Rebelde Way: el reencuentro

Un pequeño fic… Espero que les guste

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  1. nhoa33
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    Les dejo mi primer intento… un capítulo corto, a ver qué les parece.



    Rebelde Way: el reencuentro



    Con Marizza


    “Buenos tardes señores y señoras pasajeros. En unos minutos aterrizaremos en Buenos Aires. El día es agradable con un sol suave y sin posibilidades de lluvia. El equipo les desea una buena estancia en la capital bonaerense.”

    ¿Cuanto tiempo llevaba sin pisar Buenos Aires? Lo cierto es que Marizza había perdido la cuenta, ¿cinco años quizás? O incluso más. Se preguntaba cuanto habría cambiado la ciudad, seguro que estaba aún más grande, igual que ella. Una parte de Marizza quería salir corriendo y no enfrentarse a su pasado. ¿No les pasa a ustedes? Es raro mirar cara a cara al ayer. Cambias de vida, pierdes el contacto y llega un momento en que es demasiado extraño pensar hacía atrás. Todo aquello que te resultaba tan cotidiano se va distanciando cada vez más hasta que deja de tener sentido. A veces tenía la sensación de que sus recuerdos eran fotografías de otro que implantaron en su cabeza, las imágenes de un extraño.

    Nada más pisar suelo argentino se confirmaron los peores miedos de Marizza. Ella estaba allí, esperándola. No le hablaba, hacía años que no le dirigía la palabra. Tan solo ponía su mueca de eterna malhumorada y sujetaba un enorme cartel con sus pequeños brazos; en letras de sangre se podía leer “TRAIDORA”. Marizza sabía que no la podría evitar acá; al fin y al cabo este era su territorio, su casa y ella la intrusa. Marizza sabía porque estaba ahí, era un recordatorio de las preguntas que tanto trataba de evitar: ¿Quién sos? ¿En qué te convertiste? ¿Cumpliste tus sueños? ¿Te jugaste por amor? ¿Podes mirarte al espejo? Y, sobre todo, ¿podes mirarme a los ojos y decirme que miento, que no me traicionaste? Las respuestas Marizza no tenía la fuerza de darlas así que sacó la lengua a la niña de pelo rojo que la miraba fijamente hasta que la gente comenzó a pararse a su alrededor. ¿A quién sacaba la lengua la mujer? ¡Allí no había nadie! Entonces Marizza recordó que aquella mocosa no era más que un producto de su imaginación, una versión de ella años atrás que tan solo existía para atormentarla. Iba a ser difícil volver a Buenos Aires.

    Con Manuel:


    “Sí, sí yo sé. No te preocupes Franco, está todo bajo control; yo me ocupo eh, descuida.”

    Estos padres, que pesados que son a veces. “¡Michi!”

    “Sí, señor Aguirre, ¿qué desea?”

    “Llama al alumno Colucci Rey, tengo que hablar con él urgente.”

    “Colucci Rey, ¡qué raro! ¿Qué hizo ahora?”

    “Qué no hizo...” murmuró Manuel.

    Nada más retirarse Michi en búsqueda del susodicho, llamaron a la puerta.

    “Adelante.”

    “Che, que tonito que tenemos. ¿Que te pasa a vos? ¿Un mal día?”

    Manuel sonrió al ver al fin una cara amiga.

    “Horrible. ¡Que bueno que viniste Pablo!”

    “Sí, tenía que venir a hablar una cosa con Chiara y aproveché para verte a vos. ¿Qué te pasa?”, dijo Pablo al tomar asiento.

    “Me tienen podrido. Todo el mundo exige y nadie da. Los padres pretenden que les eduquemos a los hijos, ¿entiendes? Nuestro trabajo es darles clase, no hacer de padres.”

    “Eso te pasa por convertirte en Dunoff. ¿Algo más concreto te sucede?”

    “Colucci Rey me pasa. Ese pibe es incontrolable, yo ya no sé que hacer con él. Franco se fue a pasar una larga temporada a los States por negocios y me pidió que me encargue.”

    “¿Y Sonia?”

    “Sonia está en Italia reinventando su carrera. Y mientras el pibe está acá, ¡solo!”

    “Bueno, vos también estabas solo y no eras así. Lo que pasa es que tiene una genética complicada, ese nene lleva los genes de Colucci y de Rey a la vez, ¡eso no es fácil!”

    “Sí, puede ser. ¿Vos como andas con los preparativos de la boda?”

    Pablo se río gesticulando.

    “¿Qué preparativos Manu? De eso se encarga la novia, ¡A mi que me importa de qué color sean las flores! Yo confeccioné la lista de invitados y listo, es importante para mi imagen política.”

    “Qué romántico que sos.”

    “Bueno, ¡habló! Yo estoy por casarme eh, acá el único soltero sos vos. ¿Qué onda con esa profesora? La morocha linda.”

    “¿Marcela? ¡Cero onda! Somos amigos nada más.”

    “Déjate de huevadas Manu...”, la frase de Pablo fue interrumpida por su celular.

    “Perdóname eh, tengo que atender. “Aló? Sí, ¿ahora mismo tiene que ser? Está bien, está bien, voy para allá.” Te tengo que dejar, son unos pesados con esto de la campaña ¿nos vemos esta noche?”

    “¿Mañana mejor? ¡Estoy remuerto!”

    “¡Dale!”

    Pablo iba a abrir la puerta cuando lo empujo un chico de unos quince años.

    “¡Ten cuidado por donde andas nene!”

    “¿Te pedí tu opinión a vos político corrupto?”

    Pablo se giro hacía Manuel y dijo: “Ah Manu, tienes trabajo que hacer acá eh, este no está educado.”

    “Sos tan gracioso que me parto Bustamente, ¿no tienes alguna mentira que inventar o algo?”

    “Me recuerdas a alguien vos, te voy a perdonar porque la genética no es tu culpa. Bastante tienes ya. Nos vemos Manu.”

    “Ciao Pablo. Siéntate Darío.”

    “¿Qué quieres?

    Manuel suspiró.

    “Estoy cansado, siempre estás armando quilombo y eso tiene que cambiar. ¿Es por el divorcio esto?”

    “¡No! Está bárbaro que mis padres se divorciaran y se desentendieran totalmente de mi, che. Ningún problema.”

    “Ellos no se desentienden de vos, están pasando por una época complicada pero ellos te quieren.”

    “No te gastes, no hace falta.”

    “Bueno igual vos no podes estar solo acá Darío, necesitas a alguien que cuide de vos así que hablé con tus padres.”

    “¿Van a volver a Buenos Aires?”, dijo Darío con aire esperanzado. A Manuel le rompió el corazón esa mirada, al fin y al cabo Darío era un pibe creciendo que necesitaba a sus padres.

    “No, sus compromisos profesionales no les dejan pero me prometieron que iban a mandar a alguien.”

    Darío empezó a reírse cruelmente. “Qué iluso... por un momento casi me trago el verso de que yo les importo a mis viejos. Soy un poco mayor para una canguro, ¿no crees? La próxima llámame para algo que valga la pena.”

    Cuando el chico se dirigía ya hacía la puerta Manuel lo interrumpió.

