Hermanos Navarro: Un cuento de amor

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  1. Carcis~RW
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    Hola! Aca les dejo la segunda parte de los hermanos Navarro...espero que les guste...

    Argumento:
    No era lo bastante buena para ser su amante… pero conseguiría que fuera su esposa.
    Para Paloma Aguirre, la aparición de Cruz Navarro en su vida fue como en un cuento y el guapo millonario australiano era su príncipe… Pero después de dos días increíbles, sus sueños se desvanecieron como el humo cuando él la dejó.
    Cruz había creído que Paloma era diferente… sencilla y sincera. Entonces descubrió que ocultaba un secreto que la equiparaba a todas las cazafortunas a las que había conocido. Pero cuando supo que Paloma estaba embarazada, decidió proteger a su futuro hijo del único modo que conocía… el matrimonio.



    Capitulo 1
    Cruz Navarro observó cómo una mujer con una señal de stop se cruzaba en mitad del paso de peatones y le indicaba que se detuviera. Una tribu de niños de preescolar, todos ellos con fiambreras y al cuidado de dos adultos, aguardaban en fila india en la acera para poder cruzar con seguridad al parque situado al otro lado de la calle.
    «Bonito día para hacer un picnic», pensó Cruz sonriendo a los niños.
    —¡Precioso coche!
    El comentario de la mujer hizo que fijara de nuevo su atención en ella. Tenía una sonrisa contagiosa y una brillante mirada. Le pareció que disfrutaba de su momento de poder al pensar: «Todo un hombretón en su deportivo BMW Z4 obligado a parar por un puñado de niños». Cruz le devolvió la mueca diciendo para sí: «No me importa en absoluto, muñeca».
    La mujer se apartó a un lado para que cruzara el grupo de escolares y, en ese momento, Cruz sintió una punzada de interés por ella; le gustaba. Sus vaqueros se ajustaban en torno a un redondo trasero y unas largas piernas. Era bastante alta y la ceñida camiseta que llevaba dejaba adivinar una delgada cintura y unos sugerentes pechos, abundantes, pero proporcionados con el resto de su cuerpo. Era un auténtico bombón.
    Le agradaba incluso el hecho de que llevara el pelo recogido en una cola de caballo; tenía el cabello oscuro, casi negro, y la coleta se balanceaba con cada movimiento de su cabeza al asegurarse de que los niños cruzaban la calle sin peligro. Lucía una piel clara y saludable; no se advertía rastro de maquillaje excepto por el ligero tono de pintalabios rosa que hacía juego con el color de su camiseta. Su belleza era natural, sin artificios, y su edad era difícil de adivinar, quizá rondaba los veintitantos.
    El último niño del grupo asió su mano como si de un premio se tratara, decidido a llevársela consigo. «Yo haría lo mismo», pensó Cruz observando cómo la miraba con admiración; imaginó que era una de las profesoras de la escuela encargada de controlar el tráfico.
    Ella se volvió para mirar de nuevo a Cruz, dirigiéndole una sonrisa arrebatadora mientras le agradecía su paciencia agitando la señal. Él le hizo un gesto con la mano, sonriendo, mientras sentía una oleada de placer por todo su cuerpo. Observó como acompañaba al niño al otro lado de la calle y sintió que deseaba seguirla y conocerla mejor.
    En ese momento, el coche de atrás tocó el claxon.
    Avanzó con el coche de mala gana, pensando que el impulso que acababa de sentir era ridículo. ¿Qué podía tener en común con una maestra de escuela? Le vino a la mente que la princesa Diana había trabajado como profesora antes de casarse con el príncipe Carlos. Tal vez su matrimonio no hubiera funcionado, pero ella se había convertido en la Reina de Corazones porque se había acercado al pueblo, había logrado su cariño.
    ¿Qué mujer había dejado huella en él en los últimos años? Cruz Navarro, un cotizado soltero de Sidney, heredero de una gran fortuna, sabía perfectamente por qué tenía tantas bellas admiradoras. Eso estaba bien en lo que al sexo se refería, pero nunca había sentido algo lo bastante profundo por nadie como para comprometerse más allá de la atracción inicial. Quizá fuera culpa suya, quizá se hubiera vuelto demasiado cínico pensando que el matrimonio no estaba hecho para él.
    Incluso la chica de la cola de caballo… ¿se habría debido su simpatía al coche que conducía? Sonrió abiertamente.
    Aún seguía sintiendo interés por ella.
    «Mírala otra vez», pensó para sí. «Tienes tiempo. Y ganas».
    Después de las engañosas artimañas de su última ex novia, Allegra Riganti, sería emocionante y alentador estar con una mujer sin artificios; especialmente, en la cama. Ella no parecía ser de las que utilizaban malas artes para seducir, al menos eso parecía decir su encantadora sonrisa.
    Aun burlándose mentalmente de lo que probablemente era pura fantasía, Cruz giró en la siguiente calle y aparcó. Sólo con pulsar un botón, desplegó la capota del coche. Como prefería que la mujer no lo identificase con el conductor del BMW, se quitó la gorra, las gafas de sol, la chaqueta y la corbata, se desabrochó los botones de arriba de la camisa y se subió las mangas; a continuación, encaminó sus pasos hacia el parque.
    Posiblemente alguien podría reconocerlo debido a su constante presencia en los medios de comunicación, pero ¿quién lo identificaría en un lugar como aquél? Por otra parte, le importaba poco. La mujer estaría rodeada de niños, una situación poco propicia para conocerla, pero aunque el impulso que sentía era ridículo, su curiosidad era irresistible. Ella era diferente al tipo de mujeres que habitualmente le rodeaban.
    Compró un par de sándwiches y un refresco en una tienda que encontró por el camino pensando que aquello le proporcionaba la excusa perfecta para encontrarse con ella en el parque. De hecho, estaba disfrutando de la novedad, de fingir ser una persona cualquiera y no alguien famoso. La verdad era que aquel estímulo que sentía era divertido.
    Los niños estaban sentados en el césped, cobijándose del sol del mediodía bajo las ramas de un árbol. Todos miraban embelesados a la chica de la coleta, quien parecía estar contándoles una historia. Cruz se acomodó en un banco cercano desde donde podía observarla y escucharla sin ser visto.
    Su rostro parecía animado y agradable, al igual que su voz. Recitaba los versos de un cuento de hadas con tono cantarín; se trataba de una historia sobre una princesa con una mágica sonrisa de arco iris y un corazón de oro que había llegado de la tierra de «Siempre Jamás» para llevar alegría a todos los niños.
    El típico taimado villano de todos los cuentos, un artero joven que siempre vestía de negro y que en realidad era una rata, se las arregló para destruir cualquier muestra de felicidad y difundió mentiras sobre la princesa haciéndola desaparecer de la vida de los niños. Pero uno de ellos no creyó las mentiras de la rata y gritó con un poderoso rugido de león, haciendo volver a la princesa de la tierra de «Siempre Jamás» y desenmascarando a la rata como el malvado embustero que era.
    Era uno de esos cuentos en los que el bien triunfaba sobre el mal, pero Cruz se sintió totalmente cautivado por los versos rimados y la perfecta entonación con la que los recitaba la joven. Los niños la escuchaban con mucha atención .Era un cuento muy atractivo para los niños y, sin duda, pertenecía a un popular libro infantil. Cruz decidió buscarlo y regalárselo a su sobrino.
    Cuando se terminó el cuento, los niños aplaudieron y se levantaron de un salto para formar un corro; se produjo un pequeño conflicto porque todos querían darle la mano a la profesora cuentacuentos. Otra de las mujeres del grupo aconsejó secamente:
    —Deberías ser la princesa y ponerte en el centro, Paloma.
    «Paloma». Bonito nombre.
    Y además se le daban muy bien los niños, quienes claramente la adoraban.
    Empezaba a sentirse muy atraído por aquella mujer y no sólo en un plano físico, a pesar de que su atractivo aumentaba por momentos. La imaginaba contándole cuentos en la cama… cuentos eróticos… como hacía Sherezade, manteniendo extasiado al sultán con sus historias, haciendo que cada noche fuera inolvidable.
    Eso le gustaría mucho.
    ¿Y cómo podría conocer a la princesa Paloma?
    Quizás estaba casada o comprometida con un hombre del que estaría enamorada. Aquello no le importaba y olvidó esa posibilidad para concentrarse en la táctica que seguiría para conseguir lo que deseaba.
    Aquello no sería tan fácil como lo había sido para su amigo y ahora cuñado Benja Rojas, al que había bastado una sola mirada a la hermana de Cruz para decidirse a cortejar y pedirla en matrimonio, adelantándose al cazador de fortunas que casi se casa con ella.
    Recordaba haberle preguntado a Benja cómo supo que Camila era la mujer de su vida. Cruz aún tenía grabada la respuesta en su mente: «Sientes algo que te dice que no debes perderte lo que puedes sentir por esta mujer. Es lo que siempre has estado buscando».
    ¿Acaso su instinto quería decirle que Paloma podía ser ella? Sus experiencias pasadas le advertían que iba muy rápido. Estaba lo bastante cautivado como para saber que no deseaba alejarse de ella, cerrar las puertas a algo realmente maravilloso, algo mejor de lo que había sentido hasta entonces. Daba igual que fuera improbable…
     
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    Te salen tus primeras canas

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    Genial el comienzo parece q cruz ha quedado impactado
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  3. Bubble ball
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    :aplauso: muy bueno el comienzo y asì como le pasó a su cuñado ya esta embobado!
     
