Dinastia de Amor

cap 6-8

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    Capítulo 6
    BENJA traspasó el umbral de la habitación sosteniendo a Camila en sus brazos. Colocó el cuerpo de su esposa sobre la cama con dosel. Ella se deshizo de sus zapatos con la vista fija en el techo de tela.
    -Mi sueño se ha hecho realidad -dijo entonces-. Toda mi vida he querido tener una cama como ésta... ¿cómo sabías que era esto lo que deseaba?
    -Lo intuí por la forma en que estaba decorada tu habitación. Eres una romántica.
    Al escuchar ese adjetivo, Camila hizo un mohín y se sentó de rodillas sobre la cama.
    -No lo soy.
    -No es un crimen -respondió Benja posando sus ojos en el rostro de Camila.
    Las largas pestañas de Camila escondían su expresión, pero su forma de elevar la barbilla hablaba por ella.
    -Eres demasiado susceptible -dijo Benja-. ¿No confías en mí?
    Camila negó con la cabeza.
    Benja se sintió mal por la velocidad con que su esposa había respondido.
    -Pero, por lo menos, crees en mí un poco... Camila negó por segunda vez.
    -Eso es insultante... -Benja la censuró con la mirada-. ¡Eres mi mujer!
    -No olvides cuál es el motivo que me ha traído hoy aquí.
    -Estoy intentando luchar por nuestro matrimonio... -la mirada de Benja ardía como una llama-. ¿Es que no puedes apreciar eso?
    -Tal vez no me gusten tus métodos.
    -Un día recordarás todo esto y te sentirás feliz de que luchase por ti, pethi mou -declaró Benja con total seguridad en sí mismo.
    -¿Así que crees que estás luchando por mí? -Camila se sintió agitada por la convicción con que Benja había hablado. Se dio cuenta de que el secreto de su éxito con las mujeres radicaba en su forma de hablar contenida y segura. ¿Acaso debía sentirse impresionada por el hecho de que estuviera presentando su intento de chantaje como si fuera un acto heroico?
    -¿Qué piensas? -Benja echó hacia atrás su arrogante rostro.
    -Todavía no me has explicado por qué has hecho tanto esfuerzo en salvar nuestro matrimonio -puntualizó amablemente.
    Benja la miró con frustración, como si no pudiese comprender por qué todo era un misterio para ella.
    -Eres mi esposa -dijo finalmente-. ¿Qué otra razón necesito?
    Camila se encogió de hombros como diciéndole que si él no tenía idea de sus motivos, ella tampoco.
    -¿Te lo has pasado bien hoy? -le preguntó Benja.
    Al encontrarse con su impresionante mirada, Camila sintió cómo el corazón se agitaba dentro de su pecho: Benja le parecía increíblemente atractivo.
    -Mucho más que el día de nuestra boda... -respondió.
    -Pues, espera, porque la noche va a ser espectacular -le prometió Benja, inclinándose sobre ella para quitarle la chaqueta estilo bolero.
    De repente, el cerebro de Camila dejó de pensar. No podía dejar de mirar los resplandecientes ojos de Benja y respirar empezó a convertirse en una tarea imposible. Con tan sólo mirarlo, Camila sentía un deseo desesperado. Intentando sobreponerse a tal sensación de debilidad, Camila reclinó a Benja sobre la cama y empezó a deshacerle la corbata.
    -De repente siento la necesidad de que me arranques la ropa -le confió Benja, sin poder apartar los ojos de ella.
    Aunque tenía el rostro ardiendo, Camila no había perdido todavía su sangre fría. Irguiéndose sobre sus rodillas, ayudó a Benja a deshacerse de la chaqueta y empezó a desabotonarle la camisa con dedos torpes.
    -Quizá tenga menos práctica de lo que estás acostumbrado... -se excusó.
    -No subestimes lo que siento por ti -desconcertado por el comentario que acababa de hacer Camila, Benja la tomó de la mano-. Lo nuestro es diferente.
    Queriendo creerle, Camila dudó por un momento.
    -¿De verdad lo es?
    -Por supuesto que sí -Benja la cubrió de besos con una ternura inusitada.
    La lengua de Benja penetró en la húmeda caverna de su boca y el deseo estalló dentro de ella como una tormenta. De pronto, la febril intensidad que Camila había aprendido a reprimir con cada átomo de su voluntad se desbordó nuevamente. La escandalizó la urgencia con que su cuerpo deseaba el cuerpo de Benja. El hábil movimiento de la lengua de Benja dentro de su boca fue suficiente para hacerla temblar y agitarse como si la fiebre se hubiera adueñado de su cuerpo. Cada beso daba paso al siguiente sin pausa.
    Con las mejillas encarnadas por la pasión y los ojos centelleando, Benja le bajó el corpiño.
    -Eres preciosa -dijo Benja, tartamudeando.
    Fascinado por sus voluptuosos pechos y por los erectos pezones que palpitaban esperando sus besos, Benja empujó a Camila contra la almohada. Le quitó el vestido y lo lanzó a un lado. Se inclinó sobre ella soltando un gemido de satisfacción y dejó que sus labios jugaran con los pezones de Camila. Esta sintió como le ardía la pelvis y arqueó sus caderas hasta apretarlas contra el cuerpo de Benja.
    -Y además, eres muy inteligente -murmuró Benja mientras se apartaba de ella, con una cierta reticencia a quitarse todavía la ropa.
    -¿En serio? -Camila tuvo que hacer un esfuerzo para hablar. Los increíbles ojos de Benja despedían llamaradas y su camisa suelta apenas le cubría la mata de vello de su pecho.
    -Me dijiste que no... -reflexionó Benja en voz alta, en contestación a la pregunta de Camila-. Me hiciste esperar. No estoy acostumbrado a tener que hacerlo, pero he sentido un placer inesperado... No me he sentido tan excitado desde que era adolescente.
    Camila sintió rubor ante la declaración de Benja. Luego, se dio cuenta de la verdad que acababa de revelarle: que no había estado con ninguna otra mujer para que le aliviase la libido durante la espera. Siempre había mujeres sexualmente dispuestas rondando a los magnates ricos y poderosos, lo cual sólo podía significar que Benja había tomado la decisión consciente de serle fiel. Camila se sintió feliz. Por primera vez, cayó en la cuenta de que si le ponía el listón del matrimonio lo suficientemente alto, el espíritu competitivo de Benja podría hacerle luchar por cumplir todas las expectativas que se había creado con él.
    -No había pensado en eso -murmuró Camila con sinceridad, intentando sonreír.
    -Pues yo pienso en eso todo el rato, thespinis mou -le confesó Benja, volviendo a sus brazos, desnudo y visiblemente excitado.
    Benja acababa de llamarla «mi mujer» y Camila se preguntó si realmente podría serlo algún día. Porque, dejando a un lado su orgullo, la verdad era que ser su mujer es lo que de verdad siempre había querido. Y por la oportunidad de serlo estaba dispuesta a olvidar su orgullo, reconoció, quedándose sin saliva mientras Benja se inclinaba sobre ella en la cama. Su belleza masculina era magnífica e imponente como la de un dios pagano.
    -Benja -susurró Camila mientras resistía el ataque de besos de Benja y con los dedos clavados en su masculino torso-. Cuando te miro...
    -No mires... Toca -decretó Benja, con los ojos clavados en Camila mientras le indicaba el camino correcto que tenía que recorrer con la mano, bajando por su musculado abdomen, para llegar al lugar donde se erguía su virilidad.
    -No sé cómo... -involuntariamente, Camila se quedó paralizada.
    -Pero yo sí -una sonrisa provocativa atravesó su atractivo rostro-. Y tengo intención de enseñarte.
    Nunca que se le hubiera ocurrido a Camila que aprender algo nuevo pudiera ser tan estimulante. Estaba inmersa en el placer que la cercanía de Benja le producía. Tenía derecho a tocar y explorar su cuerpo, el desafío de llevarle más allá del punto de no retorno.
    Camila notó enseguida lo difícil que era poner rienda a la libido de Benja. Su apolíneo cuerpo estaba recubierto de sudor, sus músculos duros como bolas de billar y, además, estaba temblando. Respiraba rápido y entrecortadamente.
    -Ya basta...
    -Aguafiestas... -Camila le dedicó una lánguida mirada y, lentamente, sonrió. La próxima vez afinaría la técnica, decidió con una recién adquirida confianza.
    Benja estaba muy excitado. Camila estaba reclinada contra la almohada como una diosa del sexo, emanando sensualidad natural por cada poro de su cuerpo. De repente, una punzada de celos atravesó a Benja. ¿Era él quien estaba enseñando a Camila, o al revés? Para haber perdido la virginidad tan recientemente parecía tener bastante experiencia. Pero, aunque la tuviera, ¿tenía él derecho a quejarse? ¿Quién era él para ponerse moralista? ¿Por qué perdía el tiempo pensando en todo aquello? No era un hombre posesivo ni celoso. No era uno de esos hombres miserables que sometían a sus parejas a un interrogatorio sobre sus anteriores amantes. Por supuesto que no lo era.
    -No es la primera vez que lo haces -se oyó Benja decir.
    -Claro que sí es la primera vez -Camila se rió.
    -Tienes que haberlo hecho antes... Tu habilidad es increíble. Pero da igual, no me importa -dijo Benja con una sonrisa tensa.
    Camila se apretó contra su esbelto y bronceado torso y jugueteó el vello de sus muslos.
    -Me gusta tocarte -dijo Camila.
    -Te deseo -la pulsión sexual que Benja sentía en su interior era tan fuerte como para hacer despegar un cohete. De nuevo, echó el cuerpo de Camila contra la almohada y la besó hasta dejarla sin respiración.
    Camila gimió en busca de aire. En un instante, pasaba de la languidez a una agitación violenta, salvajemente consciente del ardor que sentía. La pérfida boca de Benja y sus dedos expertos coqueteaban con sus pezones, haciendo llover sobre ella un chaparrón de chispas de placer. Una fogosa sensación de necesidad se hizo dueña de la pelvis de Camila e hizo que ésta se agitara desesperadamente bajo el peso del cuerpo de Benja. Arqueó sus caderas para sentirlo mejor.
    -Eres incapaz de controlarte -le dijo Benja con seriedad-. Yo lo haré por ti...
    -Deja que lo hagamos los dos.
    -No. Soy de la vieja escuela. Esta es la noche de bodas que nunca tuvimos. Tú quédate ahí tumbada y déjame que te lleve al éxtasis con el placer que voy a darte.
