Pura Tentacion (+18)

Final

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  1. Danü
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    Hola Chicas!!!! Bueno llego el dia, les dejo el ultimo cap y el epilogo....
    Espero que les haya gustado tanto como a mi...
    Quiero darles las gracias a todas las que leyeron y sobre todo a las que comentaron fue muy importante para mi ya que era la primera vez que subia una historia... Muchisimaaasss Muchisimassss Graciassss!!!!!
    Besotessss y hasta la proximaaa!!!!!




    ...:::Capitulo Final:::...


    Benjamin quería tirar el colgante donde fuera. En los tortuosos días que siguieron desde la mañana de la partida de Camila, había intentado hacerlo en la basura, en el río y por un precipicio, pero no lo había conseguido.
    El día en que ella se había ido, había permanecido en un promontorio fuera del pueblo mi-rando cómo su coche desaparecía y, bastante después de perderse en la distancia, seguía allí con el colgante en la mano.
    En las semanas que siguieron mantuvo la perla en un cajón de su habitación y había adquiri-do la costumbre de metérsela en el bolsillo de los vaqueros al empezar el día con la débil esperanza de que, después de un tiempo de vivir en la ciudad, ella se cansara y volviera a casa.
    Mientras tanto, él realizaba su trabajo en el rancho como un robot. Cuando Camila había vi-vido en Copperville, le había gustado su trabajo, pero ahora la rutina diaria se le hacía inso-portable sin ella. Era ella la que había hecho que su vida fuera interesante y ahora ella había cumplido su sueño y lo había dejado atrás.
    En un caluroso día de finales de septiembre, estaba una tarde tirando piedras al río cuando llegó a una decisión vital. En cuanto sus padres murieran, vendería el rancho y se iría a reco-rrer mundo. Eso no supliría la pérdida de Camila, pero tendría que servir.
    Entonces, toda la farsa le pareció estúpida. Aparentar que amaba un rancho que no conser-varía en cuanto sus padres murieran era una injusticia para ellos. Sin embargo, contarles la verdad después de tantos años, no sería fácil. Pero tendría que hacerlo y acabar con aquella hipocresía.
    Esperó hasta que acabaron de cenar. Apenas había sido capaz de probar el mejor asado de su madre, pero se obligó a tomar hasta el último bocado y mantener una conversación sobre antigüedades y sementales.
    Desde que había entrado en el rancho esa tarde, lo había visto con unos ojos nuevos. Ahora que había decidido que aquel lugar no lo encadenaría, podía valorar las brillantes vigas y la chimenea de piedra, el pesado mobiliario de cuero alrededor de la chimenea y la mesa de caoba labrada del comedor.
    No sería un mal sitio para vivir.., algún día y con la persona adecuada. Pero no podía esperar que sus padres lo mantuvieran sin él hasta que se asentara, ya que antes de que llegara ese día tenía muchas cosas que hacer.
    Por fin, apartó su plato a un lado y los miró.
    -Tengo que hablar con ustedes. Es... bastante serio.
    -Por fin -exclamó su madre con un suspiro.
    Benjaminla miró con sorpresa.
    -¿Qué quieres decir?
