y encantador, y tenía una paciencia infinita con su hijo. Se dijo en repetidas ocasiones que no serían más que amigos y pensó que si se mentía a sí misma lo suficiente, podría creerlo.
    Un día empezó a correr al siguiente. Cruz no hizo más movimientos nuevos hacia ella y mantuvo las cosas completamente amigables. Él era increíble con Daniel y pasaba horas cada día con él. Daniel estaba empezando a montar por su cuenta.
    Cada vez que miraba a su hombrecito con Cruz, reforzaba su decisión de luchar contra la atracción que sentía por su jefe. Tenía que mantenerlo profesional, porque si ella comenzaba una relación con el hombre, cuando terminara, ella y Daniel tendrían que marcharse.
    No era como si ella realmente tuviera que preocuparse acerca de una relación, sin embargo, Cruz no había mostrado ningún interés más personal. Daniel y ella habían estado en el rancho durante un mes completo y Cruz no la había tocado una vez desde aquella noche tórrida, que parecía hace mucho tiempo.
    Lo que la irritaba era el hecho de que quería que él la tocara. Estaba realmente agradecida de que no estaba haciendo movimientos hacia ella porque no creía que fuera lo suficientemente fuerte como para decirle que no.
    Su familia se acercó un par de veces más y se estaba convirtiendo en buenas amigas con Marizza y Paloma. Estaría tan molesta si de alguna manera perdía todo lo que había ganado desde que aceptó el trabajo de cocina.





    Finalmente tuvo un día de spa verdadero programado el fin de semana que venía. Nunca había hecho algo así y sonaba como el paraíso. Tener amigas reales y un día en que se le permitía mimar a sí misma parecía irreal. La mayoría de las chicas hacían ese tipo de cosas en la escuela secundaria pero había sido demasiado pobre para gastar frívolamente dinero en cosas de chicas.
    Con su resolución hecha, Julieta apartó su mirada de la ventana, donde Cruz y Daniel estaban rodando por el césped con los cachorros cada vez mayores. Se concentró en la cocina, que siempre aliviaba sus tensiones.
    ***
    Julieta no podía dormir. Se quedó allí por espacio de una hora, dando vueltas, hasta que finalmente empezó a sentirse claustrofobia. Se levantó y salió a su balcón. Pasaba mucho tiempo allí en la noche, disfrutando del aire fresco por la noche.
    Comenzó a sentirse un poco mejor, ya que se apoyó en la barandilla y aspiró el aire fresco del campo. Se rió un poco en voz alta, mientras pensaba en sus fobias extrañas. No entendía por qué se ponía tan claustrofóbica a veces.
    —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Cruz. Julieta saltó por lo menos un pie fuera de la tierra, ya que se dio la vuelta para ver a Cruz de pie a unos metros de distancia de ella, usando nada más que un par de calzoncillos, que mostraban mucho más de lo que ocultaban.
    —Yo... s... sólo necesitaba un poco de aire —finalmente logró
    tartamudear.
    Cruz no podía apartar los ojos de ella. Él la miraba de pies a cabeza y se tomó su tiempo para ello. Había luna llena esa noche y ella llevaba un camisón corto casi transparente, que le estaba mostrando mucho más de su cuerpo que incluso el bikini había mostrado. La luz de la luna parecía girar el vestido blanco iridiscente.
    Podía ver la silueta oscura de sus pezones, que se endurecieron en picos mientras sus ojos vagaban sobre ellos. Podía ver el contorno de sus