    -Hmmm... -Camila se lanzó contra los labios de Benja y probó otra vez el sabor de su boca.
    Temblando como reacción a aquel ataque inesperado, Benja rezongó:
    -Me estás volviendo loco.
    -También es mi noche de bodas -susurró ella mientras le acariciaba las pantorrillas con sus pies.
    Benja la agarró de las manos manteniéndola prisionera mientras la miraba con sus resplandecientes ojos. Camila lo miró con sus oscuras pupilas y se humedeció con la lengua el labio inferior haciendo a Benja un gesto de invitación.
    -Eres una bruja -Benja acudió con urgencia a la llamada de sus labios antes de colocarse sobre ella, tanteando con la mano el camino que lo condujera al centro de su placer. Quería asegurarse de que ella disfrutaba tanto como él.
    Cuando la mano de Benja por fin alcanzó los pliegues más secretos del cuerpo de Camila, ésta empezó a estremecerse bajo el dulce efecto de las caricias. En el interior de Camila se desató un torbellino de deseo. Su ser entero, cada uno de sus suspiros... parecían haberse acompasado con el ritmo de las manos de Benja. Con el corazón a la carrera, gritó y gimió sin control alguno. Lo deseaba hasta el punto de que ese deseo se convertía en un ansia feroz que llegaba a doler.
    Fue entonces cuando Benja se introdujo en ella con un simple empujón que disparó en Camila una violenta sensación erótica. Tanta intensidad sobrecogió a Camila. Benja le levantó los muslos para hundirse en su interior con mayor profundidad. Y siguió haciéndolo una y otra y otra y otra vez... Un placer adictivo asaltó a Camila. Se le escapó gemido tras gemido de excitación. Su cuerpo entero pedía a gritos que lo liberaran del tormento al que el frenético ritmo de Benja le estaba sometiendo. Crecía y crecía la tensión hasta que estalló como una presa reventada por el agua. Con un grito quebrado, Camila tembló y se vio desbordada por una serie de convulsiones provocadas por un terremoto de éxtasis que sobrepasaba todas sus previsiones. Dulces oleadas de placer bañaban su cuerpo cubriéndolo de alivio y descanso.
    Mientras se relajaba, Camila se entretuvo estudiando cada uno de los ángulos del moreno y atractivo rostro de su marido. Estrechó a Benja en sus brazos, sonriendo mientras los labios de éste depositaban un beso en su frente. La sensación de felicidad era nueva en ella. Los malos pensamientos todavía la amenazaban, acechando desde el fondo de su mente, pero luchó para controlarlos, decidida a disfrutar todo lo que pudiese de su actual felicidad. Porque ahora Benja era suyo: su marido, su amante, suyo sólo. ¿Qué importaba si al final resultaba ser una ilusión temporal? ¿Se iba a convertir en una de esas mujeres amargadas que siempre temían que pasara lo peor?
    -Ha sido... increíble, pethi mou -murmuró Benja a trompicones, desconcertado ante la certeza de que nunca había disfrutado tanto antes con el sexo. Por mucho que intentaba explicarse el porqué, no conseguía hallar la respuesta. Camila era tan apasionada como él. Y además, era su esposa. Quizá eso era lo que daba una nueva dimensión al sexo. Benja frunció el ceño, pues no estaba acostumbrado a hacerse ese tipo de preguntas.
    Camila sonrió mientras él la abrazaba con torpeza. La atracción que sentía por él era increíble, pensó mientras hundía los dedos en el negro cabello de su esposo.
    -Tienes tanta pasión en tu interior -dijo Benja, disfrutando de la íntima manera con que ella le acariciaba-. Y a la vez eres tan serena. Vamos a tener una luna de miel fantástica, señora Angelis.
    -¿Una luna de miel? -preguntó Camila sintiendo cómo, de repente, su cuerpo se ponía tenso-. Nunca dijiste que...
    -Era una sorpresa. ¿Por qué crees que he estado tan ocupado las últimas semanas? -Benja siguió jugueteando con los cabellos de su esposa-. Quería encontrar el lugar perfecto para pasar unos días juntos.
    A Camila le sorprendió el repentino resentimiento que empezó a sentir al escuchar las palabras «luna de miel». No había olvidado el cruel comentario que Cassia hizo el día de su boda. Le dolió como si le hubieran dado un bofetón. Apartó de su pelo la mano de Benja.
    -No puedo dejar el refugio -dijo finalmente.
    -Por supuesto que puedes. Por eso insistí en que contratásemos un empleado.
    -Puedes decir lo que quieras -dijo Camila como respuesta al arrogante comentario de Benja-, pero no voy a dejar solos a mis animales para irme a una estúpida luna de miel.
    -Claro que los dejarás solos -contraatacó Benja-. Si hubiéramos tenido la misma oportunidad hace ocho años, quizá habríamos aclarado todos los malentendidos. Vamos a hacer las cosas bien ahora.
    -Lo siento, pero no puedes tomar ese tipo de decisiones por mí. A veces, ser una persona responsable implica tomar decisiones altruistas.
    Benja se quejó al oír una afirmación tan idealista.
    -Sabes que tengo razón -dijo Camila-. ¿Por qué si no te casaste conmigo hace ocho años? ¿Por qué si no me casé contigo?
    -¿No va siendo hora de que discutamos sobre esa fantasía tuya de que tuviste tan poca elección como yo? -le preguntó Benja con una frialdad letal.
    Camila se sentó sobre la cama, cubriéndose los pechos con la sábana.
    -¿Qué intentas decir?
    -Te casaste conmigo porque yo te gustaba... -dijo Benja-. Deja de fingir que hiciste un gran sacrificio al casarte conmigo.
    -¡Eres tan engreído! -Camila levantó las pestañas de forma desafiante-. No es justo que digas eso y lo sabes. No tenía elección. Mi abuelo se negó a ayudar a mi madre si no me casaba contigo.
    Benja frunció el ceño.
    -¿Que Theo iba a ayudar a tu madre? -preguntó
    Benja-. ¿Cómo? ¿De qué estás hablando?
    -Siempre te has comportado como si tu sacrificio hubiera sido mayor que el mío. Me casé contigo sólo porque mi madre era alcohólica y había contraído unas deudas tremendas. Iba a morir por culpa de la bebida y su única salvación era entrar en un programa de rehabilitación.
    Agarrándose de la cabecera con gesto calculado, Benja saltó de la cama y escrutó el rostro de Camila con calculada intensidad.
    -Empieza por el principio... -dijo entonces-. Acabas de decir que Theo se negaba a ayudar a Trixie.
    -Como debes saber, Theo es una persona que no da nada a cambio de nada. Dijo que no le importaba en absoluto si mi madre moría o no. Desgraciadamente necesitábamos el dinero de mi abuelo para pagar sus deudas y pudiera ir a rehabilitación. ¡El precio que mi abuelo pidió a cambio fue que me casara contigo!
    -No lo sabía... ¡Te juro que no lo sabía! -el rostro de Benja se contrajo en un gesto de lástima-. ¿Por qué no me dijiste nunca que te estaba presionando de esa manera?
    Ahora fue Camila la que se sorprendió.
    -¿En serio que no lo sabías?
    -¿Y cómo iba a saberlo si nadie se molestó en decírmelo? -dijo Benja enfurecido.
    -Tampoco lo preguntaste... Simplemente asumí que lo sabías... Lo que quiero decir es que, por ejemplo, yo sabía que tu familia tenía problemas económicos, pero tú tampoco hablaste de eso conmigo y, bueno... quizá yo tenía tan pocas ganas como tú de hablar de mis problemas -protestó Camila.
    -Sabía que tu madre había tenido problemas con la bebida en el pasado, pero cuando la conocí era casi una inválida y había dejado de beber. No podía saber que sus problemas habían sido tan recientes o que Theo no se había ocupado de ella antes de nuestro matrimonio.
    -Mi abuelo despreciaba a Trixie. Lo único que nos dio la familia de mi padre fue el derecho a vivir en la granja. No me entiendas mal... con el tiempo me he sentido muy agradecida por ello -a Camila le parecía inaudito que Benja hubiera podido ignorar los verdaderos motivos del matrimonio durante tanto tiempo, pero ahora que el malentendido se había deshecho, la sensatez habitual de Camila dio paso a un ataque de rabia-. Espera un momento... entonces, ¿creías que yo estaba tan seducida por tus encantos, que estaba dispuesta a aprovechar la primera oportunidad que tuviese para casarme contigo?
    Benja estaba tan paralizado por el descubrimiento que, por un momento, se sintió víctima de las circunstancias igual que se había sentido el día de su matrimonio.
    -Ne... sí -asintió en griego-. ¿Qué otra cosa podía pensar?
    -Así que, en el fondo, pensaste que mi abuelo me había comprado un marido -Camila perdió el color en el rostro, humillada como se sentía-. ¡Que estaba tan desesperada que te aceptaría fuesen cuales fuesen las condiciones!
    -Necesito una ducha, glikia mou.
    Por primera vez en su vida, Benja comprendió que la retirada era la mejor estrategia. Había creído precisamente aquello de lo que Camila le acusaba y eso le había llenado de desprecio por su mujer. Después de todo, el más cínico de sus parientes le había felicitado por su buena suerte al haber encontrado a una heredera rica. Se había sentido herido en el orgullo porque, le gustara o no, ella era la única que, por aquel entonces, tenía el poder de salvar a su familia de la pobreza. Más tarde había llegado a perdonar a Camila por ello, ya que siempre había creído que, al fin y al cabo, estaba enamorada de él. Lo había dado completamente por sentado.
    Pero ahora se encontraba con que la realidad no era como él creía y se sentía como en el epicentro de un terremoto. Le habría gustado acabar con Theo por haber tratado a Camila con tanta crueldad, pero de pronto se dio cuenta de que él mismo había empleado una crueldad parecida a la hora de negarle el divorcio. ¿Lo había amado ella alguna vez? ¿0 tan sólo había sido un caso de encariñamiento adolescente, como Camila afirmaba? «Después de todo lo que he descubierto sobre nuestro matrimonio, lo más decente sería concederle a Camila la libertad», pensó Benja. Sus poderosas manos se cerraron en puños. «¡Me importa un bledo la decencia!» , se corrigió. «¡ No me importa si está enamorada de Leo Burleigh! Ya lo superará: ¡al fin y al cabo, su marido-soy yo!».