    “¡Darío! Tómatelo como quieras pero no te podes llevar ni una materia más, ¿entiendes? No puedo ser más comprensivo, si te llevas una no pasas curso.”

    “¿Vos crees que eso me importa?”

    Y la conversación terminó con un sonoro portazo.


    Con Marizza

    “¿Sí? Sí, recién llegué, estoy de camino a la casa.”

    “Bueno, date prisa en ir al colegio mi ciela.”

    “¡No me vengas con exigencias encima! Te recuerdo que si estoy acá es para asumir una responsabilidad que es tuya y de Franco. Es tu hijo mamá, ¿qué haces en Italia?”

    “Ay las cosas son complicadas mi ciela bella. Franco me hizo muchísimo daño y yo necesito trabajar. Además también es tu hermano y no lo viste en años eh, apenas si te preocupaste por él.”

    “Ah bueno perdón, tenía una vida por construir ¿sabes?”

    “Perdóname mi ciela bella, yo te agradezco que aceptarás volver. ¿Hablaste con Mía?”

    “¿Cómo que si hable con Mía? ¡Franco iba a hablar con Mía! Ella ya tenía que estar acá, ¿no?”

    “¿No te dije? No pudo contactar con ella, llámala vos.”

    “¿Pero me estás cargando ma? ¡Ella es la que tenía las llaves!”

    “Ay sorry, fue un malentendido. Te tengo que dejar Marizzita.”

    “No, ma, ¡ni se te ocurra colgarme eh!”

    Y la llamada finalizó.

    “Será posible... ¡Soy una tarada! Le hago un favor y encima me trata así. ¿Y adónde voy yo ahora?”

    Con Manuel

    ªQue lindo llegar al departamento. No puedo más. Una película, una cerveza, palomitas y una larga noche de sueño.”

    Entonces sonó el timbre.

    “¡Me estás jodiendo! ¿Quien es ahora? Uno no puede estar tranquilo acá.”

    Cuando Manuel abrió la puerta no podía creer sus ojos. Allí estaba Marizza más linda que nunca. Hacía años que el mejicano no veía a su mejor amiga.

    “¡No puede ser! ¡Marizza!”

    “¿Me vas a abrazar o te vas a quedar ahí parado?”

    “¡A mis brazos colorada!”

    Los dos amigos se fundieron en un tierno abrazo que pareció durar siglos. Tras los saludos iniciales ambos terminaron recostados en el sofá, hablando de todo un poco.

    “¿Qué tal le va al director del Elite Way school?”

    “Con alumnos como tu hermano, mal. Es incontrolable el nene.”

    “Bueno, y por eso vine.”

    “¿Vos sos la persona que Franco y Sonia envían para encargarse de él?”

    “Yo y Mía pero la tarada no llegó y ella tiene las llaves de la casa así que me tienes que acoger esta noche.”

    “Sí obvio, no hay problema; las noches que necesites.”

    “¿Estás bien Manu? Te quedaste como colgado.”

    “Sí, solo sorprendido. Vos andabas perdida por el mundo de fotógrafa y Mía de modelo en los States, me extraña que vengan.”

    Marizza suspiró.

    “Alguien lo tenía que hacer y, aparentemente, nuestros viejos son demasiado responsables para ello. Parece que sean ellos los que siguen teniendo quince.”

    “Bueno, no seas así tampoco. Estoy de acuerdo en que no están siendo responsables pero el divorcio fue muy duro para ambos. Son muchos años de casados Marizza.”

    “¿Y la culpa la tiene el nene? Ellos eligieron casarse y tener un hijo, ¡que se lo banquen Manu! Esto es como cuando tienes un mal día y tienes que ir a laburar, no vas y le decís a tu jefe “Che, hoy estoy mal, voy a faltar a mis responsabilidades”. Somos adultos. Eso lo puede hacer Darío pero no ellos.”

    “Bueno, sí, tienes razón. Intento defenderlos porque los aprecio mucho a los dos pero la verdad que en esta no es fácil.”

    Marizza empezó a reírse.

    “¿De que te reís vos?”

    “De que tan solo llevo unas horas aquí y ya me siento como en una máquina del tiempo. ¡Hacía años que no me metía con Sonia!”

    La noche prosiguió entre carcajadas hasta que Marizza vio el diario sobre la mesa.

    “Déjame que me interese por la actualidad argentina porque estoy totalmente fuera de onda. ¿Qué dice el diario? “Pablo Bustamente, el político más joven y prometedor de la Argentina, última los detalles de su boda con la rica heredera Malena Ricci.”

    Manuel observaba el rostro de Marizza con preocupación, no tenía ni idea de como le podía sentar una noticia así.

    “¡Mira vos! Igualito que su papá al final.”

    “¡No seas así Marizza! Pablo es político pero no es como su papá, el me ayuda mucho con la escuela; es honesto.”

    “¿Me estás cargando? Político y honesto es una contradicción Manu.”

    “Es mi mejor amigo, está haciendo un buen trabajo y Malena es una gran mina.”

    Marizza suspiró.

    “Está bien, no vine hasta Buenos Aires para meterme con Bustamente; ojalá tengas razón y sea muy feliz y yo no me lo tenga que cruzar.”

    “¿Y vos qué? ¿Ni anillo de compromiso ni bebés?”

    “Te hubieses enterado Manu. Nada de lo que valga la pena hablar.”

    “¿En tantos años?”

    “¿Y vos que tanto te interesa mi vida amorosa? ¿Qué onda con vos?”

    “Yo no tengo tiempo de nada, el colegio consume toda mi vida.”

    “Necesitas ayuda vos, me parece que no me voy a tener que ocupar solo de Darío.”

    La noche prosiguió con una larga conversación y, a altas horas de la madrugada, se fueron a dormir. Manuel no podía creer lo mucho que había cambiado todo en unas horas: Marizza estaba en Buenos Aires, Mía vendría próximamente y la vida de Darío estaba por cambiar. Miles de preguntas circulaban por la cabeza de Manuel: ¿Cómo sería volver a ver a Mía? ¿Y Pablo y Marizza? No era seguro que estuvieran tan cerca geográficamente con una boda a la vuelta de la esquina. De repente fue como si el mundo, que había girado muy lentamente durante años, retomará un ritmo vertiginoso de adolescencia en unos segundos y, para ser franco, Manuel no podía esperar a que llegará mañana.
     
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  2. asignatura pendiente
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    Me encanto ! Continuala pronto ya quiero saber q paso entre ellos xq no estan mad juntos y muchas cosas mas
     
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  3. REBELDEWAYMARCOMIVIDA
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    Estoy totalmente de acuerdo con asignatura pediente. Quiero saber lo que paso con todos, que la boda de Pablo se suspendara y estoy muy intrigada para saber porque se separaron Sonia y Franco!
    Seguila pronto esta muy buena la historia!
     
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  4. Lola19
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    Yo quiero saber también estoy intrigada .... ;)
     
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  5. piru
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    parece estar buenísima. y también parece que nos vas a hacer sufrir mucho :(((( jjaja. seguila pronto.
     
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  6. nhoa33
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    Gracias por sus comentarios :) Les dejo con el segundo capítulo.

    Capítulo 2: "Un regreso difícil"



    Con Marizza


    “¿Mía?”