    -Tu madre ha estado muerta de preocupación por ti desde que se fue Camila. Y yo también un poco, debo admitir. Has estado comportándote como un robot, como si hubieras perdido a tu mejor amigo, que supongo que es lo que ha pasado.
    Benjamin sintió ardor en el cuello. Había estado tan absorto en sí mismo últimamente, que no se había dado cuenta de que su estado de ánimo había afectado a sus padres.
    -Siento haber estado insoportable.
    -Lo has estado -admitió su padre.
    -No, no lo ha sido, Sergio -Nora dirigió a su marido una mirada de advertencia-. Ha estado un poco sombrío, eso es todo.
    -Para mí es lo mismo -dijo su padre.
    -Estoy de acuerdo -aceptó Benjamin-. Pero estoy a punto de serlo más -inspiró con fuerza-. Sé que los dos han trabajado mucho para levantar este rancho todos estos años.
    -Ha sido un trabajo por amor -dijo Nora.
    No se lo estaba poniendo fácil. Benjaminse aclaró la garganta.
    -Les agradezco lo que han hecho y sé que el objetivo era pasarme el rancho a mí algún día, pero...
    -No lo quieres -terminó su padre por él.
    Benjamin miró a su padre a los ojos y su resolución casi se derrumbó al ver la gran decepción en su mirada.
    -Podría -dijo con suavidad-, con el tiempo, cuando me haya quitado esta ansiedad por reco-rrer mundo. Esta noche, he empezado a comprender lo bonito que es, pero ahora mismo para mí es como un elefante sentado en mi pecho y ahogándome.
    -Quieres ir a Nueva York, ¿verdad? -preguntó su madre en voz baja.
    -Quizá.
    Desde luego que quería. No se había permitido a sí mismo seguir aquel derrotero en sus pla-nes, pero ahora que su madre había puesto la idea en palabras, supo inmediatamente que empezaría por Nueva York, aunque no sabía cómo se lo tomaría Camila.
    -¿Y qué diablos harías en Nueva York?
    El tono de su padre traicionaba la profundidad de su decepción.
    -No estoy seguro. Probablemente intentaría encontrar un trabajo en alguna pequeña com-pañía aérea o en algún aeropuerto. Ya sabes que me encantan los aeroplanos, papá. Siempre me han gustado.
    -¡Ya tienes un maldito aeroplano! ¡Puedes volar con él todo lo que quieras!
    -¡Sergio! -Nora apoyo una mano en el brazo de su marido-. Esa no es la cuestión. Quiere vo-lar por su cuenta como ha hecho Camila. Además, la echa de menos como un loco. No sé si será algo más que amistad, aunque estoy empezando a creer que sí -miró a Benja-. No he querido entrometerme, pero he tenido la fuerte sensación de que Camila y tú han traspasado las fronteras de la amistad este verano. Y Sonia también lo cree.
    -¿Has estado hablando con la madre de Camila de eso?
    Benjamin sintió un fuerte ardor en la cara.
    -Para ser sincera, mucha gente del pueblo tenía sus sospechas. Nos preguntábamos si Camila decidiría quedarse en casa después de todo. Y cuando se fue, lo sentí mucho por ti.
    -Lo sabía -Sergio tiró la servilleta en la mesa y apartó la silla-. Esto era todo por una mujer. Si Camila hubiera tenido el buen juicio de quedarse en Coppervile, podrían haberse casado y no estarías comparando el rancho con un maldito elefante.