    Lágrimas furiosas se acumulaban bajo los párpados de Camila. ¿Cómo era posible que Benja se hubiera atrevido a creer que ella era tan patética? ¿Cómo se había atrevido a pensar que estaba tan loca por él como para aceptar un matrimonio de conveniencia? Una vez más, se veía obligada a admitir lo poco que ambos conocían el uno del otro. Los dos se habían comportado de un modo tan orgulloso, que se habían negado a bajar sus defensas para averiguar lo que pensaba realmente su cónyuge.
    Cuando se casaron, estaban haciendo reformas en el apartamento de Benja y se habían visto obligados a vivir durante un tiempo en casa de los padres de éste. Habían dormido en habitaciones separadas, pared contra pared, separados por una puerta cerrada. Rodeada por la fría y distante familia de Benja, Camila se había sentido más aislada y miserable que nunca. Al cabo de unas semanas, utilizó la mala salud de su madre como excusa para abandonar Atenas. Benja y ella nunca habían compartido nada. Y desde luego, una luna de miel hubiera supuesto algún cambio en aquel entonces.
    ¿Iba a dejar ahora que el orgullo le impidiese introducir un cambio en su matrimonio? ¿No debería sentirse agradecida por que Benja quisiera pasar un tiempo a solas con ella? De repente, vio muy claro que era su actitud negativa lo que estaba empeorando las cosas y, deprimida, se levantó de la cama. Por un momento sintió un mareo y se preguntó si se había levantado demasiado rápido. Al oír que dejaba de correr el agua de la ducha, Camila agarró la camisa que Benja había dejado en el suelo y se la puso. Olía a él, aunque también se apreciaba un toque del perfume que solía utilizar: una fragancia que le resultaba increíblemente familiar y que aspiró con toda la fuerza de sus pulmones. Al momento, se dio cuenta de lo que estaba haciendo y se ruborizó.
    -¿Benja...? -preguntó desde la puerta del enorme baño.
    No había vuelto a ver el baño desde la primera visita a la casa y, al entrar en él, no pudo dar crédito a sus ojos. Todavía se podía apreciar la decoración victoriana en una mitad del cuarto de baño, pero en la otra mitad habían instalado una ducha de hidromasaje y estaba reformada siguiendo un estilo muy moderno de decoración.
    -Dios mío...
    -Esta es mi parte del baño y esta otra, la tuya -Benja se echó el pelo hacia atrás con un grácil movimiento de su mano-. Es una solución temporal hasta que al arquitecto se le ocurra alguna idea mejor.
    Camila no pudo apartar los ojos de él. Con tan sólo una toalla cubriéndole las caderas y las gotas de agua deslizándose por su pecho, Benja tenía un aspecto que la dejó sin aliento.
    -He estado pensando,... quiero decir: reconsiderando tu idea sobre la luna de miel -masculló Camila-. Creo que antes reaccioné de una forma un poco desconsiderada. Lo siento, estoy preocupada por el refugio. Pero, de todas formas, tienes razón, ahora tengo un ayudante, así que quizá no debería preocuparme tanto.
    -Exacto. No deberías preocuparte en absoluto confirmó Benja-. Estás tan preciosa vestida con mi camisa que me entran ganas de arrancártela, thespinis mou.
    Benja le dio la mano a Camila y se acercó a ella. Camila empezó a sentir un cosquilleo en el vientre al sentirle a su lado. Estaba a punto de preguntarle cuándo salían de viaje, pero no pudo decirle nada porque empezó a sentir cómo los dedos de Benja le desabotonaban la camisa.


    Camila se sintió extraña al vestirse: antes de salir de luna de miel, Benja le había comprado todo un vestuario. Durante las tres semanas que llevaban de luna de miel apenas había estrenado ninguno de los vestidos, de hecho, durante esas tres semanas, apenas había llevado nada puesto. Y pensando en eso, sonrió.
    Estaban en una antigua villa de La Toscana rodeada de olivos. Era un lugar como fuera del tiempo y, en todos los sentidos, un escondite donde el resto del mundo parecía tan lejano como las estrellas. Desde su llegada, Camila se había acostumbrado a la felicidad. Según pasaban los días, arrastrándose con lentitud, Benja y Camila se habían convertido por fin en una pareja. Ahora se daba cuenta de lo mucho que había echado de menos la amistad y el afecto mientras estaban enfrentados. Aunque tenían personalidades muy diferentes, sus opiniones eran muy parecidas en muchas cosas. Sin embargo, de cuando en cuando, le gustaba contradecirle sólo por el placer de discutir con él.
    La pasión era un extra muy estimulante para su relación con Benja. Ahora se sentía tan cercana a Benja, que parecía como su sombra. Todos los días, por la mañana, se levantaba con la sensación de haber descubierto algo nuevo. La luz del alba se filtraba por las persianas proyectando alargadas flechas de sombra sobre el torso bronceado de Benja y, entonces, él se desperezaba como un tigre indolente. Mirándola con ojos soñolientos, Benja le regalaba su sonrisa más sincera antes de tomarla entre sus brazos para hacerle de nuevo el amor.
    Hacía tan sólo unas semanas, a Camila le había dado miedo confiar en él. Sin embargo, desde entonces había llegado a la conclusión de que su matrimonio tenía un gran futuro. Aunque pasaban casi todo el tiempo juntos, la pasión seguía en pie. Cuando salían a cenar por los pueblos pintorescos de la zona, Benja la agarraba de la mano para caminar juntos por las calles empedradas. Esa cercanía y esa ternura física significaban mucho para ella. Muchos días, Benja tenía que excusarse durante un par de horas por asuntos de negocios. Camila solía entonces salir a dar un paseo sola, leer un libro o ir a darse un baño y a Benja le parecía asombrosa la capacidad que su esposa tenía para entretenerse ella sola.
    -A lo mejor estás acostumbrado a mujeres dependientes y 'un poco inútiles -le decía Camila.
    -0 quizá es sólo que me gustaría que, de vez en cuando, te comportases como si me necesitaras.
    -Lo siento, pero no es mi estilo.
    En los ojos azules de Camila aparecía una chispa de descaro. Por la noche, cuando él estaba profundamente dormido, se abrazaba a su cuerpo como si fuera una enredadera. Pero reservaba todas las demostraciones de cariño para esos momentos robados. Después de todo, a Benja le gustaba que lo desafiaran. Si Camila mostraba su debilidad, dejándole ver lo mucho que lo amaba, la balanza de poder podía inclinarse hacia el lado equivocado para siempre.
    Regresando de su estado de ensimismamiento, Camila alcanzó un vestido color turquesa y se lo puso. Era el último día de la luna de miel. Sentía un dolor en el fondo del corazón. La cercanía que habían vivido durante las últimas tres semanas no duraría siempre. El banquero británico Robert Donnington era un viejo amigo de Benja y, cuando se enteró de que estaba en Italia, los invitó a comer con él en su casa de verano de La Toscana.
    Camila contempló su reflejo en el espejo. El corpiño le apretaba el pecho más que de costumbre e hizo una mueca de disgusto. El vestido le quedaba más ajustado que unas semanas atrás. ¿Serían las píldoras anticonceptivas que estaba tomando? Últimamente, además, tenía los pechos más sensibles. ¿Estaría sufriendo retención de fluidos? ¿0 se negaba simplemente a aceptar la conclusión más obvia? Que estaba engordando por haber comido demasiado durante la luna de miel. Benja había hecho que trajeran baklava de Grecia. Atiborrarse de pasteles empapados con miel y nueces no ayudaba precisamente a adelgazar.
    Se probó otros vestidos y se lamentó al ver que casi toda su ropa le apretaba demasiado en la zona del busto. El montón de ropa descartada iba aumentando sobre la cama al mismo ritmo que aumentaba su frustración, ya que hacía demasiado calor para andar dándole tantas vueltas a la ropa que se iba a poner. Con un suspiro, se volvió a poner el vestido de paseo que llevaba al principio. Le quedaba más o menos suelto y le sentaba mejor que casi cualquier otra cosa.
    Camila se dirigió a la soleada terraza.
    -Estoy engordando -le dijo a Benja.
    Benja vestía una camisa blanca y pantalones negros que le daban un aspecto elegante y espectacular. Le extendió la mano a Camila para atraerla a su lado.
    -No dejes de comer -le pidió Benja-. Desde aquí, te miro y me parece como si hubiera muerto y estuviese en el cielo. Comer más sólo puede significar ponerte más guapa.
    Percibiendo que Benja había fijado desvergonzadamente la mirada en las generosas formas de su pecho, Camila le gritó con incredulidad:
    -¡Benja!
    -No puedo evitarlo -confesó Benja con una sonrisa pícara que causó un escalofrío a Camila-. Me gusta muchísimo tu cuerpo. Es maravillosamente voluptuoso.
    Esa palabra fatal hizo que Camila pensara en las abundantes proporciones de una pintura de Rubens, pero no dijo nada. Si había aprendido algo, era que Benja no podía quitarle las manos de encima, lo cual había hecho maravillas con su autoestima. Cuando una pequeña voz en su subconsciente trataba de decirle que eso era debido al exceso de libido de Benja, Camila se negaba a escucharla. Decidió que, cuando volviese a casa, empezaría una dieta para volver a su peso habitual.
    Benja la rodeó con sus brazos y la atrajo al cobijo de pecho. Sonriendo, Camila descansó apoyada en él. La terraza tenía una fabulosa vista a las colinas. Los densos bosques de robles, cedros y cipreses daban paso a las verdes viñas y campos dorados de maíz. El cielo era de un color azul zafiro. Tejados de terracota cubrían los edificios antiguos que podían verse a lo lejos.
    -Cierra los ojos -le dijo Benja.
    El sol acariciaba con calidez el rostro de Camila y otra sonrisa se dibujó en su generosa boca cuando Benja levantó la mano.
    -Mira ahora -dijo él.
    Camila miró sorprendida el anillo que ahora tenía en el dedo y, sobre todo, el brillo del diamante que lo adornaba.
    -Es un anillo de boda... uno de verdad -dijo Benja.
    -Oh...
    A Camila se le hizo un nudo en la garganta y se le nubló la mirada. El regalo de Benja le había llegado al corazón, puesto que había sido elegido especialmente para ella y se lo estaba dando con toda la sinceridad de su corazón.
    -Tiene nuestros nombres grabados... y la fecha en que el sacerdote volvió a bendecir nuestro matrimonio -le informó Benja.
    -Es increíble...
    -Para que marque un nuevo comienzo para nosotros.
    Camila le miró a la cara y admiró, una vez más, sus rasgos angulosos y su perfil clásico. Era increíblemente guapo, y aunque se vio luchando por recuperar la respiración, reunió fuerzas suficientes para decir:
    -No puedes volver a escribir el pasado...
