comprada para la pasion

cuando el amor no se olvida a pesar de todo

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  1. lionsolar
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    Camila pertenecía a una familia pobre, y sin embargo el millonario griego Benjamin Christou se había fija¬do en ella...
    Aunque la pasión que había entre ellos era arrolladora, Camila se sentía sola y Benjamin cada vez era más celoso. Por lo que el matrimonio no tardó en romperse... Camila tuvo que tragarse el orgullo y pedir el divorcio, pues necesitaba urgentemente dinero para sacar a flote su negocio. Benjamin no le nega¬ba el dinero... siempre y cuando se convirtiera en su amante.
    Quería llevársela a la cama... ¡para venqarse!

    Capítulo 1
    EN el salón de juntas del inmenso imperio na¬val Christou, Benja Christou yacía recosta¬do en su sillón mirando hacia el techo mien¬tras una bella morena se arrodillaba frente a él y empezaba a desabrocharle los pantalones.
    -Umm -murmuró-. Omorfo.
    Un gemido de placer escapó de sus labios mientras él se acomodaba para disfrutar de las atenciones que aquella mujer tan ardiente le dedi¬caba. Fue entonces cuando el teléfono sonó.
    -¿Ne? ¿Qué demonios sucede? -gritó él-. Te dije que no quería que me molestarán.
    Oyó cómo su asistente tosía de forma nerviosa.
    -Perdóneme, Kyrios Christou, por haberme to¬mado la libertad, pero, dadas las circunstancias, pensé que...
    -¿De qué se trata? -dijo Benja entre dientes.
    -Tengo a... Tengo a su mujer al teléfono.
    Hubo una pausa.
    -¿Mi mujer? -repitió Benja suavemente mien¬tras que la guapa morena alzaba la cabeza de su re¬gazo y lo miraba fijamente.
    -Ne, Kyrios. ¿Qué quiere que le diga?
    ¿Que era una zorra despiadada? ¿Que era el mayor error que había cometido en su vida siendo él un hombre que no toleraba en absoluto los errores?
    Entrecerró los ojos. Sin duda, llamaba para confirmar que le había llegado la carta que ella le había enviado desde Inglaterra. Su llamada no le era del todo inesperada. Pero, aun así, saber de alguien que ha estado fuera de tu vida duran¬te siete años produce una sensación extraña. Al¬guien que le había desgarrado el corazón, el cuerpo y el alma. Una mujer que le había atrapa¬do y traicionado después. Ahora que aquella lla¬mada había captado toda su atención, esbozó una cruel sonrisa que hubiera hecho temblar a muchos de sus competidores en el ámbito de los negocios.
    Levantó la mano para ordenarle silenciosamen¬te a la morena que dejara de hacer lo que estaba haciendo. Al menos de momento. No era muy bue¬na idea eyacular en su boca mientras conversaba con su mujer, a pesar de que recordar la forma en la que ella lo había traicionado le hacía ver aquello como una venganza bastante adecuada. Sus ojos negros brillaron. Con un corazón tan frío como el de ella, ¿acaso le importaría?.

    Pero Benja resistió la tentación dándose cuenta de que permitirse semejante capricho podría ponerlo en desventaja. Había una buena razón por la que los hombres se abstenian de tener sexo antes de una batalla. El sexo debilita al mas fuerte de los hombres. Y Benja ya no era debil. No desde que la arpia con la que se había casado le había traicionado y había desaparecido de su vida.
    -Pásamela - le dijo a su asistente suavemente.