    -¡No eches la culpa a Camila! -en su agitación, Benjamin se levantó-. Siempre he sentido lo mismo. Los dos lo hemos sentido, Camila y yo. Nos pasábamos horas de pequeños hablando de los sitios que veríamos y de las cosas tan excitantes que haríamos en cuanto nos fuéramos de Copperville.
    -Muchos críos hablan así, pero después se hacen mayores y se dan cuenta de que lo que tie-nen aquí es mucho mejor que lo que puedan encontrar por ahí fuera.
    Benjamin miró a su padre e intentó ponerse en su piel. Después de casi treinta años de deslomarse por crear una herencia para su hijo, ahora aquel hijo rechazaba su legado. Y Benjamin odiaba hacerle daño a su padre.
    -Puede que sea mejor, papá, pero nunca lo apreciaré si no veo algo del resto del mundo.
    -Por supuesto que debes -intervino su madre.
    -Entonces quizá deberíamos vender el rancho ya -dijo Andy-. No merece la pena matarnos a trabajar si no se lo vamos a pasar a nadie..
    -¡Oh, Sergio! ¡Por Dios bendito! -Nora parecía enfadada-. Olvida tu orgullo herido por un mi-nuto y escucha lo que tu hijo está diciendo. Necesita tiempo para explorar el mundo. Y necesita estar con la mujer a la que...
    A Benjaminse le hizo un nudo en al garganta.
    -Mamá, no saques conclusiones tan pre...
    -Saco las conclusiones que quiera, muchas gracias -lo miró enfadada-. Y Camila siente lo mis-mo por ti, a menos que este muy equivocada. Y también creo que los dos añoraran enseguida Copperville y volveran a criar a sus hijos aquí.
    -¿Hijos? -Benjamin casi se atragantó-. Lo último que sé es que Camila no tenía ninguna intención de casarse, cuanto menos de tener niños. Creo que esta vez te has pasado un poco.
    Su madre sonrió.
    -No, yo creo que eres tú el que se ha quedado corto. Vete a Nueva York y haz esas preguntas. Mira a ver qué respuestas te da -Nora miró hacia su marido-. Lo único que necesitamos es contratar a alguien una temporada hasta que estos dos vuelvan a casa.
    Sergio frunció le ceño.
    -¿Y si no vuelven? Entonces todo será para nada.
    -Eso es la mayor tontería que te he oído decir Sergio. ¿Nada? Este rancho ha sido el sueño de tu vida. Esperabas poder pasárselo a tu hijo, pero también lo querías para ti mismo. Lo has pasado de maravilla viviendo la vida del rancho y no te atrevas a decir que sólo estabas haciendo un sacrificio por tu hijo.
    Poco a poco, la expresión de Sergio fue suavizándose.
    -Supongo que tienes razón, Nora. La verdad es que no me imagino otro sitio para vivir. Por eso no puedo entender que alguien en su sano juicio quiera irse a vivir a ese nido de ratas que es Nueva York.
    -Cada persona es diferente, pero estos dos volverán, ya lo veras.
    -Mamá, no puedo hacer ninguna promesa.
    Pero Benjamin no pudo evitar barajar unas pocas fantasías. Quizá podría tenerlo todo, unos cuantos años de aventuras con Camila y una familia y la seguridad allí en Copperville con la única mujer a la que quería. Pero a Camila podría no interesarle aquel plan. Después de todo, le había devuelto el colgante.
    -No tienes que hacernos ninguna promesa -dijo su madre-. Pero supongo que tendrás que hacerle alguna a Camila.