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  4. yisette
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    me encanto...buen comienzo...
     
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  5. Carcis~RW
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    Capitulo 2
    —¡Eh!
    Una de las profesoras gritó alarmada cuando un hombre se introdujo en el círculo formado por los niños y asió a uno de ellos, tomándolo en brazos y sosteniéndolo con fuerza.
    —¡Es mi hijo! —espetó a las mujeres que se le enfrentaban.
    Pareció un rugido animal, fieramente posesivo, y el hombre comenzó a alejarse de espaldas con una mirada salvaje y reteniendo al niño contra su pecho.
    Las mujeres comenzaron a discutir con él y los niños, asustados, se echaron a llorar.
    Cruz saltó de su asiento y, oyendo fragmentos de la discusión, rodeó el árbol hasta situarse detrás del secuestrador.
    —Soy su padre. Tengo todo el derecho del mundo a llevarme a Tomas.
    —Somos responsables del niño, señor Ezcurra. Su madre lo ha dejado a nuestro cargo para pasar el día y…
    —¡Su madre me lo quitó! ¡Es mi hijo!
    —Debería solucionar el problema con su esposa.
    —Ella nunca me va a permitir ver al niño y sin embargo lo deja con gente como vosotras, que no tiene nada que ver con él. ¡Nada! ¡Y yo soy su padre!
    —Si se lleva a Tomas, nos veremos obligadas a llamar a la policía.
    —Señor Ezcurra, piénselo bien, no es una buena idea. Si lo meten en la cárcel, no podrá ver a su hijo —intentó mediar Erin amablemente.
    La carcajada enloquecida que emitió el hombre eliminó cualquier posibilidad de razonar con él.
    —La justicia funciona con los demás. No he hecho nada malo, pero me han arrebatado a mi hijo y se lo han dado a la bruja de mi mujer.
    —Debería plantear esto ante un tribunal —insistió Paloma—. Habría un juicio justo.
    —¡No hay justicia! —la ira dejó paso al llanto a medida que el dolor y la desesperación se adueñaban de él—. Mi mujer le ha contado un puñado de mentiras sobre mí a su flamante abogado. ¡No me queda más remedio que hacer esto! Podéis decirle a mi mujer que me importa un bledo que tenga un amante ricachón, pero no se quedará con mi hijo… ¡No!
    Los sollozos del hombre eran estremecedores. Sacudía la cabeza mientras se alejaba de Erin dando tumbos.
    —Voy a llamar a la policía —advirtió una de las otras profesoras con el móvil en la mano.
    —¡No lo haga! —gritó Cruz mientras avanzaba con rapidez y agarraba al hombre por los hombros, deteniéndolo y ayudándole a mantenerse en pie.
    Paloma le miró asombrada y preguntó:
    —¿Quién es usted?
    Ella tenía los ojos verdes.
    Y Cruz sintió la necesidad de contestar cualquier pregunta que deseara hacerle. Excepto si le preguntaba por su nombre, ya que no deseaba que ella conociera su fama.
    —Sólo soy una persona a la que no le gusta ver llorar a otro hombre —dijo. Y, a continuación, dirigió una mirada autoritaria a la profesora que sostenía el teléfono:
    —Deje eso. Yo me encargaré de solucionarlo. Llamar a la policía sólo empeoraría las cosas.
    —Estos niños están a mi cargo —protestó la mujer. Era bastante mayor que Paloma, quizá rondaba los cincuenta, llevaba el pelo gris corto, era más bien rellenita y hablaba con autosuficiencia—. Debo responder ante la señora Ezcurra sobre lo que le ocurra a su hijo.
    —No le va a pasar nada al niño —le aseguró Cruz—. El señor Ezcurra tan sólo desea compartir unos minutos con su hijo. Creo que es justo, ¿no?
    —Debe devolverlo inmediatamente —insistió la mujer.
    —Sí. Y puedo garantizarle que así lo va a hacer. Me hago responsable de ello, ¿de acuerdo?
    El hombre al que estaba sujetando se encontraba demasiado afectado como para pelear con Cruz y, aunque lo hubiera hecho, no habría tenido la menor oportunidad de vencerlo.
    La mujer se fijó en la estatura de Cruz, más de uno ochenta, con anchos y musculosos hombros y una robusta complexión, lo que lo convertía en un poderoso oponente en cualquier pelea. Ezcurra era un hombre relativamente bajo, apenas llegaba a la barbilla de Cruz y, en comparación, salía perdiendo. Si tenía lugar una pelea, estaba claro quién terminaría controlando la situación.
    —Oblíguele a que nos devuelva ahora mismo al niño —exigió la mujer.
    En ese momento, el niño habló:
    —Quiero estar con mi papá. Le quiero mucho —rodeó el cuello de su padre con sus bracitos y se acurrucó contra él—. No llores, papi, no me gusta que llores.
    Apartar al niño de su padre habría sido traumático. Existían otras formas menos brutales de solucionar aquella situación.
    —Vamos a calmarnos un poco —sugirió Cruz a la mujer, intentando encender una chispa de compasión en ella—. Voy a acercarme con el señor Ezcurra a ese banco… —señaló el lugar donde había estado sentado un rato antes—. Puede sentarse allí con Tomas mientras ustedes vigilan a los demás niños.
    —Ahora todos están disgustados —protestó—. Deberíamos volver a la guardería y tranquilizarlos.
    Cruz dirigió su atención hacia Paloma, a quien encontró mirándole fijamente, con una llama de curiosidad iluminando sus encantadores ojos verdes. El deseo se adueñó rápidamente de él. Al sentirla tan cerca se disipó cualquier posible duda del interés que sentía por aquella mujer. La adrenalina corría por sus venas y sintió un cosquilleo en la ingle. La deseaba y estaba resuelto a conseguirla.
    —Cuénteles otro cuento —le sugirió, sonriendo para mantener aquella conexión entre ellos—. Lo hace muy bien. La he estado escuchando mientras tomaba mi almuerzo y estoy convencido de que puede hacer que los niños olviden todo esto.
    Ella le devolvió una sonrisa:
    —Gracias. Creo que es buena idea.
    —Paloma —le reprendió la otra mujer, obviamente preocupada por perder el control de la situación.
    —No te preocupes, Felicitas —contestó confiada, sin dar pie a más protestas.
    «No lleva anillo de casada».
    —Además, si las cosas se tuercen siempre puedes llamar a la policía —añadió para calmar los ánimos de su compañera.
    Cruz experimentó una triunfante sensación de placer. Paloma estaba de su parte. Desconocía la razón: quizá era porque sentía lástima de la situación del padre o porque él había aparecido en la escena y lo había reconocido. Pero el hecho era que había dado un gran paso en sus propósitos hacia ella y debía aprovecharlo.