    En su diminuto apartamento de Londres, Camila esperaba a que le pusieran con él. Agarraba el auricular tan fuertemente, que ya empezaba a su¬darle la palma de la mano. Temía aquella situación más de lo que recordaba haber temido algo jamás pero quizá ahora ya era inmune a él. Inmune a su arrebatadora sexualidad y a las expectativas tan poco realistas que él tenía de ella como esposa y mujer. Pero, aunque ella ya no fuera su mujer, ha¬bía un documento que así lo probaba. Sin embar¬go, ya no sería por mucho tiempo. Ella ya no esta¬ba unida a él. Había sido liberada de la sofocante prisión de su matrimonio. Lo que Benja pensara ya no le preocupaba lo más mínimo.
    «Cíñete a los hechos», se dijo a sí misma mien¬tras miraba la pila de facturas amontonadas que iba creciendo cada día. «Dile lo que quieres lo más rá¬pidamente posible y pon fin a todo esto».
    Y entonces, por fin, oyó un pitido y escuchó su fría voz. -¿Ne?
    A pesar de que la voz le resultaba familiar, su tono amenazador hizo que se le erizara la piel al tiempo que el corazón le latía frenéticamente bajo el pecho. ¿Inmune a él? En absoluto. -Hola, Benja.
    Sus ojos negros brillaron al oír el sonido de su suave voz, pero él mantuvo la suya tan firme como si estuviera hablando con un adversario.
    -Ah, eres tú -le dijo indiferentemente-. ¿Qué es lo que quieres?
    No «Hola, ¿qué tal estás, Camila?» Ni siquiera un intento de hacerle algún cumplido. Pero, ¿qué esperaba? No era lógico que el hombre cuyas pala¬bras a la hora de romper habían sido «No eres más que una golfa y maldigo el día que me casé contigo» ahora fuera cortés con ella.
    -Yo... Necesito hablar contigo.
    -¡Qué interesante! -le respondió en un tono susurrante como si se tratara de un tigre moviéndose silenciosamente entre la maleza hacia su presa indefensa-. ¿Y sobre qué?
    Camila cerró los ojos. En aquel momento, recordó las palabras de su abogado.
    «Si quiere llegar a un acuerdo rápido, trátele con cuidado, señora Christou. Su marido tiene la sartén por el mango. No porque lleve la razón, sino porque es rico, muy rico».
    Naturalmente, tenía razón. Los hombres ricos siempre ganaban porque podían permitirse el lujo de contratar a los mejores abogados. Y Benja era mucho más que rico. Actualmente existían muchos millonarios, pero no abundaban los multimillonarios griegos que poseían imperios navales. La últi¬ma cosa que ella quería era discutir por culpa del dinero. Tal y como su abogado le había dicho, de-bía tratarlo con sumo cuidado.
    Camila abrió los ojos y contempló a través de la ventana las sucias chimeneas que formaban el paisaje de Londres. Distaba mucho de fingir que estaba hablando con un contestador automático en lugar de con el carismático griego con el que se había casado.
    Aun así, las palabras que había ensayado una y otra vez se empeñaban en permanecer agolpadas en su garganta. ¿O acaso simplemente se negaba a pronunciarlas sabiendo que una vez dichas todo habría terminado? Seguía aferrandose al matrimonío aunque éste no hubiera sido una buena experiencia. ¿Quien no quiere seguir viviendo el sueño y creer en el final feliz?
    -Yo...
    -¿Porque pareces nerviosa...?
    Camila podía percibir el cruel tono burlón de su voz.
    «Tranquila», se dijo a sí misma,
    -No estoy exactamente nerviosa, - le corrigió-. sino más bien inquieta. ¿Acaso te sorprende? Ha¬cía mucho tiempo que no hablábamos.
    -Lo sé -respondió conteniendo un gemido, ya que ahora la morena deslizaba lentamente sus de¬dos sobre su erección. Él contemplaba cómo la luz se reflejaba en el rojo de sus uñas mientras trataba de borrar la imagen de Camila de su mente. Bo¬rrar la imagen de la muchacha pura e inexperta que había ido hacia él y a quien él había enseñado todo lo que sabía sobre las artes amatorias. Benja se es¬tremeció.
    -¿Benja?
    La voz al otro lado del teléfono le sacó de sus pensamientos mientras que, aún gimiendo, apartó a la morena de su lado. Ella retrocedió sentándose sobre sus rodillas mientras le dirigía una mirada de reproche y sus rosados labios hacían un mohín. El agitó la cabeza y ella hizo aún más pucheros. Pero, ¿cómo podría permitir que le hiciera eso cuando lo único en lo que él podía pensar ahora era en Camila? ¡Maldita sea! ¡Maldita sea!
    -¿Benja? - Camila frunció el ceño mientras oía cómo el ritmo de su respiración se aceleraba-. ¿Sigues ahí?
    -Ne -contestó sonriendo a la morena. Era el tipo de sonrisa que decía, «Cuando haya terminado con esta maldita llamada, podrás tomarme en tu boca y chupar hasta dejarme seco». -.Pero es que estoy ocupado.
    Así que nada había cambiado. Benja Christou seguía cegado por su misión: querer convertir el imperio Christou en la mayor empresa naviera del
    mundo. Al menos, eso era lo que los periódicos decían. Camila sólo había presenciado sus ansias de poder en las primeras fases. Aquellos días en los que el trabajo colmaba toda su vida excluyéndola a ella e influyendo enormemente en el lento proceso de desintegración de su matrimonio.
    ¿Que es lo que quieres? dijo Benja impacientemente, agitando perceptiblemente la cabeza mientras que la morena deslizaba los dedos entre sus muslos y comenzaba a masturbarse.
    El dibujo con los labios la palabra «espera». Ella volvió a hacer una mueca.
    -Hay ciertas cuestiones que debemos discutir. ¿,Has recibido la carta?
    -¿A que carta te refieres? -pregunto el fingiendo no saber a que se refería-. Recibo muchas cartas a lo largo de la semana. De hecho tantas que no puedo recordar de qué tratan muchas de ellas. Refréscame la memoría, Camila. ¿Que es lo que dice?
    «No dejes que te intimide. Ya no tienes diecinueve años y no estas locamente enamorada de un sueño. Eres una mujer de negocios independiente, a pesar de que no tengas mucho exito». Ella esbozo una leve sonrisa... -Sabes muy bien de que trata. Es una carta de mi abogado -le dijo rotundamente-. que expresa mi intención de presentar una demanda de divorcio.- tomó aire . No sirve de nada ignorarla, Benja. No va a servir de nada.
    -¿Quieres el divorcio? dijo soltando una pro¬vocadora carcajada. ¿Qué te hace pensar que te lo concederé?
    -¿Concedérmelo? -repitió ella-. No se trata de hacerme un favor. ¡No tienes otra opción!
    Se habían casado muy jóvenes. Alexeí ni si¬quiera había terminado la universidad, pero su po¬der y autoridad habían aumentado con el transcur¬so de los años. Había muy poca gente, de hecho nadie, que se atreviera a hablarle de semejante for¬ma. La expresión de su rostro cambió. ¿Acaso no sentía la deliciosa excitación que le provocaba en¬frentarse a un conflicto? ¿No experimentaba esa sensación especial al pensar en luchar precisamen¬te contra ella? Porque, en su interior, aún le corroía pensar que no había recibido su merecido. Que no le había hecho pagar lo suficiente. La mujer que le había sido infiel merecía ser aplastada.
    -Siempre hay opciones, Camila, mu. Pero, ¿a qué viene ahora tanta prisa? Hemos estado separa¬dos durante siete años sin que hayas dado muestras de querer librarte legalmente de mí. ¿Por qué aho¬ra? ¿Has decidido casarte?....
    Dijo algo en griego que hizo que la morena lo mirara sorprendida.
    -…¿Casarte con tu amante? terminó en inglés haciendo que aquellas palabras sonaran como si no tuvieran nada que ver con el amor. Y de hecho no lo hacían. Todo aquello tenía que ver con la idea de posesión. Incluso ahora, pensar que su mujer te¬nía a otro hombre que la satisfacía y disfrutaba de las cosas de las que él había gozado antes le llenaba de ira-. Es eso por lo que quieres el divorcio, Camila? ¿Para satisfacer al hombre que me ha sustituido? ¿Es el mismo con el que rompiste tus votos matrimoniales? ¿Aquél con el que te acostaste antes de llevar un año casada conmigo?