    piernas todo el camino hasta el más íntimo de los lugares. Antes de que supiera lo que estaba haciendo, comenzó a caminar hacia ella.
    Era lento y constante mientras tomaba esos pocos pasos que los separaban. Sus ojos nunca se apartaron de él mientras hizo su acercamiento. Era como si los dos estuviesen en un trance inevitable. Extendió la mano y apartó los zarcillos escapados de su pelo, que flotaban en su rostro.
    No pudo contener el suspiro que se escapó de sus labios cuando sus dedos se pusieron en contacto con su piel ardiente. Comenzó a inclinarse hacia él en una invitación tácita. Eso fue todo el impulso que necesitaba.
    Él envolvió un brazo alrededor de su espalda, tirándola con fuerza contra su cuerpo casi desnudo. La otra mano envuelta alrededor de la parte posterior de su cuello, inclinando la cabeza hacia arriba, dándole acceso a sus labios carnosos.
    Él le dio un momento más para voltearse. Lo mataría si ella se negara, pero nunca obligaría a una mujer. Cuando el gemido escapó de sus humedecidos labios, finalmente les dio a ambos la satisfacción que querían y acercó sus labios a los de ella.
    Ella había pensado que el beso sería urgente, como lo fue en la piscina, pero se sorprendió cuando sus labios apenas se rozaron. Gimió de nuevo y levantó las manos para agarrar su cuello, tirando de él. Quería sentirlo apretado contra ella en todos los sentidos. No tenía tiempo para lamentarse, lo quería y lo necesitaba en su totalidad besándola y alejando el dolor.
    Finalmente les dio lo que tanto querían y aplastó sus labios debajo de él. Inclinó la cabeza, abriendo la boca más ancha, por lo que podría deslizar su lengua dentro. Sus lenguas se aparearon, mientras sus caderas se apretaron, imitando el acto sexual.
    Dejó escapar un gemido cuando ella empujó su suavidad en su virilidad hinchada. Su mano recorrió la perfección ronda de su trasero, hasta que encontró el dobladillo de su camisón. Luego avanzó lentamente su camino hasta sus muslos de seda, hasta que él la estaba agarrando, tirando de ella con más fuerza contra él.





    Dejó escapar otro largo gemido, al darse cuenta de que no llevaba nada debajo de la voluta del camisón. Lo único que lo separaba de entrar en ella en ese momento era el algodón muy fino de sus calzoncillos.
    De repente movió su brazo debajo de sus muslos, levantándola en sus brazos. Él nunca rompió el contacto del beso apasionado que compartían. La llevó por pocos pies a la puerta de su balcón y se acercó a su cama, donde la acostó.
    Se quitó los calzoncillos y luego la bata en dos movimientos rápidos y se sentó a su lado en el edredón suave. Sus manos vagaban por todo el cuerpo. No podía tocar en suficientes lugares. Encontró cada punto de placer en ella y casi termina con las cosas antes de que hubieran comenzado, mientras ella gritaba su placer.
    Por último, separó sus labios de los de ella, para poder recorrer su garganta suave. Él lamió y mordisqueó su pulso errático latiendo y luego se dirigió a sus pechos generosos. Era tan hermosa y con curvas. Sus pezones eran rosadas cuentas oscuras brillando en la luz de la luna. Pasó la lengua alrededor de sus picos endurecidos, antes llevar primero uno y luego el otro profundamente en su boca.
    El cuerpo de Julieta tiró de la cama mientras él seguía lamiendo y chupando su camino lentamente por su torso. Rodeó su ombligo y luego se trasladó levemente más abajo. Mientras sus manos amasaron sus muslos y sus dientes rozaron su piel, ella gritó más y más. Luego suavemente tranquilizó su piel con un simple movimiento de su lengua.
    Cuando finalmente abrió las piernas y la besó íntimamente en su
    lugar más sagrado, le rogó que la amara.
    —Por favor, Cruz, por favor, te necesito dentro de mí —gritó ella. Con un gesto más de su lengua magistral todo su cuerpo se sacudió y la dulce liberación celestial pasó a través de ella. No podía siquiera levantar la cabeza, el placer era tan grande y abarcador. Poco a poco, besó su camino de regreso a su cuerpo y movió sus pezones todavía sensibles, haciendo que la agitación comenzara en su núcleo de nuevo. No entendía cómo podía necesitar o desear más tras el placer que acababa de recibir, sino hasta que él trajo sus bocas juntas de nuevo, podía sentir el calor de agitación dentro de ella otra vez.