    Nueva York era todo con lo que Camila había soñado. Se había acostumbrado a recorrer Manhattan de arriba abajo en los fines de semana y en cada excursión descubría nuevas deli-cias. Se había hecho adicta a la comida callejera y a las tiendas de exquisiteces así como a su-bir a lo alto del Empire State.
    Pero lo que no había esperado era sentirse tan terriblemente sola. Se había hecho amiga de la gente de su trabajo, pero para ella la amistad requería mucho más tiempo. Los amigos eran la gente que conocías de años, la que conocía a tu familia y al resto de tus amigos. Los amigos eran gente como Benjamin...
    Había creído que el deseo por él se le pasaría después de dos meses, pero en todo caso, se había hecho más fuerte. Ese día, lo llevaba peor de lo normal, porque era domingo y porque era la fiesta de Halloween, unas vacaciones que Benjamin y ella habían compartido durante veintitrés años y nunca se habían considerado demasiado mayores como para disfrazarse.
    Camila había sido invitada a una fiesta de una de las profesoras de su escuela y había acep-tado, pero ahora, sentada en su diminuto apartamento intentando pensar en un disfraz, no conseguía animarse. Lo más sencillo sería ponerse el disfraz de doncella de harén con el que había bailado para Benjamin, pero eso le traería recuerdos.
    Suspiró. Se moría de ganas de que Benjamin la abrazara de nuevo, pero lo echaba de menos más a él que sus relaciones sexuales. Ya había rechazado algunas invitaciones para salir. Sólo pensar en que alguien que no fuera Benjamin la besara le producía escalofríos.
    Si seguía así, debería resignarse a la idea de quedarse soltera para siempre. Estaba empe-zando a pensar que ella era mujer de un solo hombre. Nunca lo había creído antes, pero des-pués de lo del verano, Benjamin se había llevado no sólo su virginidad, sino su corazón.
    Después de ponerse los transparentes bombachos y el sujetador de brocado, se fue al es-pejo de su pequeña habitación a ajustarse el velo y sintió ardores al pensar en los ojos de Benja cuando había bailado para él. Nunca en su vida se había sentido tan sensual como cuando había agitado sus senos prácticamente delante de las narices de Benjamin. Le había hecho perder la cabeza. Quizá no quisiera casarse con ella pero en aquel momento le había pertenecido por completo.
    Y había dicho que la amaba. Ahora se preguntaba si lo único que significaría sería el fantás-tico sexo que habían compartido durante el verano.
    No, no podía ponerse aquel disfraz. Le hacía echar de menos a Benjamin de todas las formas concebibles, física, mental y emocionalmente. Alquilaría un vídeo y pasaría de la fiesta. Se llevó la mano al cierre del sujetador de pedrería cuando sonó el timbre de la puerta.
    Sería seguramente su vecina de la puerta de al lado. Se miró al espejo. Bueno, era Hallo-ween, así que nadie se extrañaría de encontrarla disfrazada.
    El timbre sonó de nuevo. Entonces la voz que oyó le llevó el corazón a la boca.
    -Golosinas o pellizco.
    -¡Benja!
    Salió corriendo a la puerta, abrió y dio un respingo.
    Benjamin iba disfrazado de jeque del desierto, con ropas de ricas telas y un turbante blanco con un adorno de oro en la cabeza. Cuando la vio, él también se quedó con la boca abierta.
    -¡Uau! Esta telepatía ya es de asustar.
    -Sí -dijo ella sin dejar de mirarlo con el corazón desbocado-. Da un miedo mortal.
    -¿Vas a ir a alguna fiesta?
    -No. Bueno, quizá. Me invitaron a una y estaba intentando decidir si quería ir o no, así que me puse el disfraz para ver si podía llevarlo -tragó saliva-. Pero no puedo. Bueno, pasa. ¿Tienes equipaje? ¿Cuánto tiempo vas a quedarte? ¿Cuándo has...?