    Camila se tambaleó. Sentía unas horribles náuseas en el estómago que, desdichadamente, le eran familiares. Sin embargo, no se molestó en corregirle. No le creería si le dijera que no había ningún sustituto, si es que, acaso, hubiera alguien que pudiera reemplazarlo. Simplemente era otra dé las acusaciones de Benja que no merecía la pena rebatir. En el pasado él siempre había hecho oídos sordos a sus declaraciones de inocencia, así que siempre lo haría.
    Él se había hecho la idea de que ella era una mujer infiel y ahora ya nada podría cambiar la imagen que él tenía de ella independientemente de cuál fuera la verdad. Benja veía el mundo de la forma que él quería. Quizá eso era lo que todos los hombres ricos hacían. Él era muy cabezota, y eso era su fuerza y su debilidad. Y nada podía hacerle cambiar.
    ¿Que le había dicho su abogado? «Sé breve y amable es la mejor forma. Después de siete años separados, no debéis tener muchas cosas que deciros».
    Su abogado por supuesto, desconocía que Benja siempre debía tener la última palabra. Siempre tenía que llevar la razón y hacer su voluntad tal y como había hecho durante toda su vida. Y, a pesar de su intención de hacerlo. Camila no pudo evitar intentar sonsacarle. Naturalmente era curiosa, ¿qué mujer en su misma situación no lo sería?
    -Había pensado que tu también estarías encan¬tado de obtener el divorcio. Estoy segura de que debe haber un montón de mujeres esperando con¬venirse en la futura Kyria Christou.
    ¡Naturalmente que había! Los crueles labios de Benjamín esbozaron una expresión de ira. ¿Acaso sig¬nificaba tan poco para ella que podía preguntarle sin más acerca de las mujeres que la habían reem¬plazado en su cama? La amargura del resentimien¬to que había sentido hacía ya tanto tiempo y que había permanecido latente durante años parecía es¬tar aflorando peligrosamente.
    Enojado, se dio cuenta de que, de alguna mane¬ra, Camila había conseguido matar su erección, cosa que hizo que su enfado aumentara. Impacien¬temente, le hizo una señal a la morena con la mano y, poniéndose en pie, fue hasta la ventana para contemplar el incomparable azul del mar Egeo.
    -Naturalmente, para la mayoría de las mujeres sigo siendo un buen partido -alardeó-. Pero, al contrario que tú, no tengo ningún deseo de divor¬ciarme.
    Vio que la morena se daba la vuelta y lo miraba con reproche. En ese momento recordó que ella te¬nía algo más que unas nociones básicas de inglés. Señaló hacia la puerta y le hizo un gesto con la mano indicándole que esperara tan sólo cinco mi¬nutos. Después, para suavizar la forma en que la echaba, le lanzó un beso que hizo que ella, a rega¬ñadientes, le dedicara una sonrisa. Algunos hom¬bres se habrían sentido culpables por tratar así a una mujer, pero, desde luego, no él.
    El nunca prometía nada que no fuera capaz de dar, lo que significaba que jamás hablaba de compromiso. Sin embarco, era totalmente sincero con las mujeres con las que compartía su lecho o las que, por capricho, acudían a él para darle placer cuando se aburría en el trabajo. Por su parte, ellas obtenían joyas, caprichos, paseos en jet privado y el acceso a las fiestas mas fastuosas que se celebraban en todo el mundo.
    Pero lo mas importante es que él les hacía gritar de placer. Cada una de las mujeres con las que había tenido sexo le había confesado que él era el mejor amante que jamás había tenido. Y Benja nunca lo dudó ni por un momento. Estaba orgullo¬so de sus habilidades sexuales, pero, para él, aún era algo en lo que podía mejorar.
    -¿Me estás diciendo que quieres seguir casado?. -preguntó Camila sorprendida mientras la puerta de la sala de juntas se cerraba despacio y la more¬na salía de su oficina con un delicioso contoneo de su exuberante trasero.
    Benja esbozó una sonrisa. -No es eso exactamente lo que he querido decir -reprendió suavemente-. He dicho que no tengo ningún deseo de obtener el divorcio. Ambos con¬ceptos son bastante distintos.
    En aquel momento ella lo odió. Su habilidad para hacer juegos de palabras, incluso en un idioma que no era su lengua materna, siempre la había hecho sentirse estúpida.
    -Es una cuestión de interpretación –protestó ella.
    -Ambos sabemos a lo que me refiero, Camila.
    No obtuve mucho de mi matrimonio contigo, pero al menos ahora me sirve para quitarme de encima a algunas mujeres ambiciosas.
    Camila contuvo su indignación sabiendo que la terrible actitud de Benja hacía las mujeres no tenía nada que ver con ella.
    Ella tenía derechos. Lo único que quería en su libertad.
    -Bueno, pues yo sí quiero el divorcio -le dijo fríamente.
    -¿Y lo quieres ahora? -Benja exageró un sus¬piro-. Entonces parece que hemos llegado a una especie de punto muerto.
    Camila pudo oír el tono burlón de so voz y, a pesar de que había prometido no hacerlo, montó en cólera.
    -¡No puedes hacer nada para evitar que obten¬ga el divorcio!
    -¿Ah, no?
    Hubo una pausa. Después. Camila empezó a hablar aunque le faltara el aliento.-¿Me... me estas amenazando?
    -¿Amenazarte? -soltó una carcajada-. ¡Menuda imaginación tienes, Camila!
    -¡No me trates con condescendencia! La sonrisa de Benja se hizo mas grande cuando se dio cuenta de que había logrado su objetivo.
    -No tienes por qué ponerte histérica. Lo que, naturalmente, hizo que Camila se pu¬siera histérica. Podría haberle gritado. Decirle que era el hombre mas egoísta y autoritario que jamás había conocido, pero se obligó a respirar hondo para poder rebatirle con la misma fuerza que él mostraba. ¿Por qué decirle algo que ya sabia y que parecía no importarle en absoluto?
    -¿Quieres que te envíe directamente los papeles, Benja? Porque esa es la única opción que tienes.