    -Ni tenemos necesidad de hacerlo -dijo Benja con el mismo tono autoritario que usaría un profesor con un niño testarudo para darle una lección acerca de lo que está bien y lo que está mal-. Ahora eres mi esposa en todos los sentidos de la palabra, thespinis mou.
    El estómago le cosquilleó al escuchar la entonación melodiosa de sus palabras. En todos los sentidos, reflexionó Camila, quedándosele la boca seca al pensar en el poder que Benja tenía sobre ella. Apasionado, de sangre caliente y desvergonzadamente masculino como era, Benja había echado abajo su coraza y le había enseñado a necesitarlo como si fuera una droga. La seguridad que Benja tenía en sí mismo lo llenaban de arrogancia y obstinación. Con tanto carisma, pensó Camila, era natural que pensase que podía reescribir la historia.
    Benja recorrió con su dedo el contorno de los labios de Camila.
    -¿Eres feliz, verdad? -le preguntó Benja.
    -Sí... -el sensual hechizo de Benja le hizo desear de nuevo su cuerpo.
    -El pasado... lo que ocurrió ya no importa ahora, thespinis mou -dijo Benja con inmensa satisfacción.
    El teléfono móvil de Camila empezó a sonar y ésta se puso a escarbar dentro del bolso en su busca. Era Leo.
    -Me han dado el trabajo... ¡Por fin tengo un trabajo fijo en lugar de un contrato temporal!
    -Felicidades -Camila sonrió-. Te dije que lo conseguirías. ¿Cuándo empiezas en el nuevo colegio?
    -El mes que viene. ¿Cuándo vuelves a casa?
    -Mañana.
    -Voy a pedirle a Stella que me ayude a encontrar un piso en Londres.
    -Buena idea.
    -Cuando me mude a la ciudad, podré ver más a Stella y a sus hijos -dijo Leo con satisfacción.
    Camila estuvo a punto de aconsejarle que se asegurara de lo que sentía Stella por él antes de que se ilusionara demasiado, pero decidió que era mejor no meterse en sus asuntos. Mientras volvía a introducir el teléfono en el bolso, Camila se dio cuenta de que Benja tenía la mirada clavada en ella.
    -¿Qué ocurre?
    -Se nos está haciendo tarde y tenemos que ir a cenar a casa de los Donnington.
    -Oh, querido, es culpa mía... ¡Tardé un montón en vestirme!
    -No te preocupes -murmuró Benja con su sedosa voz-. ¿Dónde está el nuevo colegio de Leo?
    -En Londres.
    Benja se resistió a hacer un comentario sobre lo muy cerca que quedaba Londres de Oakmere Abbey. Después de todo, sabía que Leo era sólo un amigo, un hombre bastante inseguro que discutía todas sus decisiones con Camila antes de tomarlas. A Benja le parecía que Leo era un alfeñique. Un niño de mamá, sin atractivo alguno para las mujeres. Con frecuencia las mejores soluciones eran las más fáciles de ejecutar...


    Capítulo 7
    UNA fila de coches muy caros se alineaba en la entrada de la villa palaciega de Robert Donnington en las afueras de Florencia. -Yo pensaba que esto iba a ser una comida informal para unas pocas personas -comentó Camila con sofoco.
    Era demasiado consciente de que su vestido de paseo no podría competir con las ropas que llevaran puestas los dueños de los coches y, sin embargo, no hizo ningún comentario al respecto. No era culpa de Benja que se hubiera tomado la palabra «informal» demasiado literalmente.
    -Eso es lo que decía en la invitación. Pero a la hija de Robert, Chantal, le gustan demasiado las fiestas -respondió Benja con aire preocupado.
    Durante un momento, Benja se puso a pensar en que Theo Demakis estaba intentando reunir últimamente todas sus armas financieras para derribarlo. Theo no tenía idea de que el matrimonio que había patrocinado por fin estaba dando sus frutos. Benja había hecho todo lo posible por mantener el secreto, ya que quería alejar la maligna influencia de Theo de sus vidas. Por eso, era consciente de que tenía que ir a Londres cuanto antes para planear la batalla que estaba por venir. El tiempo que había pasado en Italia le había dejado más expuesto a las argucias de Theo. Sin_ embargo, Robert Donnington le daría su respaldo. El banquero ya había advertido a Benja de que la venta del yate para acelerar la compra de Oakmere Abbey había sido un error, ya que había empañado su imagen y revelado un flanco débil. Y aun así, si le hubieran dado la oportunidad de ir hacia atrás en el tiempo y hacer las cosas de otra manera, habría hecho exactamente lo mismo. La abadía era el sueño de Camila hecho realidad e, igual que la luna de miel, una compensación bastante pequeña por todas las decepciones que había sufrido en el pasado.
    Cuando Chantal Donnington salió para saludarlos, Camila se sintió tensa. Reconoció inmediatamente a la anfitriona como una de las ex de Benja. Su entusiasta bienvenida no encajaba con la frialdad de los ojos. Con la excusa de hacer que Benja se encontrase con su padre en la sala de billar, separó a marido y mujer.
    Sola en la grandiosa terraza con una bebida alcohólica que no quería tomarse, Camila tenía demasiado calor incluso en la sombra. El calor de mediodía era insoportable. Se empezó a preguntar si el periodo estaría a punto de llegarle, ya que llevaba unas semanas retrasada. ¿Sería por culpa de la píldora? ¿Qué posibilidad había de que la píldora no hubiera funcionado y se hubiera quedado embarazada? No, eso era .una tontería; se dijo, exasperada.
    Antes de que pudiera ponerse a pensar por qué no se encontraba con su energía habitual de todos los días, Chantal Donnington llegó y le dijo:
    -Deja que te presente a un par de invitados que se mueren por conocerte...
    Los ojos de Camila se abrieron de par en par al ver que una belleza de pelo negro con una falda escandalosamente corta se aproximaba hacia ella. La morena estaba acompañada por una rubia vestida con un traje suelto que sólo una mujer muy delgada podía aspirar a ponerse. A no ser que estuviera equivocada, y la memoria de Camila era bastante buena, estaba a punto de conocer a otras dos de las antiguas amantes de Benja. El antagonismo femenino que había en el aire le puso la piel de gallina.
    -Hola, soy Jenna Mardsen -anunció la morena.
    -Zoe Amberley -dijo la rubia con una sonrisa desafiante-. Quizá no te has dado cuenta de que aquí todas tenemos algo en común.
    -Benja... -Camila prefirió no fingir ignorancia.
    -Benja Angelis es un tipo extraordinario -la picardía que había en el tono de Zoe hizo que la tensión de Camila aumentara-. Totalmente inolvidable.
    -Sí, de verdad que está a la altura de su legendaria reputación -Chantal descansó sus despreciativos ojos verdes en el rostro de Camila.
    Aunque sus mejillas estaban teñidas de color, Camila sonrió y dijo:
    -¿Verdad que sí?
    -Cuando Chantal mencionó que su esposa vendría a la fiesta, Zoe y yo decidimos que teníamos que conocerte -dijo Jenna a la defensiva, dando a entender que ella también se sentía incómoda por la tensión que había en el aire-. ¿Cómo es estar casada con él?
    -Algo fabuloso.
    Camila trataba de no verse acobardada por el hecho de que tenía a su lado a tres mujeres que medían unos treinta centímetros más que ella. No era tanto eso, sino la belleza física de las tres lo que la acobardaba. Todas esas comparaciones que temía tanto podían hacerse ahora allí, a la luz del día, con sólo mirar a las cuatro. Ellas tenían caras perfectas y delgados cuerpos sin un gramo de grasa. Ninguna mujer corriente podía soportar tal contraste. Benja iba a darse cuenta de que se merecía algo más que una mujer como ella. Y, sin embargo, ¿no la había elegido Benja por su propia voluntad? Benja no era ningún idiota.
    -Yo no podría soportar estar casada con un hombre tan mujeriego -dijo Zoe.
    -Yo tampoco. Soy demasiado orgullosa -afirmó Chantal.
    Camila exhibió una respetuosa expresión de sorpresa ya que, por lo que ella sabía, Benja nunca había dado su atención exclusiva ,a ninguna de sus amantes. Ni siquiera había fingido hacerlo.
    -Cualquier otra mujer se hubiera divorciado de Benja hace mucho tiempo -se burló Zoe.
    Camila sólo podía pensar en lo mucho que Benja había luchado por salvar el matrimonio y una pequeña sonrisa secreta se asomó en sus labios a modo de respuesta.
    Cuando Benja salió de la villa y vio a las tres mujeres que rodeaban a Camila, se quedó rígido. No podía ser coincidencia que otras dos de sus ex se encontraran presentes en un evento social en Italia. Le enfureció pensar que, por culpa de sus pecados, Camila podía haberse convertido en una víctima propiciatoria. Los músculos se le pusieron tensos de furia y, con un rostro inexpresivo, se dirigió hacia la terraza.
    -Señoritas... Zoe, Jenna -saludó Benja, frío como el hielo, rodeando con su brazo los hombros de Camila-. Si nos excusan...
    Desconcertada por la súbita aparición de Benja, Chantal dejó que se le escapara una risa forzada.
    -Sentíamos curiosidad, Benja -dijo entonces-. Por Dios, no es necesario que vengas corriendo a rescatar a tu mujer de nuestras garras. Lo único que queremos saber es... ¿qué tiene Camila que no tengamos nosotras?
    -Que nunca olvida lo que es ser una dama -la boca de Benja esbozó una sonrisa afilada como una cuchilla.
    Mientras las tres mujeres afrontaban el golpe que Benja les acababa de dar, éste se llevó a Camila fuera de escena para presentarle a Robert Donnington y, poco después, empezó a servirse la comida. En la mesa, Benja y ella se sentaron separados.
    Jenna estaba sentada al lado de Camila.
    -Me costó tanto superar lo de Benja -le confió Jenna-. Después de él empecé otra aventura que también salió mal...
    -Eres muy guapa. Seguro que encuentras a alguien -le dijo Camila con mucha amabilidad.
    -Pero a nadie como Benja -se lamentó la exquisita morena.
    -Tienes que pensar en lo que menos te gustaba de él -le aconsejó Camila.
    -Nunca llamaba,... nunca quería ir a las fiestas, el trabajo siempre era lo primero -el rostro de Jenna estaba marcado por la preocupación.
    Sin poder creerlo, media hora después, Benja miró hacia el lado de la mesa donde estaba sentada Camila y la vio riéndose con Jenna Mardsen como si ésta fuera su mejor amiga.