    Paloma volvió a hablarle para pedir su colaboración:
    —Debemos recoger a Tomas cuando volvamos a la guardería.
    —Entendido. Es conveniente que venga usted a por el niño —continuó él—. Seguro que Tomas prefiere que sea la princesa quien lo separe de su padre en lugar de cualquier otra persona.
    El pálido rostro de la muchacha se sonrojó repentinamente. Cruz no recordaba que ninguna mujer de las que conocía se hubiera sonrojado nunca. Pensó que era una reacción encantadora.
    —Muy bien —repuso ella rápidamente y después se alejó para reunir a los niños de nuevo.
    Feli miró desaprobadoramente a Cruz, pero se volvió para ocuparse de los niños, sintiendo que no tenía más argumentos para seguir discutiendo, pero desconfiando aún de aquel extraño. Sin embargo, el hecho de llamar a la policía y tener que meterse en líos legales tampoco era una idea que le atrajera demasiado.
    Tras conseguir acordar un segundo encuentro con Paloma y lograr ganar un poco más de tiempo para que el infeliz padre y su hijo estuvieran juntos, Cruz llevó al señor Ezcurra hasta el banco que había convenido con las profesoras, intentando animarle mientras charlaba con él:
    —Sé que esto es muy duro, amigo, pero hágame caso y veremos si podemos solucionar el problema.
    Ezcurra no tenía ánimo para luchar. Cruz tuvo la impresión de que estaba al límite de sus fuerzas. Casi se dejó caer sobre el banco y empezó a mecer a su hijito con una especie de amor desesperado, sin esperanza alguna en el futuro. Cuando recuperó el habla, miró a Cruz angustiado y le dijo:
    —Mi mujer le ha contado a su abogado que soy un maltratador y es mentira, eso es mentira…
    Cruz le creyó. Lejos de sentir temor por su padre, Tomas se aferraba a él como si le echara de menos tanto como su padre a él. Obviamente, ambos se querían mucho.
    —Un buen abogado sería la solución —le aconsejó.
    —No puedo permitírmelo. He perdido mi trabajo. No podía trabajar como era debido…
    —¿A qué se dedica?
    —Soy vendedor.
    —Muy bien. ¿Qué me diría si le ofrezco un nuevo puesto de trabajo, le pongo en contacto con un abogado experto en derecho de familia y le aseguro que dará con la solución a su problema…?
    —¿Por qué haría todo eso por mí? —en sus ojos se adivinaba una mezcla de incertidumbre y desconfianza—. Ni siquiera me conoce.
    Cruz pensó unos momentos qué era lo que le impulsaba a hacer todo aquello. ¿Sería porque pensaba que ningún padre debería ser obligado a separarse de su hijo? ¿Por qué odiaba ver cómo un hombre era destruido por una mujer que le había robado todo? ¿Por la injusticia que implicaba todo aquello?
    ¿O era porque aquel día actuaba por impulsos?
    Paloma.
    Al preocuparse por lograr el bienestar de Tomas, tendría la oportunidad de acercarse al lugar de trabajo de la muchacha, lo cual sería un punto de partida para avanzar en sus planes. Ezcurra lo ignoraba, pero representaba una oportunidad caída del cielo para que él conociera a la mujer que deseaba.
    Cruz contestó:
    —Porque puedo hacerlo. Y quiero ayudarle, Harper. Deseo que Tomas tenga la posibilidad de estar con su padre, es importante para él.
    Ezcurra negó escéptico con la cabeza:
    —Promete demasiadas cosas.
    —Confíe en mí. Puedo mantener mis promesas.
    Ezcurra le dirigió una mirada perspicaz, estaba deseoso de creer a su interlocutor, esperaba que sucediera un milagro… y entonces preguntó:
    —¿Quién es usted?
    Lo mismo que Paloma le había preguntado.
    Cruz era consciente de que esa vez debía contestar, ya que su respuesta le daría credibilidad instantáneamente. Sacó su cartera del bolsillo de atrás del pantalón, la abrió y le enseñó el carné de conducir.
    —Cruz Navarro.
    Ezcurra leyó el nombre en voz alta. La sorpresa que le produjo ver el nombre del famosísimo millonario le asaltó al instante. Abrió los ojos de par en par ante el rostro que había visto en todos los medios de comunicación durante años, con las mandíbulas cuadradas, el cabello rubio oscuro, los ojos azules, la robusta nariz, los prominentes pómulos, unas cuantas pecas fruto de años de infancia bronceándose al sol… lo reconoció inmediatamente. Entonces, preguntó:
    —¿Qué está haciendo aquí?
    Solo, en aquel parque público, sin el séquito que habitualmente lo rodeaba… Cruz olvidó todo aquello y contestó:
    —Intentar hacer algo nuevo en mi vida.
    —Una casualidad asombrosa —murmuró Ezcurra aturdido.
    Esto hizo que Cruz sonriera irónicamente:
    —Puede que la suerte le haya sonreído por una vez.
    —¿De veras me ayudará? ¿Hará lo que acaba de prometerme?
    —Sí, lo haré. Cuando Tomas vuelva a la guardería, puede acompañarme y veremos cómo solucionar sus problemas. Pero antes de eso, ¿no le gustaría charlar un rato con su hijo, preguntarle cómo está desde que le separaron de usted?
    Ezcurra le tendió la mano:
    —Le agradezco mucho todo esto, señor Navarro.
    —No es nada —le aseguró Cruz, estrechándosela.
    —Me llamo Juan Ezcurra.
    —Encantado de conocerle, Juan.
    Se sintió bien cuando oyó al hombre asegurarle al niño que su papá ya estaba bien y que pronto podrían estar juntos de nuevo.
    Mientras tanto, Paloma empleaba su mágica habilidad con los niños relatándoles otro cuento de hadas. Ninguno de ellos le quitaba ojo. Cruz pensó: «Problema solucionado».
    Sin embargo, la otra profesora, Felicitas, se sentiría obligada a contarle lo que había sucedido a la madre de Tomas tan pronto como acudiera a recoger al niño aquella tarde. Aquello podría perjudicar a Juan. Aunque el secuestro había podido evitarse, podrían utilizar aquel incidente en su contra. Era conveniente eliminar aquella posibilidad antes de que se hiciera realidad.
    Además, aquello le daría más oportunidades de conocer a Paloma.
    Era necesario que Cruz diera a conocer su famosa identidad para contrarrestar las objeciones de Felicitas, pero entonces Paloma sabría quién era realmente. Caviló sobre si realmente era necesario revelar quién era, sabiendo que eso seguramente propiciaría que ella deseara conocerle.
    Siempre ocurría lo mismo.
    Pero no le importaba.
    El deseo que sentía por conocerla era más fuerte que cualquier otra cosa