    Él soltó otra carcajada de placer al oír el enojo en su voz. ¿Cómo podía haber olvidado lo estimulante que resultaba oponer resistencia? Podía tener una lista entera de quejas sobre la mujer con la que, de forma tan insensata, se había casado, pero, ciertamente, el aburrimiento nunca había aparecido en ella.
    -Primero tendrás que encontrarme -le retó él.
    -Oh, eso no será difícil, créeme. Mi abogado contratará a alguien que pueda seguirte la pista en Atenas hasta entregarte los papeles del divorcio. Este tipo de cosas sucede a diario. Ya sabes, maridos que se dan a la fuga evitando afrontar sus responsabilidades -de repente paró, consciente de que había hablado más de la cuenta.
    Pensativo, Benja inspiró de forma silenciosa. Parecía que ella se había tomado la molestia de hacer averiguaciones. Y parecía que quería dinero. Frunció el ceño preguntándose qué porcentaje de su fortuna tendría intención de arrebatarle. En aquel momento, deslizó un dedo sobre la mandíbula en la que, a pesar de haberse afeitado esa maña¬na en uno de los breves descansos que le había otorgado la insaciable morena, empezaba a apare¬cer de nuevo la barba.
    Contempló el mar. En él podía ver, moviéndose lentamente uno de los barcos que había hecho que su familia, de la cual él era el máximo representante, fuera reconocida mundialmente. La industria naviera proporcionaba grandes beneficios y dentro de ella, los Christou, dominaban el mercado.
    ¿Merecía la pena oponerse al divorcio? Apoyo. los brazos sobre su cabeza y bostezó. Aunque perdiera la demanda, la cantidad de dinero estimada no significaría nada para la fortuna de los Christou. Entonces, ¿acaso no sería mejor firmar el che¬que y decirle adiós a Camila?
    Pero entonces el corazón empezó a latirle apre¬suradamente contra el pecho.

    ¡Maldita sea, sí! Lucharía contra ella. Se lo me¬recía después de haberlo herido y traicionado de aquella forma. Lo había engañado y, para un hom¬bre como él, había resultado ser una lección muy difícil de aprender. El siempre la había valorado y estimado más que a cualquier otra mujer, pero ella no parecía haberlo apreciado.
    Pero, ¿acaso no había estado esperando este momento durante mucho tiempo?. En su día, le sor¬prendió bastante que su mujer no le exigiera una parte de su imponente fortuna a los pocos meses de separarse. Y después los meses se habían con¬vertido en años. Así habían llegado a un punto muerto. Sabía que uno de ellos tendría que rom¬perlo algún día, aunque también sabía que nunca sería él, puesto que su orgullo jamás se lo permiti¬ría. Había sido una larga espera, pero parecía que, por fin. había llegado la hora. Y ahora tenía inten¬ción de disfrutar de cada momento.
    -Aunque te las apañaras para hacerme llegar los papeles -le dijo suavemente-, eso no significa que vaya a colaborar contigo.
    Camila se mordió los labios. Ése era el peor supuesto sobre el que su abogado la había preveni¬do. Podría empezar a gastarle malas jugadas para alargar el proceso de divorcio y, aunque ella ganara al fin, podría llevarle meses o incluso años ha¬cerlo. Mientras tanto, sus facturas seguirían amontonándose. Y, con un negocio tan pequeño como el de Camila los impagos e intereses podrían hacer que todo se fuera al traste.
    Pero eso no sería lo peor. Lo peor sería la repercusión que el cese del negocio tendría sobre la mujer que trabajaba para ella, que confiaba en ella.
    Sabía que las circunstancias de Caroline no eran fáciles. Ella había trabajado duramente y le había mostrado a Camila lealtad absoluta. Y ella no estaba dispuesta a poner en peligro el medio de vida de esa gran mujer por no tener la aprobación de su ex.
    -Así que quieres pelea, ¿verdad, Benja?
    -Llevo el espíritu de la lucha en la sangre, Camila -murmuró-. Ya lo sabes.
    Pero él jamás había luchado para evitar perderla. Por el contrario, se había rendido a la primera oportunidad sin haberse cuestionado la veracidad de los hechos. Librar una batalla legal contra un hombre que aún hacía que el corazón se le acelerase, aunque hoy por hoy fuera de rabia, era lo último que necesitaba o quería.
    Camila se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. «Deja a un lado los sentimientos en este asunto», se dijo a Sí misma. «Háblale como si fuera un cliente a punto de elegir el menú para la cena de gala anual del club de tenis. No dejes que se dé cuenta de que te esta intimidando»
    -¿Hay algo que pueda hacer para que cambies de opinión y podamos solucionar esto de forma pacífica? -le pregunto con calma.
    A pesar del repentino tono sereno que había adoptado, Benja se dio cuenta de que aquélla era una pregunta clave y, al hacérsela, ella le estaba confiriendo el bastón de mando.