    “¡Marizza! ¿Qué tal estás hermana?”

    Marizza jamás reconocería la ternura que invadía su ser cuando Mía utilizaba esa palabra. Ser hermana de alguien, aunque fuera de la tarada de Mía, hacía que Marizza se sintiera bien; daba igual donde estuviera o cuanto tiempo pasara entre dos encuentros, ella ya no estaba sola, nunca estaba sola.

    “No te gastes Mía, tienes que tomar un vuelo a Buenos Aires.”

    Mía se quedó boquiabierta al otro lado del teléfono. Llevaba mucho tiempo sin ir a la ciudad que la vio crecer, la nena de papá que no se separaba de su progenitor se convirtió en una hermosa mariposa que paró más lejos de casa de lo que Colucci hubiese pensado.

    “¿Qué dices Marizza? ¡Si vos y yo hace mil que no vamos a Buenos Aires!”

    “Sí, yo sé. A mi también me costó volver pero ya estoy acá.”

    “Pero, ¿por qué?”

    “Es Darío. No se ha bancado nada bien el divorcio y nuestros viejos han desertado. El pibe esta descontrolado y nadie quiere hacerse cargo de él. Somos el último recurso del tarado de tu padre y la loca de mi madre.”

    “Pará Marizza. ¿Me estás pidiendo que deje mis compromisos profesionales y mi vida así, sin previo aviso? Vos te volviste loca nena.”

    “Yo también hice un alto en el camino para venir acá. Ya sé que es jodido Mía pero ¿no te da pena el nene? Yo sé que deberían ocuparse sus padres pero si son unos tarados no tiene culpa él. Nosotras nunca estuvimos ahí, ¿recuerdas lo que era sentirse solo a los quince?”

    Mía suspiró. Claro que se acordaba, ¿cómo olvidar una época de tu vida que te ha marcado tanto? Mía aprendió tantas cosas en aquellos años... nunca ha vuelto a aprender tanto, ni siquiera viajando por el mundo o cumpliendo sus sueños. No le gustaba imaginar a su hermano sin ningún referente en un momento tan groso de cambios. Al fin y al cabo, por muy poco que lo hubiera visto, el pibe era su hermano.

    “Bueno, déjame ver qué puedo hacer. La verdad es que no me vendría mal un tiempo lejos de acá, las cosas se han complicado bastante.”

    La preocupación invadió a Marizza. ¿Qué le pasaba a la Barbie tarada?

    “¿Qué sucede Mía? ¿Estás mal? ¿Te pasa algo?”

    Mía sonrió ante las palabras de su hermana, sabía apreciarlas como la declaración de amor fraternal que eran. Marizza era muy mandada y decía todo lo que pensaba pero casi nunca lo que sentía, le era muy difícil expresar amor; para ella era como un síntoma de debilidad. Por eso Mía sabía que en lenguaje Marizza aquel tipo de frases eran declaraciones.

    “No te preocupes, estoy bien. Cuando llegue a Buenos Aires, yo te cuento. Voy a ver si puedo rescindir los contratos que tengo en vigor y obtener unas pequeñas vacaciones pero no sé cuando lo conseguiré.”

    “Bueno dale, yo te espero acá.”

    “Ok, ciao Marizza.”

    “¡Espera! ¿Mía?”

    “¿Sí?”

    “No me dejes tirada con esto, no creo que pueda sola.”

    Mía sonrió de nuevo, con el tiempo se habían convertido en un auténtico equipo.

    “Tranquila hermana, lo que venga nos lo bancamos juntas.”


    A lo largo de los años todo se hizo trizas y cada uno siguió su camino. Aún así, los chicos habían consolidado la mayor de las amistades y las chicas se habían convertido en auténticas hermanas. Cada uno lo hizo a su manera; Manuel y Pablo vivían cerca y cultivaban su relación cotidianamente mientras que Mía y Marizza tan solo se cruzaban pero como hermanas. Todos conocían el valor de la amistad nacida durante la adolescencia, los amigos de aquella época eran diferentes a todos los demás. ¿Cómo se podía conocer a los chicos sin saber que Erreway existió? ¿Sin saber que se murieron de amor a la primera? Eran datos indispensables y tan solo los tenían unos pocos.

    Marizza iba caminando por Buenos Aires en busca de un cerrajero, no podía esperar a Mía para comenzar a vivir en la casa. Al fin y al cabo, que Darío viviera con ellas era uno de los pasos que Sonia y Franco les habían marcado. ¡Buenos Aires estaba enorme! Había gente por todas partes, tanta gente que Marizza no se dio cuenta de su colisión con otro transeúnte hasta que dio a parar en el suelo.

    El desconocido le ofreció la mano para ayudarla a ponerse en pie pero ella la rechazó con fuerza.

    “¿Sos tarado vos? ¡Ten cuidado por donde andas!”

    “¡Encima que te ayudo nena!”

    Esa voz. Esa estúpida voz de muñequito de plástico. No importaba los años que pasaran, ni donde o como fuera, Marizza distinguiría esa voz en cualquier sitio y a cualquier hora. La había intentado olvidar por todos los medios pero sin éxito. Aquella voz era otro de sus fantasmas particulares. Marizza inspiró fuertemente y comenzó a levantarse para afrontar ese temido momento. Sabía que iba a llegar pero, para ser honestos, esperaba que fuese más tarde.

    “Mira vos, Pablo Bustamante. ¡Cuanto tiempo Pablito!”

    Y en ese preciso instante, ni un segundo antes ni después sino en ese preciso instante, el mundo de Pablo Bustamante se congeló o quizás se puso a girar de nuevo, es difícil asegurarlo.

    Ahí estaba ella, la única persona capaz de poner su mundo del revés. Llevaba años sin verla, años negándose a sí mismo su existencia pero ahí estaba, a un palmo de él. Antes de que el cerebro de Pablo recuperara el control, le dio tiempo a pensar algunas cosas instintivamente. Jamás había estado más bella, no quedaba nada de la niña que fue salvo el mal carácter. Su pelo rojizo era más oscuro y se alargaba casi hasta su cintura, su cuerpo se había moldeado bien con la edad y las dos enormes bolas negras que tenía por ojos seguían tan penetrantes como siempre. Durante unos segundos sintió que tenía quince de nuevo y era aquel pendejo vulnerable e idealista, jamás logró ser fuerte ante ella. Pero ya no tenía quince años, ni veinte, ni veinticinco sino treinta. Era un hombre de treinta años y no podía dejar que su presencia le afectara tanto.

    “Marizza. ¡Qué sorpresa! Creía que estabas muy lejos de acá.”

    El reproche que habitaba en lo hondo de la frase era casi imperceptible pero Marizza lo cazó a la primera: “¿Porque te fuiste?” “¡Te largaste!” “No tienes derecho a estar acá. Este es mi territorio.” Eso era lo que realmente quería decir esa frase.

    “Recién regresé; ya ves, a veces la vida se lía.”

    Pablo también supo comprender lo que se ocultaba tras aquella frase, aparentemente inofensiva. “No empieces”, “Las cosas no son así”, “No estoy aquí porque quiera”, “No vengo a invadir tu territorio, no me quedó más remedio que acabar en la misma ciudad que vos.”