    Capitulo 3

    Una parte de Paloma seguía pensando en aquel hombre mientras se dedicaba, tal como le había sugerido, a distraer a los niños contándoles otro cuento.
    «Un gran hombre en todos los sentidos», pensó. Fuerte, compasivo, enérgico, y con un espectacular físico que le transmitía una masculinidad turbadora. Un príncipe azul… «y cómo me gustaría ser su princesa», pensó algo trastornada.
    Cuando lo había observado paseando por el parque antes de aquel incidente, le había agradado al instante. Después, cuando lo había visto sentarse en el banco desde donde podía escuchar fácilmente la historia que estaba contando a los niños, no había podido resistirse al impulso de lucirse ante él, de contar el relato con mucha más vitalidad de lo habitual. Por supuesto, todo aquello era una bobada; él era un completo extraño y no había ninguna posibilidad de que se conocieran, teniendo en cuenta que ella se hallaba rodeada de niños.
    Entonces, tuvo lugar aquella sorprendente situación cuando el padre de Tomas estaba a punto de cometer un terrible error. Por lo general, la gente no se entrometía en los problemas que no les concernían. Y, sin embargo, él lo había hecho, tomando las riendas de lo que era una situación delicada y resolviendo admirablemente el problema en un tiempo récord.
    Incluso había dejado desconcertada a Felicitas con su aire dominante; Paloma nunca había visto a su tía dejarse ganar en autoridad. Sin embargo, se alegraba de que hubiera ocurrido, por una vez. Obviamente, el padre de Tomas necesitaba ayuda y no una temporada en la cárcel, lo que habría terminado con seguridad con cualquier esperanza de conseguir un régimen de visitas para su hijo y él. Paloma sentía compasión por él, lamentaba que su mujer le hubiera abandonado por otro hombre más rico y se hubiera llevado a su hijo… Su situación no era nada fácil.
    Tan pronto como Paloma terminó de contar el cuento, Felicitas apremió a los niños para que tomaran sus fiambreras y formaran una fila de dos en dos para volver a la guardería. Paloma se dirigió a buscar a Tomas y Felicitas le dio instrucciones claras:
    —No dejes que ese hombre te entretenga. La madre del niño podría demandarnos por negligencia.
    —Estoy segura de que no se negará a cumplir lo que acordamos —replicó Paloma confiadamente.
    —¿No te enseñó tu madre que no hay que fiarse de un extraño? —refunfuñó Felicitas.
    «Por sus acciones los conocerás», dijo Paloma para sus adentros mientras caminaba. Pensó que el hombre debía de ser una buena persona; de hecho, con su estatura, su robusta complexión y la mata de cabello rabio, era el vivo retrato de un espléndido guerrero vikingo, blandiendo su poderosa espada para resolver cualquier conflicto. Ya le imaginaba como el héroe de su siguiente cuento.
    El hombre se levantó cuando la vio acercarse. El señor Ezcurra permaneció sentado en el banco, hablando ansiosamente a Tomas que, sentado en su regazo, aprovechaba cada segundo con su padre.
    Paloma notó cómo se le aceleraba el pulso al cruzar su mirada con la del desconocido. Su mirada ejercía un sorprendente efecto sobre ella, traspasando su corazón como si se tratara de un láser.
    Su piel se estremeció como si una corriente eléctrica recorriera todo su cuerpo. Había conocido a muchos hombres durante su ajetreada vida, pero ninguno había ejercido tal efecto en ella. Deseaba decirle: «No salgas de mi vida», pero una frase así habría parecido atrevida.
    —Es hora de marcharse —dijo, sintiendo rabia al pronunciar esta frase en lugar de lo que pensaba.
    —Está bien —contestó el hombre—. Te llamas Paloma, ¿verdad?
    —Sí —contestó dubitativa, preguntándose si él reconocería su nombre de famosa escritora y todo lo que ello significaba, y si sería suficiente como para despertar su interés por ella. Tímidamente, añadió:
    —Paloma Andrade.
    —Andrade —repitió él, alargando la palabra como si la saboreara.
    Sin embargo, Paloma no notó que su apellido hubiera ejercido ningún impacto sobre él. Probablemente, estaba ante un hombre de acción más que alguien aficionado a los libros. Quizá no pertenecieran al mismo mundo, sino que simplemente habían coincidido en aquel parque un día soleado cualquiera.
    Él sonrió mostrando una espectacular sonrisa que le recordó al conductor del BMW, pero no podía tratarse de la misma persona… ¿o sí?
    —¿Felicitas es la directora de la guardería? —preguntó él.
    —Sí, se llama Felicitas Mitre y es mi tía.
    Paloma no sabía por qué había dado esa información, era un dato irrelevante.
    —Supongo que la señora Mitre no dejará correr este asunto, sino que avisará a la madre de Tomas —aventuró él.
    Paloma negó con la cabeza:
    —Creo que Felicitas considera necesario cubrirse las espaldas en caso de que se repita la misma situación.
    El hombre asintió y le entregó una tarjeta:
    —Dígale a su tía que me aseguraré personalmente de que se solucione el tema de la custodia del niño. Puede que le quiera comunicar eso también a la madre de Tomas —los ojos azules se endurecieron.
    Por alguna razón, daba por hecho que hablaba desde una posición de poder. De hecho, lo transmitía con tanta fuerza que Paloma sintió un escalofrío de inquietud al mirar el nombre de la tarjeta.
    Cruz Navarro.
    No le decía nada.
    Entonces le miró desconcertada:
    —¿Quién es usted? ¿Por qué piensa que es tan importante?
    Al principio, Cruz se asombró de la ignorancia de la muchacha, pero después comentó divertido:
    —Paloma, enséñele la tarjeta a su tía. Créame, mi nombre ejerce influencia sobre la gente.
    Ella suspiró:
    —Supongo que yo estoy totalmente fuera de onda.
    —Eso me parece encantador. ¿Puedo pedirle un favor? —preguntó él.
    —¿De qué se trata? —se ofreció ella, sorprendida al darse cuenta de que parecía gustarle.
    —Mi número de teléfono está en la tarjeta. Llámeme después de que la señora Ezcurra se haya ido de la guardería esta tarde.
    Una oleada de emoción recorrió todo su cuerpo: la comunicación entre ellos no se iba a terminar ahí.
    —¿Quiere saber cómo va todo? —preguntó.
    —Me gustaría conocer su impresión sobre la reacción de la madre cuando sepa lo que ha pasado —respondió con una mueca—. Cuando una pareja se divorcia, la verdad se ve perjudicada y no siempre se tienen en cuenta los intereses de los hijos.
    —Tiene razón —dijo con conocimiento de causa, ya que sus padres se habían divorciado cuando era niña.
    —Entonces, ¿me llamará? —insistió él.
    —Lo haré —prometió la muchacha despreocupadamente, sin pararse a pensar si era lo correcto o no. Esa llamada podría dar pie a un nuevo encuentro con él.
    —¡Estupendo!
    Satisfecho, se volvió hacia el padre y el hijo:
    —Ahora Tomas debe marcharse con Paloma, Juan.
    No hubo ninguna objeción al respecto.
    —Siento la escena de antes —se disculpó Ezcurra mientras entregaba el niño a Paloma.
    —Espero que en el futuro puedan pasar más tiempo juntos, señor Ezcurra —respondió Erin con sinceridad; a continuación, se alejó con el niño cuando vio que Felicitas la esperaba impaciente junto a los demás alumnos.
     
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    Wau, me encantó esta segunda parte, aunque el apellido de Paloma es Aguirre o Andrade? Bueno no importa, está genial.
     
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    Hola! Otro capitulo les dejo de esta historia.