    Esbozó una leve sonrisa. Estaba disfrutando de la familiar sensación de tener el control. Pero. ¿qué otra sensación era mejor que un orgasmo? Ningu¬na, pero, sin duda, la sensación de poder era mu¬cho más duradera.
    Contemplando el cielo azul, empezó a imagi¬narse el pescado que tomaría a la hora de comer en una sombreada terraza en un escondido oasis de la ciudad. Después, quizá saldría a navegar con uno de sus yates. Se daría un masaje en cubierta y qui¬zá disfrutaría de la compañía de la morena. Eso, si aún tenía ganas de ella. Benja bostezó.
    -Quizá sí -le dijo suavemente haciendo una pausa a propósito. Sabía que los silencios telefóni¬cos podían parecerle una eternidad a cualquier ad¬versario-. ¿Por qué no vienes aquí y lo discutimos?
    Camila se puso tensa. Cada uno de los recepto¬res de su cuerpo dio la señal de alarma al oír una sugerencia tan descabellada. -¿Te refieres a.... Atenas?
    -¿Por qué no?
    -¡No seas ridículo, Benja!
    -¿Acaso te parece extraño? -preguntó-. Es aquí donde una vez viviste. El lugar al que solías llamar hogar. Aunque ambos sabemos lo incierto que era. Porque tu vida aquí era tan falsa como tu deseo de ser una buena esposa. ¿Acaso es eso por lo que no soportas la idea de venir de nuevo a Gre¬cia, Camila?
    Ella podía pensar en un montón de razones, pero Benja era la principal. La última vez que lo había visto, él le había dicho que preferiría pudrir en el infierno que volver a verla. Así que, ¿qué había cambiado? Instintivamente, Camila se humedeció los labios secos. Nada había cambiado. Tampoco lo habían hecho los insultos que él le profería. El la odiaba. Y se lo estaba dejando muy claro.
    -No veo la necesidad -susurro Camila.
    -¿Ah, no? Quizá podría ser más... considerado si vinieras aquí y me pidieras el divorcio a la cara.
    -¿Pedírtelo? -repitió a pesar de que el corazón le latía con fuerza-. ¿Crees que necesito pedirte permiso? ¿Qué necesito tu consentimiento? ¡No vivimos en la Edad Media!
    Pero Benja sí lo hacía. Siempre lo había hecho. Sólo que ella era muy joven entonces para darse cuenta de ello. A pesar de su educación en el ex¬tranjero y sus maravillosos trajes y zapatos italia¬nos, en él latía el corazón de un hombre primitivo. -Eso es lo que dice la ley, Benja. ¿No lo en¬tiendes? Desde luego, así es como funciona en In¬glaterra.
    -Pero yo soy griego -le recordó con orgullo-. Y tu estás casada con un griego.
    Camila abrió la boca para decirle que no le importaba, pero se contuvo. De hecho, ya había hablado demasiado. Si supiera que había estado informándose de los aspectos legales del divorcio, él se convertiría en un adversario aun mas duro. Sin embargo, Benja había dicho la verdad. El era combativo por naturaleza. ¿Seguro que no había otra forma de arreglarlo?
    -Ven a verme -le dijo suavemente interrumpiendo sus pensamientos-. ¿O acaso no te atreves, Camila?

    ¿Se atrevía?
    Una vez, ella se había derretido como la cera en sus expertas manos. El la excitaba con la maestría de sus caricias y el sedoso tacto de su lengua. Tan sólo una mirada de Benja era suficiente para estimularla y arder en deseos.
    Pero siete años era mucho tiempo y, en ese pe¬riodo, ella había dejado de ser una chica para convertirse en toda una mujer. Una mujer sensata que no iba a enamorarse de nuevo de un diablo de ojos negros que sabia como transportar a una mujer al paraíso.
    Pero que, sin embargo, no sabia como amarla, confiar en ella ni compartir su vida juntos.
    -Si accedo a reunirme contigo, ¿no podría ser aquí en Londres? -añadió esperanzada.
    Eso sería mucho mejor. Podrían reunirse en cualquier hotel anónimo del centro. Después, ella podría tomar un autobús y salir de su vida para siempre.
    Benja sonrió. Sabia que estaba a punto de con¬seguir lo que quería. Fuera, hacia un calor insopor¬table, pero allí dentro el aire era fresco como el agua en primavera. El amaba su ciudad natal a pesar del ruido, el calor y el bullicio que la hacían tan colorida y vibrante. Le divertiría mucho ver de nuevo allí a su fría y serena ex mujer. Ella era la antítesis de la ciudad. ¿la desearía aun?
    -No tengo ninguna intención de ir a Londres.
    -Pero es mas fácil para ti poder viajar hasta aquí.
    Al oír la inseguridad en la voz de Camila, su sonrisa fue la de un depredador que acaba de atrapar a su presa.
    -¿Y por qué piensas eso, agapi mu?

    Aquella expresión de cariño hizo que ella se sonrojara, pero el cinismo con la que la había dicho bloqueo los recuerdos románticos que evocaba.
    -Porque tu trabajó es... flexible -dijo odiándose por titubear. Pero ¿cómo iba a decirle: «Porque eres rico y puedes hacer lo que te dé la gana mientras que yo tengo que trabajar parar ganarme la vida. Porque tengo una pila de facturas que pagar y ni siquiera estoy .segura de que pueda permitirme pagar el billete de avión a Grecia»?
    El sonrió, encantado
    -Obviamente, ésa es la ventaja de ser tu propio jefe -observó.
    -Bueno, yo también soy mi propio jefe -contesto indignada-. Pero, al contrario que a ti, a mí nadie me ha puesto las cosas en bandeja.
    Aquello no le sentó nada bien. Nadie solía criticarle.
    -¿Y a qué tipo de trabajo te dedicas actualmente, Camila?

    Miró las rosas de azúcar que había sobre la mesa. Estaban listas para decorar la tarta de cumpleaños que acababa de hacer. A pesar de que estuvieran bañadas de azúcar blanquilla, en su interior aún eran de color rosa, como el ramo de flores que ella había llevado el día de su boda. No importaba que su matrimonio no hubiera durado porque, en el fondo de su mente, aún existía. Había algo que le impedía olvidarlo. Y, algunas veces, ese recuerdo era tan fuerte, que le daban ganas de gritar en voz alta para auto compadecerse.
    Pero la autocompasión no era un sentimiento muy agradable. Además, no llevaba a ningún sitio.
    -Aún me dedico a la hostelería, Benja -le dijo resueltamente-. Nada ha cambiado.
    -Entonces te sugiero que te tomes unas vaca¬ciones. Ven a Atenas y podremos llegar a un acuer¬do entre nosotros -continuó sin piedad-. Porque, si quieres el divorcio, ésa es la única forma de poder obtenerlo.
    Benja colgó el teléfono resueltamente. La puer¬ta se abrió de repente. Allí estaba de nuevo la guapa morena que, mientras recorría el despacho en direc¬ción a él, se iba desabrochando el vestido.
     
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  2. yisette
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    muy buena yo ya he leido y me gustara leer el remake de esta historia...
     
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    Horneas galletas con la Abuel@

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    bueno la verdad, espero que este completa para leerla de un tiron,
     
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    Te tomas una tacita de café con las Abuel@s

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    Interesante la historia...
     