    Los dos se quedaron parados un rato, tan solo mirándose. Todo lo que podían decirse tan solo con los ojos... Los ojos negros y grandes de Marizza siempre habían desarmado a Pablo, los ojos celeste del joven siempre habían clavado a Marizza en el lugar.

    “Disculpe Señor Bustamente pero tiene que seguir conociendo a sus electores.”

    Pablo miró hacía atrás con desgana; alguien interrumpiéndolos, era la historia de sus vidas pero ahora ya no había nada que interrumpir, ¿verdad?

    “Vaya, veo que interrumpo tu nueva faceta de político. ¡Qué lindo trabajo!”

    Pablo era consciente de que su nueva vida no le iba a gustar nada a Marizza pero ¿qué diablos sabía ella? Al fin y al cabo fue ella la que lo dejó.

    “Sí que es lindo si, un gran trabajo del que me siento muy orgulloso. Fue un placer volver a verte Marizza, espero que repitamos esto alguna vez.”

    Marizza sonrío con esa sonrisa que Pablo tanto odiaba, la que decía “sabía que no lo harías...”, la sonrisa de decepción.

    “Córtala Pablo. Miente a tus electores si quieres pero a mi ni se te ocurra. Te diría que con suerte no nos vemos más pero mucho me temo que nos vamos a tener que bancar más de un encuentro. Ciao Pablito, un placer perderte de vista.”

    Pablo se rió ante el descaro de la joven, seguía intacto. Marizza, la que le dice lo que piensa a cualquiera. Se podía convertir en el presidente de la república que a ella le daría igual, lo mandaría al carajo en medio de un discurso.

    Con Pablo y Manuel

    Tras un par de paseos por mercados de la capital para conocer a sus electores, Pablo se dirige al restaurant donde ha quedado con Manuel para comer. Cuando llega, el mejicano ya está sentado esperándole.

    “Hola Manu”

    “¡Pablo! ¿Cómo andas?”

    “Confundido. ¡No vas a creerte a quien me encontré! ¡Marizza! En medio de Buenos Aires de repente se choca conmigo una mina que no miraba por donde iba y cuando se levanta resulta que es ¡Marizza!”

    Manuel no pudo evitar echarse a reír sonoramente ante la completa incomprensión de Pablo.

    “¿De qué te ríes boludo?”

    “¡De que esto tan solo les pasa a ustedes dos! Chocarse fortuitamente en una ciudad tan grande como Buenos Aires es muy difícil Pablo. Yo creo que sus campos electro magnéticos se interfieren o algo.”

    “¡Para! ¿Por qué no te sorprendes vos? Vos también llevas años sin ver a Marizza.”

    “Bueno, lo cierto es que anoche durmió en mi casa.”

    Por un breve momento Manuel percibió como se oscurecía la mirada de Pablo. El rubio no creería que... ¿no? ¡No!

    “¡Para vos! ¡Así no! Llegó a Buenos Aires ayer y no tenía llaves para entrar a su casa. ¿Qué te piensas vos?”

    El rubio carraspeó avergonzado, no podía creer que por una fracción de segundo se hubiese imaginado que Manuel y Marizza...

    “Nada, te estas imaginando cosas vos.”

    “¿Imaginando cosas Pablo? ¡Me llego a callar dos segundos más y me matas!”

    “Bueno, a vos tampoco te gustaría que curtiera con Mía. Eso no significa nada.”

    Manuel suspiró profundamente. Se habían encontrado una vez y Pablo ya sentía la necesidad de dejar claro que Marizza ya no significaba nada para él y eso tan solo podía significar todo lo contrario.

    “Cambiando de tema, ¿qué hace acá?”

    “Vino por Darío. Franco y Sonia les pidieron a Mía y Marizza que se encargaran del pibe.”

    “Pobre pibe, es lo único que le faltaba.”

    “¡No seas así Pablo! El pibe necesita ayuda, ¿quien mejor que sus hermanas?”

    “Igual no creo yo que Darío acepte la ayuda a la primera eh. ¿Mía también está acá entonces?”

    “No, todavía no pero está por llegar.”

    “¿Y qué onda con eso vos?”

    “¡Buena onda Pablo! Yo la terminé bien con Mía, me hace ilusión volver a ver a una amiga.”

    “¿Qué amiga? Mía nunca fue tu amiga, fue tu novia y ahora es tu ex y listo.”

    “¿Y Marizza qué es?”

    “Marizza es un oscuro pasado que me rompió el corazón. Punto.”

    Manuel nunca llegó a saber que pasó con exactitud entre Pablo y Marizza. Tan solo sabe que ambos salieron muy mal parados y que al día siguiente de cortar por la enésima vez Marizza se había embarcado para Europa. Esa vez no volvió. A menudo había querido preguntar pero ambos se cerraban en banda nada más oír el nombre del otro.


    Con Marizza y Manuel:

    Tras acabar la comida Manuel volvió al colegio donde lo esperaba Marizza.

    “¡Marizza! ¿Qué haces aquí?”

    “Hey Manu, ¡un abrazo!”

    Marizza y Manu se estaban dando todos los abrazos que no habían podido darse a lo largo de los años.

    “Recién estuve comiendo con Pablo, veo que ya se encontraron ustedes.”

    Marizza hizo una mueca de odio.

    “Sí, mi suerte sigue siendo legendaria.”

    “¿Estás bien?”

    “¡Dale Manu! Obvio que estoy bien, no me afecta ver a Bustamante.”

    Manuel suspiró, le costaba creer a Marizza tanto como le costaba creer a Pablo.

    “De todos modos vine a hablar de Darío.”

    “Te escucho.”

    “Sonia y Franco quieren que Darío viva conmigo y con Mía.”

    “Me parece buena idea Marizza pero quizás deberían darle tiempo al chico. Hace mucho que ni las ve.”

    “Sí, yo sé, pero por algún lado hay que empezar ¿no?”

    “Bueno, yo lo llamo y hablamos con él ¿si?”

    Unos minutos después llegaba Darío que se quedó inmóvil ante la aparición de una de sus medio hermanas.

    “¿Marizza? Casi ni te reconozco. Apenas si te recuerdo a decir verdad.”

    Nada más lejos de la verdad. Darío recordaba perfectamente a sus dos hermanas: la rubia de ojos azules y color rosa y la colorada de ojos profundos y color rojo. Mía era todo ternura, Darío aún recordaba el mimo con que le anudaba los cordones de los zapatos o lo arropaba por la noche. Marizza era pura energía, Darío nunca pudo olvidar las innumerables horas de juego en el césped pasadas juntos. Aún soñaba, de vez en cuando, con las increíbles historias que Marizza le contaba los fines de semana. A Mía la adoraba, a Marizza la admiraba; de pequeño a menudo pensaba que si se lograba parecer algo a aquellas dos minas todo le iría muy bien. Pero ellas ya eran mayores y crecieron mucho más rápido que él. Primero se fueron con los amigos, luego a vivir con los novios, cada vez visitaban menos y cuando Darío tenía unos nueve o diez años desaparecieron. Lo abandonaron como Sonia y Franco, como lo hacían todos. Él lloró mares de lágrimas saladas por aquel entonces, echaba de menos a sus re copadas hermanitas. Por eso no le podía dar el gusto a Marizza de recordarla, ellas habían abandonado la partida hace tiempo y no iban a retomarla tan fácil.