    El apellido de Paloma es Andrade...pero en medio del sueño puede variar, jeje


    Capitulo 4

    A medida que caminaba, Paloma sentía como si él la estuviera observando, evaluando cada parte de su cuerpo. Notó que las rodillas le flaqueaban. No miró atrás, obligándose a conservar algo de dignidad y no parecer una adolescente ante un ídolo del pop. Llevaba su tarjeta en la mano y eso le garantizaba que seguirían en contacto.
    Cuando estuvieron de vuelta en la guardería, Paloma ayudó a preparar a los niños para la siesta. En principio, después de aquello se iría, ya que habría cumplido el favor prometido a su tía de pasar un día con los niños y contarles alguna historia: una jornada con la gran autora Paloma Andrade daba mucho prestigio a la escuela. Sin embargo, el encuentro con aquel hombre tan misterioso en el parque la animó a cambiar de planes.
    Después de tomar la precaución de copiar los datos más importantes de la tarjeta de Cruz Navarro en la libreta que siempre llevaba consigo, Paloma se encaminó al despacho de Dirección para mantener una conversación privada con su tía; ésta se encontraba sentada ante una taza de café. Parecía necesitar una buena dosis de cafeína para recomponer sus nervios.
    —Esta situación podría haber sido realmente desagradable —dijo Felicitas con expresión de cansancio—. Gracias por ayudar, Paloma. No sé si yo podría haberlo solucionado —terminó esta frase con un suspiro mientras sacudía la cabeza pensando en el incidente que acababan de presenciar—. Los niños podrían haberse puesto muy nerviosos.
    —Hemos tenido suerte de que Cruz Navarro estuviera allí —repuso Paloma de inmediato.
    Aquel nombre interrumpió los pensamientos de Felicitas.Una sombra de alarma se reflejó en sus ojos y preguntó:
    —¿Quién? ¿Qué nombre acabas de decir?
    —El hombre que intervino; se llama Cruz Navarro. Me dio su tarjeta —se la entregó a su tía acercándose mientras le explicaba lo que habían acordado—. Me dijo que mencionaras su nombre a la señora Ezcurra si se pone furiosa por lo que hizo su marido.
    Felicitas tomó la tarjeta y la miró sin poder creer lo que veía.
    Paloma continuó transmitiéndole el mensaje de Cruz Navarro:
    —También me dio su palabra de que el señor Ezcurra conseguiría un abogado para solucionar el tema de la custodia del niño, así que no debe preocuparnos que vuelva a hacer lo mismo de hoy.
    —Cruz Navarro —pronunció su tía casi sin respiración. Miró a Paloma con los ojos desorbitados y añadió—. Debería haberlo reconocido, pero ¿qué demonios estaba haciendo en el parque? Entonces Paloma formuló la pregunta clave:
    —¿Por qué deberías haberlo reconocido?
    —Por ser quien es, por supuesto —replicó su tía impaciente y vio la expresión confundida de su sobrina—. No me digas que nunca has oído hablar de él. Se trata del hijo y heredero de Sergio Navarro.
    Aquella sorprendente revelación fue como un cubo de agua fría para las fantasías que había construido Erin en su cabeza.
    —¿Te refieres al multimillonario Cruz Navarro?
    —El mismo.
    Podía decirse que Cruz Navarro era una leyenda en Australia, protagonista durante muchos años de las portadas de los periódicos; hasta Paloma, que había vivido volcada en los libros, conocía el poder de aquel hombre y cómo había amasado su fortuna. Había sido apodado «el tiburón» porque tenía un excelente olfato para los grandes negocios. De la reacción de Felicitas dedujo que su hijo también se había forjado una fama parecida en Australia en los últimos tiempos.
    Paloma se dio cuenta de que ambos habitaban dos mundos completamente distintos. Entonces, le preguntó a su tía:
    —Cruz Navarro también es un as de los negocios, ¿verdad?
    —Sobre todo en el ámbito internacional.
    Aquella respuesta la hundió aún más. Su tía continuó:
    —Sus negocios tienen que ver con la alta tecnología. No estoy muy al día en esas cosas, pero siempre sale en las revistas junto a otros famosos. Cada vez que cambia de novia, es una primicia.
    Paloma sintió un vuelco en el estómago y preguntó temerosa:
    —¿Quieres decir que es un playboy?
    De repente recordó al hombre del BMW. ¿Sería él la misma persona?
    Su tía se encogió de hombros y respondió:
    —Bueno, supongo que es un soltero de oro. Probablemente, no le dedica mucho tiempo a sus relaciones. Ahora con una, luego con otra. Si lo piensas, un hombre de su posición puede conseguir a la mujer que quiera cuando desee.
    Y, probablemente, así era.
    Toda la emoción que había sentido Paloma y la posibilidad de que Cruz Navarro fuera su príncipe azul se esfumaron.
    Sin embargo, él había actuado como un caballero al rescate en el parque y ella había sentido una gran conexión con ese hombre. Por otra parte, la compasión que compartían por la situación del señor Ezcurra podría haber tenido algo que ver con aquel sentimiento además de, por supuesto, la atracción que sentía por su gran sex-appeal.
    —¿Por qué crees que intervino? —preguntó Paloma, deseando que su tía le diera alguna idea.
    Paloma se encogió de hombros y contestó:
    —¿Por qué estaba en el parque? Quizá haya alguna relación entre los dos.
    —¿Qué quieres decir?
    —Tiene que existir algo que haya desencadenado todo esto —se detuvo un momento para pensar en lo que había sucedido—. Puede que oyera al señor Ezcurra gritar que su mujer le había destrozado la vida y tocó su fibra sensible.
    —¿Sabes si alguna mujer le ha hecho daño?
    —No —Felicitas se recostó en su silla, mostrando una sonrisita algo cínica —. Pero eso es normal teniendo en cuenta la fortuna que tiene. Recuerda lo que ocurrió con su hermana.
    Paloma replicó moviendo la cabeza de lado a lado:
    —No sé nada sobre su hermana.
    Felicitas la miró sorprendida:
    —Todos los medios de comunicación se hicieron eco de esa noticia. Fue una gran primicia.
    —¿Cuándo?
    —Pues… —hizo un gesto con la mano como intentando hacerse una idea del tiempo que había pasado— puede que hace unos tres años.
    Paloma hizo memoria y contestó:
    —Por aquel entonces, yo estaba de viaje por Asia.
    —Siempre por ahí —recalcó Felicitas con tono de exasperación, pensando en la ajetreada vida de su sobrina—. Deberías pasar más tiempo en casa, Paloma.
    Un pensamiento pasó instantáneamente por la mente de Paloma: «¿Qué casa?». Su madre se había vuelto a casar y había creado un nuevo hogar con su segundo marido en el que no había espacio para ella. En cuanto a su padre… sería raro si encontraba un momento para verla. La casa que ella había comprado en Byron Bay era el lugar donde escribía, pero siempre se sentía sola allí, no como en un verdadero hogar.
    Entonces dijo en voz alta:
    —¿Qué pasó con la hermana de Cruz Navarro?
    —¡Fue un escándalo! —contestó su tía entusiasmada—.Camila Navarro estaba a punto de casarse y, antes de la boda, el novio se negó a firmar el acuerdo prenupcial que había preparado su padre. Entonces, se casó con Benjamín Rojas, el famoso millonario británico. Su anterior novio la llevó a juicio por la propiedad del piso que compartían, que era de ella, claro; ella firmó un acuerdo y se lo cedió. La cuestión es…
    —Que él la quería por su fortuna.
    Felicitas tamborileó con los dedos en la mesa mientras cavilaba:
    —Él iba a romperle el corazón.
    —Y Camila no tuvo ese problema con Benjamín Rojas—concluyó Paloma—. Debe de ser muy triste darte cuenta de que alguien se ha casado contigo por tu dinero. Me pregunto si ella es feliz con su marido millonario.
    —Paloma, puede que escribas finales felices para tus historias, pero nada puede garantizar que vaya a pasar lo mismo en la vida real —sentenció su tía secamente.
    —Es cierto, pero, por alguna razón, Cruz Navarro parece empeñado en escribir un final más feliz para Tomas y su padre —dijo Paloma alzando las cejas—. ¿Te importa si me quedo a ver cómo reacciona la señora Ezcurra cuando le cuentes lo que ha pasado?
    Esta pregunta provocó una mirada curiosa de su tía:
    —¿Por qué estás tan interesada?
    —Quiero ver cómo reacciona cuando oiga su nombre —contestó Paloma despreocupadamente.
    —La madre de Tomas no viene a buscarlo hasta las cinco.
    —No importa. Daré un paseo mientras tanto.
    —Bueno… —Felicitas sopesó la respuesta—. Puede que sea conveniente que haya testigos.
    —Claro —afirmó Paloma, levantándose y despidiéndose con la mano antes de que su tía pensara más sobre el asunto—. Hasta luego.
    No caminó hasta muy lejos. Sus pies la llevaron automáticamente de vuelta al banco que había ocupado Cruz Navarro en el parque. Se sentó justo donde había estado, pensando en él sin cesar. No había actuado como un playboy, parecía serio y de verdad preocupado. Aunque debía reconocer que la preocupación se había centrado en Tomas y su padre, víctimas de la misma mujer. Tal vez su actitud hacia las mujeres perteneciera a una categoría diferente. ¿Qué experiencias habría tenido aquel hombre que intervino a favor del padre y su hijo? Paloma era consciente de que no podría evitar querer saber más de Cruz Navarro. Le había prometido que le daría noticias de la madre de Tomas y lo haría.
    Ardía en deseos de estar con él.
    ¿Cuántos hombres en su vida habían producido aquel efecto en ella? Ninguno.
    «No dejes pasar la ocasión», se dijo.
    Si realmente se le brindaba la oportunidad…
     
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  8. Bubble ball
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    yo también quiero ser testigo de como reacciona la madre de Tomás cuando oiga el nombre de Cruz....
     
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    Horneas galletas con la Abuel@

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    Me encantoooo!!! Gran manera de empezar, ya tengo ganas de saber como se queda la madre de Tomás y que pasa entre Cruz y Paloma!!
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  10. Carcis~RW
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    Capítulo 5