    Se acostó sobre ella, presionándose a sí mismo en su calor. Podía sentir cómo palpitaba contra su apertura dolorosamente. Abrió aún más para que al fin pudiera reunirse con sus cuerpos juntos, pero él aún se contuvo.
    Paso las manos por encima de sus caderas y luego tiró su protuberancia dolorosa, mientras su lengua bailaba con la suya. Ella llegó a estar completamente despierta de nuevo y levantó sus caderas, rogando con su cuerpo para que los uniera. No podía creer que los gemidos que oía provenir de su propia garganta.
    Él deslizó su dedo dentro de ella, probando su cuerpo, para ver si estaba lista para él. Cuando sintió que estaba tan lista como él, finalmente detuvo la tortura y en un empuje rápido estaba muy dentro. Ella gritó de placer y movió sus caderas, con ganas de más.
    —Dame un minuto —suplicó Cruz. Julieta sintió una energía diferente a cualquier cosa que jamás había sentido en su vida. Había hecho que este hombre grande y fuerte que le rogara por misericordia. Era una sensación de euforia y ella movió sus caderas y sonrió al ver el sudor perlar en su frente.
    Vio su sonrisa y se emparejo con la suya retorcida. —Tú eres toda provocadora, ¿no? Entonces, comenzó a empujar dentro y fuera de ella con rapidez y no había manera de que pudiera haber exprimido las palabras más allá de su apretada garganta. Él la abrazó y la besó, al mismo tiempo empujando dentro y fuera de su cuerpo. Perdió la noción del tiempo, mareada en los sentimientos inmensos construyéndose cada vez más alto dentro de ella.
    Se metió de nuevo y su cuerpo convulsionó en torno a él, ya que su placer parecía extenderse más y más. Con un gruñido empujó una última vez, antes de que él se estremeciera y luego se derrumbó encima de ella. Los dos estaban respirando con dificultad y ninguno de ellos parecía tener la energía para moverse.
    Finalmente moviendo sus cuerpos, él tiró de ella medio en la parte superior de él y medio tumbada a su lado. Él no estaba dispuesto a dejarla ir. Trajo el cobertor hacia arriba para alejar el aire de la noche fría de su cuerpo y cerró los ojos, disfrutando de la sensación de ella contra él.





    —Debería irme —dijo adormilada, aunque no trató de moverse. —Todavía no. No tenía ninguna energía para discutir con él y se dijo que se levantaría en un momento. Dejaría descansar sus ojos por un minuto. Estaban tan pesados y no lograba mantenerlos abiertos.
    Julieta se despertó y estiró los músculos doloridos. Al principio estaba confundida por la rigidez de su cuerpo y luego llegó la noche de regreso como agua fría salpicándola en la cara. Ella se sentó en la familiar habitación y miró alrededor.
    Cruz no estaba allí, de lo que ella estaba increíblemente agradecida. Necesitaba tiempo para prepararse a sí misma antes de que se enfrentara con él. Nunca antes había hecho el amor con un hombre con el que no tenía una relación. Antes de Cruz, sólo había estado con su ex marido y el sexo nunca había sido tan bueno como lo había sido con Cruz.
    Se había quedado dormida en sus brazos, sólo para ser despertada en algún momento de la noche por sus manos errantes. Él la había amado una vez más, dándole más placer y luego había caído en un sueño sin sueños.
    Encontró su camisón en el suelo, cerca de la cama y se la puso sobre su cabeza. A continuación, se dirigió a la puerta y alcanzó su punto máximo hacia fuera en el balcón. No había nadie por ahí, o en cualquier lugar en el patio, por lo que rápidamente corrió hacia la puerta de su propia habitación.
    No había sabido que la habitación de Cruz estaba tan cerca de la de ella. Si hubiera sabido antes eso hubiese tenido un tiempo aún más difícil conciliando el sueño por la noche. No creía que fuera a dormir otra vez con su nuevo conocimiento.
    Julieta se permitió una ducha extra-larga, tratando de aliviar el dolor de sus músculos. Había usado unos cuantos que no sabía que existían. A pesar de que su cuerpo estaba dolorido, era una sensación muy gratificante al mismo tiempo.
    Dejó de sonreír al pensar de nuevo en el intenso placer que Cruz le había dado. Luego se recuperó y se vistió. Tendría que decirle que la noche