    -No he traído equipaje. Lo he dejado en el hotel.
    Las esperanzas de Camila cayeron por los suelos.
    -¿Ho... hotel? ¿O sea que no vas a quedarte... conmigo?
    Benjamin entró y cerró la puerta tras él entre el crujido de las telas. Entonces, se dio la vuel-ta para mirarla.
    -No quería imponerte mi presencia. Supongo que tendrás una vida bastante agitada y que te estarán pasando todo tipo de cosas.
    O sea que sólo había ido de visita, pensó con una profunda decepción.
    -Bueno, por supuesto me encantará organizarme para estar contigo. Si me hubieras dicho que venías, podría haberlo arreglado para tomarme un par de días libres, pero ahora, con tan poca antelación, no estoy segura.
    Benjamin agitó una mano como si no le importara.
    -No quiero que interrumpas tu trabajo por mí -vaciló-. Dijiste que te habían invitado a una fiesta. -su voz se hizo ronca-. ¿Tienes alguna cita con algún chico?
    Por un momento consideró mentirle, pero no lo había hecho nunca con Benjamin y no iba a empezar ahora.
    -No. Es de gente de mi trabajo. No es ningún tipo de fiesta de parejas ni nada de ese tipo.
    -¿Y pensabas ir con eso puesto?
    Una cosa era que ella no hubiera podido soportarlo por los recuerdos y otra muy distinta que él se lo preguntara con aquel tono. No tenía derecho a hacerlo.
    -¿Y por qué no?
    -¡Porque es indecente!
    -No pensabas eso la noche que bailé para ti -se sopló con impaciencia el velo de la cara-. ¡Te gustó tanto que tenías la lengua fuera, caballero!
    -Y la sigo teniendo. Y a todos los chicos que estén en esa fiesta les pasará lo mismo.
    Camila alzó la barbilla.
    -¿Y a ti qué te importa?
    Él se adelantó y la agarró.
    -Me importa todo..
    Camila se quedó sin aliento y el espacio pareció contraerse cuando se sintió perdida en su mirada.
    -¡Maldición! No pensaba portarme así. Quería ir despacio, averiguar primero si tenías algún novio.
    Camila sintió otra oleada de deseo. ¡Qué día tan maravilloso! Un día glorioso, a decir verdad, pensó.
    -Bueno, creo que si.
    -¿Que lo crees? -bajó la vista hacia ella con el ceño fruncido-. ¿Qué tipo de respuesta es ésa?
    Camila se alegró de no haberse quitado el velo para poder ocultar la sonrisa.
    -No está siendo muy claro acerca de sus intenciones, así que es difícil para mí saber si es mi novio o no. Pero estoy bastante segura de que lo es.
    Benjamin frunció aún más el ceño.
    -¿O sea que es uno de esos tipos que no se deciden?
    -Digamos que está un poco confuso.
    -¿Y qué es lo que sientes por él?
    -Estoy loca por él.
    Los ojos de Benjamin se ensombrecieron mientras la apretaba el brazo con más fuerza.
    -No puedes estarlo.
    -¿Por qué no? ¡Es fantástico!
    -¿Fantástico? ¿Qué quieres decir con eso? -entrecerró los ojos-. Camila, ¿has hecho el amor con ese tipo?
    -Recientemente no.
    -¡Me importa un rábano si es reciente o no! Camila, ¿ Cómo has podido hacer el amor con otro hombre? ¿Cómo has podido?
    -Lo cierto es que llevo sin hacer el amor desde Agosto. Y la última vez que lo hice llevaba este mismo disfraz puesto.
    La comprensión suavizó el gesto de Benjamin.
    -¡Oh! ¿Y dijiste que estabas loca por ese tipo?
    Camila asintió.
    -No me puedo imaginar por qué -susurro Benjamin con voz ronca-, porque es un idiota.
    -No -se acercó y le acarició la mejilla con la mano temblorosa. Lo deseaba, fuera cual fuera la razón de su estancia-. Sólo está confuso. ¿Quieres cancelar la reserva del hotel? Nadie de Copperville tiene por qué saber que te has quedado en mi casa durante tu visita, si es eso lo que te preocupa.