    Cruz Navarro. Su voz transmitía una gran seguridad, como exigiendo una pronta y eficaz respuesta de su interlocutor.
    Paloma respiró hondo para tratar de calmar su desbocado corazón. «¡Vamos, háblale!», se dijo a sí misma. «¡Sólo tienes esta oportunidad!».
    —¡Hola! Soy Paloma Andrade—las palabras salieron de su boca a trompicones. Probablemente él estaría notando el ansia con la que hablaba.
    —Tiene usted una voz inconfundible —dijo él, y sonó como si sonriera mientras hablaba.
    La mente de Paloma comenzó a albergar una maravillosa esperanza.
    —Usted me pidió que llamara —le recordó.
    —Lo ha hecho más tarde de lo que pensaba, creía que no llamaría nunca. Me alegro de escucharla.
    Definitivamente, parecía que se alegraba de hablar con ella. Se alegraba mucho. Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de Paloma.
    —La señora Ezcurra no llegó hasta las cinco; se acaba de ir.
    —¡Ah! —contestó él, aparentemente satisfecho—. Seguro que tiene muchas cosas que contarme y yo estoy deseando oírlas. ¿Le gustaría cenar conmigo, Paloma? He estado con el señor Ezcurra casi toda la tarde, le he puesto en contacto con un buen abogado para que lleve su caso. Necesito conocer su opinión sobre su mujer.
    —Cenar… —repitió ella como en un sueño. La invitación la pilló totalmente desprevenida.
    —A pesar de lo que le hayan podido contar sobre mí desde que nos vimos en el parque, le prometo que no soy un ogro y que no me como a nadie —le aseguró él, simpático.
    —¡De acuerdo! —contestó ella, aunque la idea de ser devorada por Cruz Navarro puso su corazón a mil—. ¿Dónde y cómo quedamos? —preguntó, intentando sonar decidida aunque no ansiosa.
    —Cuando le venga bien a usted, Paloma.
    La pelota estaba en su tejado.
    ¿Se trataría de una prueba para ver las ganas que tenía de verlo?
    ¿Qué estaría esperando que eligiese?
    Paloma decidió rápidamente que lo mejor sería quedar en su terreno, ya que el solo hecho de volver a verle la ponía realmente nerviosa. La idea de cenar en un restaurante lujoso acrecentaría aún más su nerviosismo.
    —¿Le parece bien algún sitio popular? —preguntó, pensando que quizá él prefería ser reconocido en los lugares de moda.
    —Me parece bien —respondió él.
    —¿Le gusta la comida tailandesa?
    —Sí.
    Estaba siendo muy complaciente.
    Cada vez más eufórica, Paloma le dio la dirección de un restaurante:
    —En Oxford Street, entre el final de Hyde Park y Taylor Square, hay un pequeño restaurante que se llama Titanic Thai. Podríamos quedar allí a las siete y media.
    —¿Quiere que reserve una mesa?
    —No, me pasaré por allí y lo haré yo.
    —¿Vive cerca?
    —Más o menos —contestó Paloma vagamente, ya que no deseaba dar demasiada información por el momento—. ¿Nos vemos allí, entonces?
    —A las siete y media, en Oxford Street, un pequeño restaurante tailandés llamado Titanic —dijo con tono divertido.
    —Eso es —confirmó ella y se despidió, sintiéndose contenta consigo misma no sólo por aprovechar la oportunidad que él le había ofrecido, sino también por hacerse con las riendas de la situación.
    Sus pies estaban deseando llevarla corriendo a la parada del autobús.


    ¡Lo había conseguido!
    Cruz hizo un gesto de triunfo con el puño.
    Después, se rió de sí mismo al emocionarse tanto por quedar con una mujer cuya vida era tan distinta de la suya que probablemente no tendrían nada de lo que hablar excepto de la lamentable situación del señor Ezcurra.
    No obstante, aquel pequeño detalle no ensombrecía su deseo de conocer a Paloma Andrade. Se sentía capaz de creer en lo improbable desde que ella le había sonreído al cruzar el paso de peatones, y aquella noche daría otro paso para conseguirla.
    Al saber quién era, ella podría haberle pedido que la llevara a un restaurante caro. A él no le habría importado, pero estaba encantado con su elección. Coincidía con todo lo que había rodeado hasta entonces su encuentro, una situación totalmente distinta a las que estaba acostumbrado.
    —¡Titanic Thai, allá voy! —exclamó en voz alta, riendo al tiempo que subía las escaleras hacia el dormitorio de su apartamento de Bondi Beach. A continuación se daría una ducha, se afeitaría, se cambiaría de ropa, se encaminaría a Taylor Square, buscaría el restaurante,… ¡aquella noche iba a conseguir a la princesa con la mágica sonrisa de arco iris y el corazón de oro!
      
    Paloma era consciente de que lo más sensato era mostrarse natural con Cruz Navarro, que no pareciera que esperaba algo de él, aparecer vestida con vaqueros y fingir que no estaba deseando que él la encontrara atractiva. Sus vidas eran demasiado diferentes como para esperar cualquier relación seria entre ambos.
    Por otra parte, nunca se había sentido tan cautivada por un hombre. Ojalá aquello llegara a ser algo más que una aventura…
    La tentación la hizo sentirse más emocionada de lo que habría recomendado el sentido común y, al llegar al apartotel de Hyde Park en el que siempre se alojaba cuando estaba en Sidney, su estado de ánimo era excelente. Desde allí había una corta distancia hasta el pequeño restaurante tailandés donde cenaba a menudo.
    Mientras se daba una ducha, se lavaba y secaba el cabello hasta conseguir que cayera en una sedosa cascada negra por sus hombros, su mente no dejó de girar en un torbellino de deseo por conseguir que pasara algo entre ambos. Abrió el armario y escogió un precioso vestido de tonos verdes y amarillos. Le encantaban las prendas de colores y le sentaban muy bien. Era bastante corto; de hecho, su editor en Londres, Santiago Mansilla, quien llevaba tiempo intentando convertir su relación profesional en algo más físico, lo definía como el vestido más sexy que había visto nunca.
    Era un vestido con un gran escote en la espalda y, por tanto, debía llevarlo sin sujetador; el sugerente escote en pico mostraba un seductor panorama. Las curvas de su figura se destacaban más gracias al ancho cinturón de piel de la prenda, y la suave tela de vuelo formaba una vaporosa y femenina falda. Si lo combinaba con unas sandalias de tiras y ningún complemento más, el conjunto no resultaría demasiado formal.
    ¿Y qué si utilizaba algún truquillo aquella noche?
    Cruz Navarro había aparecido como por arte de magia en su vida.
    ¿Por qué no emplear alguna brujería para despertar su interés, al menos el tiempo suficiente para averiguar lo que sentía por ella?
    Paloma tenía treinta años y había perfeccionado el papel de observadora de la vida, una transeúnte que nunca se había sentido lo bastante querida por nadie como para iniciar un compromiso. Una relación duradera con Cruz Navarro parecía fuera de los límites de toda lógica, pero quizá algo breve… de repente, supo que merecía la pena, dado que ningún otro hombre la había impactado tanto hasta ese momento.
     
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    Te salen tus primeras canas

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    Staff Abuelas Vuelan (A)
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    Genial haber q pasa en esa cena
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  12. Bubble ball
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    Espero con ansia ver lo que pasarà en el Titanic Thai......
     
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  13. Carcis~RW
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    Hola! Aca estoy volviendo con esta novela...