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  5. asignatura pendiente
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    Me encanto la historia, este Benja es odioso pero espero que la vuelta de Cami lo haga cambiar ,sube pronto nuevos capítulos ya me atrapo la historia1 Saludos!
     
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  6. jesreyes
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    Atractiva historia.....Espero por mas!
     
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    Genial, genial.. me encanto la historia.. Benja todo un hombre posesivo.. qe habra pasado, para qe creyera qe Cami le fue infiel..seguro un mal entendido :/
    Te felicito! Besos! y gracias por compartir la historia!
     
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    Las Abuel@s te invitan a casa

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    esta buena
    aunque creo que camila nunca le fue infiel y abria sido u mal entendido
     
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    La Abuel@ te presta la escoba

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    Abuela Lectora
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    Escobas
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    yo e leido el libro y me encanta y espero leer la adptacion
     
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  10. marina973
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    Wow lionsolar me encantan tus adaptaciones *-* no veo la hora de ver como sigue! Seguro que fue un mal entendido todo, y si él siempre estaba en el trabajo...camila se hartaría y empezaría a salir con amigos pero nada más no? asdfghj estoy deseando leer mas jajajaja
     
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  11. candelitas
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    pq piensa benja que camila le ha puesto los cuernos? es un poco insufrible!
     
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  12. lionsolar
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    Capítulo 2
    Camila, ¿realmente crees que es buena idea? No tienes por qué arrastrarte hacia tu ex marido, ¿sabes? Y mucho menos por mí.
    La voz de Caroline era vehemente. Camila, que estaba haciendo la maleta, se detuvo un momento para mirar a su amiga. Se habían conocido en la universidad, pero Caroline tuvo que dejarlo al quedarse embarazada.
    Cuando el padre del bebé se largó, Camila le Presto su hombro para llorar y también acompañó a su amiga en el parto.
    Y Caroline le devolvió el favor cuando el matrimonio de Camila se rompió y ella ni siquiera era capaz de levantarse de la Cama por las mañanas. Ahora, en ocasiones, ambas bromeaban acerca de las terribles experiencias que habían pasado siendo tan jóvenes, pero entonces, ninguna de las dos se hubiera reído de ello.
    Cuando su negocio de catering empezó a despegar, Camila se dio cuenta de que iba a necesitar ayuda. Fue entonces cuando su vieja amiga resultó ser la persona perfecta. Siendo madre soltera, Caroline estuvo encantada de tener un horario flexible. Además, era buena cocinera. Y así, lo que empezó siendo un acuerdo temporal se convirtió en algo permanente que satisfacía a ambas.
    Camila dobló una camiseta y la metió en la maleta.
    -En primer lugar, no me estoy arrastrando hacia nadie. Tengo derecho a llegar a un acuerdo y me debo a mí misma obtenerlo. Y en segundo lugar, no lo estoy haciendo por ti. Parece como si te estuviera haciendo un favor, pero no es así. Mi empresa te debe dinero y yo voy a asegurarme de que lo cobras. Reconozcámoslo -añadió gentilmente-, además de tener que pagar el alquiler, tienes un hijo a tu cargo.
    Caroline parecía preocupada.
    -No puedo soportar verte tan preocupada como lo has estado en las últimas semanas. Sinceramen¬te, me las apañaré de alguna manera.
    -No será necesario -dijo Camila cerrando su pequeña maleta-. De todas formas, esto es mucho más que una deuda. Es algo que tenía que haber resuelto mucho antes. No puedo seguir fingiendo que el matrimonio nunca se celebró. No tiene sen¬tido. Necesito pasar página -suspiró-. He sido muy cobarde en lo que se refiere a Benja.
    -No me extraña. Se comportó como un cerdo contigo. No entiendo cómo pudiste casarte con él -Caroline hizo una mueca-. Bueno, quizá sí pueda entenderlo...
    En aquel momento sus miradas se cruzaron. Ambas sabían por qué Camila se había casado con él.
    Una vez Benja Christou había decidido que te quería, ¿qué mujer no lo hubiera hecho?. Ahora, a Camila no le resultaba difícil echar la vista atrás y ver lo insensata que había sido, pero nadie podría haber evitado que se enamoraran. Ella no era la primera adolescente ingenua que lo hacía y, sin duda, tampoco seria la ultima. Lo que debía haberse quedado en un corto y apasionado romance llegó a convertirse en un precipitado matrimonio. -El simplemente está...
    -Mimado.
    -Bueno, eso si por mimado entiendes tener todo lo que siempre has deseado tener en la vida. Lo que por supuesto, le ha venido caído del cielo .- pero «mimado» le hacía parecer un niño pequeño y si de algo había certeza era de que Benja era todo un hombre.
    Camila se encogió de hombros.
    -Él simplemente lleva otro estilo de vida. Eso es todo. Una vida que no tiene nada que ver con la mía. Y ya es hora de librarme de él.
    -¡Pero si ya lo hiciste!
    Camila agitó la cabeza, de tal forma, que su sedosa cabellera rubia resplandeció a la luz.
    -De eso se trata. No me siento realmente liberada. Mientras permanezca casada con él, aunque sólo sea porque un papel lo diga, me sentiré unida a él. No puedo remediarlo -dijo consciente de que hablar de él le hacía experimentar todo tipo de emociones contradictorias.
    Caroline le entregó un tubo de crema solar.
    -¿Como te sientes al pensar que vas a volver a verlo? - pregunto de repente. -Estoy aterrada -contesto sinceramente Camila.
    Se sintió un poco revuelta al embarcar en el avión de una de las compañías aéreas griegas de bajo coste en la que había comprado el billete. Se sentó en su asiento y empezó a pensar lo diferente que le había resultado viajar a Grecia en el pasado. Esa vez, estaba rodeada de mochileros, sin embargo, mientras estuvo casada con Benja, siempre había volado con estilo. ¡Y qué estilo! La primera vez que la había llevado a su ciudad natal, Camila no podía creer que eso le estuviera sucediendo a ella. Era como estar dentro de una película de Hollywood en las que el director no tiene proble¬mas de presupuesto.
    Habían puesto a su disposición uno de los avio¬nes privados de la familia Christou, pero incluso en medio de toda la felicidad que sentía por haberse casado con el hombre del que estaba enamorada, a Camila se le había erizado la piel al tener el prime¬ro de una serie de malos presentimientos. Ella era una extraña. Una chica inglesa. Y, además, pobre. Una de las guapas azafatas le había dirigido una mirada de asombro como si hubiera estado pensan¬do: «¿por qué diablos se ha casado con ella?», Camila recordó que ella también había pensado lo mismo. Consciente de ello, se había alisado el vestido nuevo que Benja le había regalado mientras pensaba si realmente ella era lo suficientemente buena para un multimillonario griego.
    De manera perceptible, había alzado la barbilla para mirarlo. Sus brillantes ojos negros la habían bañado de una luz negra como el ébano.
    -Mi riqueza te intimida un poco, ¿verdad, agapi mu?-. le había preguntado él suavemente.
    Camila había podido recobrar el vigor a través del tacto de sus dedos. De repente, se había sentido fuerte como él