    -No he venido de visita.
    -¿Qué?
    -Estoy buscando trabajo en un par de compañías aéreas. He venido a vivir aquí.
    Camila estaba aturdida con la noticia.
    -¿Y qué pasa con el rancho? ¿Y tus padres?
    -Han contratado a otra persona para hacer mi trabajo. Decirles que necesitaba vivir por mi cuenta no fue nada fácil, pero fue lo correcto. Se lo debería haber dicho antes, pero supongo que tú me marcaste el camino.
    -¡Estoy impresionada!
    A Benjamin se le nubló la mirada.
    -Mira, esto no te obliga a nada. No te estoy pidiendo que cambies tu vida sólo porque yo haya decidido venir aquí. Quiero decir que... desde luego que me encantará verte y todo eso, pero...
    -¿Y qué quieres decir exactamente con “todo eso”?
    Camila agitó las caderas contra su túnica y sintió su instantánea respuesta
    Él gimió con suavidad.
    -¿Esto?
    -Camila, yo...
    -¿Y esto?
    Le apartó la tela de la túnica y frotó el sujetador de pedrería contra su torso desnudo.
    -¿Y esto?
    -Me vuelves loco, Camila. Te he echado tanto de menos, que apenas podía pensar con cordu-ra.
    Ella apretó el cuerpo contra él.
    -Si no podías pensar con cordura, entonces quizá no recuerdes lo que me dijiste cuando hicimos el amor la última vez.
    -¡Por supuesto que lo recuerdo!
    Camila hizo acopio de valor y continuó.
    -Necesito saber si era algo que dijiste en el calor de la pasión o significaba más que eso.
    Él la apretó con más fuerza.
    -Quieres todas las cartas sobre la mesa ¿verdad?
    -Sí.
    -Entonces, quítate ese maldito velo.
    Camila se lo desabrochó al instante y lo tiró en la silla más cercana.
    Benjamin bajó la mirada hacia ella y su expresión se estremeció al recorrer su cara. Entonces, se metió la mano dentro de la túnica y se sacó el colgante de perla.
    -Creo que ya es hora de que te vuelvas a poner esto.
    A Camila se le aceleró el corazón ante el sentido de aquel gesto y tembló cuando Benjamin le abrochó el cierre de la cadena y la perla cayó entre sus senos.
    -De acuerdo. Pensaba ir más despacio, pero si lo quieres todo de golpe, allá va. Te quiero. Quizá siempre hubiera sabido que eras mi compañera a un nivel inconsciente, pero había mu-chas cosas que se interponían entre nosotros. Voy a casarme contigo algún día, Camila, cuando estés preparada. Comprendo que puedes tardar un buen tiempo, pero...
    -Estoy preparada.
    -Estoy dispuesto a esperar hasta que hayas experimentado todo lo que...
    Benjamin se detuvo asimilando en ese momento la respuesta de ella. La miró a los ojos como para cerciorarse y ella asintió.
    -¡Oh, Dios! -su boca descendió sobre la de ella y la besó hasta que los dos se quedaron sin aliento-. ¿Estás segura? Quiero decir que acabas de empezar esta nueva vida y quizá quieras seguir soltera un par de años para...
    -¿Para qué? No se me ocurre nada más excitante que vivir contigo como tu mujer. Creo que eso lo he sabido desde que tenía tres años. Te quiero, Benja, con desesperación, por completo y para siempre.
    Su sonrisa se hizo más tierna.
    -¿Me lo juras por la tumba de Tutankamón?
    -Desde luego. Y ahora déjame darte una información vital. El dormitorio está al otro lado de esa puerta a tu derecha. ¿Crees que podríamos entrar ahí y hacer el amor de forma loca y apasionada durante las próximas diez horas? Me siento muy abandonada.
    Él sonrió y la alzó en brazos.
    -¿Sólo diez horas?
    -Para empezar.
    Benjamin la besó en los labios con suavidad.
    -¿Tienes hielo? -murmuró.