    Capitulo 6

    Mientras la camarera descorchaba una botella de chardonnay y le servía una copa, Cruz miró el reloj: y veinticinco. En cinco minutos sabría si Paloma era puntual. Pensó que no había ninguna razón para que no lo fuera. El restaurante que había elegido era todo un acierto.
    En la parte de delante, había una cocina a lo largo de una pared con un banco corrido frente a ella, para que los clientes que encargaban comida para llevar pudieran sentarse a esperar sus pedidos. La parte de atrás tenía sólo dos filas de cinco mesas a cada lado. Les habían conducido a la tercera detrás de la cocina, situación que contribuía a preservar la intimidad de su encuentro.
    La mesa contaba con una superficie laminada para facilitar su limpieza. Había un dispensador de servilletas y un soporte con sal, pimienta y diversas salsas. Una botella de agua sin abrir y dos vasos de cristal completaban el conjunto. Si los clientes deseaban beber vino con la cena, debían llevarlo consigo, tal y como habían informado a Cruz al llegar. Los camareros facilitaban un cubo con hielo si los clientes lo solicitaban, como él había hecho.
    Bebió un sorbo de chardonnay, un buen vino marca Margaret River que esperaba gustara a Paloma. Quería agradarle, quería hacer que se sintiera bien con él. Este lugar de encuentro parecía decir a gritos que ella no quería ningún tipo de relación con él. Sin duda, el apellido Navarro la habría intimidado. Una sonrisa de felicidad iluminó su rostro. Saboreó el desafío de superar aquella barrera con un seductor ataque.
    A no ser que no fuera necesario.
    Cruz se dio cuenta de aquello justo en el momento en que Paloma entró en su campo de visión. Su aspecto no era en absoluto descuidado, sino una verdadera ofensiva femenina.
    El deseo de tomar lo que ella ofrecía se apoderó de él al instante. Paloma Andrade era una verdadera preciosidad, con el largo y sedoso cabello negro suelto, al igual que sus pechos, bamboleándose a cada paso que daba. El vestido que llevaba era espectacular, una llamativa combinación de colores que resaltaba el verde de sus ojos e idóneo para despertar la imaginación de cualquier hombre.
    «Sí…», esa palabra retumbaba en los oídos de Cruz.
    Sin embargo, la excitación pronto dio lugar al desencanto: el desafío se había esfumado.
    Pensándolo cínicamente: ¿se debía todo aquello a una reacción al conocer su nombre y todo lo que significaba? ¿Había decidido la princesa seducir al príncipe descaradamente?
    «¡Error!»
    La euforia se había hecho dueña de Paloma cuando vio a Cruz Navarro levantarse de la mesa a saludarla, mirando sorprendido aquella versión glamurosa de ella misma, pero había algo en su sonrisa que no le gustaba. No la miraba a los ojos. Y tenía un rictus de ironía.
    Su entusiasmado corazón cerró sus alas y se retrajo sobre sí mismo. Su mente se encogió de vergüenza. Había interpretado mal aquella invitación a cenar. La atracción que sentía hacia aquel hombre no era mutua y acababa de ponerse en ridículo.
    El instinto de defensa entró inmediatamente en acción. La fértil creatividad que era característica en ella se puso en marcha rápidamente para encontrar una excusa que borrara de un plumazo aquella impresión de entrega.
    —¡Hola! —dijo alegremente, avanzando hacia él y extendiéndole sonriente la mano—. Disculpe que no venga vestida informalmente; aquí parece un poco fuera de lugar, pero después de cenar voy a una fiesta y era más práctico venir ya arreglada.
    —No tiene por qué disculparse. Ningún hombre podría mirarla esta noche sin sentir admiración por usted —respondió él, intentando tranquilizarla educadamente, aunque la forma en que se estrecharon las manos no contribuía a ello. Él le apretó la mano con fuerza, casi posesivamente, enviándole una carga de pasión a través de su cuerpo. Le preguntó con toda la intención:
    —¿Tiene una cita con su novio?
    —No tengo novio.
    Él alzó las cejas con expresión de sorpresa:
    —Entonces, estoy seguro de que tendrá muchísimos pretendientes en la fiesta.
    Paloma no estaba segura de si había sido un cumplido o no, dado lo atrevido de su vestido.
    —Pero, ¿congeniaré con alguno de ellos? —respondió pensando que nunca encontraría un príncipe azul.
    —Eso suele ser difícil —contestó él secamente.
    —¿A usted también se lo parece? —balbució Paloma, que prefería hablar de lo que fuera antes de que el silencio demostrara lo nerviosa que estaba.
    —¿Por qué lo pregunta?
    La mirada desafiante que le dedicó Cruz le hizo sentir como una estúpida. Se burlaba de cualquier suposición que diera por hecho que todo era fácil para él. Ella no tenía ni idea de cómo era su vida, había acudido a la cita para descubrirlo, pero… él no estaba allí por la misma razón y Paloma sentía que estaba comportándose de la forma equivocada.
    —Estoy segura de que tiene más candidatas donde elegir de los que tengo yo —espetó ella a la defensiva.
    —Créame, eso no lo hace menos difícil.
    —He oído decir que tiene muchas admiradoras, Cruz.
    —Prueba y error. ¿Cuántos errores ha cometido usted, Paloma?
    Ella sacudió la cabeza, completamente aturdida por aquella inesperada pregunta y la mirada reprobatoria de él.
    —Lo siento. No sé cómo ha llegado la conversación a este punto. Usted quería saber qué ha sucedido con la señora Ezcurra.
    —Y los errores que se han cometido —respondió él, soltándole la mano y ofreciéndole asiento—. ¿Tiene prisa por terminar de cenar?
    Aquella pregunta la desconcertó. La cita estaba desarrollándose de una manera muy complicada, incluyendo su mentira sobre la supuesta fiesta, lo que para él naturalmente suponía que no podría quedarse todo el tiempo que quisiera con él.
    —No, no, no tengo prisa —murmuró, sentándose y dirigiéndole una mirada pacificadora—. Ahora lo que importa es Tomas. Está en medio de las peleas entre sus padres.
    —¿Le preocupa más el hijo que el padre? —preguntó Cruz volviéndose a sentar.
    Eso hizo que Paloma se parase a pensar su respuesta:
    —Creo que me pongo más en el lugar de Tomas. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía siete años.
    —¿Es usted hija única?
    —Sí —contestó Paloma con una mueca, recordando muy bien lo abandonada que se había sentido—. Una hija única que se sentía muy sola.
    —¿Quién obtuvo la custodia?
    —Mi madre.
    —¿Y usted estaba de acuerdo?
    —Yo quería que estuvieran juntos —dijo ella decididamente—. Una pareja no debería tener hijos si el matrimonio no es sólido.
    —¿Por eso no se ha casado usted? ¿Nunca se ha sentido lo bastante segura como para contraer matrimonio?
    La conversación estaba yendo demasiado lejos, Paloma no quería autoanalizarse, ni analizarle a él ni a nadie en particular. Hasta entonces, él se las había arreglado para sonsacarle información sobre su vida.
    —No estamos aquí para hablar de mí —le recordó lacónicamente.
    —Sólo quería saber algo más de usted —respondió él amigablemente, alcanzando la botella de vino del cubo de hielo—. Este es un chardonnay Margaret River, ¿quiere compartirlo conmigo?
    Paloma no estaba dispuesta a añadir alcohol a la mezcla de emociones que le hacía sentir aquel hombre. Las palabras se escapaban de su boca sin control y debía ponerles freno. Negó con la cabeza y dijo:
    —Tomaré agua, gracias.
    —Se está reservando para la fiesta.
    Paloma paró un instante a pensar lo que estaba ocurriendo allí. La falsa fiesta estaba haciendo surgir preguntas cuyo fin era averiguar aspectos de su vida privada. ¿Por qué intentaba Cruz Navarro sacar a la luz aquellos detalles si no sentía ningún interés por ella?
    Su reacción al intento de Paloma de parecerle atractiva había sido definitivamente negativa: como ella había dejado claro que su atractivo aspecto no tenía nada que ver con él, Cruz se había empeñado en descubrir más y más detalles sobre ella.
    Se sentía desagradablemente confundida con aquella situación; lo miró desafiante a los ojos y contestó:
    —No, simplemente, prefiero beber agua. Quiero mantener la mente clara.
    —¿Incluso en una fiesta?
    —Especialmente en una fiesta.
    —Por una mala experiencia —dio él por sentado.
    —No. Y no quiero dar lugar a ninguna.
    —Parece como si tener todo bajo control fuera una de sus prioridades.
    De nuevo estaba entrometiéndose, con sus azules ojos tan fijos en los suyos; había conseguido sonsacarle las respuestas como con un imán. A pesar de estar totalmente sobria, Paloma sintió que no controlaba nada al lado de ese hombre. Su pulso latía desbocado y su mente luchaba a duras penas por hacerse con la situación.
    —No permitiré que nadie controle mi vida —contestó apenas sin darse cuenta de que estaba revelando un aspecto tan íntimo de su vida.
    Él aprovechó la situación.
    —¿Cree que ser independiente es más seguro que confiar en otra persona, Paloma?
    —Cuando la gente en la que deberías confiar está contigo sólo por el interés, aprendes a ser independiente bastante deprisa —contestó con un rencor considerable, sintiendo cómo él se entrometía cada vez más en su vida—. Y eso es probablemente lo que le espera a Tomas Ezcurra —añadió dando énfasis a sus palabras y deseando llevar la conversación al tema que deberían estar tratando.
    Paloma necesitaba romper aquella tensión que fluía entre los dos, por lo que se volvió a por la botella de agua y procedió a llenar un vaso.
    —Lo siento, debería haberte servido el vaso.
    Aquella disculpa pudo con los nervios de Paloma, que contestó bruscamente:
    —¿Por qué?
    Él se encogió de hombros, asomando a sus labios una sonrisa de desconcierto:
    —Es lo que un caballero suele hacer por una dama.
    —¿Y qué es lo que suele hacer una dama por un caballero en su entorno, Cruz?
    En la mente de Paloma estaba presente un cínico pensamiento: «Acostarse con él». Aun así, le sorprendió que un súbito reflejo de deseo por ella se dejara ver en sus ojos.
    Hasta su sonrisa era terriblemente seductora cuando contestó:
    —En mi entorno, un caballero cuida a una dama que atiende sus necesidades.
    La mente de Paloma bullía de actividad:
    —¿Qué clase de necesidad estoy atendiendo yo?
    —Mi necesidad de hablar con usted.
    Su respuesta fue tan suave, su expresión tan sincera, que Paloma dudó si aquel repentino deseo de él había sido fruto de su imaginación.
    Afortunadamente, la camarera llegó a la mesa para tomarles nota, distrayendo la atención de Cruz y proporcionándole un respiro a Paloma. Necesitaba aclararse y tener una perspectiva razonable de lo que había llevado la conversación a aquel extremo.
    Ella había demostrado demasiado abiertamente que quería gustarle.
    Y a él no le había agradado.
    Sin embargo, ¿le parecería más estimulante un objetivo difícil de conseguir? Quizás había demasiadas mujeres que le ofrecían sus atractivos en bandeja y él había percibido en ella algo diferente.
    Suspiró.
    Nada era sencillo en la vida.
    Por esa razón, prefería vivir las historias que imaginaba. Tenía un control total sobre los personajes y las respuestas que debían dar en cada momento.
    —¿Paloma?
    Aquello la devolvió a la realidad; sonrió a la camarera:
    —Tomaré las gambas con jamón y chili.
    —¿Le gustan los platos picantes? —preguntó Cruz.
    —El jamón con chili es más especiado que picante —le explicó Paloma.
    —Tomaré lo mismo —informó a la camarera, que tomó nota de todo y se fue en dirección a la cocina.
    Cruz dirigió una mirada picara a Paloma:
    —Me gusta lo picante.
    Su estómago le dio un vuelco, sentía mariposas revoloteando… aquella mueca, aquel brillo sexy en su mirada… le resultaba tan atractivo… y sin embargo…
    Le miró con recelo, intentando comprender más objetiva y sensatamente qué había llevado a Cruz Navarro a invitarla a cenar:
    —¿Por qué tengo la sensación de que esta noche está dispuesto a romper las reglas?
    El se echó a reír y Paloma sintió una oleada de placer al oír el sonido de su risa, algo que borró totalmente la oscura confusión y acrecentó un poco más el interés que sentía por aquel hombre.
    Destacaba sobre cualquier otro hombre que hubiera conocido.
    Quería saber más de él.
    Por tanto, lo mejor que podía hacer era relajarse y dejarse llevar por cualquier cosa que sucediese, sin importarle a dónde condujera.
     