    “Mira vos, yo si que te recuerdo Darío.”

    Marizza veía claro en el juego de su hermano, ella también había sido adolescente entre esas mismas paredes. Ella también había odiado a sus padres, se había sentido abandonada y había deseado matar de dolor a todos los que la hicieran sufrir. Estaba lindo Darío, más que una mezcla entre Sonia y Franco parecía una mezcla entre Mía y Marizza: era alto y fino como Mía, también tenía su pelo y su rostro pero tenía los ojos de Marizza y sus gestos más característicos. El pibe había crecido bien y Marizza se preguntaba a quien se parecería interiormente.

    “¿Ah sí? Pues no parece que te importara mucho por la cantidad de veces que te he visto, hermanita.”

    El sarcasmo de ese último “hermanita” dolió más de lo que Marizza estaba dispuesta a admitir. Darío tenía motivos para estar enfadado y Marizza razones para no haber estado ahí, pero a esa edad no aceptas nada de lo que te digan. A esa edad no hay excusas que valgan. Ella también era así. Luego creces y las cosas se van complicando, o las complicas vos, y vas integrando la palabra “compromiso” en tu vocabulario. La vida se convierte entera en una gran y dolorosa negociación. A veces Marizza piensa que eso es crecer, y a veces que es tan solo tranzar porque nadie aguanta luchar eternamente. Darío tenía su razón: desde su punto de vista, desde su mundo del cual él era el centro, no había excusas aceptables.

    “Si eso fuera verdad no estaría hoy acá, me podía haber quedado en cualquiera.”

    Punto para Marizza, pensó Darío.

    “¿Qué quieres?”

    Manu, preocupado por la evolución de la conversación, interrumpió.

    “Marizza quiere que te vayas a vivir con ella y con Mía, así lo desean también tus padres; es lo mejor para vos Darío.”

    Darío se rió cruelmente, ¿pero quienes se pensaban los adultos que eran?

    “Ah, ¡mira vos! ¿La segunda medio hermana tarada también viene? ¿Y ustedes quienes se creen que son para aparecer en mi vida de la nada y saber lo que es mejor para mí? ¡Ni idea tienen ustedes! Si supiesen qué es lo mejor para mí vos y Mía no habrían desaparecido de la faz de la tierra, y mis padres no me hubieran abandonado. ¡Yo no me muevo del colegio! ¿Me oís?”

    Y diciendo esto Darío salió hecho una fiera del despacho. Manuel intentó pararlo pero Marizza lo detuvo.

    “Déjalo Manu, el pibe tiene razón. Hay que darle tiempo, si de momento quiere estar acá, que esté. Tiene que aprender a confiar, no podemos venir de la nada y esperar que esté todo bien. Y ahora me voy porque fue un día lo suficientemente horrible tal cual.”

    Manu vio con impotencia como su amiga se iba sin poder consolarla.

    Marizza estaba deseando salir del colegio cuando vio una mina llorando en un banco. Una mina morena de ojos verdes que se tapaba el rostro. Y Marizza no lo pudo evitar.

    “Perdón, ¿te pasa algo a vos?”

    “¡¿Y a vos que te importa nena?!”

    “Ah bueno, pero a mi no me agredas así que yo no te hice nada. Pero está bien, si quieres bancártela sola sin una mano, ¡adelante!”

    Ni dos pasos había dado Marizza cuando la mina la llamó.

    “¡Para! Igual no me viene mal una mano.”

    “Dale. Soy Marizza Andrade. ¿Con quien tengo el honor de hablar?”

    Secándose las lágrimas la chica contestó.

    “Chiara, Chiara Tucci.”

    “Buenos tardes Chiara, lindo nombre. ¿Qué te pasa a vos?”

    “Me pasa que el mundo es una basura.”

    Marizza tomó asiento en el banco en el que ella también había llorado más de una vez.

    “Y sí, muy lindo no está el mundo pero ¿lo decís por algo en concreto?”

    “Mi vieja.”

    “Ah bueno, cuéntame, soy una experta en viejas.”

    Chiara esbozó la primera sonrisa del día.

    “No me deja ver a mi papá.”

    Marizza suspiró.

    “Bueno pero quizás tenga sus razones Chiara. Las viejas nos quieren proteger, lo que pasa es que muchas veces se equivocan pero la intención suele ser buena.”

    “¡Pero es que tampoco se ocupa de mí! No me quiere dejar ver a mi papá y no viene ella. ¿Qué tengo que pensar?”

    Marizza se giró seriamente hacía Chiara y la miro directamente a los ojos.

    “Mira, cuando sos pequeño crees que tus viejos son Superman. ¡Todo lo pueden hacer! ¿Qué tienes algún problema en tu diminuto mundo? Los llamas y lo solucionan: una muñeca nueva, un abrazo, una firma para una excursión, etc. Y luego creces y tu mundo va haciéndose más grande y complicado y los viejos no te pueden ayudar más. Y entonces te das cuenta de que no son superhéroes y los odias por fallarte. Si ellos no te pueden ayudar, ¿quien puede?”

    “Sí, ¿quien puede?”

    “Vos puedes. Si tu mamá hace lo que hace es porque algo le pasa. No es perfecta y se puede estar equivocando pero tienes que confiar, ¿sí? Tienes que entender que a veces uno no da más de sí. Tu vieja es una persona igual que yo y que vos y hace lo que puede que, a veces, no es suficiente.”

    “Pero tengo mucha bronca.”

    “Y está bien que estalle la bronca. Está bien que quieras descubrir y que te enoje que no te dejen. Todo lo que te pasa es normal pero que no estén tus viejos no significa que estés sola.”

    Chiara sonrío.

    “Sí, tienes razón; sola no estoy. Tengo a alguien que se preocupa por mi y me cuida.”

    “Entonces mejor te concentras en esa persona y en todo lo bueno que hace por vos y te olvidas un poco de tus viejos, a ver si aclaran su cabeza.”

    “Gracias Marizza, los adultos no suelen escuchar.”

    “Bueno, los adultos son tan solo personas que se olvidaron que una vez fueron adolescentes y tenían bronca porque no les escuchaban. ¿Estás mejor? Anda a clase, no te vayan a poner una falta.”

    “Sí, gracias.”

    “¡Nos vemos Chiara!”


    Más tarde en casa de Pablo:

    “¡Mi amor, te eché de menos hoy!”

    “Y yo a vos Malena”, respondía Pablo mientras le plantaba un largo beso a su prometido.

    “¿Te parece si salimos a cenar?”

    “Perdóname pero Chiara estaba mal y le dije que se viniera a casa esta noche. Prefiero hablar con ella.”

    “No, está bien mi amor. Es lindo cómo te ocupas de esa nena.”

    “Sí pero anda vos, diviértete con tus amigos, yo sé que iban a cenar fuera hoy también.”

    “¿Seguro que no te importa?”

    “Obvio amor”

    “Bueno, ¡no me esperes levantado eh!”