    Camila levantó la mirada y se encontró con los ojos de su marido. Sus mejillas se tiñeron de color. Los ojos de Benja no se apartaron, manteniendo la atención sobre ella y, entonces, empezó a sentir un tibio estremecimiento en la región de la pelvis. Mientras Jenna seguía contándole capítulo por capítulo la historia de desencuentro amoroso más reciente, de tanto en cuanto, volvía a dirigir su mirada hacia Benja. Descubriendo de nuevo sus miradas robadas, Benja le regaló una sonrisa preñada de significado erótico que la dejó hipnotizada e hizo que su cuerpo ardiera.
    Cada vez le resultaba más difícil a Camila mantener la atención en la historia que Jenna estaba contándole. Mortificada por el cosquilleo que empezaba a sentir en la zona de sus senos, Camila dejó de mirar en dirección a Benja, aunque le resultaba un auténtico castigo tener que negar sus impulsos de esa manera. Lo deseaba. Y el deseo convertía a Camila en una desvergonzada. No podía dominar lo que sentía por Benja. «La voluptuosidad y el goce», pensó Camila, «están acabando con mi autocontrol».
    Se empezaron a servir más bebidas y, sin previo aviso, Benja apareció a su lado. Sin dar a Camila la oportunidad de explicar sobre qué estaba hablando con Jenna, la ayudó a levantarse de su asiento.
    -Les he dicho que tengo el jet preparado y que tenemos que marcharnos ya -Benja dijo lentamente.
    Camila sabía que un asunto de negocios les obligaba a irse de Italia un día antes de lo planeado. Se sintió un poco decepcionada, pues había disfrutado cada minuto del tiempo que había pasado en la villa. Había sido feliz por tener a Benja junto a ella durante toda la luna de miel y lamentar la pérdida de un solo día era algo infantil e ingrato, se dijo a sí misma. Al abandonar la terraza, Camila fue consciente de que Chantal y Zoe miraban a Benja con deseo. A Camila le chocó presenciar tan evidente exhibición de sus sentimientos.
    Pero, en lo que se refería a Benja, ¿era ella más fuerte o juiciosa que Zoe y Chantal? ¿No miraba ella a Benja de la misma manera? De repente, la duda y el miedo hicieron presa de ella. Hacía apenas tres semanas, Benja era su enemigo, o al menos ella lo había visto así. Entonces, había puesto todas sus defensas en su sitio, lista para enfrentarse a él. Pero Benja había conseguido triunfar sobre sus miedos e inseguridades gracias a una serie de simples, pero sutiles, movimientos. Le había regalado una gloriosa luna de miel en Italia. Le había dado a conocer una pasión indecente que jamás se hubiera imaginado que podría haber existido, y ella se había convertido en el único objeto de su atención. Siendo así, ¿era de extrañar que la tuviera comiendo de su mano? ¿Iba ella a dejar que esa humillante situación continuara?
    Benja detuvo el Ferrari apenas llevaban un par de millas recorridas.
    -Ven aquí... -le dijo a Camila con impaciencia.
    -¿Qué? ¿Qué pasa? -sumida en sus reflexiones, Camila se vio arrastrada de nuevo al mundo real.
    -¿Que qué pasa? -Benja le quitó a Camila el cinturón de seguridad y le apretó con fuerza los brazos-. No pasa nada. Una mujer que consigue excitarme en público sólo con dirigirme su mirada es un regalo, no un problema. Te saqué de la fiesta antes de que mi comportamiento empezara a ponerte en evidencia...
    Ahora descubría Camila cuál era el verdadero motivo por el que se habían ido tan pronto de la fiesta: la lujuria. Recordó su manera de mirarla. Con los ojos abiertos por el desconcierto, Camila se sonrojó hasta la punta del cabello.
    -¿Quieres decir que no tenemos prisa por ir a la casa para hacer el equipaje e ir al aeropuerto? -preguntó Camila.
    -Tenemos prisa... pero no por llegar al aeropuerto. Primero deja que pruebe cómo sabes, pethi mou.
    Benja inclinó su arrogante cabeza y jugueteó con el labio inferior de Camila, besándolo y mordisqueándolo, lo cual provocó pequeños quejidos de placer en ella. Echando la cabeza hacia atrás,. Camila le ofreció su boca entera para que hiciese con ella su voluntad. La lengua de Benja hacía que saltaran chispas en el interior de Camila.
    Con el cuerpo tenso, Benja apartó a Camila con suavidad y le puso de nuevo el cinturón de seguridad con mucha más torpeza que cuando se lo había quitado.
    -Siento tal ardor por ti, que me consumo por dentro. Pero no podemos hacer el amor aquí -observó Benja, arrancando de nuevo el coche y volviendo a la carretera.
    -No estoy acostumbrada a portarme así -admitió Camila sin aliento, aunque a la vez intentaba no sonreír de oreja a oreja, ya que tenía la sensación de haber obtenido lo que quería.
    Benja le había enseñado que podía llegar a ser un hombre muy susceptible, y ella aprendía rápido. Sabía que algún día podría utilizar esa lección para sacar algún beneficio.
    -Yo tampoco estoy acostumbrado -dijo Benja riéndose-. No sé qué me puso así. Tal vez la admiración que sentí por ti al ver cómo te enfrentabas a Chantal y compañía. La mayoría de las mujeres habrían montado una escena...
    -¿Qué sentido habría tenido hacer eso?
    -Manejaste la situación con mucho estilo. Sin embargo, cuando te vi hablando con Jenna me pregunté sobre qué estaríais hablando -admitió Benja y se quedó en silencio, esperando una respuesta.
    Camila no dijo nada, riéndose en su interior. ¡Que adivinase él solo de qué estaban hablando! Camila se deleitó con la visión de su nuevo anillo de diamantes. Le impresionó que sólo unos minutos antes había estado otra vez preocupándose por el estado de su relación con Benja. ¡Había estado a punto de enfadarse cuando no tenía ningún motivo para hacerlo!
    El silencio seguía sin ser roto y Benja respondió al desafío que su esposa le lanzaba:
    -Nunca habrá otra mujer en mi vida ahora que te tengo a ti.
    Camila sintió como si hubiera amanecido en su interior. Esta era la promesa, el compromiso, las palabras que había deseado oír, pero nunca se había atrevido a pedirle.
    -Eso está bien -le dijo tiernamente-. Porque no creo que me comportase como una dama si me fueras infiel.
    Aunque se quedó desconcertado por la advertencia, Benja casi rió por lo ocurrente que había sido. Era tan diferente del resto de mujeres que conocía. No tenía miedo de él, se enfrentaba a él si era necesario, y sin embargo no se comportaba como si fuera la reina del drama. ¿Nunca se le había ocurrido a Theo Demakis que su nieta podía ser tan inteligente como él? Benja se preguntó qué otras cosas le quedarían por descubrir de su mujer.
    Ya en la villa, Benja sacó a Camila del coche y la tomó en sus brazos para besarla, hambriento de deseo. Camila sintió como si su cuerpo se fundiera con el de su marido.
    -Te necesito tanto, thespinis mou -murmuró él mientras atravesaban el umbral del dormitorio y la guiaba a la cama.
    Benja se situó a la espalda de Camila para deshacerse mejor de los tirantes de su vestido y gimió de satisfacción al notar en las manos la tersura de sus senos cuando estos quedaron libres del sujetador. Las piernas de Camila temblaron. Todo su cuerpo palpitaba de deseo y, a la vez, de debilidad. Benja capturó sus pezones entre los dedos y le hizo soltar un sollozo de placer. Camila sentía que su pelvis ardía en llamas.
    -Benja... por favor -gimió Camila, indefensa de deseo.
    -Me gusta verte sufrir así.
    Benja empezó a mordisquear los hombros de Camila después de quitarle el vestido con tal falta de delicadeza que lo rasgó sin querer. Recorrió la espalda de su esposa con la lengua mientras las manos bajaban acariciantes hacia la parte del cuerpo donde daban comienzo sus nalgas. Se puso de rodillas para quitarle las bragas de forma lenta, cariñosa, sensual.
    -Oh... -los dientes le rechinaron a Camila al sentir cómo la boca de Benja reposaba en la parte más sensible de su cuerpo.
    Camila cerró los ojos con fuerza. Un placer salvaje le recorrió todo el cuerpo y una líquida sensación de calor palpitó en su interior durante un momento que se hizo eterno. Había perdido el control.
    Y le gustaba.
    Benja la tumbó en la cama. Sus abrasadores ojos la atravesaron con feroz sensualidad.
    -No puedo esperar ni un segundo más... -rugió Benja.
    -Quítate la camisa...
    Benja se la arrancó con tal violencia, que los botones salieron volando.
    Camila se sumergió en el resplandor de sus ojos y se preguntó si podría esperar a que se quitara el resto de la ropa. Entonces, decidió que no podía. Abrió los brazos, arqueó la espalda y, con una invitación silenciosa, le hizo obsequio de sus caderas.
    La ardiente mirada de Benja estaba al rojo vivo.
    -Te gusta martirizarme... -masculló sintiéndose indefenso y se lanzó hacia ella con halagadora impaciencia consumido por el varonil fuego que ardía en sus entrañas.
    Benja se zambulló en ella con arrebatadora ternura. Camila gritó su nombre. Nunca había sentido antes algo tan salvaje. Benja la llevó al clímax de la pasión y una intolerable tormenta de placer estalló dentro de ella. Tanta excitación la dejó mareada y llena de ardor.
    Benja levantó el mentón para mirar el ruboroso rostro de Camila. Tenía en los labios su carismática sonrisa y, sin que ésta se borrase, besó a Camila.
    -Eres fantástica...
    Camila quería decirle que lo amaba, pero se retractó justo a tiempo. Aun así, era tan feliz que sintió deseos de llorar y reposó su cabeza sobre el hombro de Benja, respirando el aroma de su varonil sudor con dichosa satisfacción. Sentía que era suyo ahora. Suyo por completo.
    -Me pregunto si ahora tendremos un hijo -murmuró Benja con suavidad.
    Camila se sintió consternada. Le recorrió un espasmo de culpa, ya que no había hecho el menor intento de decirle que estaba tomando precauciones contra el embarazo. Al principio, Camila se había sentido un poco superior al saber que tenía pleno control, aunque secreto, sobre su fertilidad. Pero eso había sido antes, cuando ella no confiaba en él y aún quería el divorcio. Ahora todo había cambiado. Camila supo que ése era el momento más apropiado para contárselo, pero de repente le pareció que una confesión como ésa sólo haría las cosas más complicadas.