    fue increíble, pero no podía continuar. Ella realmente amaba trabajar para él y que era mucho más importante que alguna aventura.
    Sonaba racional en su mente. Esperaba que no lo tomara como un rechazo. Desde luego, no podía decirle que había sido el mejor sexo que había tenido en su vida. Esa no era la manera de conseguir que no quisiera más de él.
    Julieta se sentía más segura cuando finalmente bajó las escaleras. Entró y encontró a Daniel y Cruz sentados en la mesa de la cocina, cada uno con un gran tazón de cereal delante de ellos. Ambos levantaron la vista con aire de culpabilidad, como si los hubieran sorprendido haciendo algo malo.
    Julieta pensó que era extraño hasta que se dio cuenta de que el cereal que ambos estaban comiendo era Cookie Crisp. Nunca dejaba que su hijo comiera cereales azucarados. Ella siempre le dijo que bien podría simplemente darle una cuchara y que comiera directo de la azucarera.
    Estaba cerca de regañar a Daniel por comer algo que sabía que no debía, pero la expresión de sus rostros era demasiado patética. No pudo contener la sonrisa que se deslizó.
    —No te acostumbres a comer esto —fue todo lo que dijo. Cogió un cuenco y vertió la poca cantidad que quedaba en la caja para sí misma. Se sorprendió al descubrir que era en realidad bastante bueno. No iba a admitirlo a los chicos que la miraban con aire satisfecho—. Sólo estoy comiendo esto para que ustedes dos no coman más —dijo finalmente.
    Cruz dejó escapar una risita así que ella lo miró, y luego terminó su desayuno. Estaba comiendo el cereal lo más rápido que podía, como se comía todo. Habrías pensado que el hombre se crio en un orfanato, por la forma en que comía.
    —¿Por qué siempre comes tan rápido? —finalmente preguntó con
    curiosidad sacando lo mejor de ella.
    —Trata de crecer con dos hermanos mayores y luego comerías
    demasiado rápido.
    Julieta se rió entre dientes ante la imagen de Franco y Pablo robando la comida de Cruz. Él le sonrió y ella casi se olvidó de que tenían que tener una conversación seria después.