    Y con un último beso Malena se marchó. Era perfecta, pensaba Pablo al mirarla. Alta, esbelta, con una larga cabellera rubia y enormes ojos azules. La gente siempre les decían que iban a tener los hijos más lindos. Y encima era inteligente y dulce, el jackpot que decían los amigos de Pablo. Sin embargo hoy su cabeza estaba en otro lado, con una mina muy diferente.

    Los pensamientos del rubio fueron interrumpidos por el sonido de las llaves en la cerradura.

    “¡Pablo!”

    Chiara se abalanzó a sus brazos.

    “¡Che, Chiara! Cómo me alegró de verte. ¿Cómo estás?”

    “Mucho mejor.”

    “¿Y eso? Si cuando te hablé esta mañana me dijiste que estabas re mal por lo de Paloma.”

    “Sí, y lo estaba pero ¡no sabes! Estaba llorando en un banco cuando vino una mujer a conversar conmigo. Me escucho y me hablo re bien, como si fuera una persona de verdad y no una nenita estúpida. Era re linda y re copada, ¡me alegró el día!”

    “¿Ah, sí? ¡Qué bueno!”

    “Sí, y me aconsejó que en vez de centrarme en lo que no tenía lo hiciera en lo que sí tenía. Así que en vez de estar mal por los tarados de mis viejos, ¡prefiero disfrutar de esta noche con vos!”

    “Ah bueno, perfecto entonces porque mandé que te prepararan tu plato favorito: pasta a la boloñesa.”

    “Sos lo más Pablo.”

    Y con un beso en la mejilla Chiara fue corriendo a por su cena mientras Pablo la seguía tranquilo.

    “Para, ¿sabes cómo se llama tu misterioso ángel de la guarda para agradecerle?”

    “Mi ángel de la guarda sos vos Pablo, ella se parecía mucho más a un hada mágica.”

    “Bueno, ¿el nombre del hada mágica?”

    “Sí, tenía un nombre genial. Marizza se llamaba. Marizza An... Ay no recuerdo el apellido.”

    El mundo de Pablo se volvió a parar por segunda vez aquel día.

    “Andrade, Marizza Andrade.”

    “¡Sí! ¿La conoces?”

    “De vista, íbamos juntos al colegio.”

    “Qué bueno, me encanta esa mina. Espero volver a cruzármela.”

    La cabeza de Pablo no lo podía creer, ¿acaso todo lo llevaba siempre a Marizza?

    Con Marizza

    “Fue un día horrible. Primero el he-man trucho, luego Darío, no puedo más. Y la tarada de Mía, ¿dónde está cuando se la necesita?”

    Esto es lo que Marizza musitaba mientras trataba de abrir la puerta.

    “La tarada de Mía siempre está cuando la necesitas vos.”

    Marizza se dio la vuelta y se abalanzó sobre la rubia. Mía estaba mejor que nunca, era modelo al fin y al cabo.

    “¿Qué haces acá?”

    “Bueno, en realidad vine en cuanto te colgué el teléfono. Lo anulé todo en el avión, ¡tuve que pagar contratos y enemistarme con mucha gente! Pero no te podía dejar sola. Me moría de ganas de estar acá.”

    Marizza miró a Mía con preocupación. ¿Por qué tanta prisa?

    “No estás bien vos eh.”

    “Bueno, por lo que oí recién vos tampoco Marizzita.”

    “Da igual, sabes que ahora todo va a estar mejor.”

    Las dos hermanas entraron en la casa en la que no habían vivido desde los dieciocho años y se dejaron invadir por la nostalgia.

    A veces hay que volver al pasado para desatascar el presente.

    Bueno, ¡Mía ya llegó! ¿Qué les pareció el cap?

     
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  7. REBELDEWAYMARCOMIVIDA
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    Yo solo puedo decirt una cosa: ME ENCANTA! Me encanta que Mia y Marizza viven juntas, me encanta que su hermano en el fondo las ama (aunque les tiene un poco de rencor jejje) y me re-encanta que mis chicos aun se aman.
    Ahora lo unico que quiero saber es porque se separaron Pablo y Marizza! Y tambien quiero que Pablo NO SE CASARA! Yo no le quiero con esa perfecta Malena! :nones:
    Espero ansiossa por el proximo!:)
     
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  8. piru
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    muy buenooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!! seguila x dios no puedo esperar al próximo. besos.
     
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    Te salen tus primeras canas

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    me han gustado muchos los capitulos super interesantes espero q la sigas pronto
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  10. asignatura pendiente
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    Muy bueno el capitulo, ahira quiero saber xq marizza dejo a pablo. Y quien chiara en la vida de pablo,?
    Me dio mucha tristeza dario y como se siente abandonados x todos.
    Me encanta la relacion mia y manuel.
    El encuentro entre p y m estuvo muy bueno.
    Continuala pronto!!!!
     
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  11. Bubble ball
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    :aplauso: Buenos los dos capitulos, me encanta tu historia y yo tambien quiero saber qué fue lo que paso entre Pablo y Marizza porque se dividieron, ojala que el raporto entre Darío y sus hermanitas se pueda recuperar, besos
     
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  12. nhoa33
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    Muchas gracias por sus comentarios, me animan a seguir ;)

    Capítulo 3: Juntas podemos con todo




    Con Marizza y Mía

    Marizza y Mía ya estaban instaladas en la casa. Ambas se sentían extrañas en aquel espacio, hace años había sido su hogar y ahora se sentían como si vivieran en un recuerdo. Ya no compartían cuarto ni estaban Franco y Sonia para tratar de ser una “familia”, ya no eran las nenas que eran entonces. Mía siempre se ría al recordar lo seguro que estaba entonces de saber lo que era la vida, lo grande que se sentía y lo pequeña que era en realidad. Siempre recordó aquella época con cariño y ternura, para Marizza todo era un poco más complicado. Mía tardó bastante más tiempo en instalarse porque traía muchas maletas mientras que Marizza apenas si tenía una valija, algunas cosas nunca cambian. Ambas acordaron dejar el cuarto de Darío libre para cuando lo quisiera recuperar, Mía se instaló en el cuarto de Sonia y Franco mientras Marizza lo hizo en su antigua morada. Llevaban ya un buen rato conversando sentadas en el sofá, iluminadas por el fuego.

    “No sé que decirte Mía, yo ya los veía casados y con hijos.”

    Mía respondió a Marizza con una sonrisa triste.

    “Yo también pero las cosas son así, ¿qué le vamos a hacer?”

    “Pero no entiendo, ¿por qué terminó? Y así, de repente.”

    “No fue de repente Marizza, llevaba meses peleando por salvar la relación; quizás un año si soy sincera. Y no sé porque se terminó. Fuimos distanciándonos hasta que un día no nos reconocimos más”.

    Marizza miraba a Mía atentamente y con infinita compasión.

    “No hubo una gran pelea ni algo terrible. No te puedo decir si sucedió el 2 de febrero o el 15 de mayo. Fue de a poco, sin apenas darnos cuenta. Y para cuando fuimos conscientes del todo, ya no había nada que hacer por mucho que lo intentaramos”.

    Mía rió amargamente.