    -Estás muy callada -Benja se apoyó en el codo para hablar con ella-. Sé lo mucho que quieres un niño.
    -Sí.,. esto... yo... -Camila se sentía como una mariposa desorientada.
    -Me he hecho a la idea de tener una familia. Me gustaría -le confió Benja, dejando que una mano se deslizara hasta el muslo de Camila-. Me gusta trabajar en el proyecto de convertirte en madre. Tengo la intención de dedicarle una enorme cantidad de tiempo y esfuerzo... ¿alguna objeción?
    -Ninguna...
    Incluso avergonzada como se sentía por su mentira, Camila era incapaz de resistirse a su mirada y mucho menos a su forma de tocarla. Ya sabía lo que hacer. Simplemente dejaría de tomar la píldora y Benja nunca lo sabría. Camila tembló de excitación al notar que Benja se le acercaba.
    Camila asumió que la falta de sueño era la razón de que no tuviese apetito a la mañana siguiente. Además, sentía náuseas. A media mañana volaron de vuelta a Londres. Camila tenía tantas ganas de ver qué tal les había ido a los animales durante su ausencia, que en el mismo avión se cambio de ropa a otra más informal y pidió que la condujeran directamente a los establos desde el aeropuerto.
    Cinco minutos después, la limusina llegó a la abadía. Al salir del coche, Benja golpeó inadvertidamente el bolso que Camila se había dejado olvidado en el suelo con las prisas. Todo su contenido quedó desperdigado sobre la grava del camino. La mirada de Benja se detuvo en la lámina de aluminio con pastillas que sobresalía del bolso. Se agachó, la recogió y quedó paralizado.


    Capítulo 8
    CON la ayuda de Dottie, Camila dispuso en un confortable lugar las cestas para sus perros más viejos, Sooty y Minnie, y los hizo quedarse allí, puesto que el cocinero había dejado bien claro que no le entusiasmaba tener ningún tipo de animal de cuatro patas en sus dominios.
    Dottie se puso a la defensiva sintiendo simpatía por Camila.
    -Señora, Oakmere es su casa. ¡Debería decirle a ese chef marisabidillo que se aguante con los perros!
    -La cocina es su territorio y gracias a Dios que lo es, porque yo odio cocinar -le recordó Camila-. No a todo el mundo tiene por qué gustarle los animales.
    Camila nunca había vivido sin una pareja de perros a sus pies. Y sin embargo era consciente de que Benja había crecido sin mascotas y no estaba acostumbrado a vivir con ellas. Dottie se marchó. Camila tenía ganas de explorar la casa y ver cómo marchaban las obras de remodelación, pero se estaba haciendo demasiado tarde. Embarrada todavía y más que cansada por la tarea de dar agua y alimento a los animales, se apresuró escaleras arriba para tomar una ducha y cambiarse antes de la cena. Se sentía increíblemente fatigada y pensó que quizá iba siendo hora de pasar por una revisión médica. Después de todo, se recordó, su ciclo menstrual se había alterado, lo cual no era normal en ella.
    Veinte minutos después, Camila salió del baño envuelta en una toalla y con el pelo aún húmedo peinado hacia atrás. Benja la esperaba de pie, mirando a través del ventanal de la habitación. Los ojos de Camila se encendieron: ansiaba contarle lo bien que había funcionado el refugio de animales durante su ausencia. Pero cuando Benja se dio la vuelta, Camila percibió el enfado de su mirada y el estómago le dio un vuelco.
    -¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado? -le dijo.
    En respuesta a su pregunta, Benja lanzó a sus pies la lámina de píldoras.
    Camila tragó saliva y apretó los labios sin esconder su sentimiento de culpa.
    -Cariño...
    -¿Eso es todo lo que tienes que decirme? -contraatacó Benja.
    -Esas píldoras estaban en mi bolso -Camila evitó la pregunta-. ¿Cómo las has encontrado?
    -Tropecé con tu bolso al salir del coche y se cayeron.
    Con las mejillas al rojo vivo, Camila intentó seguir evitando la confrontación.
    -Ya había decidido dejar de tomarlas -dijo después de tomar aliento.
    -¿Y se puede saber cuándo tomaste esa decisión?
    Camila se ruborizó porque sabía que su respuesta no le iba a causar la menor impresión.
    -Anoche.
    -¿Cuándo decidiste tomar anticonceptivos? -el gesto ceñudo de Benja seguía sin desaparecer.
    Se lo dijo.
    -Así que has estado mintiéndome desde el momento en que empezamos a vivir como marido y mujer.
    Camila se encogió pero intentó defenderse:
    -Es una forma muy exagerada de decirlo...
    -¿Y cómo te gustaría que lo dijese? -la profunda voz de Benja tenía un tono peligrosamente tranquilo.
    -Como si fuese una cosa del pasado.
    -Eso no me importa.
    -Pues debería importarte porque tomé esa decisión en el pasado, no ahora.
    -Lo que importa es la confianza que sentía por ti -le deletreó Benja.
    -Sí, pero las circunstancias...
    -No cuentan -Benja no se rendía-. Deberías haberme dicho que estabas usando métodos anticonceptivos. Es algo que deberíamos haber discutido entre los dos. Pero tú no querías, ¿verdad? Preferiste hacerlo a mis espaldas y engañarme.
    Camila podía sentir cómo contenía la rabia. Lo notaba en la rigidez de su cuerpo, en el resplandor de sus ojos, en la prominencia de sus mejillas. Quería gritar por la frustración. Todo había sido tan maravilloso, tan perfecto; el futuro, tan prometedor. No tenía porqué haber sabido que estaba tomando esas malditas píldoras. ¿Por qué no se había deshecho de la evidencia cuando aún estaba a tiempo?
    En medio de todos esos pensamientos, le sorprendió la presencia de otras ideas en su cabeza. ¿No había sido ella siempre sincera? ¿Por qué Benja no tomaba eso en consideración? Había vuelto a su vida y ahora le importaba más que nada en el mundo. No quería que su relación con él se estropease.
    -Durante todo el tiempo que pasamos en Italia no dijiste que estabas tomando anticonceptivos -dijo Benja para romper el silencio.
    -Ni se me ocurrió pensar en ello -dijo Camila a la defensiva-. Lo único que me importaba era lo feliz que estaba siendo contigo y...
    -¿Feliz?... ¿En serio? -una nota sarcástica apareció en la voz de Benja-. Pues te salió muy bien la actuación. ¡Querías un hijo, pero en ningún momento pensaste en tenerlo conmigo!
    -Eso no es cierto y, además, no estaba actuando...
    -Hace un par de meses estabas dispuesta a ir a un banco de esperma y elegir a un extraño para que fuera el padre de tu hijo. Yo no soy lo suficientemente bueno para ti.
    -Eso es ridículo -tartamudeó Camila-. No estaba preparada todavía para contarte lo de los anticonceptivos. Es sólo eso.
    -No me lo ibas a contar. ¿Crees que no me doy cuenta?
    -No eres nada justo, Benja -Camila estaba tan tensa, que le dolía la espalda.
    -¿Y tú si lo eres? -le dijo Benja en tono iracundo mientras su gesto impasible iba poco a poco tornando en una mueca de cólera-. ¿Qué hay de justo en hacerme creer que estabas dispuesta a formar una familia conmigo? Yo quería tener un hijo por ti. Me parecía un poco apresurado, pero sabía que tú lo deseabas. ¿Es así como me pagas por intentar darte lo que querías? ¿Me pagas con mentiras y engaños?
    Y fue en ese preciso momento cuando Camila se dio cuenta del daño que había causado a su matrimonio. Se sintió horrorizada. El poco control que aún mantenía sobre sus emociones se vino abajo.
    -¿Acaso me diste otra opción al principio? No sabía qué esperar de ti -protestó Camila-. Me obligaste a consumar nuestro matrimonio y tuve que protegerme como pude. Estaba pensando en nuestro futuro...
    -Theos mou... ¿así que todo lo que hemos compartido no ha sido más que un engaño? -Benja replicó ásperamente-. ¿También estabas fingiendo tu felicidad?
    Aumentó la sensación de pánico que Camila tenía. Se sentía como un boxeador arrinconado en el ring.
    -No, por supuesto que no -contestó-. Pero antes de llegar a Italia no sabía cómo iban a ir las cosas entre nosotros. Por eso empecé a tomar la píldora. No podía arriesgarme a quedarme embarazada. Si tenía un hijo tuyo, eso te hubiera dado un control incluso mayor sobre mí.
    -Podrías habérmelo dicho a la cara.
    -No pensé en ello al principio. Luego me di cuenta que debería habértelo dicho, pero no quería que te enfadases.
    -Quizá guardarte esa carta te hacía sentir que poseías un control sobre mí -el gesto de Benja volvió a endurecerse.
    -Sí, quizá sentí eso una o dos veces -Camila estaba demasiado alterada para elegir sus palabras con delicadeza.
    Benja perdió el color al escuchar la confesión de Camila. Le clavó la mirada, preñada de agresividad.
    -No eres la mujer que creí que eras.
    -Tal vez no debería haber admitido lo que acabo de decir, pero ¿sabes Benja? Yo también tengo sentimientos -Camila sintió un nudo en el estómago, como si estuviera caminando por el borde de un abismo peligroso-. Al principio estaba muy enfadada contigo, pero también tenía miedo...
    -¿Miedo? -la interrumpió Benja-. ¡Nunca te he dado el menor motivo para sentir miedo de mí!
    -¿Y qué hay de aquella vez que me dijiste que, si no seguíamos casados, te desharías de mis animales?
    -Sólo era una amenaza vacía. Parte de la negociación -Benja se encogió de hombros con elegancia-. Sabía desde el principio que aceptarías. Créeme, nunca habría permitido que le pasara nada a tus animales.
    -Me gustaría creerte, pero no puedo. No eres la persona más compasiva del mundo, Benja. Hubo un tiempo en que no quería aceptar esa parte de ti. Te idealizaba, lo cual era bastante estúpido por mi parte -le confió Camila-. Después de todo, tienes la reputación de ser cruel en los negocios... y cuando te exigí el divorcio descubrí que eras mucho más retorcido de lo que me imaginaba.
    Al escuchar esa crítica tan directa, Benja se quedó paralizado. No se lo esperaba. Pensaba que Camila tenía una imagen romántica de él casi perfecta. Por un momento, una nota de rubor tiñó sus mejillas, pero desapareció inmediatamente dejando su rostro completamente pálido.
    -No soy así...