    Epílogo



    Completamente saciado después de un plato de pollo y ensalada de patata, Benjamin se echó en la manta de campaña, cerró los ojos y suspiró de felicidad. Atrás había quedado Nueva York, el tráfico, los martillos neumáticos y los aeroplanos. Sólo el murmullo del río, el trino de los pájaros y el susurro de la brisa entre los árboles.
    Había visitado muchos ríos y playas durante el año anterior, pero reconocería aquella arena caliente y el aroma a musgo de su rincón secreto con los ojos cerrados. La brisa lo envolvía como una caricia. ¡Cómo adoraba las noches de verano en Arizona!
    Algo le picó en la nariz y se movió. Como el picor prosiguió, abrió un ojo.
    Camila estaba inclinada sobre él con una pluma en la mano. Al inclinarse, la blusa se le abrió tentadora. Quitándole la pluma de las manos, la deslizó por dentro de su blusa antes de abar-carle los senos con las dos manos.
    -Ya parecen más llenos.
    -Será tu imaginación. Apenas estoy de tres meses.
    -Nunca olvidaré la cara de nuestros padres cuando se lo contamos.
    Benjamin ya podía ver el deseo brillar en sus ojos mientras continuaba jugueteando con la pluma entre sus senos.
    -Creo que les hizo más felices lo del bebé que el que les contáramos que volvíamos para quedarnos a vivir aquí.
    -Yo también estoy muy contento con lo del bebé. ¿Algún arrepentimiento por haber dejado la gran ciudad?
    -Sólo que nunca lo hicimos en lo alto del Empire State.
    -Tendremos que volver para hacerlo entonces.
    Ella sacudió la cabeza.
    -No, no hace falta. Hacer el amor contigo durante el resto de mi vida es toda la aventura que yo necesito.
    -¿Lo dices en serio?
    -Absolutamente.
    -Entonces, quítate esa blusa -murmuró él.
    La imagen de Camila desabrochándose los botones era una de las mejores alegrías de su vi-da.
    Ella obedeció y tiró la prenda a un lado antes de mirarlo con gesto interrogante.
    -Sigue.
    Su erección apretó contra los pantalones cuando se desabrochó el cierre delantero del su-jetador. Al momento siguiente, sus senos quedaron a la vista con los pezones ya duros. Benjamin le pasó la pluma por ellos de todas formas adorando la expresión de deseo de sus ojos y la rendición de su suspiro.
    Su voz se hizo más ronca.
    -Échate.
    Camila se movió sobre él y Benjamin se llenó las manos con el peso de sus senos.
    Mientras se abandonaba al festín, ella consiguió quitarse los pantalones cortos, abrirle el vaquero y liberar su miembro. Benjamin gimió de placer cuando ella se deslizó sobre su rígida virilidad. ¡Qué milagroso hacer el amor de aquella manera, sin barreras! Soltando sus senos, la hizo bajar la cabeza para un largo y satisfactorio beso.
    Camila se apartó y lo miró a los ojos antes de empezar un lento ritmo sensual.
    -Te quiero, Benja.
    -Y yo también te quiero -sobre ellos, las hojas dejaban filtrara la luz del atardecer. El paraíso no podía ser mejor que aquello-. Te quiero más que a mi vida.
    Benjamin estaba a punto del límite y, por la respiración laboriosa de Camila, ella no estaba muy lejos tampoco.
    -Espera -dijo ella jadeante-. Acabo de acordarme.
    A Benjamin no le funcionaba el cerebro.
    -¿Acordarte de qué?
    -Espera un segundo.
    Camila estiró la mano hacia la pequeña nevera al borde de la manta.
    Benjamin cerró los ojos a punto del límite.
    -No sé si podré. No, Camila, creo que no puedo aguantar...
    Algo frío rozó una parte crítica de su anatomía y explotó en un torrente de sensaciones que lo hizo bramar y gritar de éxtasis desde lo más hondo de la garganta.
    Por fin se quedó inmóvil, saciado y tembloroso, mientras que Camila derramaba un reguero de besos por su cara.
    -¿Qué fue eso?
    Ella contestó con picardía:
    -Hielo...
     
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  2. and7695
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    que buenaa , que final :) me encanto
     
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  3. yisette
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    muy curioso el final...jajajaja.
     
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  4. reinab
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    Ha estado genial el final, asi que al final provaron lo del hielo jejeje
     
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  5. candelitas
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    genial el final! al final tuvo q ir benja detras
     
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    Qe lindo.. Benja todo decidido a buscarla!.. genial ;)
    Genial el final.. te felicito genia!.. espero mas historias!
    Besazos! :D
     
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  7. Danidanic
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    Me la leí tooooooooooda de corrido hoy y solo vengo a decir que te felicito!!!! escribes muy muy bien y la historia me atrapó completamente :D un beso y buscaré otra de tus historias jajaja
     
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  8. claudinha2
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    Que buen final!! y mejor epilogo jajaja
    ahora a tener presente el hielo jajaj
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    ME E LEIDO TODA LA HISTORIA GENIAL
     
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  10. asignatura pendiente
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    medio Me encanto la historia,tiene un poco de todo, me atrapo y me la leí de corrido.Me gusto la parte en que Benja cree que hay otro. Por fin se acordaron del hielo,jaja!
     
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  11.     +1   -1
     
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    Te tomas una tacita de café con las Abuel@s

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    Hermosa historia!!

    Un abrazo
     
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    Que linda historia!! ^-^
     
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  13. elepe
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