    “¿Sabes lo que es querer a alguien con todas tus fuerzas y aceptar que esa persona se fue? Yo lo amaba locamente a Dani y un día descubrí que ya no estaba. Y lo mismo le pasó a él”.

    “¿Y el nuevo Dani es malo?”

    “¿Malo? No, qué se yo... No, no es malo pero es diferente. No es el pibe del que me enamoré. Y por mucho que intenté enamorarme del nuevo Dani, no funcionó”.

    “Lo siento mucho Mía, es una basura perder cinco años de relación así”.

    Mía suspiró.
    “Por eso cuando me llamaste pensé que no me vendría mal, ¿sabes? Estar con vos, volver a las raíces, pararme a pensar. Llevo años sin poder pararme a pensar”.

    Marizza asintió con un gesto de la cabeza.

    “Pero bueno, suficiente sobre mí. ¿Qué tal vos? Parecía que habías tenido un día horrible.”

    “Darío me echó en cara haberlo abandonado, me crucé con Pablo, no tenía llaves, la noche anterior dormí en un sofá...”

    “Para, para Marizza. ¿Cómo estás después de ver a Pablo? Oí que ahora era candidatos a convertirse en líder de su partido y estaba por casarse”.

    “Eso leí yo también en el diario. ¡Pero quieren cortarle con el “cómo estás?”! Por qué iba a estar mal? Es solo Pablo”.

    Mía no pudo evitar soltar una estruendosa carcajada ante ese comentario.

    “¿Solo Pablo? Marizza, Pablo nunca fue solo Pablo para vos”.

    “Eso fue hace mucho tiempo”.

    “No tanto. Igual te tuvo que hacer algo verlo de nuevo”.

    Marizza cruzó los brazos antes de relajarse.

    “Se me hizo raro. No sé, me sentí decepcionada por lo que hizo con su vida y a la vez, por un muy breve momento, como si tuviese quince de nuevo”.

    Mía sonrió con empatía. Ella sabía perfectamente lo que Pablo había significado para Marizza, igual que sabía como había acabado todo una trágica noche de verano.

    “Bueno, igual no te preocupes. Todo va a estar bien. ¿Y Darío? ¿Qué me dices de Darió?”

    Marizza levantó los ojos al cielo.

    “Otro que me adora. Está enfadado con el mundo Mía, se siente abandonado y no nos lo va a poner fácil”.

    “Bueno, en cierto modo un poco de razón sí tiene”.

    “¡Obvio!”

    “Creo que deberíamos empezar por hacerle ver que sí tiene razón, eso es algo que los adultos nunca hacen y que odias cuando tienes esa edad. Parece que vos sos responsable de todo y no es así”.

    “Sí, sabes que tienes razón. Eso y hacerle ver que no nos vamos a ir a ninguna parte”.
    “Obvio, tenemos que demostrarle que puede confiar porque esta vez no lo vamos a dejar tirado”.

    Marizza resopló.

    “No va a ser fácil, eh”.

    “¿Y desde cuando algo lo es en esta casa? Dale Mari, juntas podemos con todo”.

    Marizza sonrió y las dos se juraron que iban a traer a Darío de vuelta del lado oscuro. Habían regresado a Buenos Aires con una misión y la iban a cumplir.


    Con Mía

    Qué raro era estar de vuelta para Mía. Días sin pasarelas ni fotógrafos, días pudiendo comer lo que quisiera sin miedo a engordar 100 gramos, días de libertad. A veces se preguntaba que pensaría la Mía de quince de su vida, al principio la amaría; ya se imaginaba sus palabras: “¿Sos modelo? ¿Estuviste cinco años con un actor famoso? ¡Sos re grossa! ¡Me amo!”. Y luego vería la realidad que no era tan linda todos los días. Aún así Mía sabía que no tenía motivos para quejarse, ella siempre había sido una chica con suerte.

    Con estos pensamientos en la cabeza llegó Mía al Ellite Way School. ¡Qué recuerdos! Las grandes amigas, el primer amor, Erreway... Había aprendido tanto allá adentro. En ese momento Mía recordó a Vicco y a Feli, llevaba siglos sin hablar con ellas. Tenía que hacerles una visita urgente. Mía inspiró profundamente y entró al colegio y allí, como por arte de magia, era Manuel quien la estaba esperando.

    “¡Mía!”

    “¡Manu!”

    Los dos corrieron hacía el otro y se fundieron en un sentido abrazo. Llevaban al menos cinco años sin verse, un tiempo demasiado largo. Cuando por fin se separaron les dio tiempo de observarse, ¿qué quedaba del antiguo amante y del reciente amigo? Mía se había convertido en la mujer impresionante que prometía ser desde adolescente, pensó Manuel. Mía pensó que a su primer amor le habían sentado bien los años, parecía bastante más hombre que antes.

    “¡Qué alegría!”

    “¡Sí! Yo creía que llegabas más adelante”.

    Con una sonrisa Mía iluminaba el mundo.

    “Sí, es que fue todo muy precipitado. Me alegre de verte Manu, en serio te digo”.

    “Y yo de verte a vos Mía, ¡estás re bella!”

    “Bueno, vos tampoco estás mal”.

    “Yo no soy supermodelo”.

    “Si no te importa, entre estas cuatro paredes prefiero ser tan solo Mía Colucci; ex alumna, ex novia y amiga”.

    “En estas cuatro paredes y en cualquier lugar”.

    Mía le sonrió agradecida y juntos empezaron a caminar hacía el despacho.

    “Vienes por Darío, ¿no?”

    “Me lees el pensamiento Manu”

    “A Marizza le cortó el rostro:”

    “Sí pero Marizza y yo tenemos un plan, somos un equipo”.

    “¿Y cual es el plan?”

    “Vencer por agotamiento. El pibe va a estar tan harto de nosotras que no le va a quedar otra que dejarnos entrar en su vida de nuevo”.

    Manu se rió.

    “Pobre Darío, ninguna posibilidad tiene. Igual está bien que hayas venido ahora porque estaba con Pablo, sigue en el despacho”.

    “¿A sí? ¡Mira vos! Todo reencuentros hoy. ¿Hablaste con Pablo de su encontronazo con Marizza?”

    “Lo intenté pero sin éxito. ¿Por?”

    Mía se detuvo en mitad del pasillo antes de contestar.

    “Porque me preocupan. No quiero que acaben como siempre, no quiero ver a Marizza hecha mierda otra vez, ¿me oís? Escuché que Pablo está por casarse, que se case y que sea feliz pero que no la cague otra vez”.

    Manu hizo un gesto de no comprender.

    “Pero si fue Marizza la que lo dejó, ¿no?”

    Mía sonrío con sorna, hombres.

    “Las cosas no son tan simples Manu. 2 + 2 = 4 en las matemáticas, no en los sentimientos. Marizza se fue al otro lado del mundo para olvidarse de Pablo, yo tuve que recoger los pedazos y déjame decirte que no fue bonito para ver”.

    “¿Qué demonios pasó entre ellos Mía? Pablo lleva años convencido de que a Marizza dejó de importarle”.

    “Pablo siempre se queda con la versión que más lo conviene. Además eso ahora ya da igual. Pasó y listo. Lo importante es que no se reproduzca”.

    “Bueno, creo que puedes estar tranquilo. Pablo está enamorado de su prometida, está todo bien”.