    -Sólo sabes comportarte de esa manera -dijo Camila-. Eres increíblemente dominante, Benja. Tú dictas la ley: pides y pides, y esperas que los demás sigamos tus reglas.
    -No me comporté así en Italia -los ojos de Benja le hacían un reproche a Camila-. No te traté así, thespinis mou.
    La hostilidad del ambiente y el miedo que sentía por el futuro de ambos aterraron a Camila. Y sin embargo, no se retractó de nada de lo que había dicho:
    -Estoy de acuerdo contigo... pero eso no cambia la forma que tuviste de atarme a ti al principio. ¿Por qué intentas ignorar lo que es tan evidente? Me obligaste a hacer algo que no quería... igual que hizo mi abuelo... ¡Y por nada del mundo iba a permitir que ocurriera de nuevo!
    -Eso no excusa que tomaras píldoras anticonceptivas para asegurarte de que no ibas a tener un hijo mío -la condenó Benja, con su acento griego haciéndose más pronunciado por momento.
    -Mi decisión de tomar la píldora fue una decisión del pasado. Ahora las cosas han cambiado.
    -Lo sé, estoy pagando por mis pecados. Hay quien diría que lo tengo bien merecido -dijo Benja, más calmado.
    -Yo no...
    Pero Benja ya no le prestaba atención. Estaba concentrado en sus recuerdos y la sombría expresión de su rostro hizo que a Camila se le pusiera la piel de gallina.
    -No seas así...
    -¿Y cómo quieres que sea? -replicó Benja.
    Camila se movió hacia él y acercó su mano en un intento de acariciarlo. Sin embargo, apretó los dedos en un puño y dejó caer la mano. Todo el coraje que tenía la abandonó en el instante decisivo, al darse cuenta de que Benja la rechazaría dado su estado de ánimo.
    -Me doy cuenta de que, si te has vuelto una persona dura, es sólo porque has tenido que hacerlo para sobrevivir -le dijo Camila con torpeza-. Toda tu familia dependía de ti y tuviste que aprender a dar golpes bajos para librarte del poder de mi abuelo y continuar en los negocios.
    Benja rompió a reír porque Camila desconocía que aún no estaba libre de la influencia de su abuelo, ya que todavía estaba luchando en firme contra el poder de Demakis International. Era su deber protegerla de esas preocupaciones. Por eso no se lo había dicho. Lo único que quería es que todo fuera como había sido en La Toscana.
    -¿Ahora mi mujer me excusa por ser cruel? No te molestes. No estoy avergonzado de lo que soy.
    Camila podía sentir la hostil distancia que Benja quería interponer entre los dos. Él era muy orgulloso. Al fin y al cabo, para él, la familia lo significaba todo. Le tenía que haber dolido mucho creer que ella no quería tener un hijo con él.
    -No quería decirte lo de la píldora porque sabía que crearía un estúpido malentendido.
    Benja se encogió de hombros con frialdad.
    -¿Qué malentendido? Como te he dicho, yo no quería un hijo hasta que cometí el error de pensar que tú estabas desesperada por tener uno. Sigue tomando la píldora. Tienes mi bendición -le dijo-. Mira, tengo que ir a la oficina. Han ocurrido muchas cosas desde que nos fuimos a Italia.
    Camila se sintió decepcionada. Justo cuando acababa de abrirle su corazón, justo cuando estaba a punto de admitir lo mucho que quería tener un hijo con él, Benja se echaba para atrás y le daba con la puerta en las narices. Pero la cosa era incluso peor que eso. Había utilizado la palabra «desesperada» para describirla. Y, desde luego no quería que pensara que estaba desesperada por tener un hijo. Mucho menos después de saber que Benja sólo había considerado la posibilidad de ser padre para hacerla feliz a ella.
    -¿Es eso lo que sientes de verdad? -dijo Camila con lágrimas en los ojos.
    -¿Qué otra cosa puedo sentir? -y Benja abrió la puerta.
    «Me siento como si Camila me quisiera menos que a un banco de esperma», pensó Benja al cerrar la puerta, en respuesta a la pregunta que su esposa le había hecho. Quería emprenderla a puñetazos con la pared. Necesitaba dar rienda suelta a las emociones explosivas que se habían desatado en su interior. Camila le había engañado y él había picado el anzuelo. La mente de Benja seguía llenándose de pensamientos destructivos: «¿Y si me mintió con aquello del banco de esperma? Si le hubiera concedido el divorcio y ella se quedaba embarazada, ¿quién me dice que Leo Burleigh no estaba destinado a ser el padre de su hijo? ¿Camila, tan convencional como era, había recurrido a un banco de esperma? ¿Cómo había podido creerlo?».
    Una vez más, había infravalorado a su mujer. Camila había sabido mirar más allá de su fachada y había descubierto que era un bastardo. Benja se pasó sus largos dedos bronceados por el pelo y después examinó su mano con el ceño fruncido, por que de repente la mano estaba temblando. ¿Qué era lo que pasaba? Estaba en un momento desesperado. Tenía que luchar para sobrevivir en los negocios y, ahora más que nunca, necesitaba su astucia y su fuerza. Nunca se había sentido tan en desventaja frente a un desafío. Si se ponía en el mejor de los casos, Camila le había puesto a prueba durante la luna de miel. Pero, si consideraba las cosas desde un punto de vista menos prometedor, entonces se podía pensar que estaba a punto de abandonarlo por otro hombre. ¿Por qué si no una mujer que había deseado tanto tener un hijo se echaba ahora para atrás?
    Cuando Camila acabó de vestirse y salió en busca de Benja, ya era demasiado tarde: se había marchado. El pánico la asaltó. Descolgó el teléfono para llamarlo y, entonces, dudó. ¿No sería mejor esperar a que llegara a casa? «Sí, volverá más calmado y entonces podremos utilizar un poco más de sentido común para seguir hablando del tema. Además, yo también tengo que calmarme». Se sentía al borde de las lágrimas. Frenética, furiosa, herida. Aterrorizada. Benja había sido sincero con ella: no quería tener un hijo. Lo había admitido a la vez que la censuraba por tomar la píldora. Pero eso no le daba ningún consuelo. Lo que realmente le importaba era que ella había herido su orgullo y se culpó a sí misma por no haber sido más sincera con él en Italia.
    La tarde transcurrió lentamente, animada tan sólo por una llamada de Leo, quien pidió a Camila que lo acompañara para ver un par de apartamentos unos días más adelante. Fue después de medianoche cuando Benja llamó para decirle que tenía mucho trabajo y que pasaría la noche en su apartamento de Londres. Camila ocultó su decepción e intentó comportarse como si no pasara nada. Tal vez fuera buena idea dejar que las cosas se calmaran, pensó.
    Benja estuvo fuera durante dos días y, al tercero, cuando volvió a Oakmere, era Camila la que estaba ausente. Benja miró en todas las habitaciones para comprobar si su esposa le había dejado alguna nota. Después, entró en el establo en su busca, pero no había señal de ella por ninguna parte. Cuando vio que no tenía otra opción, marcó el número de su móvil.
    -¿Dónde estás? -preguntó Benja, un poco preocupado.
    -Estoy en Londres con Leo, viendo unos apartamentos...
    Benja respiró hondo, muy, muy lentamente.
    -¿Estás todavía en el trabajo? -dijo ella.
    -No. Regresé a casa para pasar un poco de tiempo contigo.
    -Y yo estoy fuera... Lo siento -Camila se esforzó en hacerle ver que lo sentía de verdad-. Creí que tampoco vendrías esta noche.
    A Benja no le resultó nada reconfortante la confesión de Camila. ¿Y si el atractivo y atento Leo era algo más que un amigo? ¿Cómo podía averiguarlo? Leo no hacia nada sin consultarlo antes con Camila. La telefoneaba continuamente y ella compartía un lazo muy estrecho con él. En comparación, Benja se encontraba en desventaja. Había presionado a Camila para que se fuera a vivir con él. Ella no lo amaba. Teniendo en cuenta lo que le había dicho sobre su carácter, estaba claro que ni siquiera le gustaba. Y sin embargo, no podía quitarle las manos de encima. Por lo menos, Camila sí se sentía sexualmente atraída por él. ¿0 había sido también eso parte de la actuación? ¿Una mera diversión, tal vez? Camila era una mujer muy sensual que había esperado demasiado tiempo para descubrir esa nueva dimensión de su naturaleza. Quizá ahora ardía en deseos de experimentar...
    -¿Benja? -Camila interrumpió el silencio de la línea telefónica-. Mira, tengo que irme. Te veo después.
    Pasó bastante tiempo hasta que Camila llegó a la abadía. Lo único que deseaba era tumbarse y dormir durante, por lo menos, un mes. Por mucho que había intentado apresurarse en el camino de vuelta, no lo había conseguido. Benja la saludó, de pie frente a las escaleras. En el momento en que lo vio, a Camila se le hizo un nudo en el estómago. Tenía un aspecto tan poderosamente atractivo que apenas podía quitarle los ojos de encima.
    -¿Dónde has estado? -preguntó Benja-. Intenté llamarte de nuevo. No contestabas al teléfono.
    -Olvidé recargar la batería -suspiró ella-. Si te lo cuento, no te vas a creer los problemas que he tenido para volver a casa...
    -Inténtalo -la invitó Benja.
    -Leo se eternizó hablando con el vendedor del apartamento que estuvimos viendo. Cuando volví al coche, tenía una rueda pinchada... Leo la cambió, pero tuvo un montón de problemas con las tuercas de la rueda -Camila se apartó el flequillo de la frente, mojada por el sudor.
    -Las tuercas de la rueda -repitió Benja con su característico resplandor en los ojos-. ¿Es ésa la mejor excusa que tienes?
    Abriendo los ojos como platos, Camila se detuvo en su camino escaleras arriba.
    -¿Perdona? -preguntó sorprendida.
    -Son las doce pasadas.
    -No soy Cenicienta.
    -Y yo no soy estúpido. Has estado con otro hombre durante horas.
    -¿Con otro hombre? -preguntó Camila, sin ser capaz de identificar inmediatamente a Leo como el objeto de las preguntas de su marido.
    -No contestabas el teléfono... has estado fuera toda la tarde. ¿No te parece natural que sospeche?
    Cuando Camila se dio cuenta de adónde quería llegar Benja con sus preguntas, apenas pudo ocultar su perplejidad.
    -¿Sospechas de Leo y de mí? ¡Pero si Leo está locamente enamorado de Stella desde hace años!
    -Es la primera vez que mencionas el nombre de Stella, ¿no te parece eso un poco extraño?