    -Tu riqueza no me importa lo más mínimo -había declarado apasionadamente-. Te amaría incluso aunque no tuvieras una dracma.
    Él la había mirado con aprobación, pero quizá Camila se hubiera hecho un favor a sí misma si le hubiera confesado que la gente que tenía alrededor sí la intimidaba. No era nada fácil estar rodeada de gente que se preguntaba qué era lo que tu marido había visto en ti al mismo tiempo que, sin duda, hacían apuestas acerca de la duración del matrimo¬nio. Pero, si él lo hubiera sabido, ¿acaso habrían cambiado las cosas?
    Camila agarró del carrito de las bebidas una lata de refresco de cola. Estaba sedienta y se la be¬bió rápidamente. «Basta ya», se dijo a sí misma. «Deja de recordar. Céntrate en la realidad, que es un infierno. Vas a Atenas con un objetivo. Ver a Benja y poner fin a tu matrimonio. El ha forzado esta situación. Y también recuerda que sigue sien¬do tan autoritario como siempre».
    Miró a través de la ventanilla mientras el avión volaba sobre el mar Egeo y empezaban a descen¬der hacia a Atenas. A medida que se acercaban a tierra, podía ver la aglomeración de edificios y la congestión del trafico que había en las calles. Todo el mundo pensaba que Atenas era calurosa, ruidosa y sucia, pero Camila conocía otra ciudad. Una Atenas secreta y desconocida para los turistas que Benja se había encargado de mostrarle.
    El le había enseñado los verdes parques escondidos en medio de la ciudad. La había llevado a comer a pequeñas tabernas que, por la noche, estaban iluminadas por las guirnaldas de luces de colores que pendían de los árboles próximos a ellas, mientras que la gente bailaba y te animaba a unirte a ellos. Y allí, descalzo. Benja también había bailado con ellos sonriendo y agitando la cabeza.
    A pesar de su intención de no caer en el sentimentalismo o la nostalgia, sintió una punzada de arrepentimiento cuando el avión aterrizó en la tierra natal de Benja. En Inglaterra, hubiera sido más fácil aparcarlo en un rincón de su mente y pensar que la experiencia de su matrimonio había sido algo que había vivido en otra vida. Pero ahora te¬nía que aceptar que ese viaje iba a traerle, necesa-riamente, recuerdos dolorosos de todo lo que él ha¬bía significado para ella.
    Más le valía prepararse para ello y armarse de valor, ya que el instinto le decía que iba a necesitar todo el que fuera capaz de reunir. Si flaqueaba o permitía que los sentimientos la hicieran vulnera¬ble, entonces sería una presa fácil para su listo y calculador marido.
    Después de recoger su equipaje, Camila salió al exterior. A pesar de que sólo era junio, el calor era capaz de derretir el asfalto y hacía mella en su páli¬da piel, que brillaba debido al sudor. Su vestido de algodón estaba empezando a pegársele al cuerpo. Tomó un taxi. Afortunadamente, tenía aire acondi¬cionado así se recostó en el asiento de atrás sintién¬dose aliviada.
    La radio sonaba a todo volumen mientras que el conductor cantaba alegremente. El tráfico era muy denso, pero el cielo estaba totalmente azul y Camila recordó que allí se encontraban el Partenón y la Acrópolis. Y que ése era el lugar donde la leyenda cuenta que la diosa Atenea creó el olivo. Fue entonces cuando deseó ser una mera turista a punto de pasar unas fabulosas vacaciones bajo el sol. Aquello era mucho más alentador que tener que reunirse con su rico ex marido.
    A pesar del insufrible tráfico, el taxi llegó por fin a la imponente torre de acero y cristal en la que se encontraba la sede del imperio Christou. Nerviosa, dio más que una buena propina al taxista. Podía sentir cómo empezaban a sudarle las manos cuando, al pasar por unas puertas giratorias, se encontró en medio de un amplio vestíbulo.
    El aire acondicionado hizo que se le pusiera la piel de gallina. Una elegante mujer morena, que se encontraba en la recepción, la miró como si acaba¬ra de aterrizar desde Marte.
    La mujer le dirigió una pregunta en griego y entonces, cuando vio cómo Camila intentaba a duras penas traducir, volvió a preguntarle otra vez en un perfecto y fluido inglés.
    -¿Puedo ayudarla? -le preguntó en un tono que sugería que Camila podía encontrarse en el sitio equivocado.
    -He venido a ver a Kyrios Christou -dijo Camila.
    -¿Kyrios Christou?
    -Ne-. asintió Camila utilizando una de las palabras que había aprendido en griego y que aún recordaba.
    -¿Cual es su nombre, por favor?
    - Camila -dijo obligándose a dirigirle una sonrisa a aquella desagradable recepcionista-. Camila Christou.
    Camila se preguntó si era sólo su apariencia física después de un largo viaje lo que había hecho que la recepcionista se quedara boquiabierta. ¿O acaso...?
    -¿Christou? -repitió la otra mujer atónita.
    -Sí -asintió Camila con entusiasmo disfrutando de aquel inesperado y divertido momento ya que, ciertamente, no esperaba tener muchos durante su estancia allí-. Soy su mujer. Creo que me está esperando. Aunque tampoco le dije a qué hora lle-garía. ¡Ya sabes como son los vuelos regulares!.
    -¿La está esperando? -dijo de nuevo la mujer morena.
    De repente, Camila se puso en alerta ante el hecho de que semejante respuesta no fuera, para nada, profesional. ¿Aquella mujer simplemente te¬nía un mal día o es que Benja ahuyentaba a sus vi¬sitas utilizando a tan bella criatura?