    Ojalá fuera tan sencilla, pensó Mía. Instintivamente sintió pena por la prometida de Pablo; daba igual como acabara la historia, ni a su peor enemigo le desearía ser la persona entre Pablo y Marizza. Porque esa historia siempre sería la de Marizza y Pablo, y los demás, prometidos o no, eran tan solo actores segundarios.

    La puerta del despacho se abrió para dar paso a un aburrido Pablo. Che, ha cambiado Pablito, pensó Mía. El rubio estaba menos rubio y su cara ya no era tan de nene de anuncio Kinder. Sus ojos, sin embargo, seguían siendo de aquel imposible celeste. Muchos pensarían que estaba menos lindo pero Mía sabía que era otra cosa, simplemente estaba menos muñequito de plástico y mucho más real. El hombre que tenía delante de ella era más seguro, la experiencia le daba un aura completamente diferente. Hasta que sonrió, cuando sonrió Mía volvió a ver al Pablo de quince; un soñador.

    “Mía Colucci, he de decir que, aunque creía que era imposible, estás aún más linda que en las revistas”.

    Mía rió de buen ánimo.

    “Y vos igual de zalamero”.

    Los dos amigos se abrazaron con cariño.

    “Que bueno que verte, ¿viniste por Darío, no?”

    “Y sí, alguien tiene que hacer el trabajo que Franco y Sonia no hacen. Son peores que niños chicos”.

    “Bueno chicos, yo les tengo que dejar. Tengo hora para probar el menú de la ceremonia y si no voy Malena me va a matar. La seguimos otro día Manu”.

    “No te preocupes”.

    “Sí, anda antes de quedarte sin novia en el altar”.

    Pablo sonrío y añadió una última frase antes de irse.

    “Mañana doy la fiesta de compromiso, Mía ¿Por qué no te vienes? Tráete a Marizza si quieres, ya es hora de que nos llevemos todos como los adultos que somos”.

    ¿Sería esa la intención real de la invitación o tan solo un juego infantil para herir a Marizza? Mía no estaba segura de la respuesta.

    “Yo le digo y vemos, ¿sí?”

    “Dale, ciao chicos”.

    Manu se quedó mirando la cara de preocupación que gastaba Mía.

    “¿Qué pasa? Es linda la invitación, ¿no? Además pueden venir conmigo, no todos los días se consigue un acompañante de mi calibre”.

    Mía sonrío durante una décima de segundo ante el comentario antes de recuperar su cara de preocupación.

    “Dale Mía, ¿no pensarás que la quiere poner celosa?”

    “Peor, pienso que le quiere hacer daño restregándolo su compromiso”.

    Manuel suspiró.

    “Mía, la gente madura”.

    “Puede ser pero hay cosas que no cambian. Igual, ya veremos esto más tarde. Ahora llámame a Darío por favor”.

    “No sé si querrá hablar con vos”.

    “¡Pues no le digas que soy yo! Además da igual, no quiero que hable, solo que se la banque y escucho cinco minutos”.

    “Dale.”

    Manuel mandó a llamar a Darío y este terminó por hacer su aparición.

    “¡La otra tarada! Che, ¿qué les hice yo para que no me dejen en paz de repente?”

    Mía estaba demasiado ocupada en mirar a su hermano para contestar. Era casi igual a ella pero era el fuego de Marizza el que brillaba en sus ojos. Todo un reto.

    “Voy a ser breve Darío. Tengo dos cosas para decirte. La primera es que tienes razón. Nos largamos y te dejamos tirado con los dos tarados que tienes por padres, tienes motivos para odiarnos”.

    Mía pensó que esa reacción era típica de Marizza. Ella siempre fue de perdón fácil, que se lo pregunten a su madre. A Marizza, sin embargo, le costaba mucho confiar en la gente porque en el fondo era más frágil. Era muy difícil que te dejara volver a entrar si le fallabas.

    “La segunda es que Marizza y yo no nos vamos a ir más. Puedes gritar, patalear e insultar tanto como quieras. No te va a servir. Vamos a estar pegadas a tu culo hasta que confíes porque, te lo creas o no, te queremos. Espero que tengas un buen día”.

    Mía abrazó de nuevo a Manuel y se fue sin una palabra más, dejando a un Darío boquiabierto tras de sí.


    Con Mía y Marizza


    “¿Y bien? ¿Cómo fue?”

    Mía se sacó la remera y se sentó a la mesa junto con Marizza.

    “Bien, no se la esperaba esta. Se quedó muerto. Vamos por buen camino”.

    Mariza hizo un gesto de victoria.

    “Punto para nosotras”

    “Sí, igual va a ser un partido largo porque el pibe es igual a vos”

    “¿Qué decís? ¡Es tu doble!”

    “Sí, por fuera pero por dentro es Marizza segunda parte con testosterona encima”.

    Marizza no pudo evitar reír ante el comentario de Mía.

    “¿Lo viste a Manu?”

    “¡Sí! Está re bien, fue muy bueno verlo”.

    “Me alegro, el pibe es genial”.

    “Sí, sí que es. A Pablo lo vi también. Me invitó a su fiesta de compromiso, nos invitó a las dos en realidad”.

    Mía pensó que lo mejor era decirlo de una vez y sin avisar, como una depilación con cera.

    “¿Y por qué si puede saberse?”

    “Bueno, dijo que era hora de comportarse como adultos civilizados. De todas formas no le hagas caso, sabes que es un boludo cuando quiere”.

    Claro que era demasiado tarde para eso. La mirada de Marizza se había encendido como hacía años Mía no la veía encenderse.

    “¿Sabes qué? Tiene razón por una vez el He-Man trucho. Vamos a ir”.

    “¿Qué? ¡No! No vamos a ir nena. ¿Estás loca?”
    “Mía Colucci, vamos a ir. Vamos a ir y nos vamos a comportar como adultos civilizados”.

    “Pero...”

    “¡Pero nada! Se acabó, vete buscando un vestido lindo”.

    Fue entonces cuando Mía supo que había leído el juego correctamente desde el principio: Pablo había retado a Marizza con aquella invitación y ella había aceptado el reto. El problema, pensó Mía, es que en ese estúpido juego siempre acababan perdiendo los dos. Esta vez se preguntaba quien se haría más daño.


    ¡Listo! ¿Qué les pareció? ¡Mía está en plena forma! En el próximo capítulo van a saber mucho más sobre Pablo y Marizza, les prometo.

     
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  13. asignatura pendiente
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    Q bueno q vamos sabiendo mas d p y m. Por lo q deduzco pablo la engano y ella se fue sin decirle nada. Esa es mi teoria.
    Ya quiero q llegus el compromiso d pablo p vet q pasa, seguro qva a haber mucho sufrimiento p van a terminar juntos como siempre. Y espero x mia y manu tambien
     
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  14. Lola19
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    Muy bueno ya tengo ganas de saber que va a pasar en la fiesta del compromiso de pablo .....
     
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  15. claudinha2
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    Esta buenisima!!!! ya quiero coninuar con los nuevos capitulos...hasta ahora son personajes mayores y maduros...
     
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112 replies since 7/2/2014, 19:49   7259 views
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