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  14. Carcis~RW
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    Capítulo 7

    Sus ojos mostraban de nuevo aquella encantadora mirada de curiosidad, casi infantil, como deseando comprender.
    Cruz se sentía tan atraído por ella… Apenas podía resistir las ganas de decirle «Por ti, me saltaría todas las reglas del mundo, Paloma Andrade».
    Sin embargo, aquella frase podría ofenderla, alejarla e impedir que descubriera más cosas sobre ella. Hasta ese momento, todo iba bien. No tenía novio. Su familia no le exigía demasiado. Era libre de hacer lo que quisiera y, aquella noche, había decidido cenar con él antes de acudir a la fiesta.
    Y Cruz estaba empeñado en evitar que se fuera.
    —Normalmente no suelo comportarme así —confesó, consciente de que ella esperaba una explicación—. Pero me he sentido sorprendentemente bien y creo que quiero seguir así.
    —¿Qué hacía en el parque? —preguntó Paloma.
    «Estaba allí por ti».
    ¿Se sentiría halagada al oír eso?
    ¿O quizá asustada?
    Sus instintos de cazador le advirtieron que era conveniente acercarse todo lo posible a ella antes de mostrar sus verdaderos motivos. Se encogió de hombros:
    —Fue una casualidad. Había pasado toda la mañana en Randwick Racecourse con mi entrenador. Dentro de poco tendrá lugar la carrera de otoño y quería comentar con él la buena forma de mis caballos. Me dirigía en coche de vuelta a la ciudad y, al ver el hermoso día que hacía, me paré en el parque a admirar las rosas —su sonrisa invitó a Paloma a sonreírle también.
    —No hay rosas en el parque —se burló ella.
    —Entonces, a respirar aire puro —rectificó—. Es algo de lo que no se puede disfrutar metido en un despacho.
    Los ojos de Paloma brillaban divertidos:
    —¿Cuándo fue la última vez que rompió su retina?
    —No lo recuerdo.
    —¿Y se alegra de haberlo hecho?
    —¿Cómo no voy a estar contento si me he encontrado con una princesa que desea hacer feliz a un niño?
    —¡Oh! —las mejillas de Erin se sonrojaron—. Así que era verdad que me oyó relatar aquella historia.
    —Consiguió cautivar a esos niños… y a mí.
    —¿Le gustó? —ella se sentía halagada, como si aquel elogio fuera totalmente inesperado y supusiera un inmenso placer.
    —Tiene un don especial, Paloma.
    —Es uno de mis cuentos favoritos, me alegro tanto de que le guste…
    De repente, Paloma dejó de hablar, como pensándose dos veces demostrar tanto entusiasmo. Bajó la mirada y Cruz notó que intentaba esconder algo.
    —Continúe —animó, deseando que la felicidad volviera a su rostro.
    Ella le miró sonriendo con sentimiento de culpa y tomó el vaso de agua:
    —Me he dejado llevar por su cumplido, Cruz. Se lo agradezco, pero hablemos de la familia Ezcurra. Ésa es la razón de que estemos aquí.
    Cruz estuvo a punto de negarlo. Había acudido a aquella cena por ella. Podría haberle preguntado por teléfono sobre la reacción de la madre de Tomas. Pero quizá fuera demasiado pronto para que Paloma se sintiera cómoda siendo el centro de atención. Era mejor centrarse en la familia Ezcurra, por el momento.
    Adoptando una expresión de interés, comenzó a hablar:
    —Supongo que su tía utilizó mi tarjeta de visita y explicó mi intervención a favor de Ezcurra, ¿no es así?
    —No exactamente. Le contó a la señora Ezcurra que su ex marido apareció en el parque y… —Paloma frunció el ceño al acordarse de la situación—. Fue extraño; en lugar de enfadarse o asustarse… parecía triunfante, como si el señor Ezcurra hubiera caído en una trampa que le hubiera tendido. Demostró un gran interés en saber si habíamos llamado a la policía para que lo detuviera.
    Cruz hizo un gesto con la cabeza:
    —Eso concuerda con la versión de Juan. Quiere que Tomas sea sólo para ella y está utilizando todas las artimañas posibles para conseguirlo. Imagino que su tía fue objeto de su enfado al enterarse de que no había sido así.
    —Fue como si estallara una bomba —Erin abrió mucho los ojos y su voz reflejó la intensidad de la reacción—. Amenazas, insultos, la cara de la señora Ezcurra estaba roja de ira, pero mi tía se las arregló para cortar de raíz su pataleta al enseñarle su tarjeta y contarle que usted iba a apoyar al señor Ezcurra.
    —¿Qué ocurrió a continuación?
    —Bueno, su nombre hizo que se aplacara bastante. No podía creerlo. Decía cosas como: «¿De qué lo conoce Juan? ¿Por qué ha tenido que entrometerse? No tiene nada que ver con él». Felicitas le aseguró que usted había mostrado interés en ayudar a su ex marido; entonces, se puso histérica y a gritar que era su vida y que iba a hacer lo que quisiera.
    —Eso también cuadra —dijo Cruz, satisfecho de apoyar una causa justa—.Juan dice que siempre ha cedido para no discutir con ella, pero que lo que no puede soportar es que le separen de su hijo.
    —Creo que ella luchará denodadamente —advirtió Paloma—. Me parece que está demasiado acostumbrada a conseguir lo que quiere.
    —No lo dudo. Pero he puesto el caso de Juan en manos de un abogado que le garantizará un régimen de visitas adecuado y llevará la batalla por la custodia ante los tribunales.
    Automáticamente, Paloma se sintió intrigada por la confianza que mostraba su acompañante:
    —¿Por qué se interesa tanto, Cruz? Quiero decir… Tal y como dijo la señora Ezcurra: ¿por qué se ha entrometido en esta historia?
    —¿Le parece mal?
    —En absoluto, es sólo que… la gente no suele hacer eso, ayudar a un desconocido y hacer todo lo que puede por él.
    Paloma estaba impresionada e intrigada por su generosidad. Peter sabía que podía aprovecharse de la admiración que despertaba en ella, pero nunca se sentía cómodo cuando el dinero estaba por medio:
    —Cuando se tiene la ventaja de poseer una enorme fortuna, es fácil actuar como un buen samaritano, Paloma —comentó sarcástico.
    —Supongo que es cierto —respondió ella lenta y pensativamente—. Pero no sólo le está ofreciendo dinero; también le regaló su tiempo y dejó de hacer lo que estaba haciendo para intentar solucionar sus problemas.
    —No quería que perdiera a su hijo. Los divorcios no suelen traer cosas buenas. Hay demasiados padres que se ven obligados a separarse de sus hijos. Sé que, si me sucediera a mí, lucharía con uñas y dientes por ellos.
     
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