    Su persistencia desconcertaba a Camila. La tensión que se marcaba en sus rasgos faciales era muy real, sin embargo. Sólo entonces recordó Camila aquella ocasión en que Benja le preguntó por su amistad con Leo a raíz de la foto que había salido publicada en las revistas. La única contestación que ella le dio fue un largo silencio. Se sintió horriblemente culpable por no haber intentado acallar sus sospechas entonces. De hecho, hasta había disfrutado con la idea de que Benja pensase que sus afectos no estaban centrados exclusivamente en él.
    -Leo y yo somos amigos. Eso es todo. Debí dejarlo claro desde el principio. El problema es que... quería que te sintieras un poco celoso -le confió Camila avergonzada, a la vez que notaba un pequeño pinchazo en el vientre.
    -No soy celoso -afirmó Benja con los dientes apretados.
    Luchando contra el mareo, Camila tuvo que reconocer que no se sentía bien y asió con fuerza la barandilla de la escalera. Tenía el rostro más blanco que la nieve.
    -Theos mou... ¿Qué te pasa? -exclamó Benja.
    Camila titubeó y sus rodillas cedieron bajo su peso. Se cernió la oscuridad en torno a ella. Benja se lanzó hacia su esposa y la tomó en sus brazos al desmayarse.
    Camila recuperó la conciencia. Estaba tumbada en el sofá de la sala de estar.
    -¿Qué ha ocurrido?
    Benja se inclinó sobre ella. Sus brillantes y hermosos ojos oscuros mostraban una clara preocupación.
    -Te desmayaste y casi te caes por las escaleras. Debes ir al médico.
    -No seas tonto. No me pasa nada. Tan sólo estoy agotada Hice demasiadas cosas hoy. No he comido nada y estoy cansada -murmuró Camila.
    -Ya veo que Leo te ha cuidado bien hoy, pethi mou -Benja replicó.
    -Una mujer no necesita que ningún hombre cuide de ella.
    -Pues para mí es un placer cuidarte... y asegurarme de que comes y descansas y no tienes problemas -respondió Benja sin dudarlo un momento-. Me gusta hacerlo.
    Era cierto. Y además se le daba muy bien hacerlo. Camila recordó lo solícito que había sido en La Toscana. Había cuidado de que no tomase demasiado el sol o de que no se levantara más tarde que él. Habían cenado en los restaurantes favoritos de ella, visitado los lugares que ella quería ver. Le había consentido todo y le había hecho sentirse tan valiosa como el oro. Sin pensarlo, tomó la mano de Benja y se la llevó a la mejilla.
    El tenso rostro de Benja se relajó. Benja acarició a su esposa.
    -Aun así quiero que mañana te vea un médico. Tienes un aspecto muy frágil.
    Con ayuda de Benja, Camila se metió en la cama. Benja le llevó una tortilla que, según afirmó, había cocinado él mismo. Mientras se la comía, le pidió que le contase la historia de Leo y Stella. Se rió con franqueza en un par de ocasiones. Dijo que Leo era muy cobarde y que debía hablar con Stella cuanto antes. Al oír sus argumentaciones típicas de macho, Camila empezó a relajarse y se sintió feliz de nuevo. Había echado tanto de menos a Benja. Pero, se preguntó preocupada, ¿y si él no quería tener hijos? «Bueno, puedo vivir con ello. Nada es perfecto. Tal vez en el futuro cambie de parecer. Tengo al hombre de mi vida, ¿no debería ser eso suficiente?».
    -Debería haberte dicho lo de la píldora -susurró ella a modo de disculpa.
    -No... tenías razón. Debí haber recordado cómo empezó nuestro matrimonio.
    Con los ojos sombríos, Benja contempló cómo su esposa caía dormida. Esa misma mañana había puesto Oakmere Abbey a su nombre para que, pasara lo que pasara, ella y el refugio estuvieran siempre seguros. Si no tenía cuidado, pensó Benja, podía perderla. De algún modo, tenía que hacer que cambiase la imagen que ella tenía de él. Hacer donaciones a Greenpeace y establecer premios para jóvenes emprendedores no era suficiente para impresionarla. Tenía que hacer algo compasivo por los animales.
    Al amanecer, Camila se despertó y sonrió aletargadamente al sentir el firme y poderoso cuerpo de Benja a su lado. Lo miró. Él también estaba despierto y mirándola. Camila se preguntó por qué estaría tan serio. Acercándose a él, le hizo cosquillas para animarlo. Sorprendida por su incapacidad para reaccionar, acarició su torso con la mano. El tomó su mano.
    -Estuviste enferma anoche... no deberíamos...
    -Un rechazo me ofendería profundamente. Dijiste que para ti era un placer cuidarme -le recordó Camila con ojos traviesos.
    Los labios de Benja esbozaron una sonrisa.
    -Es un gran placer, thespinis mou -afirmó, apretándola contra él y apoderándose de sus labios con apasionado fervor.
    Un par de horas después, Camila bajó las escaleras apresuradamente para desayunar con Benja. Mientras cruzaba el recibidor, sin la menor advertencia, un espasmo de dolor le atravesó la pelvis e hizo que se retorciese.
    -¡Benja! -gritó, aterrada.
    Benja la llevó al hospital más cercano. Ambos se quedaron perplejos cuando, al hacerle una prueba de embarazo, el resultado dio positivo. Nada más averiguar que estaba embarazada de dos meses, Camila había sufrido un aborto. El ginecólogo les dijo que no debería haber tomado anticonceptivos hasta después de haber tenido la regla.
    Camila permaneció tumbada en la cama de su habitación privada, con la vista perdida en el techo. Debía de haberse quedado embarazada la primera vez que se acostó con Benja. Su sueño más anhelado se había vuelto realidad, y ahora, cuando ya lo había conseguido, lo perdía para siempre.
    -Si lo hubiéramos sabido... -Benja respiró hondo, tomándola de la mano-. No lo supimos hasta que era demasiado tarde.
    -Tienes razón -dijo Camila, mirando a la pared.
    -Yo soy el único culpable. Hicimos el amor y no hice que tomaras precauciones.
    -Te había dicho que quería un hijo -dijo ella, sin entender cómo podía culparse.
    Había logrado concebir un hijo y, de haber seguido embarazada, se habría sentido la mujer más feliz del mundo. Pero había sufrido un aborto y la conversación con Benja lo único que conseguía era recordarle la pérdida.
    -Lo siento... no te puedes imaginar cómo -Benja la tomó de las manos.
    Benja no la había dejado sola ni por un momento. Había sido fuerte por ella, la había apoyado, había sido todo lo que un marido debía ser. Pero tan sólo unos días antes había admitido que realmente no quería tener un hijo con ella. Por supuesto, si hubiera sabido que existía la posibilidad de que se quedase embarazada, nunca lo habría admitido. Pero el caso es que se lo había dicho y Camila no podía olvidar su actitud. Sintió no haber conseguido ver a tiempo lo decente que era Benja.
    -Dejé que mi orgullo se interpusiera entre nosotros... -dijo él.
    Era una afirmación demasiado sorprendente como para que Camila no se girase sobre la almohada para mirarle.
    -¿Cómo?
    -Siempre he querido que me dieses un hijo -Benja admitió con mirada sombría-. Pero cuando dijiste que tú no lo deseabas, no supe admitirlo.
    Camila sintió un nudo en la garganta. Giró de nuevo la cabeza para que Benja no la viera llorar. Estaba claro que él intentaba reconfortarla mostrándole toda la simpatía de la que era capaz. Y lo hacía muy bien, tuvo que reconocer Camila. Pero no quería que le dijese mentiras, bien por lástima, bien por su sentimiento de culpa. ¿Por qué iba a sentirse culpable por decir que no quería tener un hijo? Muchos hombres con la edad y el estilo de vida de Benja dirían lo mismo y no pasaba nada.
    -Creo que quiero dormir -murmuró Camila.
    -Adelante... No te molestaré.
    Se hizo el silencio.
    -Me gustaría estar sola -susurró ella.
    -No creo que debas estarlo, pethi mou.
    -Vete a casa, por favor -le dijo con voz pétrea-. ¿No tienes trabajo que hacer?
    La puerta se cerró. Camila volteó otra vez la cabeza sobre la almohada y centró la mirada en la silla vacía en la que Benja acababa de estar sentado. Quería que se fuese pero, con la misma rapidez e irracionalidad, lo quería ahora de vuelta. Hundió su cabeza en la almohada.
    Tres días después, Benja la recogió y la llevó de vuelta a Oakmere. Camila cambiaba de tema cada vez que él intentaba hablar sobre el aborto...


    Habían pasado seis semanas desde que Camila regresó del hospital. Escuchó cómo sonaba el teléfono en el recibidor de la abadía. El mayordomo lo contestó antes de que ella pudiera llegar y le tendió el auricular.
    -¿Estoy hablando con Camila Angelis? -preguntó una voz masculina que hablaba un inglés con acento-. ¿La nieta de Theo Demakis?
    Camila frunció el ceño.
    -Sí... ¿por qué?
    Era el abogado de su abuelo, Gregoly Lelas. La llamaba para informarla de que su abuelo había muerto repentinamente esa misma mañana de un ataque al corazón. Camila sintió un súbito mareo. Siempre había guardado en secreto la esperanza de que Theo Demakis llegase a lamentar algún día lo mal que la había tratado y la reconociese como un miembro más de su familia. Pero ahora era demasiado tarde.
    Al ver de lejos la pálida expresión de Camila, Benja entró en la habitación.
    -¿Qué ha pasado?
    -Mi abuelo ha muerto.
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    esta muy interesante pon pronto otros capitulos escribes muy bien te felicito sigue asi

    Edited by husti - 17/9/2011, 18:28
     
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  3. Marissa16
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    OH X DIOS!!
    No sabes la alegria que me dio cuando vi que habia nuevos caps!!
    La verdad es que como siempre me encantan tus remakes!!
    Esta buenísimo!!
    Uy...y ahora...q habrá hecho Theo?...le habrá dejado algo a Camila!??...me mata la intriga!...cómo reacconará Benja!?
    Me muero x leer los prox caps!
    No tardes en ponerlos!
    besos
    Marissa :love:
     
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  4. candelitas
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    entre estos 2 no hay mas q malosentendidos de verdad! a ver como acaba!
     
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  5. minjaz
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    wuauuuu!!! que suspenso!!!! muchos problemas de una vez!!!!
    me encanta
     
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    Conoces a l@s Abuel@s

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    🤗🥰
     
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