    Al contrario que la morena, ella no llevaba un vestido de lino de firma. De todas formas, no en¬tendía cómo una recepcionista podía permitírselo con su sueldo.
    -Quizá podrías avisarle de que estoy aquí -in¬sistió Camila.
    La morena se rió por un momento. Era como si alguien acabara de darle muy buenas noticias.
    -Será un placer -dijo tomando el teléfono, pero la sonrisa desapareció de su cara cuando, obviamente, le dieron instrucciones de hacer pasar a Camila inmediatamente.
    Fue durante el trayecto en el ascensor cuando Camila volvió a ponerse nerviosa. Además, su aspecto no la ayudaba mucho a relajarse. Desgracia¬damente, o quizá por suerte, el ascensor estaba cubierto de espejo, lo que le permitió comprobar que el viaje le había pasado factura. Después de todo, quizá la reacción de la recepcionista fuera comprensible. Trató de convencerse a sí misma de que no estaba intentando sorprender a Benja, pero, aun así, existe cierto orgullo en toda mujer que hace que quiera que su ex marido siga pensando que está impresionante.
    Sacó un par de toallitas húmedas de su bolso y fue capaz de limpiar algo de la suciedad de su rostro. Llevaba el pelo recogido, pero se cepilló el flequillo justo cuando el ascensor se detuvo. No había tiempo para pintarse los labios.
    Un hombre, que parecía ser el asistente personal de Benja, estaba allí para darle la bienvenida. Él la guió por una serie de interminables despachos hasta que, por fin, abrió la puerta de uno de ellos. Una tranquila y oscura figura se erguía en pie de espaldas a ella. ¿Era algo premeditado? ¡Por supuesto que lo era!
    Se encontraba mirando por la ventana el perfil de la ciudad. A Camila el corazón le dio un vuelco al ver al hombre al que una vez había amado más que a su propia vida. El hombre con quien había perdido la virginidad. El hombre que le había dicho que la amaba y después le había mostrado que el amor puede romperte el corazón. El hombre con quien se había casado.
    Benjamin Christou.
    A pesar de los enormes ventanales ahumados, la luz del sol aun brillaba sobre su oscuro cabello.
    A decir verdad, el corte de pelo que llevaba, demasiado largo para su gusto, le hacia parecer un bandolero de aspecto sexy o un potente nadador en vez de un empresario naval. El era la fantasía sexual de cualquier mujer rica.
    Y de cualquier mujer pobre también.
    Camila se quedó de piedra cuando, despacio, Benja giró la cabeza hacia ella. En aquel momen¬to, rezó para que su cara y su cuerpo no registraran otra cosa más que...
    ¿Qué?
    Ése era el problema. ¿Cuáles eran las reglas a seguir en una situación como aquélla? ¿Cómo hay que comportarse y reaccionar ante un hombre con el que estuviste casada y no has visto en siete años? Aquél era el hombre que había simbolizado todas sus aspiraciones románticas y sueños. El hombre que poco después llegó a simbolizar sus propios sentimientos de fracaso y arrepentimiento. Porque Benja le había dejado cicatrices. Y qui¬zá eso le hiciera ser irreemplazable. Si se les com¬paraba con Benja Christou, ningún hombre pare-cía ser adecuado.
    Incluso ahora, él tenía el poder de sumirla en un estado de confusión. Si al menos estuviera segura de sus verdaderos sentimientos hacia él... Porque, realmente, todo sería mucho más fácil si lo odiara. Pero mientras lo miraba desde el otro lado del des¬pacho, supo que no era odio lo que sentía. Nada más lejos. Por el contrario se vio asaltada por una sensación que, definitivamente, no quería experi¬mentar.
    ¿Era el deseo lo que hacía que el corazón se le acelerase? Se sintió mareada, como si su cuerpo ya no le perteneciera. Era como si estuviera mirando a través de la lupa incorrecta de un telescopio. Su mundo se había reducido al ámbito de un rostro. Su rostro.
    Y, oh, era imposible no poder embriagarse de aquella belleza cruel y arrogante. La luminosidad de su tez cetrina, su sensual boca y aquellos labios carnosos que habían besado cada parte de su cuerpo hasta transportarla al paraíso una y otra vez... Pero, más que el recuerdo de todos aquellos placeres, eran sus ojos los que la embelesaban. Oscuros y brillantes, en cierta ocasión la habían mirado con amor. Pero ahora solo la examinaban con desdén.
    El ritmo de su corazón seguía aumentando. ¿Cómo no iba a hacerlo? Casi podía sentir cómo al bombear, se chocaba contra sus costillas. Lo que le sorprendía era que él no pudiera oírlo.
    -Benja -articuló sin que sonido alguno saliera de su garganta. De repente, estaba experimentando dificultades para centrar la atención.
    Por un momento se le nubló la vista, pero la recuperó segundo después. Su mente le estaba jugando una mala pasada. Se encontraba en un lugar en el que le resultaba muy doloroso estar. De hecho, había prometido no volver allí nunca.
    Pero, a veces, no hay otra opción. Porque el pasado nos atrae con su fuerza.
     
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    Las Abuel@s te invitan a casa

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  14. asignatura pendiente
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    Muy buena esta adapción,espero con ansias el proximo capírulo quiero ver que pasa cuando comienzan a negociar el divorcio
     
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  15. jesreyes
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    Me quede con ganas de mas.........
     
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