    —Mamá, no te olvides que voy al cine hoy con Jasmine —dijo Daniel,
    a través de sorbos de su leche con chocolate.
    —Me lo olvidé. Termina así que podemos vestirte. Franco estará aquí en cualquier momento —dijo, mientras empezaba a limpiar los platos de la mesa.
    —Ya he terminado —dijo Daniel y luego subió corriendo las escaleras. A él no le gustaba nada más que pasar tiempo con Jasmine, que era su nueva mejor amiga.
    —Espérame —dijo Julieta, mientras perseguía a su hijo por las escaleras. Rápidamente le alisto para irse y para el momento en que bajó las escaleras, oyó llamar a Jasmine para él.
    —Estoy aquí Jazzy —gritó Daniel desde lo alto de las escaleras y luego saltó sobre la baranda y se deslizó hacia abajo. Julieta se quedó atónita cuando su hijo hizo la larga caída.
    —Daniel no puedes deslizarte por la barandilla —regañó a su hijo—. ¿Qué te ha dado esa idea? —cuestionó ella. Daniel miró con aire de culpabilidad y luego se encogió de hombros.
    —Es mi culpa Julieta, lo siento. Yo le mostré cómo hacerlo —gritó
    Cruz.
    Julieta volvió la mirada atónita a Cruz. A continuación, echó los brazos al aire en derrota. No podía entender a los hombres. La barandilla era hermosa y cara, y la estaba utilizando como un tobogán. Decidió dejarlo ir. A veces, esa era la cosa más inteligente que hacer.
    —Ahí está —dijo Jasmine, ya que dio la vuelta de la esquina—. Te extrañé. —Agarró a Daniel en un abrazo. Él la abrazó y se sonrieron ridículamente el uno al otro. Julieta amaba lo dulces que eran juntos.
    —¿Estás listo para salir? —le preguntó Franco. —Sí —contestó Daniel con verdadero entusiasmo. —¿Está bien si se queda la noche? Vamos a salir tarde y van a pasar
    un buen rato —preguntó Franco a Julieta.
    —Si honestamente no crees que vaya a ser un problema…





    —¿Me estás tomando el pelo? Él es un gran chico. Me gusta mucho que venga, además de que es la única vez que puedo conseguir que Jasmine deje de hablar —susurró.
    Julieta se rió entre dientes y luego le dio un beso de despedida a su
    hijo. Le recordó que escuchara a Franco y Paloma y que se portara bien.
    Franco se fue, de pronto Julieta estaba a solas con Cruz. Bueno,
    pensó, no había mejor momento que el presente para tener su conversación.
    —Cruz necesitamos tener una charla. —Tenía miedo de que fueras a decir eso. —Anoche fue mágico. Fue la mejor noche que he tenido. —Bueno, eso suena como una gran conversación. Yo digo que
    terminemos antes de agregar un pero... —empezó a decir.
    —Ojalá fuera así de simple Cruz, pero los dos sabemos que no podemos permitir que vuelva a suceder. Daniel es muy feliz aquí y lo que hay entre nosotros no va a durar y entonces todo se vendrá abajo —declaró ella para que él entendiera.
    —¿Por qué no puede durar? —le preguntó. —Cruz, eres mi jefe. Eres increíble y tu familia es increíble y no quiero tener una aventura y luego acabar con nosotros no llevándonos bien. ¿No podemos estar agradecidos porque tuvimos una gran noche juntos y ahora llevarnos bien? —suplicó una vez más.
    Cruz la miró a los ojos durante unos momentos, antes de dejar
    escapar un largo suspiro.
    —No estoy contento con esto y te garantizo que voy a tratar de hacerte cambiar de opinión, pero si necesitas que dé marcha atrás, por ahora, entonces eso es lo que voy a hacer —admitió finalmente.
    —Gracias. ¿Podemos volver a las cosas como han estado? —Tengo que ir a trabajar en el granero por un tiempo —fue su única respuesta. Salió por la puerta de atrás y la dejó sintiéndose un poco rechazada.

    Si ella estaba haciendo lo correcto, ¿por qué se sentía tan miserablemente mal por ello? A veces sería mucho más fácil ser un niño y no tener las reservas que desarrolló a medida que fue creciendo. Sabía que realmente estaba haciendo lo correcto, sólo tenía que convencerse de eso.
    No vio a Cruz el resto del día. Ambos estaban logrando evitarse el
    uno al otro, lo que era mejor para ellos en ese momento.
     
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  2. MarisaBG
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    Recién empiezo a leerla y ya estoy enganchada con la historia!!!
    Me gusta cuando "salen de lo previsible" y cambian algún personaje como el de Sergio Bustamante, q acá es "bueno" contrariando al Sergio de la novela original. Se entiende??? :pienso: :uff:
    Mejor voy a ver como sigue ésto...
     
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    Te tomas una tacita de café con las Abuel@s

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